Capítulo I: Es más amargo que dulce.

Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.

Parte II.

Obito llevaba en sus brazos a Hinata, hace sólo unas horas al fin los dos habían logrado casarse con la bendición de su madre y teniendo de testigos a los padres de Sakura, los únicos invitados a su pequeña ceremonia fueron Suyen, Shisui, Sakura y los padres de ella. La madre de Obito fue quien se encargó de todo para el registro civil, además de conseguir para Hinata un lindo vestido blanco. Después de haber tenido una agradable comida con sus invitados, cortesía de la madre de Obito, ambos jóvenes ahora se dirigían al que sería su hogar por el resto de sus vidas. La casa no era tan grande, aunque resultaba ser lo suficiente para ambos padres y su futuro bebé. Pronto el Uchiha dejó de cubrir los ojos de su ahora esposa, a tan sólo unos metros había tenido que bajarla de sus brazos para que ella no adivine haca dónde iban.

—Se acabaron los días de quedarnos en posadas, te pedí que me dieras una semana para conseguir un nuevo hogar, y aquí lo tienes— le dijo Obito sonriendo, él estaba muy emocionado, esperando la reacción de Hinata. Su madre y Shisui le habían ayudado a conseguir una casa, y los tres coincidieron que en ese sector era seguro vivir.

—Es hermoso, me fascina— Hinata saltó sobre Obito, quién la tomó en sus brazos y giró un poco con ella.

—Usé gran parte de mis ahorros en esto, mi madre y Shisui me ayudaron enviando algunos muebles— el pelinegro frotó su cuello nervioso, no quería aceptar la ayuda de otros pero no se podía negar a su madre o a su hermano. Además de que si quería darle algo digno a Hinata, debía aceptar esa ayuda.

—Ellos tienen buen gusto, los muebles se ven bien con la pintura de las paredes— habló Hinata mientras observaba el interior de su casa, aún sin soltarse del abrazo de Obito.

—¡Oh!, Shisui nos dió una sorpresa más— para un poco de desilusión de Hinata, Obito se soltó de ella para correr hacia un rincón, la azabache lo miró interesada por lo que hacía —Me envió mi tocadiscos, incluso con algunos de mis álbumes favoritos— Obito sonrió mientras colocaba un vinilo sobre el tocadiscos, Hinata no pudo evitar sonreír cuando la melodía comenzó a reproducirse y logró reconocer la canción.

Sabían que debían ordenar su nueva casa, y aun así, Hinata no se resistió cuando Obito se acercó a ella para bailar al ritmo de su canción favorita.

—Es la canción de nuestra primera cita— murmuró Hinata dejándose guiar por Obito, que tomó su cintura para bailar con ella.

—Canta conmigo, ojos de ángel— le animó Obito después de besarla rápidamente para continuar bailando a su lado. Hinata tímidamente asintió y tomó valor para ser la primera en dar una estrofa.

—There ain't no mountain high enough—

—Ain't no valley low enough—

—Ain't no river wide enough—

—To keep me from getting to you, babe...—

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Hinata iba en la misma ruta publica que Obito tomaba todas las mañanas para ir a la universidad, ese día un amable hombre le había cedido su asiento al notar su embarazo, algo a lo que Hinata no se negó, al contrario, aceptó con una sonrisa. En sus manos llevaba dos bentos para el almuerzo de Obito y para su comida más tarde en el trabajo, aunque su esposo le insistía en que podía comprar algo para que ella no deba estarse trasladando tanto, a Hinata le gustaba llevar personalmente su almuerzo, así también podía distraerse viendo el paisaje por las ventanas del camión cuando iba de camino.

Esa mañana en particular, Hinata no estaba disfrutando de la vista, estaba más bien perdida en sus pensamientos. Se encontraba preocupada por Obito, que tenía dos trabajos de medio tiempo y también continuaba sus estudios en una universidad más pequeña. La madre de su esposo prácticamente obligó a Obito a qué acepte pagar su universidad, así que Obito solamente se preocupaba por tener que pagar sus otros gastos, Suyen también se había ofrecido para ayudar a Hinata a continuar sus estudios, pero ella se había negado por estar aún embarazada. Hinata suspiró nuevamente al recordar el horario difícil que estaba llevando su esposo, pues aunque ella le ayudaba a realizar sus tareas de la universidad mientras él trabajaba, Obito todavía regresaba muy cansado a casa y casi no dormía, incluso ya no entrenaba en natación como tanto le gustaba. Obito no le permitía a Hinata trabajar debido a que su embarazo era de riesgo, pero Hinata sentía que como su esposa no lo estaba apoyando lo suficiente, lo cual le hacía estar en conflicto con sí misma. Fue entonces que Kurenai, su vecina, le presentó a Hinata una increíble idea, ambas intentarían abrir un pequeño negocio de comida cerca de la casa en qué vivían. Ahora solo esperaba que Obito esté de acuerdo con ellas.

