Capítulo 21. La batalla en Onigashima

Horas después del incidente, la calma había regresado a Onigashima, al menos momentáneamente. En la sala del trono, Kaido y Big Mom discutían estrategias cuando un subordinado irrumpió, jadeando y visiblemente agitado.

—¡Kaido-sama! ¡Big Mom-sama! —exclamó el subordinado, inclinándose apresuradamente—. ¡Tenemos problemas! La tripulación de los Mugiwara está atacando Onigashima.

Kaido se irguió en su trono, sus ojos brillando con una mezcla de ira y emoción.

—¿Mugiwara? Ese mocoso tiene agallas.

—No solo eso —continuó el subordinado—, vienen acompañados por otras personas. Hemos identificado a algunos rebeldes de Wano y... dos hombres que parecen ser ex agentes del CP0.

Big Mom soltó una de sus características risas.

—¡Mamamamama! Parece que la fiesta está a punto de comenzar, Kaido.

Kaido sonrió, una expresión feroz en su rostro.

—Que vengan. Les mostraremos por qué somos los más fuertes.

Mientras tanto, en la habitación de Amélie, la atmósfera era completamente diferente. La joven ninfa estaba de pie junto a la ventana, su mirada perdida en el horizonte. King, Katakuri y Cracker la observaban en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
De repente, Amélie inclinó la cabeza, como si estuviera escuchando algo que los demás no podían oír.

—Ese tambor… —murmuró, su voz apenas audible.

—¿Qué tambor, Amélie? —preguntó Cracker, acercándose a ella con preocupación.

Amélie cerró los ojos, concentrándose.

—Es leve, pero constante. Como un latido. Amélie lo ha escuchado antes, pero nunca tan claramente como ahora.

King y Katakuri intercambiaron miradas, intrigados por las palabras de la ninfa.

—¿Puedes decirnos más sobre ese sonido? —preguntó Katakuri, su voz calmada pero llena de curiosidad.
Amélie abrió los ojos, una chispa de emoción en ellos.

—Es como si la isla misma estuviera latiendo. Y… —se detuvo, como si dudara en continuar.

—¿Y qué, Amélie? —instó King, dando un paso hacia ella.

—Y Amélie cree que tiene algo que ver con Joyboy —dijo finalmente, su voz mezclada con asombro y confusión.

Los tres piratas se tensaron ante la mención de ese nombre legendario.

—¿Joyboy? —repitió Cracker, su voz llena de incredulidad—. Pero eso es solo una leyenda, ¿no?

Katakuri, siempre observador, notó cómo las plantas en la habitación parecían reaccionar a las palabras de Amélie, moviéndose suavemente como si estuvieran bailando al ritmo de un tambor invisible.

—Tal vez no sea solo una leyenda —murmuró Katakuri.

King, sintiendo que algo importante estaba a punto de suceder, se acercó a Amélie.

—¿Qué más sientes, Amélie?

Amélie cerró los ojos nuevamente, extendiendo su conciencia.

—Amélie siente... cambio. Como si algo grande estuviera a punto de despertar. Y… —abrió los ojos de golpe, una realización brillando en ellos—. Y Amélie cree que sus amigos están aquí.

En ese momento, el sonido lejano de explosiones y gritos de batalla comenzó a filtrarse a través de las paredes de Onigashima. La batalla había comenzado, y con ella, el destino de Wano, de Amélie, y posiblemente del mundo entero, estaba a punto de ser decidido.

King, Katakuri y Cracker se miraron, conscientes de que tendrían que tomar decisiones cruciales en los próximos momentos. ¿Seguirían sus órdenes y defenderían Onigashima? ¿O la presencia de Amélie y sus misteriosas palabras los llevarían por un camino diferente?

La respuesta a estas preguntas determinaría no sólo el resultado de la batalla inminente, sino también el futuro de la era pirata.

Amélie se quedó inmóvil por un momento, sus ojos fijos en el gran cerezo que se veía desde su ventana. Los demás notaron el cambio en su expresión, una mezcla de asombro y determinación.

