Capítulo 11. Protección y poder
—¿Por qué debemos ir allí? —preguntó Kaku con desgana.
—Porque el Gobierno Mundial sospecha de las intenciones de Festa —aclaró Lucci, ajustándose el sombrero.
—Esta misión será larga —suspiró el chico de la nariz larga—. Oye, a lo mejor a Amélie le gustaría venir con nosotros.
Lucci fulminó a su compañero con la mirada, como si quisiera matarlo en ese preciso instante. Kaku carraspeó.
—No estará siempre encerrada, ¿verdad?
—No quiero arriesgarme a que le pase algo. Además, no sé cómo se sentirá yendo a un lugar que... no conoce —dijo Lucci.
—Bueno, mientras estés tú o Mr. Pickles, no creo que pase nada —añadió Kaku con una pequeña sonrisa.
Lucci le dio la razón, pero ¿por cuánto tiempo podría proteger a Amélie? Además, los Gorosei no sabían de su existencia y le preocupaba que llegaran a descubrirla. Cuanto más alejada estuviera de Mary Geoise, mejor sería su seguridad.
Tendría que ir a casa para comunicárselo a Amélie. La joven seguramente estaría entretenida comiendo galletas o viendo la pantalla de los Den Den Mushi. Eso le transmitía cierta tranquilidad.
Lucci se dirigió a la puerta, decidido a hablar con Amélie. Al llegar a casa, la encontró en la sala, rodeada de galletas y con la mirada fija en la pantalla del Den Den Mushi.
—Amélie, necesito hablar contigo —dijo Lucci, tratando de sonar calmado.
Ella levantó la vista, sorprendida por la seriedad en su voz.
—¿Qué sucede, Lucci?
—Tenemos una misión importante y quiero que vengas con nosotros. Pero también quiero que sepas que puede ser peligroso.
Amélie frunció el ceño, pensativa.
—¿Es realmente necesario que vaya?
—No quiero que te quedes aquí sola. Además, tu presencia podría ser crucial para el éxito de la misión —explicó Lucci.
Amélie asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Está bien, iré contigo. Pero prométeme que me protegerás.
Lucci sonrió, aliviado.
—Siempre lo haré, Amélie. Siempre.
❌❌❌❌
El viaje hacia su destino fue largo y lleno de incertidumbre. Amélie se mantenía cerca de Lucci, observando con curiosidad el paisaje que pasaba lentamente por la ventana del camarote.
—Nunca había salido tan lejos de casa —comentó Amélie, tratando de ocultar su nerviosismo.
—Lo sé, pero confía en mí. Todo saldrá bien —respondió Lucci, dándole un apretón de manos reconfortante.
Kaku, sentado frente a ellos, intentaba aliviar la tensión con una sonrisa.
—Oye, Amélie, ¿alguna vez has visto un Den Den Mushi gigante? —preguntó, tratando de distraerla.
—¿Un Den Den Mushi gigante? No, nunca —respondió ella, intrigada.
—Bueno, si tenemos suerte, podríamos ver uno en esta misión. Son bastante impresionantes —dijo Kaku, guiñándole un ojo.
La conversación ayudó a calmar a Amélie, y pronto se encontró riendo junto a sus compañeros. Sin embargo, Lucci no podía dejar de pensar en los peligros que les esperaban. Sabía que debía estar alerta en todo momento para proteger a Amélie y asegurar el éxito de la misión.
Al llegar a su destino, fueron recibidos por un agente del Gobierno Mundial que les informó sobre la situación actual.
—Festa ha estado moviéndose con cautela, pero creemos que planea algo grande. Necesitamos que lo detengan antes de que sea demasiado tarde —dijo el agente, entregándoles un dossier con información.
Lucci asintió, tomando el dossier.
—Entendido. Nos pondremos en marcha de inmediato.
Mientras se dirigían a su primer punto de vigilancia, Amélie no podía evitar sentir una mezcla de emoción y temor. Sabía que estaba en buenas manos, pero la incertidumbre de lo que les esperaba la mantenía en vilo.