La azabache reaccionó al escuchar al conductor anunciar que habían llegado a la universidad, ella se bajó del camión y caminó hacia el árbol donde siempre se reunía con Obito. Hinata se detuvo detrás de él al ver que Obito estaba hablando con algunas de sus compañeras, quiso saludar pero no se atrevió a interrumpir.

—Vamos, Obito-senpai— para sorpresa de Hinata, la chica que hablaba con su esposo tomó su brazo y se acercó demasiado a él —El restaurante es muy bueno, debemos ir juntos— las dos amigas de la joven lo animaban a aceptar después de escuchar la propuesta.

—Lo siento mucho chicas, pero eso no será posible— Obito apartó a su compañera tratando de ser delicado, en ocasiones le molestaba su insistencia pero se obligaba a seguir siendo cortés con ellas.

—¿Por qué no?— pidió saber la joven pelirroja.

—Siempre rechazas a todas, eso no es lindo de tu parte— murmuró otra de sus compañeras.

—Sucede que estoy enamorado de alguien más, lo siento mucho— el Uchiha se sintió nervioso al notar que sus compañeras estaban tristes —Nos vemos más tarde, justo es mi hora del almuerzo— Obito se despidió de las chicas, y antes de que ellas pudieran decir algo, se dió la vuelta. El Uchiha se quedó inmóvil al ver a Hinata a unos pasos de él.

—Ohayô, Obito-kun— Hinata le sonrió a Obito, pero se sintió un poco incomoda cuando las amigas de su esposo la vieron con desprecio, y lo peor fueron las miradas a su vientre abultado.

—Hinata-chan...— Obito se sonrojó y sonrió al ver a Hinata con su almuerzo, siempre le emocionaba esa hora porque es cuando podía ver a Hinata y probar su deliciosa comida.

—¿Quién es ella, Obito-senpai?— la misma pelirroja que lo había invitado a salir volvió a colgarse de su brazo, sólo que ahora Obito si trataba de apartarla con menos tacto.

—Ah, ella es mi…

—Soy su prima— la ojiperla interrumpió a Obito, no quería avergonzarlo diciendo que ella era su esposa. Las personas siempre solían verla mal por su embarazo debido a su edad.

Las compañeras de Obito cambiaron su semblante a uno más amable cuando la escucharon.

—Oh, que linda eres— comentó una de las chicas.

Obito frunció el ceño al oír a su esposa, él no estaba feliz de que Hinata haya mentido.

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Obito llevaba a sus bebés en sus brazos mientras iba tarareando la misma canción que escuchaban desde el embarazo de Hinata, tal parecía que a los mellizos también les encantaba. Hace solamente unos días que sus hijos habían nacido, por lo que Obito debió acondicionar una de las habitaciones sólo para Hinata, fue una idea de su madre que terminó aceptando, puesto que así le resultaba más sencillo tratar de atender a su esposa, quien seguía  agotada. Además, por recomendación del doctor, Hinata necesitaba mantener reposo por algunas semanas.

Justo ahora, Obito ibas con sus hijos para que pudieran ver a Hinata y convivir con ella, ya los había bañado, y ahora ambos llevaban lindos trajes a juego.

—Alguien ha venido a verte, Hinata-chan—el Uchiha entró a la habitación de Hinata, ella sonrió al ver a sus hijos —Te ves demasiado linda hoy, ¿Ya te lo dije?— comentó él devolviendo la sonrisa a Hinata.

—Como diez veces este día— Hinata se rió ligeramente —Pero no me mientas, debo verme desalineada— murmuró apenada, apenas y tenía ánimo para bañarse, por eso su cabello quizá se veía algo enredado, y siempre escogía lo primero que veía para vestirse, por lo que su ropa no debía verse muy presentable.

—No estoy mintiendo, creo que tienes un brillo especial ahora que nuestros bebés están aquí— le animó Obito mientras se sentaba a lado de ella, Hinata no hizo más que sentir ternura por él. 

—Son muy tiernos y sus mejillas tan gorditas—la azabache miró a sus bebés encantada, le parecían lo más precioso que hubiera visto en la vida, sus hijos eran tan pequeños e indefensos que deseaba poder protegerlos siempre.

