Capítulo 18. Destino: Wano

Habían pasado varios días desde que dejaron la isla de las ninfas. El pequeño bote navegaba por aguas desconocidas, guiado por la intuición de Amélie y la habilidad de navegación de Kaku. La tensión inicial de su nueva misión había dado paso a una rutina más relajada, aunque siempre vigilante.

Una tarde, mientras Amélie dormía pacíficamente en la proa del bote, Kaku aprovechó la oportunidad para hablar en privado con Lucci. Se acercó a su compañero, que estaba sentado en la popa, con una sonrisa burlona en su rostro.

—.Sabes —comenzó Kaku en voz baja—, nunca imaginé que vería el día en que el gran Rob Lucci se enamorara de una princesa. Es casi como un cuento de hadas.

Lucci le lanzó una mirada afilada.

—No sé de qué estás hablando.
Kaku soltó una risita.

—Oh, vamos. El asesino más temido del CP0, protegiendo a una dulce ninfa princesa. Tienes que admitir que es bastante irónico.

—Estamos en una misión importante —respondió Lucci con su tono habitual de frialdad—. Nada más.

—Claro, claro —dijo Kaku, sin dejarse intimidar—. Por eso arriesgaste tu carrera, tu vida, y prácticamente declaraste la guerra al Gobierno Mundial. Todo por una 'misión'.

Lucci permaneció en silencio por un momento, su mirada fija en Amélie que dormía plácidamente. Finalmente, habló en voz baja:

—Es... complicado.

Kaku, sorprendido por esta admisión, se sentó junto a su amigo.

—Lo sé. Pero sabes, no es algo malo. El que te preocupes por ella, quiero decir.

—Somos asesinos, Kaku —dijo Lucci, su voz apenas un susurro—. No estamos hechos para... esto.

Kaku puso una mano en el hombro de Lucci, un gesto raro entre ellos.

—Tal vez eso es exactamente por lo que necesitábamos a alguien como Amélie en nuestras vidas. Para recordarnos que hay más en el mundo que solo matar y obedecer órdenes.

Lucci no respondió, pero su expresión se suavizó ligeramente mientras observaba a Amélie.

En ese momento, Amélie se movió en su sueño, murmurando algo sobre flores cantantes y océanos de colores. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Lucci, tan breve que si Kaku hubiera parpadeado, se la habría perdido.

—Sabes —dijo Kaku, levantándose—, creo que ustedes dos hacen una pareja interesante. La bella y la bestia, pero con un giro moderno.

Lucci gruñó.

—Un comentario más y te arrojaré por la borda.

Kaku se rió, sabiendo que la amenaza era (mayormente) en broma.

—Está bien, está bien. Solo recuerda, Lucci: está bien sentir. Incluso para nosotros.

Mientras Kaku volvía al timón, Lucci se quedó contemplando el horizonte, sus pensamientos un torbellino de emociones que nunca antes había experimentado. La misión que tenían por delante era peligrosa e incierta, pero por primera vez en su vida, Lucci sentía que estaba haciendo algo verdaderamente importante. Y todo gracias a una joven ninfa que había entrado en su vida y lo había cambiado todo.

Amélie se despertó poco después, estirándose como un gato y sonriendo al ver a Lucci.

—Amélie tuvo un sueño bonito —dijo ella—. Soñó que Lucci y Kaku eran árboles fuertes que protegían un jardín lleno de flores de todos los colores.

Lucci, recordando la conversación con Kaku, sintió una calidez inusual en su pecho.

—Suena... agradable —respondió, sorprendiéndose a sí mismo con la suavidad de su tono.

Mientras el bote seguía su curso, guiado por la intuición de Amélie, tanto Kaku como Lucci se encontraban cada vez más sumidos en sus pensamientos. La misión que tenían por delante, buscar a un dios legendario llamado Nika, parecía cada vez más irreal a medida que pasaban los días.

Una noche, mientras Amélie dormía, Kaku se acercó a Lucci, quien estaba de guardia.

—Oye, Lucci —comenzó Kaku en voz baja—, ¿has estado pensando en todo esto? Lo de Nika, quiero decir.
Lucci asintió levemente, su mirada fija en el horizonte.

