Capítulo 10. Entre la espada y la pared
Una reunión con el Gobierno Mundial. Otra vez. Los Cinco Ancianos están preocupados por los movimientos de Monkey D. Luffy. Rob Lucci no tiene más opción que escucharlos y averiguar cuál será el próximo paso del CP0.
Sin embargo, su mente está en otra parte: en Amélie. Desde que tuvieron relaciones íntimas, ella se volvió cariñosa, no queriendo que se marchara. Él lo reconoce también. Realmente le gusta estar cerca de ella. Le transmite cierta paz. Amélie siempre dice que su aura se vuelve cálida, haciendo que no quiera separarse de él.
Ahora debe centrarse en el trabajo. Debe mantener un perfil bajo para que los Cinco Ancianos no sospechen que algo le pasa. Lucci tomó una bocanada de aire antes de abrir las puertas y entrar.
La tensión se cernió sobre él. Está frente a lo más supremo de todos. Su poder es tan grande que pueden chasquear los dedos y tomar el control de todo. Lucci hizo una reverencia en señal de respeto.
—Rob Lucci —habló Saturn—, te estábamos esperando.
—Siento la demora, pero sé la preocupación que tienen con Monkey D. Luffy —pronunciar su nombre le produce asco.
—No veníamos a hablar sobre ese tema —murmuró Warcury. Lucci frunció el ceño.
—Nos preocupa algo que pueda ocurrir si el enemigo lo encontrase —informó Mars.
Lucci prefirió guardar silencio para entender a qué se referían. Muchas preguntas surgían, y podría ser sobre el tesoro que buscan los piratas.
—En este mundo tan caótico, predomina el ser humano como especie. Y luego están el resto de criaturas —continuó Mars—. Gracias a la tecnología del Dr. Vegapunk, hemos conseguido ADN de aquel Lunaria preso hace años, que a saber dónde se encontrará ahora.
—Escondido o, probablemente, muerto —susurró Nusjuro.
—Pero eso no nos preocupa —aclaró Saturn, mirando fijamente a Lucci—. Hay otra especie que está amenazada de extinción: las ninfas.
«¿Tú crees que lo soy?», aquella conversación que tuvo con Amélie hace dos años se rebobina una y otra vez en la cabeza de Lucci. Esto es preocupante para él.
—Las ninfas son capaces de hablar con la madre naturaleza, indicándoles todo tipo de información. —Mars tomó una taza de té que estaba preparada antes.
—Y ver las auras de los seres vivos —siguió Warcury—. Son una amenaza para el Gobierno porque, si caen en malas manos, podrían ser obligadas a guiar hasta el tesoro de Gold Roger sin necesidad de una Log Pose.
—Se han escuchado rumores de que han avistado a una ninfa en Water 7 hablando con un Rey Marino.
Por primera vez, Lucci sintió una gota resbalar por su sien. Lo recuerda perfectamente y debe estar preparado para cualquier pregunta.
—¿Recuerdas algo? —preguntó Ju Peter.
—No. No recuerdo haber visto a alguien con esas habilidades —mintió para proteger a Amélie.
—Lucci —lo llamó Saturn—. Si ves a esa ninfa, por el bien del Gobierno Mundial, te ordenamos que la elimines definitivamente, terminando así su extinción.
El mundo de Lucci se vino abajo. ¿Matarla? Es una orden directa de los propios Cinco Ancianos. No podía desobedecer tal petición. Estaba entre la espada y la pared. Ellos son sus jefes superiores. Y Amélie es su amante.
—Otra cosa. Al parecer, dentro de poco se organizará un gran festival para los piratas en la Isla Delta. Estará ese hombre a quien considerábamos muerto: Buena Festa. Averigua lo que está tramando.
—Lo haré.
—Ahora retírate.
Lucci hizo otra reverencia y se retiró ante la petición de los Cinco Ancianos. Ahora está en una pelea interna. No puede desobedecer la orden de ellos, pero tampoco puede permitirse matar aquello que siempre le alegra las mañanas.
Mientras caminaba por el largo pasillo hasta llegar a su casa —que está bastante lejos—, estuvo dando muchas vueltas, casi adentrándose en su lado asesino. Desde niño siempre lo han entrenado para ser una persona fría y cumplir todos los objetivos del Gobierno Mundial. La voz de Amélie iba disminuyendo poco a poco.
Hattori miraba con preocupación a su compañero porque no estaba segura de qué pasaba por su cabeza. No quería que hiciera daño a Amélie.
Ya en la casa, Lucci caminó con mucha lentitud hacia la habitación porque la morena estaba durmiendo plácidamente. Con mucho cuidado, abrió la puerta. No quería despertarla. Se puso al lado de la cama, mientras su mirada sombría observaba el rostro calmado de Amélie.
«Debes matarla», una voz resonaba en su cabeza. Su brazo se levantaba y cerró los dedos, salvo el índice. Estaba a punto de hacerlo. Estaba a punto de matar a Amélie.
«¿Lucci se quedará con Amélie?».
La voz de ella apareció. Dulce, tímida y curiosa al mismo tiempo. Ella es una ninfa en un mundo cruel. Una luz que solo busca un lugar seguro donde protegerse y no temer a nada. La oscuridad de Lucci iba desapareciendo lentamente gracias a los gestos de Amélie. Ellos dos son seres con algo en común: la dificultad de poder entablar amistad con otros.
Lucci bajó su brazo tomando la decisión correcta. No puede matar a Amélie. No puede. Estaría extinguiendo una vida sin culpa. Una vida que le alegra las mañanas. La inocencia que ha ablandado su corazón.
El moreno se sentó con suavidad en la cama, mientras acariciaba con dulzura la mejilla de Amélie.
—He desobedecido una orden del Gobierno solo para protegerte —murmuró—. Sí, de verdad eres una ninfa… ni siquiera podría hacerlo. Eres tan importante para mí.
—¿Lucci?
El hombre detuvo sus movimientos porque Amélie se estaba despertando. La joven se quedó un poco extrañada, pero se relajó al reconocer al moreno.
—Siento si te desperté —se disculpó.
—Tu aura…
—¿Pasa algo?
—Noto preocupación —murmuró, sentándose en la cama.
Lucci no quiere mentir a Amélie.
—Sé lo que eres y el Gobierno quiere que te elimine porque eres una amenaza.
—... ¿Y Lucci lo hará? —preguntó.
—No puedo —afirmó—, aunque tenga órdenes de eliminarte, no puedo ignorar el hecho de que… mis sentimientos son fuertes hacia ti.
—¿Y Amélie qué es? ¿Una ninfa?
—Ya diste con la respuesta —rió por lo bajo—. A no ser que cierto pájaro te lo haya contado —dijo, mirando de reojo a Hattori.
—No culpes a Hattori —dijo.
Él tomó un mechón de su pelo para acariciarlo con suavidad ante la atenta mirada de Amélie. Esos ojos chocolate marrón son hipnotizantes.
—Te quiero —susurró.
Lucci se quedó helado ante la confesión de Amélie. Realmente no sabe cómo expresar sus emociones ante ella. Simplemente hizo un gesto de apoyar la frente con la suya, aceptando sus sentimientos.
Amélie se conforma ante esa respuesta.
Ella sabe que Lucci la protegerá ante la amenaza de ser descubierta por el Gobierno Mundial.
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