El barco avanzaba lentamente hacia la isla donde Bonna Festa celebraría el Festival de los Piratas. La atmósfera estaba cargada de tensión y expectativa. Amélie observaba el horizonte, donde la silueta de la isla comenzaba a hacerse visible.
—Ahí está —dijo Kaku, señalando la isla—. El lugar donde todo puede cambiar.
Lucci se acercó a Amélie, colocando una mano protectora sobre su hombro.
—Recuerda, mantente cerca de nosotros en todo momento. No sabemos qué tipo de peligros nos esperan.
Amélie asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
—Lo haré, Lucci. No te preocupes.
A medida que se acercaban a la isla, podían ver los preparativos del festival en pleno apogeo. Banderas de piratas ondeaban al viento y el sonido de la música y las risas llenaba el aire. Sin embargo, Lucci sabía que detrás de esa fachada festiva se escondían intenciones peligrosas.
—Tenemos que encontrar a Festa y descubrir qué está planeando —dijo Lucci, mirando a sus compañeros—. No podemos permitir que lleve a cabo sus planes.
El grupo desembarcó y se mezcló con la multitud, tratando de pasar desapercibidos. Amélie se mantenía cerca de Lucci, observando todo con ojos curiosos.
—¿Cómo vamos a encontrar a Festa entre tanta gente? —preguntó ella en voz baja.
—Tenemos nuestros métodos —respondió Lucci con una sonrisa enigmática—. Confía en nosotros.
Mientras avanzaban por el bullicioso festival, Kaku se detuvo de repente, señalando hacia una figura en la distancia.
—Ahí está —dijo—. Es Festa.
Lucci asintió, preparándose para la confrontación.
—Es hora de actuar. Amélie, quédate detrás de nosotros y no te separes.
Con determinación, el grupo se dirigió hacia Festa, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Sabían que el destino de muchos dependía del éxito de su misión.
Mientras el grupo avanzaba hacia Festa, Amélie se distrajo al ver una mariposa de colores brillantes que revoloteaba cerca. La mariposa, con sus alas iridiscentes, se movía en dirección contraria a la multitud. La curiosidad de Amélie aumentó y, sin pensarlo dos veces, decidió seguirla.
—Amélie, ¿a dónde vas? —preguntó Lucci, notando su ausencia.
Al voltear, vio a Amélie alejándose del grupo, siguiendo a la mariposa. Su corazón dio un vuelco.
—¡Amélie, espera! —gritó, corriendo tras ella.
Amélie, absorta en la belleza de la mariposa, no escuchó a Lucci. La mariposa la llevó a través de callejones estrechos y puestos de mercado, hasta un rincón tranquilo de la isla. Finalmente, la mariposa se posó en una flor, y Amélie se detuvo, maravillada.
—Eres tan hermosa —susurró, extendiendo una mano hacia la mariposa.
En ese momento, Lucci la alcanzó, respirando con dificultad.
—Amélie, no puedes alejarte así —dijo con firmeza, pero con un tono de alivio.
Amélie se giró, sorprendida.
—Lo siento, Lucci. Es que... era tan bonita.
Lucci suspiró, colocando una mano en su hombro.
—Lo entiendo, pero es peligroso. No podemos permitirnos distracciones ahora.
Amélie asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Tienes razón. No volverá a pasar.
Lucci sonrió, aliviado.
—Vamos, tenemos una misión que cumplir.
Regresaron al grupo, que los esperaba con preocupación. Kaku levantó una ceja, pero no dijo nada, entendiendo que la situación ya estaba bajo control.
—Bien, volvamos a la misión —dijo Lucci, retomando su enfoque.
Con Amélie de nuevo a su lado, el grupo se dirigió hacia Festa, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Sabían que el destino de muchos dependía del éxito de su misión, y no podían permitirse más distracciones.
Mientras el grupo avanzaba hacia Festa, el suelo comenzó a temblar violentamente. La gente a su alrededor se detuvo, sorprendida y asustada por el repentino movimiento. Amélie se aferró a Lucci, buscando seguridad.
—¿Qué está pasando? —preguntó ella, con los ojos muy abiertos.
