Capítulo 1. El inicio

Principal objetivo: conseguir los planos de un arma ancestral en manos del presidente Galley-La, Iceberg.

No es una misión complicada para los infiltrados de la carpintería o del bar, siendo ciudadanos comunes. Si alguien se interpone en su camino, será asesinado instantáneamente.

El Gobierno Mundial dio el visto bueno al CP9 y eso le encantaba a cierto personaje que disfrutaba matar y probar la sangre de sus víctimas. Un hombre considerado el ser más frío y peligroso de esta tierra. Una máquina de matar, como lo llaman algunos.

Rob Lucci es su nombre.

Desde su posición dentro de la carpintería observaba con detenimiento los movimientos de su objetivo, quien siempre estaba acompañado de su secretaria Kalifa. Ella también es una infiltrada, al igual que Kaku y otro hombre llamado Blueno. Este último está trabajando en un bar cercano de la compañía.

Ya llevan mucho tiempo viviendo en Water 7, el lugar donde nació y se crió Iceburg. A Lucci le repudiaba el hecho de que debe relacionarse con el resto de sus compañeros. Al menos tiene a su amiga paloma llamada Hattori, quién habla por él, es decir, usa la ventriloquia. ¿Quién iba a decir que un asesino como él prefiere usar una paloma antes de usar su voz? Para él es normal porque es reservado.

Sus pensamientos se esfumaron al sentir la presencia de su compañero Kaku. Este dio un suspiro, mientras se arreglaba el cabello antes de ponerse la gorra. Entre los dos ya es una costumbre llevar un sombrero o una gorra. Se sienten extraños sin ellos.

—¿Aún es pronto?

Ya va por donde van los tiros.

—Hay que buscar la oportunidad —susurró bajito para que nadie lo escuchara hablar.

—Kalifa lo está haciendo y nos estamos retrasando. Spandam se está desesperando.

—Debe entender que hay que tener paciencia antes de dar caza a la presa. Y lo que diga ese idiota, no perjudicará en nuestra manera de trabajar —gruñó por lo bajo.

Una cosa está clara: a Lucci no le agradaba Spandam, su jefe. Kaku piensa igual porque es una persona débil, no obstante, puede que sea el hombre más cruel que haya pisado en esta tierra. Ya vio como tortura a los más débiles que él, jugando con su mente. Y tiene cierta obsesión de ser el héroe del Gobierno Mundial. Un sueño difícil de conseguir.

Ese es el motivo principal del odio de Lucci a su jefe. Un tipo débil y sin escrúpulos. Los débiles no deben existir en este mundo. Solo piden piedad para ser asesinados.

Sus ojos negros como la obsidiana ven a un hombre de cabello rubio correr hasta a ellos. Cuando frenó, esperó unos cuantos minutos para recuperar el aire perdido.

—Tranquilo. No me digas que te has puesto nervioso al ver una mujer con escote, Paulie —rio por lo bajo Kaku.

—¡Yo no me pongo nervioso! —le gritó con las orejas rojas.

—Pero si te has puesto colorado.

—Kaku, no seas malo con él —le riñó Hattori hablando a través de Lucci.

—Vine corriendo porque necesitamos unas cuantas manos para mover madera para la reconstrucción de un barco un poco viejo.

—¡Genial! Me estaba aburriendo.

La carpintería no está mal. Uno puede reforzar sus músculos y las herramientas no pesan nada. Bueno, realmente son unos monstruos con una capacidad increíble de levantar pesos pesados.

Paulie guiaba a sus dos compañeros en la dirección correcta. Lucci no le desagrada a su compañero. Solo es una herramienta más y casi tiene la misma edad que Kaku. Dos jóvenes que aún deben madurar completamente. Tendrá que aguantar por un largo tiempo hasta que vea el visto bueno.

Al menos el mundillo de la carpintería lo distrae. Vio unas cuantas maderas en la esquina de la izquierda y las cargó como si nada. Sus ojos negros ven a lo lejos un grupo de chicos que son un poco extraños. Cómo detestaba la gente. El mundo que le rodea es despreciable, es por eso que prefiere asesinar a esos seres que no deben existir.

A la única criatura que confía es a su paloma. Con un gesto de sus dedos acarició el loco de la pequeña y ésta respondió con sonidos de correspondencia. La reconfortaba. Cerró los párpados por un momento antes de que volviera a coger otro tronco de madera.

El ruido de esos hombres lo está distrayendo demasiado. No sabe qué está pasando porque es muy molesto. Lucci gruñó por lo bajo deseando matarlos a todos.

Listo. Toda la madera está reunida, y así el resto de los compañeros podrá hacer la gran tarea. Solo deseaba acabar esto pronto. Seguro que Paulie pedirá ir a un sitio para tomar algo, eso es muy típico del pelirrubio. Un pensamiento surgió en la cabeza de Lucci: una copa de Brandy. La más cara de todas. Se relamió los labios teniendo las ganas de probarlo.