—El cerezo… —susurró Amélie—. Está hablando con Amélie.

—¿Qué te dice? —preguntó King, su voz teñida de preocupación y curiosidad.

Los ojos de Amélie se iluminaron.

—Dice que Joyboy está aquí. Que Amélie debe seguir el sonido del tambor —De repente, su rostro se iluminó aún más—. Y... y dice que Lucci está vivo. Que está buscando a Amélie.

Sin previo aviso, Amélie se giró y corrió hacia la puerta, impulsada por una fuerza invisible.

—¡Amélie, espera! —gritó Cracker, pero ella ya había salido de la habitación.

King, Katakuri y Cracker intercambiaron miradas rápidas antes de lanzarse en su persecución. Corrieron por los pasillos de Onigashima, siguiendo el rastro de Amélie, que parecía moverse con una velocidad y determinación sobrenatural.

—¡Tenemos que alcanzarla! —exclamó King, su voz teñida de una preocupación que sorprendió incluso a él mismo.

Katakuri, usando su Haki de observación, intentaba predecir el camino de Amélie.

—Se dirige hacia la sala principal —informó.

Mientras corrían, el sonido de la batalla se hacía cada vez más fuerte. Explosiones, gritos y el choque de armas llenaban el aire.

Finalmente, llegaron a las enormes puertas de la sala principal. Amélie, de alguna manera, ya las había abierto y entrado.

Al cruzar el umbral, se encontraron con una escena de caos total. La enorme sala estaba llena de combatientes. Los subordinados de Kaido luchaban ferozmente contra una mezcla de piratas, samuráis y otros guerreros.

En medio de la batalla, pudieron ver a los Mugiwara. Luffy estaba enzarzado en un combate contra varios oponentes a la vez, su cuerpo de goma estirándose y contrayéndose mientras lanzaba poderosos golpes. Zoro cortaba el aire con sus espadas, creando olas de energía que derribaban a sus enemigos. Sanji pateaba con furia, sus piernas envueltas en llamas.

Y allí, en medio de todo el caos, estaba Amélie. Se movía como en trance, esquivando milagrosamente los ataques y escombros que volaban a su alrededor. Sus ojos estaban fijos en un punto lejano de la sala, como si pudiera ver algo que los demás no podían.

—¡Amélie! —gritó King, lanzándose hacia ella.

Cracker y Katakuri lo siguieron, abriéndose paso entre la multitud de combatientes.

De repente, desde el otro lado de la sala, se escuchó otro grito.

—¡Amélie!

Era Lucci. El ex agente del CP0 estaba luchando para abrirse paso hacia ella, con Kaku a su lado.

Amélie se detuvo por un momento, sus ojos encontrándose con los de Lucci. Una sonrisa iluminó su rostro, pero luego volvió a girarse, siguiendo el sonido invisible que solo ella podía escuchar.

La batalla rugía a su alrededor, pero para Amélie, todo parecía moverse en cámara lenta. El sonido del tambor se hacía más fuerte con cada paso que daba.

King, Katakuri, Cracker y Lucci convergían hacia ella desde diferentes direcciones, cada uno determinado a alcanzarla primero.

Y en medio de todo esto, el suelo de Onigashima comenzó a temblar, como si la isla misma estuviera despertando.

El temblor se intensificó, haciendo que todos en la sala lucharan por mantener el equilibrio. Amélie, aún en su estado de trance, pareció comprender algo que los demás no podían percibir.

—Wano —susurró, sus ojos muy abiertos—. El país está en peligro. La isla... se está moviendo.

Efectivamente, Onigashima había comenzado a flotar, dirigiéndose lentamente hacia el corazón de Wano. La realización de lo que esto significaba envió una ola de pánico a través de todos los presentes.

En medio del caos, un pirata de Kaido, aprovechando la confusión, se lanzó hacia Amélie con su arma en alto. El tiempo pareció ralentizarse mientras la hoja se acercaba a la joven ninfa.

De repente, una figura salió disparada a través de la sala. Un puño estirado como si fuera de goma golpeó al atacante con una fuerza brutal, enviándolo a volar contra la pared opuesta.