Antes de que Lucci pudiera responder, un enorme chorro de agua surgió del suelo, elevándose hacia el cielo. La multitud observó con asombro cómo el chorro formaba una gigantesca burbuja que ascendía lentamente. Dentro de la burbuja, una isla comenzó a emerger, revelando un paisaje exuberante y misterioso.
Un representante de la isla, vestido con ropas formales, se adelantó y tomó un megáfono.
—¡Atención, todos! —anunció con voz firme—. Dentro de esa burbuja se encuentra el legendario tesoro de Gold Roger. Este es el momento que todos han estado esperando.
La multitud estalló en murmullos y exclamaciones de asombro. Los ojos de Amélie brillaban con curiosidad y emoción.
—¿El tesoro de Gold Roger? —susurró—. ¿Es real?
Lucci asintió, manteniendo la calma.
—Sí, pero también es una trampa potencial. Debemos ser cautelosos.
Kaku, siempre alerta, observó la burbuja con atención.
—Esto cambia las cosas. Necesitamos un nuevo plan para acercarnos sin llamar la atención.
El grupo se reunió rápidamente para discutir su estrategia. Sabían que la aparición del tesoro atraería a muchos piratas y aventureros, aumentando el peligro.
—Amélie, quédate cerca de nosotros y sigue nuestras instrucciones —dijo Lucci, mirando a la joven con seriedad.
—Lo haré —respondió ella, decidida.
Con un plan en mente, el grupo se dirigió hacia la burbuja, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Sabían que el tesoro de Gold Roger era un objetivo codiciado, y que su misión se había vuelto aún más peligrosa. Pero estaban decididos a cumplirla, sin importar los riesgos.
Amélie observaba con asombro cómo numerosos barcos se elevaban junto al gran chorro de agua, todos compitiendo por alcanzar la isla dentro de la burbuja. De repente, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa al reconocer a un joven pirata en uno de los barcos más adelantados.
—¡Es Monkey D. Luffy! —exclamó Amélie, señalando con entusiasmo.
Lucci frunció el ceño, sintiendo una punzada de celos. Sabía bien la admiración que Amélie sentía por Luffy desde que lo conoció hace dos años.
—¿Luffy? —preguntó Kaku, mirando en la dirección que señalaba Amélie.
—Sí, él está en el primer puesto, a punto de llegar a la cima —respondió Amélie, sin poder ocultar su emoción.
Lucci apretó los dientes, tratando de mantener la compostura.
—Debemos concentrarnos en nuestra misión —dijo con firmeza—. No podemos distraernos ahora.
Amélie asintió, aunque su mirada seguía fija en Luffy, quien avanzaba con determinación hacia la isla. Lucci no pudo evitar sentir una mezcla de frustración y preocupación. Sabía que Luffy era un rival formidable y que su presencia complicaría aún más la misión.
—Vamos, tenemos que movernos —dijo Lucci, tomando la delantera.
El grupo se abrió paso entre la multitud, acercándose cada vez más a la burbuja. Amélie seguía a Lucci de cerca, aunque no podía evitar lanzar miradas furtivas hacia Luffy y su tripulación.
Finalmente, llegaron a la base de la burbuja, donde un caos de piratas y aventureros intentaba encontrar una forma de entrar. Lucci evaluó la situación rápidamente.
—Tenemos que encontrar una manera de infiltrarnos sin llamar la atención —dijo, mirando a sus compañeros.
Kaku asintió, ya pensando en posibles estrategias.
—Podríamos mezclarnos entre los piratas —sugirió.
Lucci asintió, aprobando la idea.
—Bien, hagámoslo. Amélie, mantente cerca y sigue nuestras instrucciones.
Con un plan en mente, el grupo se preparó para infiltrarse en la burbuja. Sabían que el camino hacia el tesoro de Gold Roger estaría lleno de peligros, pero estaban decididos a enfrentarlos juntos. Mientras tanto, Amélie no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo al pensar en el encuentro con Luffy.