—Constantemente.

Kaku se sentó junto a él, soltando un suspiro.

—¿Realmente crees que existe? Un dios del sol... suena como algo sacado de un cuento para niños.

—Hemos visto cosas increíbles en nuestras vidas, Kaku —respondió Lucci—. Frutas del diablo, armas ancestrales, el poder de los Yonko... pero esto...

—Es diferente —completó Kaku—. Lo sé. Una cosa es creer en poderes sobrenaturales, y otra muy distinta es buscar a un dios.

Lucci guardó silencio por un momento antes de hablar nuevamente.

—El Gobierno Mundial siempre ha temido el nombre de Nika. Debe haber una razón para eso.

—Cierto —concedió Kaku—. Pero, ¿y si solo es una leyenda? ¿Y si estamos persiguiendo un mito?

Ambos miraron hacia Amélie, que dormía pacíficamente, una suave sonrisa en sus labios.

—Ella cree —dijo Lucci suavemente—. Con todo su corazón.

Kaku asintió.

—Lo sé. Y eso es lo que me preocupa. ¿Qué pasará si llegamos al final de este viaje y no encontramos nada? ¿Cómo afectará eso a Amélie?

Lucci frunció el ceño, una expresión de preocupación cruzando su rostro normalmente estoico.

—No lo sé. Pero hemos llegado demasiado lejos para dar marcha atrás ahora.

—Tienes razón —dijo Kaku, levantándose—. Supongo que solo nos queda seguir adelante y esperar lo mejor. Quién sabe, tal vez nos sorprendamos.

Justo en ese momento, Amélie se movió en su sueño, murmurando suavemente:

—Nika... el sol... está cerca...

Lucci y Kaku intercambiaron miradas sorprendidas.

—¿Crees que realmente puede sentirlo? —preguntó Kaku.

Lucci se encogió de hombros.

—A estas alturas, estoy dispuesto a creer cualquier cosa cuando se trata de Amélie.

Mientras la noche avanzaba, los dos ex agentes del CP0 se quedaron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La búsqueda de Nika, el dios del sol, seguía siendo un misterio, pero ambos sabían que, fuera lo que fuera que encontraran al final de este viaje, cambiaría sus vidas para siempre.

Y así, el pequeño bote continuó su travesía por las aguas del Nuevo Mundo, llevando consigo a tres almas unidas por el destino, en busca de una leyenda que podría ser la clave para salvar el mundo o simplemente el sueño más grande que jamás habían perseguido.

Mientras los días pasaban sin señales aparentes de Nika, la tensión en el pequeño bote comenzó a crecer. Kaku, en particular, mostraba signos cada vez más evidentes de frustración.

—Esto es inútil —murmuró Kaku, pasándose una mano por el cabello—. Hemos estado navegando sin rumbo durante semanas. No hay señales de ningún dios del sol, ni de nada remotamente divino.

Lucci, aunque compartía la preocupación de su compañero, mantenía una fachada más calmada.

—Paciencia, Kaku. Recuerda por qué estamos haciendo esto.

Justo cuando Kaku estaba a punto de replicar, notaron que Amélie, que había estado inusualmente silenciosa, se levantó de repente. Con movimientos casi hipnóticos, se acercó al borde del bote, inclinándose sobre el agua como si estuviera escuchando algo.

—Amélie, ten cuidado —advirtió Lucci, acercándose a ella con preocupación.

Pero Amélie parecía estar en trance. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, y una expresión de intensa concentración se dibujaba en su rostro.

—¿Pueden oírlo? —susurró Amélie—. Es como... un tambor. Leve, pero constante.

Kaku y Lucci intercambiaron miradas confusas. No podían escuchar nada más allá del suave oleaje del mar.
De repente, los ojos de Amélie se abrieron aún más.

—El mar... el mar está hablando. No para de susurrar un nombre.

—¿Qué nombre, Amélie? —preguntó Lucci suavemente, colocando una mano sobre su hombro.

—Nika —respondió Amélie, su voz apenas audible—. Nika... Nika... Nika...

Kaku se acercó, su frustración anterior reemplazada por curiosidad.

—¿Qué más dice el mar, Amélie?