—¡Gomu Gomu no Pistol! —gritó Luffy, su brazo retrayéndose a su longitud normal.

Amélie parpadeó, saliendo momentáneamente de su trance. Sus ojos se encontraron con los de Luffy, y una chispa de reconocimiento brilló en ellos.

—¿Luffy-san? —dijo Amélie, su voz mezclada con sorpresa y alegría.

Luffy sonrió ampliamente, su característica risa llenando el aire.

—¡Shishishi! ¡Amélie! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado? ¡Veo que sigues metiéndote en problemas!

A pesar de la batalla que rugía a su alrededor, Luffy parecía tan despreocupado como siempre, su sonrisa brillante contrastando con el caos.

—Luffy-san —dijo Amélie, una pequeña sonrisa formándose en sus labios—. Amélie está feliz de ver a Luffy-san de nuevo. Pero... Wano está en peligro. La isla se mueve.

Luffy asintió, su expresión volviéndose seria por un momento.

—Lo sé. Vamos a detener a Kaido y salvar Wano. ¡Es una promesa!

En ese momento, King, Katakuri, Cracker y Lucci finalmente lograron llegar hasta donde estaban Amélie y Luffy. La tensión era palpable mientras los piratas y el ex agente del CP0 rodeaban a la joven ninfa, cada uno listo para protegerla o reclamarla.

—Aléjate de ella, Mugiwara —gruñó King, sus alas extendiéndose amenazadoramente.

Lucci, por su parte, dio un paso hacia Amélie, sus ojos fijos en ella.

—Amélie, ¿estás bien? Hemos venido a rescatarte.

Cracker y Katakuri se mantuvieron en silencio, pero sus posturas dejaban claro que no iban a dejar que nadie se llevara a Amélie sin luchar.

Amélie miró a todos, confundida y abrumada por la situación. El sonido del tambor en su cabeza se hacía cada vez más fuerte, urgente.

—Amélie tiene que seguir el sonido —dijo finalmente, su voz llena de determinación—. Joyboy está cerca. Amélie puede sentirlo.

Luffy inclinó la cabeza, curioso.

—¿Joyboy? ¿Quién es ese?

Amélie se quedó mirando a Luffy por un momento, sus ojos se abrieron con una mezcla de asombro y realización. El aura cálida que emanaba de él, tan familiar y reconfortante, la envolvió como un manto. Y entonces lo sintió: el tambor que había estado escuchando todo este tiempo provenía de él. El corazón de Luffy latía con el mismo ritmo que había estado guiando a Amélie.

—El tambor —susurró Amélie, su voz apenas audible en medio del caos—. Viene de Luffy-san.

Su mente comenzó a girar con pensamientos confusos. ¿Podría ser? ¿Luffy era Joyboy? ¿Era él Nika, el dios del sol que había estado buscando? Las piezas parecían encajar, pero al mismo tiempo, todo era tan abrumador.

Sin embargo, antes de que pudiera profundizar en estos pensamientos, su percepción sensorial de ninfa captó otra presencia familiar. Giró su cabeza y sus ojos se encontraron con los de Lucci.

Sin pensarlo dos veces, Amélie se lanzó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de su torso en un abrazo apretado. Lucci, tomado completamente por sorpresa, se quedó inmóvil por un momento, sus ojos muy abiertos por la conmoción.

—Lucci —murmuró Amélie, su voz ahogada contra el pecho del ex agente—. Amélie tuvo miedo. Mucho miedo de perder a Lucci.

Lucci, lentamente, comenzó a relajarse en el abrazo. Sus brazos, casi por instinto, se envolvieron alrededor de Amélie, sosteniéndola cerca.

—Yo... yo también tuve miedo de perderte, Amélie —admitió Lucci, su voz baja y cargada de una emoción que rara vez mostraba.

Amélie levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas que no podía derramar debido a su condición.

—Amélie lo siente. Amélie quisiera poder expresar mejor lo que siente. Pero Amélie... Amélie cree que esto es lo que llaman amor.