La tensión en el ambiente era palpable mientras el grupo se acercaba a la burbuja. De repente, una figura imponente apareció entre la multitud, causando un murmullo de asombro y temor. Era Douglas Bullet, un antiguo miembro de los piratas de Gold Roger, conocido por su fuerza descomunal y su temible reputación.
Lucci se dio cuenta de inmediato del peligro que representaba Bullet. Su mirada se endureció y su mente se llenó de preocupación por Amélie.
—Kaku, lleva a Amélie de vuelta al barco. No podemos arriesgarnos a que le pase algo —ordenó Lucci, sin apartar la vista de Bullet.
Kaku asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Vamos, Amélie. Es mejor que te pongas a salvo —dijo, tomando suavemente su brazo.
—Pero, ¿y tú, Lucci? —preguntó Amélie, con preocupación en sus ojos.
—Estaré bien. Solo necesito que estés a salvo —respondió Lucci, tratando de sonar calmado.
Amélie asintió, aunque a regañadientes, y siguió a Kaku de vuelta al barco. Lucci observó cómo se alejaban, sintiendo un alivio momentáneo al saber que Amélie estaría fuera de peligro.
Desde la lejanía, Lucci observó cómo Douglas Bullet se enfrentaba a los miembros de la Peor Generación, incluyendo a Luffy. La batalla era feroz, con ataques poderosos y movimientos rápidos que sacudían el suelo y el aire a su alrededor.
—Esto va a ser complicado —murmuró Lucci para sí mismo, evaluando la situación.
Sabía que debía intervenir en el momento adecuado para asegurar el éxito de su misión y proteger a aquellos que dependían de él. Mientras tanto, Kaku y Amélie se mantenían a salvo en el barco, observando con preocupación desde la distancia.
La batalla continuaba, y Lucci se preparaba para entrar en acción, consciente de que cada decisión que tomara podría cambiar el curso de los acontecimientos.
Lucci observaba desde la distancia mientras la batalla entre Douglas Bullet y los miembros de la Peor Generación se intensificaba. Decidió no intervenir, sabiendo que era una pelea entre piratas y que su misión principal era otra. Bullet, demostrando su poder, activó su Fruta del Diablo, transformándose en una forma aún más temible y poderosa.
El suelo tembló bajo sus pies mientras Bullet desataba su fuerza, y los piratas comenzaron a retroceder, conscientes del peligro que representaba enfrentarse a él en ese estado. La situación se volvió aún más caótica cuando se escucharon las sirenas de los marines acercándose rápidamente.
—¡Los marines están aquí! —gritó uno de los piratas, señalando hacia los barcos que se aproximaban.
El pánico se apoderó de la multitud, y muchos piratas comenzaron a huir, temiendo ser capturados. Lucci observó cómo la situación se desmoronaba, con Bullet en el centro del caos, enfrentándose tanto a los piratas como a los marines que llegaban.
—Esto se está complicando más de lo que esperaba —murmuró Lucci para sí mismo.
Decidió mantenerse en su posición, observando y esperando el momento adecuado para actuar. Sabía que intervenir ahora solo añadiría más confusión y peligro a la situación.
Mientras tanto, Kaku y Amélie, desde la seguridad del barco, observaban con preocupación cómo se desarrollaban los acontecimientos. Amélie no podía apartar la vista de Luffy, quien seguía luchando con valentía contra Bullet.
—Espero que Lucci esté bien —dijo Amélie, con el ceño fruncido.
—Él sabe lo que hace. Confía en él —respondió Kaku, tratando de tranquilizarla.
La llegada de los marines añadió una nueva capa de complejidad a la misión. Lucci sabía que debía mantenerse alerta y aprovechar cualquier oportunidad para avanzar en su objetivo sin ser detectado.
La batalla continuaba, y el destino de muchos estaba en juego. Lucci, con su mirada fija en el caos, se preparaba para cualquier eventualidad, consciente de que cada decisión que tomara podría cambiar el curso de los acontecimientos.