Amélie cerró los ojos, como si estuviera concentrándose intensamente.

—Está... está mencionando otro nombre. Joyboy. Dice que Joyboy está en... Wano.

Lucci y Kaku se congelaron al escuchar esto. Se miraron el uno al otro con una mezcla de asombro y preocupación.

—¿Wano? —repitió Kaku, incrédulo—. Pero eso es...

—El territorio de Kaido —completó Lucci, su voz grave.

Amélie, saliendo lentamente de su trance, miró a sus compañeros con confusión.

—¿Kaido? Amélie no conoce ese nombre.

Lucci tomó una respiración profunda antes de explicar.

—Kaido es uno de los Yonko, Amélie. Uno de los piratas más poderosos y peligrosos del mundo. Wano está bajo su control.

—Y si Joyboy está allí —añadió Kaku—, y si de alguna manera está conectado con Nika...

—Entonces nuestro viaje se acaba de volver mucho más peligroso —concluyó Lucci.

Amélie miró a ambos, sus ojos llenos de determinación.

—Pero debemos ir, ¿verdad? El mar dice que es importante. Que Joyboy es la clave para encontrar a Nika.

Lucci y Kaku intercambiaron una mirada de entendimiento. Sabían que estaban a punto de embarcarse en la misión más peligrosa de sus vidas.

—Está bien, Amélie —dijo Lucci finalmente—. Iremos a Wano. Pero debes entender que será extremadamente peligroso. Kaido no es alguien con quien se pueda jugar.

Kaku asintió, una mezcla de emoción y aprensión en su voz.

—Bueno, al menos ahora tenemos un destino concreto. Aunque sea uno que podría matarnos.

Amélie sonrió, una sonrisa llena de esperanza y determinación.

—Amélie confía en Lucci y Kaku. Juntos, encontraremos a Joyboy y a Nika.

Y así, el pequeño bote cambió su rumbo hacia Wano, un país cerrado y peligroso gobernado por uno de los piratas más temidos del mundo. Lo que no sabían era que su llegada coincidiría con eventos que sacudirían los cimientos mismos del mundo pirata, y que el destino de Amélie estaba entrelazado con el de figuras legendarias que estaban a punto de hacer su aparición en el escenario mundial.

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Mientras el bote se acercaba a Wano, Amélie pasaba cada vez más tiempo inclinada sobre la borda, sus ojos cerrados y una expresión de intensa concentración en su rostro. Lucci y Kaku la observaban con una mezcla de fascinación y preocupación.

—¿Qué crees que está escuchando? —susurró Kaku a Lucci.

Lucci se encogió de hombros.

—Con Amélie, nunca se sabe.

Lo que no sabían era que Amélie estaba inmersa en un mundo de voces submarinas. Los peces, grandes y pequeños, y los imponentes Reyes Marinos compartían historias antiguas, leyendas pasadas de generación en generación en las profundidades del océano.

"Joyboy," murmuraban las voces acuáticas. "Un libertador, un portador de sonrisas."

"Trajo alegría a los oprimidos," cantaban los peces en coro.

"Su risa sacudía los mares," rugían los Reyes Marinos.

Amélie absorbía cada palabra, cada historia. En su mente, comenzó a formar una imagen de Joyboy: un ser lleno de luz, de alegría contagiosa, de un poder que no se basaba en la fuerza bruta, sino en la capacidad de inspirar esperanza.

Y entonces, como un rayo de comprensión, una idea comenzó a formarse en su mente. Las descripciones de Joyboy, su don para la alegría, su papel como libertador... todo eso resonaba con lo que había escuchado sobre Nika, el dios del sol.

"¿Podrían ser... la misma persona?" se preguntó Amélie en silencio. La idea la emocionaba y la asustaba a partes iguales. Si Joyboy y Nika eran uno solo, ¿qué significaba eso para su misión? ¿Para el mundo?

Amélie se debatió internamente sobre si compartir esta teoría con Lucci y Kaku. Pero algo, quizás un instinto profundo o tal vez la sabiduría antigua que fluía en su sangre de ninfa, le dijo que debía guardar este conocimiento por ahora.