Unas miradas curiosas están dirigidas hacia la carpintería. Eran mujeres que estaban sintiéndose atraídas hacia algunos compañeros apuestos. En especial a él. ¿Quién no puede resistirse a los encantos de Rob Lucci? Es muy guapo. Nadie lo puede negar. Pero con un pasado muy oscuro que a nadie le agrada. Ninguna mujer soportaría estar con un monstruo como él porque no tiene sentimientos. Es un ser frío y malévolo con ansias de hacer daño a la gente.

—¡Eh! ¡Vayamos a tomar algo!

Ahí está la respuesta.

—No deberíamos dejar nuestro trabajo —recomendó Kaku.

—Solo es una cerveza. Además, ellos se pueden encargar del resto.

—... ¿Te apuntas, Lucci?

—¡Obviamente! —gritó eufórico Hattori.

Los tres carpinteros más jóvenes del grupo decidieron tomar un descanso para acercarse a un bar cercano de lugar. Ahí podrá tomar una buena comida. Le gustaría ir con Blueno porque él ofrece las mejores botellas del bar, pero tendrá que aguantarse hasta la próxima vez.

Durante el paseo se dio cuenta que ese grupo de hombres los estaban siguiendo, pero en el otro lado del río. Se están riendo. Son una molestia. Es como si se estuvieran burlando de sus destrezas en la carpintería. Si él tomara su otra faceta, los hubiera matado sin creces.

—Oye, Paulie. Te quiero preguntar una cosa

—Lo estás haciendo.

—Realmente eso no fue una pregunta —corrigió—. El día en que tengas novia, ¿te pondrás nervioso y le dirás que se ponga algo decente?

—¡Eso no te incumbe, Kaku! —le gritó el muchacho.

—Somos jóvenes. ¿No tienes alguna en mente?

—No tengo tiempo para esas cosas. Prefiero centrarme en el trabajo —dijo—. ¿Y tú, preguntón?

—¡Ja! Ya me gustaría —rio a carcajadas—. Pero quién tiene todas las miradas es Lucci —añadió para mirar al joven—. Todas las chicas babean contigo.

El moreno miró al peli-naranja. Le dieron ganas de matarlo por hacer esa pregunta.

—No me interesan —contestó, usando la ventriloquia.

—¿Por qué? Eres atractivo —recalcó Kaku.

—Solo son una molestia.

Sí, está claro que a Lucci no le van los rollos amorosos. Eso lo sabe Kaku, pero solo quería sacar un tema de conversación. Es difícil averiguar los pensamientos del asesino más frívolo del CP9.

—¿Y no tienes un prototipo? —Esta vez preguntó Paulie con mucha curiosidad.

—No me hagáis más preguntas. Estáis perdiendo el tiempo.

—¡Vamos, responde!

—... No lo sé. No he tenido tiempo para averiguarlo.

—Que raro eres.

No hace falta que se lo recuerde. De verdad, no deberían preocuparse por todo este asunto porque él nunca encontrará a alguien que sea compatible con él. Un ser frío y sin señal de tener sentimientos.

Hattori giró su cabeza porque estaba sintiéndose molesta. Lucci sabe el motivo y es de ese grupo. Le están incordiando demasiado. Duda mucho cuánta paciencia va a tener para matarlos con sus propias manos. Luego lo piensa y no lo hace porque no es necesario. A ellos les llegará su hora cuando llegue el momento.

Los tres pasaron al lado de la floristería. El olor de las flores es agradable para su sentido del olfato. Lucci se detuvo un momento para visualizar una flor de rosas azules. Una planta peculiar y extraña. Sus dedos acariciaron con sutileza los pétalos. Él estuvo pensando un poco sobre la pregunta de Paulie: ¿qué chica quiere? Es una pregunta difícil para un asesino como él. Posiblemente alguien delicada y con una mente inocente, pero eso obviaría de su odio hacia la gente débil.

—No está cuidando bien de las orquídeas.

Una voz infantil retumbó sus oídos y llamó su atención. Su mirada fue directa hacia el interior de la tienda observando cómo una chica de cabello azabache corto y ojos marrones chocolate discutía con la dependienta.

Por un momento, el mundo que conocía Lucci desapareció. Solo está centrado en aquella joven de mirada perdida y con gotas resbalando por su rostro. Llegó a pensar que estaba viendo a un ángel caído del cielo para sacarlo del infierno. No. El hombre sacudió la cabeza ignorando ese pensamiento.

—¿Perdón? —La dependienta está confusa.

—Digo que no está cuidando las orquídeas correctamente —repitió con el ceño fruncido. Parece que no le gustaba repetir las cosas, o eso intuía Lucci.

—¿Es usted jardinera? —preguntó con tono molesto.