Douglas Bullet, al percatarse de la llegada de más barcos de los marines, comprendió rápidamente la gravedad de la situación. El Buster Call había sido activado, una medida extrema destinada a eliminar la isla junto con él. Decidido a no ser derrotado, Bullet comenzó a fusionarse con la isla, utilizando su Fruta del Diablo para absorber todo a su alrededor y transformarse en un monstruo colosal.
El paisaje cambió drásticamente mientras Bullet se fusionaba con la isla, destruyendo árboles, rocas y todo lo que encontraba a su paso. La madre naturaleza, que antes florecía en la isla, ahora era devastada por el poder descontrolado de Bullet.
Amélie, por su naturaleza de ninfa, sintió el dolor de la naturaleza como si fuera el suyo propio. Sostuvo su cabeza con las manos, escuchando el llanto de los árboles y las plantas. Las lágrimas corrían por su rostro mientras sufría por la destrucción que Bullet estaba causando.
—¡No puede ser! ¡Está destruyendo todo! —exclamó, con la voz quebrada por el dolor.
Kaku la abrazó, tratando de consolarla.
—Lo sé, Amélie. Es terrible, pero debemos mantener la calma. Lucci está ahí fuera y necesita nuestra confianza.
Lucci, observando desde la distancia, comprendió el peligro inminente. Sabía que debía actuar con rapidez para evitar una catástrofe mayor. Mientras Bullet continuaba su transformación, los marines se preparaban para lanzar su ataque final.
—Esto se está saliendo de control —murmuró Lucci, evaluando sus opciones.
La batalla entre Bullet y los piratas de la Peor Generación se intensificaba, con Luffy y sus compañeros luchando con todas sus fuerzas. Sin embargo, la presencia del Buster Call añadía una presión adicional, ya que sabían que el tiempo se agotaba.
Amélie seguía sufriendo intensamente, sintiendo el dolor de la naturaleza como si fuera el suyo propio. En voz baja, casi como un susurro, pedía a Bullet que parase.
—Por favor, detente... estás destruyendo todo... —murmuraba, con lágrimas en los ojos.
Pero Bullet, absorto en su transformación y en la batalla, no la escuchaba. El instinto de ninfa de Amélie se hizo más fuerte, impulsándola a actuar. Sabía que debía hacer algo para detener la destrucción, aunque fuera peligroso.
Sin que Kaku se diera cuenta, Amélie comenzó a moverse sigilosamente hacia donde estaba Bullet. Su corazón latía con fuerza, pero su determinación era aún mayor. Sabía que debía intentar detenerlo, aunque solo fuera para ganar tiempo para los demás.
Kaku, concentrado en observar la situación y en proteger a Amélie, no notó su ausencia de inmediato. Amélie avanzaba con cautela, utilizando su conexión con la naturaleza para moverse sin ser detectada. Cada paso la acercaba más a Bullet, y el dolor de la naturaleza la impulsaba a seguir adelante.
Finalmente, llegó a una distancia donde podía ver claramente a Bullet, ahora fusionado con la isla en una forma monstruosa. Amélie levantó la voz, con la esperanza de que él la escuchara.
—¡Por favor, detente! ¡Estás destruyendo todo! —gritó, con toda la fuerza que pudo reunir.
Bullet se giró, sorprendido por la voz de Amélie. Por un momento, pareció dudar, pero su determinación y su deseo de poder eran demasiado fuertes. Ignoró sus palabras y continuó con su transformación.
Amélie sintió una oleada de desesperación, pero no estaba dispuesta a rendirse. Sabía que debía encontrar una manera de detenerlo, aunque fuera solo por un momento. Mientras tanto, Lucci, desde su posición, notó la presencia de Amélie cerca de Bullet y su corazón se llenó de preocupación.
—¿Qué está haciendo? —murmuró, preparándose para intervenir si era necesario.
La situación era crítica, y el destino de la isla y sus habitantes pendía de un hilo. Amélie, con su valentía y determinación, se enfrentaba a un enemigo formidable, dispuesta a hacer todo lo posible para proteger la naturaleza que tanto amaba.