"Amélie lo descubrirá por sí misma," decidió. "Cuando sea el momento adecuado, Amélie lo sabrá."

De repente, la voz de Kaku la sacó de sus pensamientos.

—¡Miren! —exclamó, señalando hacia adelante—. ¡Ahí está!

Amélie y Lucci dirigieron su mirada hacia donde Kaku apuntaba. En la distancia, emergiendo de la bruma como una visión de otro mundo, se alzaba una cascada colosal. El agua caía desde alturas imposibles, creando una barrera natural que parecía desafiar las leyes de la física.

—La entrada a Wano —murmuró Lucci, su voz mezclada con asombro y aprensión.

Amélie observó la cascada con ojos maravillados.

—Es hermosa —susurró—. Amélie puede sentir... una energía antigua emanando de ella.

Kaku, siempre práctico, preguntó:

—¿Cómo se supone que vamos a subir por ahí?

Justo cuando formuló la pregunta, un grupo de enormes carpas koi emergió del agua cerca de su bote. Los peces gigantes comenzaron a nadar hacia la cascada, desafiando la corriente y ascendiendo por la pared de agua.

—Increíble —jadeó Kaku.

Amélie sonrió, como si entendiera un secreto.

—Los koi nos mostrarán el camino. Dicen que si seguimos su estela, podremos subir.

Lucci y Kaku intercambiaron miradas de incredulidad, pero después de todo lo que habían visto con Amélie, estaban dispuestos a creer en lo imposible.

—Bien —dijo Lucci, tomando el timón—. Prepárense. Estamos a punto de entrar en el territorio de un Yonko.

Mientras el pequeño bote se acercaba a la base de la cascada, siguiendo a los koi gigantes, Amélie sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que estaban a punto de embarcarse en la parte más peligrosa de su viaje, pero también sentía que estaban cerca de descubrir verdades que cambiarían el mundo.

"Joyboy, Nika," pensó Amélie mientras comenzaban su ascenso. "Amélie los encontrará, sea quien sea que resulten ser."

Y así, el trío se adentró en las aguas turbulentas que los llevarían a Wano, sin saber que estaban a punto de entrar en el epicentro de eventos que sacudirían los cimientos mismos del mundo pirata.

❌❌❌❌

En la oscura y cavernosa sala de vigilancia de Onigashima, la fortaleza de Kaido, varios de sus subordinados monitoreaban las múltiples Den Den Mushi visuales que vigilaban las fronteras de Wano.

—¡Jefe! —exclamó uno de los vigilantes, ajustando la imagen de su Den Den Mushi—. Tenemos una situación inusual en la cascada de entrada.

Kaido, que estaba bebiendo de su enorme jarra de sake, gruñó con interés.

—Muéstrame.

La imagen se proyectó en una pantalla más grande, revelando el pequeño bote ascendiendo por la cascada, guiado por los koi gigantes.

Los ojos de Kaido se entrecerraron, reconociendo inmediatamente a dos de las figuras.

—Rob Lucci y Kaku —murmuró—. Agentes del CP0. ¿Qué demonios están haciendo aquí?

—¿Deberíamos interceptarlos, jefe? —preguntó uno de sus subordinados.

Kaido estaba a punto de responder cuando algo más captó su atención. Sus ojos se fijaron en la tercera figura del bote, una joven de apariencia etérea que parecía fuera de lugar junto a los dos agentes del gobierno.

—Esperen —ordenó Kaido, inclinándose hacia adelante para observar mejor—. Esa chica... hay algo diferente en ella.

Los subordinados guardaron silencio, esperando las órdenes de su líder.
Kaido reflexionó por un momento.

—Si está con agentes del CP0, debe ser alguien importante. Muy importante —Una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro—. Y si es tan importante para ellos, podría ser valiosa para nosotros.

Se volvió hacia uno de sus comandantes.

—King —llamó.

El imponente hombre con máscara dio un paso adelante.

—¿Sí, Kaido-sama?

—Ve y captura a la chica —ordenó Kaido—. Tráela ante mí. Viva e ilesa. En cuanto a los agentes del CP0... haz lo que creas necesario.
King asintió solemnemente.

—Como ordene, Kaido-sama.