—Me gusta cuidar las plantas —afirmó—. Está usando un abono incorrecto. Si quiere que las orquídeas blancas duren y sus pétalos brillen como el sol, debe usar abono de escarabajo.

—¡No voy a usar eso!

La joven se cohibió ante el grito de la dependienta. El movimiento de sus dedos demostraba que es una chica nerviosa y su mirada está fija en otro sitio que no sea el rostro de la trabajadora.

—Ey, ¿estás bien?

La voz de Paulie interrumpió sus pensamientos.

—Creo que tiene puesto los ojos en aquella chica. Es muy linda —comentó Kaku.

—¡Guardaos vuestros comentarios! —gritó Hattori.

Lucci no es de esas personas que se tensan, pero ésta es la excepción porque sintió una mirada atenta en él. Cuando sus ojos se postraron ante el causante, es la chica. Ella escuchó la voz de la paloma. El moreno se está sintiendo incómodo porque esos ojos chocolate y grandes eran… tentadores. ¿Qué está pensando?

La joven dejó de discutir con la dependienta para acercarse con curiosidad hacia ellos. Paulie y Kaku parpadearon unas cuantas veces no creyendo que esa muchacha tuviera el valor y Lucci no dijera nada al respecto. Pero se dieron cuenta que miraba a la paloma. Ella ladeó la cabeza como si estuviera esperando a que el ave hablara porque no está segura si escuchó bien o no.

—¿Qué miras? —preguntó Hattori.

Y esos ojos se agrandaron aún más y brillaron con mucha fuerza. Es como si estuviera viendo estrellas en su iris.

—¡Habla! —se expresó con emoción.

—Ya nos gustaría que hablase —dijo Paulie con una gota resbalando por su sien—. Lucci está usando ventriloquia.

—¿Cómo te llamas? —La joven ignoró el comentario de Paulie.

—... Mi nombre es Hattori, y yo hablo a través de Lucci, mi amigo —volvió a informar esta vez la paloma.

La joven volvió a ladrar la cabeza intentando recabar la información que le proporcionaron. Esto a Lucci le ponía un poco nervioso. Esa mirada angelical… es difícil pecar con ella.

—¿Ventriloquia? —preguntó con mucha inocencia.

—Así es.

—¡Pero si es lo que dije antes! —exclamó Paulie cayendo dramáticamente de espaldas.

—¿Y por qué tu amigo necesita hablar a través de ti? ¿No sabe hablar por sí solo?

—Es tímido —respondió con rapidez.

—Yo creo que si usa su propia voz, hipnotizaría a cualquier mujer —añadió Kaku riéndose por lo bajo.

—No quiero escucharlo —confesó, dejando a los otros dos desconcertados—. Me gusta hablar contigo, Hattori. Me produce… paz y comodidad.

Lucci arqueó la ceja. Además, ¿por qué está hablando con ella? La chica habla de una manera extraña que es incómodo para cualquier ser humano, sin embargo, al moreno le entra curiosidad de saber quien es ella.

—Mi nombre es Amélie y tengo síndrome de Asperger, que se combina con el síndrome del sabio. Me hace ser más inteligente que el resto de los humanos.

—¿Asperger?

—Es una condición que me hace sentir especial y diferente. A Amélie no le gusta el amarillo.

Todo el vello corporal de Lucci se erizó al escuchar decir su nombre en tercera persona. ¿Y por qué murmuró el color? El cuerpo de Amélie indicaba incomodidad y la mirada desviada a otro lado. Lucci buscó a que se refiere hasta que se dio cuenta que Paulie siempre llevaba su camisa amarilla y con círculo blanco en medio. ¿El color la incomodaba?

—Paulie, cierra tu chaqueta —indicó Hattori.

—¿Por qué?

—La señorita está incómoda con tu camisa.

El pelirrubio estaba muy molesto, pero no tuvo más remedio que hacerlo. Y Amélie volvió a su estado de antes. Sí, definitivamente es una chica muy diferente. No está acostumbrado. La morena es interesante ante los ojos de Lucci, sin embargo, vuelve a sus principios de asesino.

Amélie. Curioso nombre. Su olfato de su instinto depredador, a causa de la Fruta del Diablo, le indica que ella huele a galletas de avena y a combinación de flores aromáticas. Y que esté más atenta a la paloma que a otra persona. Posiblemente se siente más cómoda hablando con los animales.

Lucci escuchó muchas cosas sobre el síndrome, pero debe informarse bien. ¿Por qué le está importando?

—¡Oh! Tengo que dar de comer a Mr. Pickles.

Amélie fue a la dirección contraria para volver a su casa. Mr. Pickles. Raro nombre. A saber quién será. Tiene nombre de mascota.

—Que chica más rara —comentó Paulie.

—Oye, no siempre encontraremos a alguien así. Y Hattori ha encontrado una nueva amiga —se burló Kaku.

«Criatura interesante», pensó Lucci no dándole mucha importancia. O eso cree él.

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