La confesión dejó a todos los presentes en shock. King, Katakuri y Cracker intercambiaron miradas de sorpresa y, en el caso de los dos últimos, una punzada de dolor. Luffy, por su parte, sonreía ampliamente, ajeno a la complejidad emocional de la situación.

Lucci, por primera vez en su vida, se encontró sin palabras. Las emociones que había estado reprimiendo durante tanto tiempo amenazaban con desbordarse.

—Amélie —comenzó, su voz temblando ligeramente—, yo...

Pero antes de que pudiera terminar, otra explosión sacudió la isla flotante, recordándoles a todos la urgencia de la situación.

Amélie se separó ligeramente de Lucci, pero mantuvo una mano en su brazo, como si temiera que desapareciera si lo soltaba completamente. Miró a su alrededor, a las caras familiares y nuevas que la rodeaban, y luego hacia Luffy.

—Amélie tiene que ayudar —dijo con determinación—. Wano está en peligro. Y Luffy-san... Amélie cree que Luffy-san es la clave para todo esto.

Mientras el caos de la batalla continuaba a su alrededor, King, incapaz de contener su desconfianza y preocupación por Amélie, se lanzó hacia Lucci con una velocidad impresionante. Sus alas negras se extendieron amenazadoramente mientras se acercaba.

—¡Aléjate de ella! —rugió King, su puño envuelto en llamas dirigiéndose hacia Lucci.

En una fracción de segundo, Lucci reaccionó.

—¡Tekkai! —exclamó, su cuerpo endureciéndose instantáneamente mientras envolvía a Amélie protectoramente con sus brazos.

El puño de King chocó contra el cuerpo endurecido de Lucci, creando una onda expansiva que hizo temblar el suelo bajo sus pies. Amélie, protegida por los brazos de Lucci, sintió la fuerza del impacto pero permaneció ilesa.

—¡King-san, por favor, detente! —suplicó Amélie, su voz llena de angustia.

King retrocedió un paso, sus ojos fijos en Lucci.

—No confío en él, Amélie —gruñó—. No confío en nadie que haya sido parte del Gobierno Mundial. Solo quieren usarte, experimentar contigo.

Lucci, aún manteniendo su Tekkai pero aflojando ligeramente su abrazo protector sobre Amélie, miró a King con una mezcla de comprensión y desafío.

—Entiendo tu desconfianza —dijo, su voz tensa por el esfuerzo de mantener la técnica—, pero ya no soy parte de eso. Estoy aquí por Amélie, nada más.
King soltó una risa amarga.

—¿Esperas que crea eso? He visto lo que el Gobierno Mundial hace con aquellos que considera 'diferentes'. No permitiré que le hagan lo mismo a Amélie.

Amélie, sintiendo la tensión entre los dos hombres, dio un paso adelante, colocándose entre ellos.

—King-san —dijo suavemente—, Amélie entiende tu preocupación. Amélie sabe que has sufrido mucho por ser diferente.

Los ojos de King se abrieron con sorpresa detrás de su máscara.

—¿Cómo...?

—Amélie puede sentirlo —continuó ella—. Tu dolor, tu soledad. Es similar al de Amélie. Pero Lucci... Lucci ha cambiado. Amélie lo siente en su corazón.

Lucci, sorprendido por las palabras de Amélie, sintió una ola de emociones que no estaba acostumbrado a experimentar.

—Amélie tiene razón —dijo, su voz más suave—. Ya no soy el mismo hombre que era cuando servía al Gobierno Mundial. Amélie... ella me ha cambiado.

King parecía dudar, su postura aún tensa pero menos agresiva.

—¿Cómo puedo estar seguro de que no la estás manipulando?

Amélie extendió una mano hacia King, su rostro lleno de empatía.

—King-san, Amélie confía en ti también. Amélie sabe que solo quieres protegerla. Pero a veces, tenemos que confiar en los demás para sanar nuestras propias heridas.

La tensión en el aire era palpable mientras King consideraba las palabras de Amélie. Lucci, por su parte, mantuvo su posición protectora, pero sus ojos mostraban una nueva comprensión hacia el pirata alado.