Mientras King se preparaba para partir, Kaido volvió su atención a la pantalla, observando con creciente interés a la misteriosa joven.

—¿Quién eres tú —murmuró para sí mismo—, y por qué el Gobierno Mundial te considera tan valiosa?

En la cascada, ajenos al peligro que se cernía sobre ellos, Amélie, Lucci y Kaku continuaban su ascenso. Amélie, sintiendo la energía antigua de Wano, sonrió con anticipación.

—Estamos cerca —dijo suavemente—. Amélie puede sentirlo. Las respuestas que buscamos están aquí.

Lucci y Kaku intercambiaron miradas de preocupación. Ambos sentían que estaban entrando en la boca del lobo, pero por Amélie, estaban dispuestos a enfrentar cualquier peligro.

Mientras el pequeño bote continuaba su ascenso por la cascada, guiado por los koi gigantes, Amélie sintió una repentina inquietud. Levantó la mirada hacia el cielo y sus ojos se abrieron de par en par.

—¡Miren! —exclamó, señalando hacia arriba—. Hay algo grande y negro acercándose a nosotros.

Lucci y Kaku siguieron su mirada, y sus expresiones cambiaron instantáneamente de curiosidad a alarma.

A medida que la figura se acercaba, Amélie pudo distinguir mejor su forma. Era una criatura enorme, con alas extendidas y un cuello largo. Su cuerpo negro contrastaba fuertemente con el cielo azul.

—¡Es un pteranodon! —exclamó Amélie, su voz mezclada con asombro y emoción—. Amélie pensaba que estaban extintos. ¡Es hermoso!

Sin embargo, la reacción de Lucci y Kaku fue completamente diferente. Ambos se tensaron visiblemente, sus cuerpos adoptando posturas de combate.

—No es un pteranodon real, Amélie —dijo Lucci con voz grave—. Es King, el brazo derecho de Kaido.

Kaku asintió, sus ojos fijos en la figura que se acercaba.

—Usuario de la fruta Ryu Ryu no Mi, modelo Pteranodon. Uno de los piratas más peligrosos del Nuevo Mundo.

Amélie miró a sus compañeros, la emoción en su rostro dando paso a la preocupación.

—¿Es malo? ¿Viene a hacernos daño?

—Es muy probable —respondió Lucci, colocándose protectoramente frente a Amélie—. Kaku, prepárate para una pelea. Tenemos que proteger a Amélie a toda costa.

Kaku asintió, su cuerpo comenzando a transformarse en su forma híbrida de jirafa.

—Entendido. Esto no será fácil.

Amélie, sintiendo el peligro inminente, cerró los ojos y se concentró. Podía sentir la energía de las plantas y el agua a su alrededor.

—Amélie ayudará también —dijo con determinación—. Amélie no dejará que lastimen a sus amigos.

Mientras King se acercaba cada vez más, el agua alrededor del bote comenzó a agitarse de manera antinatural. Las plantas acuáticas crecían a un ritmo acelerado, formando una especie de barrera protectora alrededor de la embarcación.

Lucci miró a Amélie con una mezcla de orgullo y preocupación.

—Mantente detrás de nosotros, Amélie. Haremos todo lo posible para mantenerte a salvo.

King, ahora lo suficientemente cerca para ser visto claramente, soltó un rugido que resonó por toda la cascada. Su objetivo era claro: capturar a la misteriosa chica que tanto interés había despertado en Kaido.

El enfrentamiento era inevitable. En un lado, dos ex agentes del CP0 y una joven ninfa con poderes extraordinarios. En el otro, uno de los piratas más temibles del Nuevo Mundo. La batalla por el destino de Amélie estaba a punto de comenzar, y el resultado podría cambiar el curso de la historia de Wano y del mundo entero.

King aterrizó con gracia en el borde del pequeño bote, haciendo que se balanceara peligrosamente. Su imponente figura, vestida de negro y con una máscara que ocultaba su rostro, contrastaba fuertemente con el cielo brillante de Wano. Pero lo que más destacaba eran sus enormes alas negras, ahora plegadas detrás de su espalda.