—¿Quieres sostener a uno de ellos?— Obito intentó sostener bien a ambos bebés, lo que era difícil por lo mucho que se movían y se buscaban entre sí.

—Tsuki siempre es más inquieta y te causa problemas, tal vez debería cuidarla un poco— opinó Hinata, Obito le pasó entonces a la bebé y se quedó con Hiro.

—Te gustan los retos, ¿Eh?— Obito acarició la cara de Hiro, que se reía cuando su padre tocaba sus mejillas —Mi pequeño Hiro parece querer dormir siempre, es tan tranquilo que a veces pienso que su hermana roba toda su energía— reflexionó más para sí mismo que para Hinata.

Hinata se rió mientras acariciaba las manos de Tsuki —Eso es imposible, Obito-kun— le dijo ella todavía divertida por su comentario.

—Te amo, Hinata-chan. Amo la hermosa familia que hemos formado— inclinándose hacia ella pero cuidando de sus hijos, Obito depositó un suave beso en la frente de Hinata.

—Yo también te amo, Obito-kun— susurró ella conmovida.

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—El almuerzo está listo— habló Obito en voz alta, Hinata llegó pronto a la cocina con sus niños recién bañados.

Ambos padres estaban felices de que ahora ya tenían un año de edad.

—Deliciosa avena para Tsuki y Hiro— Hinata sonrió y acomodó a los niños en las sillas especiales que Suyen les había obsequiado, su esposo rápidamente se acercó para ayudarle con Tsuki, que parecía no querer sentarse.

—Y un delicioso omelette para mí esposa— Obito se alejó de sus hijos para servir en un plato el almuerzo que preparó para Hinata y en otro una ración para él. Hinata se sintió feliz de ver el buen aspecto que tenía, Obito había mejorado mucho en la cocina.

—Gracias, Obito-kun— agradeció ella tomando asiento a lado de sus hijos.

—Sabes, he estado pensando en algo muy importante— mencionó Obito mientras daba de comer a Tsuki .

—¿Si?— Hinata trataba también de que Hiro coma, pero él estaba riendo y tratando de quitarle la cuchara.

—Deberías estudiar en la universidad, sé que querías posponerlo pero no tienes que dejarlo sólo por nuestros hijos. También son míos y no debe ser sólo tu responsabilidad cuidar de ellos— dijo Obito finalmente, llevaba mucho tiempo viendo cómo abordar el tema con Hinata, su madre le había ofrecido ayudarle a Hinata con sus estudios, incluso ofreciendo su ayuda para cuidar de sus hijos mientras ella no estuviera.

—Sé que tienes razón, es sólo que todavía no me he podido decidir por algo— confesó Hinata avergonzada, escoger una carrera no estaba siendo fácil para ella. 

—¿Se trataba de eso?, ¿Por qué no me lo dijiste antes?— Obito dejó de darle de comer a Tsuki para ver a Hinata, eso hasta que su hija estiró su ropa para que le preste atención nuevamente y le dé otro bocado —Tal vez yo puedo ayudarte a escoger— se ofreció.

—Me daba pena ser tan indecisa— la azabache apartó la mirada unos segundos, como si de pronto el suelo se volviera muy interesante.

—¡Hinata-chan!—

Ella rió —Lo siento, sé que no es la gran cosa— admitió apenada.

—En realidad, entiendo que sea difícil escoger— respondió Obito suspirando —¿Cuáles son tus opciones?— quiso saber, prestando todavía más atención en ella.

—Enfermería o también me agradaría ser maestra— Hinata miró a sus hijos, tratando de encontrar la respuesta a sus propias preguntas.

—Ambas suenan bien, entiendo porque lo dudas tanto— reconoció el Uchiha después de meditarlo unos minutos —Pero sabes, mi trabajo como practicante con el profesor Minato me está ayudando demasiado, gano bien y estoy seguro de que si ahorramos lo suficiente podré pagar tu universidad. Sino todavía podemos aceptar el ofrecimiento de mi madre— le recordó el feliz, quería hacerle entender que no debía preocuparse por si su carrera sería demasiado costosa o no. 

—Además tenemos el pequeño puesto de comida que hicimos con Kurenai-san— agregó Hinata más animada. 

—¿Lo ves?, Puedes elegir lo que tú quieras— contestó Obito emocionado.

—Estudiaré enfermería, la universidad está cerca de casa y podré regresar a ver a los niños siempre que necesite— escogió Hinata feliz, agradecía que su mente poco a poco le mostraba la luz de nuevo —Kurenai-san me ayuda a cuidar  de ellos cuando trabajo, también me ha prometido que si vuelvo a estudiar me seguirá apoyando— comentó ella enternecida por su vecina, que se había vuelto como una madre para ella. 