En ese momento, otra explosión sacudió la isla flotante, recordándoles la urgencia de la situación.

—No tenemos tiempo para esto —intervino Luffy, que había estado observando la escena con una mezcla de confusión y determinación—. Tenemos que detener a Kaido y salvar Wano. ¿Están con nosotros o no?
Amélie miró a Luffy, luego a Lucci y finalmente a King.

—Amélie cree que todos podemos trabajar juntos. Por Wano, por el futuro. ¿Qué dicen?

La tensión en el aire era palpable mientras King retrocedía un paso, su postura aún agresiva.

—No —declaró firmemente—. Mi lealtad está con Kaido-sama. Ganaremos esta batalla, y la ninfa es clave para encontrar el One Piece. No permitiré que se la lleven.

Cracker y Katakuri se posicionaron junto a King, sus rostros endurecidos por la determinación.

—Nuestra madre cuenta con nosotros —dijo Katakuri, su voz grave y decidida.

Cracker miró a Amélie, sus ojos llenos de una mezcla de amor y determinación.

—Lo siento, Amélie, pero tengo que hacer esto. Te demostraré que soy digno de tu amor.

Lucci, viendo que la situación se estaba volviendo cada vez más peligrosa para Amélie, tomó una decisión rápida. Se volvió hacia Kaku, que había estado observando la escena en silencio, listo para actuar.

—Kaku —dijo Lucci, su voz cargada de urgencia—, llévate a Amélie. Ponla a salvo. Yo me encargaré de estos tres.
Kaku asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Entendido. Ten cuidado, Lucci.

Amélie, sin embargo, no parecía dispuesta a irse.

—Pero Lucci... Amélie no quiere dejarte.

Lucci la miró, sus ojos suavizándose por un momento.

—Estaré bien, Amélie. Tu seguridad es lo más importante ahora.

Mientras tanto, Luffy había estado observando la escena, su rostro inusualmente serio. Finalmente, se volvió hacia sus compañeros.

—Zoro, Torao, Kid, Killer —llamó, su voz llena de determinación—. Vamos tras Kaido. Es hora de acabar con esto de una vez por todas.

Los mencionados asintieron, preparándose para la batalla que definiría el destino de Wano.

—Luffy-san —llamó Amélie, su voz llena de preocupación—. Ten cuidado. Amélie siente que eres importante, más de lo que crees.

Luffy le dedicó una de sus características sonrisas.

—No te preocupes, Amélie. ¡Voy a patear el trasero de Kaido y salvar Wano! Es una promesa.

Con eso, Luffy y su grupo se lanzaron hacia la batalla principal, dejando atrás el tenso enfrentamiento.

Kaku se acercó a Amélie, listo para llevarla a un lugar seguro.

—Vamos, Amélie. Debemos irnos.

Pero antes de que pudieran moverse, King, Cracker y Katakuri se prepararon para atacar.

—No irán a ninguna parte —gruñó King.

Lucci se posicionó entre ellos y Amélie, su cuerpo transformándose parcialmente en su forma de leopardo.

—Kaku, ahora. Llévatela.

Kaku asintió y, en un movimiento rápido, tomó a Amélie en sus brazos y saltó hacia una salida cercana.

—¡Lucci! —gritó Amélie mientras se alejaban, su voz mezclada con preocupación y angustia.

Lucci se enfrentó a los tres poderosos oponentes, consciente de que estaba en clara desventaja numérica. Pero la determinación brillaba en sus ojos. Protegería a Amélie a toda costa.

—Vengan —desafió Lucci, preparándose para la batalla—. Les mostraré lo que un ex agente del CP0 puede hacer cuando tiene algo que proteger.

Mientras Kaku se llevaba a Amélie a un lugar seguro, y Luffy y su grupo se dirigían hacia Kaido, Lucci se preparaba para enfrentar a tres de los piratas más poderosos del Nuevo Mundo. La batalla por el destino de Wano, y posiblemente del mundo entero, había entrado en su fase más crítica.

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