Amélie seguía suplicando a Bullet que parase, su voz llena de desesperación y dolor. Cada palabra que pronunciaba parecía resonar con la tristeza de la naturaleza destruida. Finalmente, el sufrimiento en su corazón se volvió insoportable y comenzó a llorar, sus lágrimas cayendo al suelo como gotas de lluvia.
De repente, un chillido estruendoso salió de su garganta, un sonido tan poderoso y desgarrador que se escuchó en toda la isla. El grito de Amélie era una manifestación de su dolor y su conexión con la naturaleza, un lamento que resonaba en el alma de todos los presentes.
Los piratas, los marines y los habitantes de la isla se taparon los oídos, incapaces de soportar el sonido. Incluso Bullet, en su forma monstruosa, se detuvo, vulnerable ante el inmenso poder de Amélie. Su transformación se ralentizó y su expresión mostró una mezcla de sorpresa y dolor.
Lucci, observando desde la distancia, sintió una mezcla de orgullo y preocupación. Sabía que el poder de Amélie era formidable, pero también sabía que estaba poniendo en riesgo su propia vida.
—¡Amélie! —gritó, tratando de llegar hasta ella.
El chillido de Amélie continuaba, resonando en cada rincón de la isla. Las plantas y los árboles, que habían sido destruidos por Bullet, parecían responder a su llamado, moviéndose ligeramente como si intentaran revivir.
Finalmente, el grito de Amélie comenzó a disminuir, y ella cayó de rodillas, exhausta y con lágrimas en los ojos. Bullet, aún afectado por el poder de Amélie, se tambaleó, su forma monstruosa comenzando a desmoronarse.
Lucci corrió hacia Amélie, levantándola con cuidado.
—Lo hiciste bien, Amélie. Ahora, déjame encargarme del resto —dijo con suavidad, mirando a Bullet con determinación.
La batalla aún no había terminado, pero el poder de Amélie había dado a Lucci y a los demás una oportunidad crucial. Con Bullet debilitado, Lucci sabía que debían actuar rápidamente para asegurar la victoria y proteger la isla.
La batalla entre Luffy y Bullet alcanzó su clímax. Luffy, con su determinación inquebrantable y su habilidad para superar cualquier obstáculo, lanzó un ataque final devastador. Con un poderoso golpe, logró derrotar a Bullet, quien cayó al suelo con un estruendo, su forma monstruosa desmoronándose por completo.
Mientras Bullet caía, un cofre se deslizó de sus manos y aterrizó cerca de Luffy. Curioso, Luffy se acercó y abrió el cofre, revelando en su interior un Log Pose Eternal. Este Log Pose apuntaba directamente a Laugh Tale, la legendaria isla donde se encontraba el tesoro One Piece.
Lucci, al ver el Log Pose Eternal, comprendió de inmediato su importancia. Sin perder un segundo, corrió hacia Luffy con la intención de arrebatárselo. Sabía que ese Log Pose era la clave para encontrar el tesoro más grande del mundo.
—¡Mugiwara, dame ese Log Pose! —gritó Lucci, acercándose rápidamente.
Luffy, con una expresión seria, miró a Lucci y luego al Log Pose en sus manos. Sin dudarlo, tomó una decisión que sorprendió a todos. Con un movimiento rápido, destruyó el Log Pose Eternal, rompiéndolo en pedazos.
—¡¿Qué has hecho?! —exclamó Lucci, deteniéndose en seco.
Luffy lo miró con determinación.
—El tesoro de One Piece no es algo que se pueda encontrar tan fácilmente. No dejaré que nadie lo use para sus propios fines egoístas.
Lucci, aunque frustrado, no pudo evitar sentir una cierta admiración por la convicción de Luffy. Sabía que el camino hacia Laugh Tale y el tesoro de One Piece debía ser ganado, no simplemente encontrado.
Amélie, aún recuperándose del esfuerzo, observó la escena con asombro. La valentía y la determinación de Luffy la inspiraron, y comprendió que el verdadero valor no estaba en el tesoro, sino en el viaje y las decisiones que se tomaban en el camino.
La batalla había terminado, pero las lecciones aprendidas y las decisiones tomadas resonarían en todos los presentes.
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