Lucci y Kaku se mantuvieron en posición defensiva, listos para atacar al menor movimiento de King. Sin embargo, para su sorpresa, fue Amélie quien rompió el tenso silencio.

—¡Son hermosas! —exclamó Amélie, sus ojos brillando con genuina admiración mientras miraba las alas de King—. Amélie nunca ha visto algo así. ¿Son reales?

King, desconcertado por esta reacción inesperada, inclinó ligeramente la cabeza, su atención ahora completamente centrada en la joven ninfa.

Amélie dio un paso adelante, ignorando las advertencias susurradas de Lucci y Kaku.

—Por favor, no peleen —dijo, dirigiéndose a sus protectores—. Él es hermoso y único. Amélie cree que no deberíamos lastimarlo.

Lucci, sin bajar la guardia, murmuró:
—Amélie, no entiendes. King es extremadamente peligroso.

Pero Amélie parecía no escuchar. Su naturaleza de ninfa, siempre atraída por lo exótico y lo raro en la naturaleza, la impulsaba a acercarse más a King.

—¿Puedo tocar tus alas? —preguntó Amélie con inocencia, extendiendo una mano hacia King.

King, por su parte, estaba completamente desconcertado. En todos sus años como pirata y como la mano derecha de Kaido, nadie se había dirigido a él de esta manera. La pureza y la fascinación genuina en los ojos de Amélie lo dejaron momentáneamente sin palabras.

——Eres una criatura fascinante —dijo finalmente King, su voz profunda y resonante—. Ahora entiendo por qué Kaido-sama te quiere.

Lucci, viendo que la situación se les estaba yendo de las manos, intervino.

—Amélie, aléjate de él. No sabemos cuáles son sus intenciones.

King, sin embargo, parecía haber cambiado de actitud. La inocencia y la fascinación genuina de Amélie habían tocado algo en él que creía olvidado hace mucho tiempo.

—Vine a capturarte —admitió King, su voz más suave de lo que Lucci o Kaku habían escuchado jamás.

Amélie sonrió, una sonrisa radiante que parecía iluminar todo el bote.

—¿Por qué no vienes con nosotros? Amélie está buscando a alguien llamado Joyboy. Tal vez podrías ayudarnos.

Lucci y Kaku intercambiaron miradas de incredulidad. ¿Acaso Amélie estaba invitando a uno de los piratas más peligrosos del mundo a unirse a su misión?

King, por su parte, parecía estar luchando con una decisión interna. La mención de Joyboy había despertado algo en él, un recuerdo antiguo de historias que había escuchado hace mucho tiempo.

King, viendo una oportunidad en la curiosidad e inocencia de Amélie, decidió cambiar su enfoque.

—Pequeña —dijo King, su voz suavizándose ligeramente—, si vienes conmigo voluntariamente, prometo que no haré daño a tus acompañantes. Puedo mostrarte cosas que nunca has visto antes, criaturas y lugares que ni siquiera sabías que existían.

Lucci, al escuchar esto, sintió que la ira crecía en su interior. En un instante, se transformó en su forma híbrida de leopardo, sus músculos tensándose bajo su piel manchada.

—No permitiré que te la lleves —gruñó Lucci, sus garras extendidas y listas para atacar.

Kaku, también en su forma híbrida, se posicionó al lado de Lucci, listo para la batalla.

Sin embargo, Amélie parecía fascinada por King. Sus ojos recorrían las alas negras, y de repente notó algo más: un sutil resplandor detrás de la espalda de King.

—¿Eso es... fuego? —preguntó Amélie, sus ojos brillando con asombro—. ¿Puedes crear fuego?

King, sorprendido por la perspicacia de Amélie, asintió levemente.

—Es parte de quien soy —respondió, una nota de orgullo en su voz.

Amélie dio un paso más cerca, ignorando las advertencias susurradas de Lucci y Kaku. Cerró los ojos por un momento, como si estuviera escuchando algo que solo ella podía oír.

—Tu aura —murmuró Amélie, abriendo los ojos y mirando directamente a King—. Es... única. Amélie nunca ha sentido algo así antes. Es como si fueras... el último de tu tipo.

King se quedó inmóvil, sorprendido por la percepción de Amélie. Nadie, en todos sus años, había sido capaz de sentir su verdadera naturaleza tan rápidamente.

—Eres más especial de lo que pensaba —dijo King, una nota de respeto en su voz.

Lucci, viendo que Amélie se acercaba cada vez más a King, intervino.

—Amélie, aléjate de él. No sabes lo peligroso que es.

Pero Amélie parecía estar en un trance, completamente cautivada por King.

—Pero Lucci, él es tan fascinante. Amélie quiere saber más sobre él, sobre su especie. ¿No lo sientes? Es como si fuera una reliquia viviente.

King, por primera vez en mucho tiempo, se sintió verdaderamente visto y comprendido. La inocencia y la curiosidad pura de Amélie estaban tocando algo profundo dentro de él, algo que creía perdido hace mucho.

—Ven conmigo —ofreció King nuevamente, extendiendo una mano hacia Amélie—. Te mostraré secretos de Wano que nadie más conoce. Y te prometo que tus amigos estarán a salvo.

Amélie miró la mano extendida de King, luego a Lucci y Kaku, que estaban tensos y listos para atacar. Se encontraba en un dilema: su curiosidad y fascinación la impulsaban a ir con King, pero su lealtad y afecto por Lucci y Kaku la mantenían anclada.

—Amélie… —comenzó Lucci, su voz una mezcla de súplica y advertencia.

El destino de todos pendía de la decisión de Amélie. Lo que ella eligiera en este momento podría cambiar el curso de su misión, de Wano, y posiblemente del mundo entero. La tensión en el pequeño bote era palpable, mientras todos esperaban para ver qué haría la joven ninfa.

Amélie, después de un momento de duda, tomó una decisión que sorprendió a todos.

—Amélie irá contigo —dijo suavemente, extendiendo su mano hacia King—. Amélie siente que esto la acercará a encontrar a Joyboy y Nika.

—¡No, Amélie! —gritó Lucci, lanzándose hacia adelante.

Pero ya era tarde. King tomó la mano de Amélie con una gentileza sorprendente para alguien de su tamaño y reputación. En un movimiento fluido, la atrajo hacia sí mismo.

—Has tomado la decisión correcta —murmuró King.

Antes de que Lucci o Kaku pudieran alcanzarlos, King utilizó su pie para dar un poderoso empujón al bote. La pequeña embarcación se tambaleó peligrosamente, perdiendo su precario equilibrio en la corriente ascendente de la cascada.

—¡Amélie! —gritaron Lucci y Kaku al unísono, mientras el bote comenzaba a caer hacia atrás.

Amélie, con los ojos muy abiertos, vio cómo sus amigos desaparecían sobre el borde de la cascada.

—¡Lucci! ¡Kaku! —gritó, extendiendo una mano hacia ellos.

El bote, con Lucci y Kaku a bordo, cayó en picado por la enorme cascada, desapareciendo en la bruma y la espuma en la base.

King, sosteniendo firmemente a Amélie, desplegó sus enormes alas negras.

—No te preocupes por ellos —dijo—. Son fuertes. Sobrevivirán.

Amélie, con lágrimas en los ojos, miró a King.

—¿Prometes que estarán bien?

King asintió levemente.

—Lo prometo. Ahora, tenemos que irnos. Kaido-sama está esperando.

Con un poderoso batir de alas, King se elevó en el aire, llevando a Amélie consigo. Mientras ascendían hacia el cielo de Wano, Amélie no pudo evitar mirar hacia atrás, hacia la cascada donde había perdido de vista a sus amigos.

—Lucci, Kaku —pensó Amélie—, por favor, estén a salvo. Amélie los encontrará de nuevo.

Mientras volaban hacia Onigashima, la fortaleza de Kaido, Amélie sentía una mezcla de emociones: miedo por lo desconocido, preocupación por sus amigos, pero también una chispa de emoción por las nuevas aventuras y descubrimientos que le esperaban.

Lo que no sabía era que su decisión había puesto en marcha una serie de eventos que cambiarían el destino de Wano, y posiblemente del mundo entero. La búsqueda de Joyboy y Nika estaba a punto de tomar un giro inesperado, y Amélie se encontraba en el centro de todo.

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