—Estoy seguro de que lo harás muy bien, Hinata-chan— la apoyó Obito levantándose de su asiento para acercarse a ella y abrazarla. Sus hijos rápidamente reclamaron por su atención al no tenerla.

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Ahora que Obito tenía veintiuno y Hinata diecinueve, sus hijos cumplían dos años, Obito había decidido llevarlos desde temprano a desayunar a uno de sus restaurantes favoritos para después terminar en el parque que se encontraba cerca de su hogar. Los cuatro se habían divertido jugando, tanto que ahora sus hijos iban dormidos en el camino de regreso a casa.

—Me gustan las tardes tranquilas— murmuró Obito mientras empujaba el carrito de los niños, Hinata se abrazó más a él.

—A mí me encanta el vecindario que elegiste, el parque queda cerca de casa y es muy seguro— le dijo Hinata sonriendo, siempre era fácil salir a jugar un poco con sus hijos al parque y que ellos vayan apreciando la naturaleza que los rodeaba.

—Sabes que me encanta más, este carrito nuevo que nos regaló mi mamá— Obito miró de reojo a su esposa y después a sus hijos, transportar a los niños se había vuelto mucho más sencillo desde que les obsequiaron la carriola para dos.

Hinata asintió riendo —Es más grande que el anterior, ahora los niños caben bien y no se pelean— reconoció ella viendo también a sus hijos, aunque eran hermanos los dos siempre peleaban por tener su propio espacio dentro del carrito.

—¿Te parece si hoy compramos la cena?, Estoy muy cansado como para hacer algo— comentó el Uchiha suspirando, no quería que Hinata creyera que sólo pensaba en tener comida fácil, pero ese día de diversión con sus hijos lo había agotado más de lo que admitía.

—Está bien, pero invitemos a Kurenai-san— propuso la ojiperla contenta.

—Por supuesto, esa pobre mujer batalla con estos pequeños diablillos de lunes a viernes— Obito miró a sus hijos dormir tranquilamente, parecían tan pacíficos, no como cuando estaban despiertos y se volvían un caos andante.

—Lo heredaron de ti, por eso son tan inquietos— bromeó Hinata picando la mejilla de su esposo, el Uchiha rió junto con ella, incapaz de poder contradecirla.

—Me sorprende que Kurenai-san continúe queriendo cuidar de ellos— admitió él mientras atrapaba una pequeña hoja antes de que cayera sobre su hijo —Esa mujer es demasiado amable—                           

—Obito-kun, ese auto…— Hinata señaló un auto que iba conduciendo de forma extraña, parecía que no podía quedarse en su carril correcto. A la azabache le preocupó que el conductor estuviera ebrio.

—Creo que deberíamos tomar otro camino— indicó Obito al mismo tiempo que apuntaba hacia otra ruta.

Los dos trataron de doblar en la siguiente esquina, pero el auto estaba avanzando con más rapidez de la que esperaban, Obito se asustó al verlo cada vez más cerca, por lo que terminó empujando a Hinata junto con los niños hacia el jardín de una casa. Hinata se cayó al suelo aunque logrando evitar que sus hijos se golpeen la cabeza, los niños por otro lado lloraron cuando se despertaron por la caída. La azabache se alivió de que sus hijos estuvieran bien, y fue entonces que miró en dirección a Obito sólo para presenciar como atropellaban a su esposo.

—¡Obito-kun!— el grito de Hinata asustó todavía más a los niños, que lloraron cuando su madre se apartó de ellos para gatear hasta llegar con su padre.

Los dueños de la casa donde se encontraban salieron al igual que otros vecinos al escuchar el escándalo, y al ver a una persona herida, rápidamente intentaron ayudar a Hinata y Obito.

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Hinata tocó suavemente la mejilla hinchada de su hijo, llevaba varios días en el hospital esperando noticias de su esposo. En la sala de espera podía tener el carrito de sus hijos, así que cuando dormían era sencillo tenerlos ahí.

La ojiperla volvió al presente cuando divisó a la doctora Shizune avanzando hacia ella, quitándose el cubrebocas y sonriendo alegremente. Su actitud le dio gran esperanza a la joven.

—Buenas noticias, Hinata— Shizune miró a los niños dormidos en la sala de espera y sintió cierta ternura, ellos eran muy pequeños —Convencí a Tsunade-sama para que le permita al paciente ver a sus hijos, podrás entrar con los niños— le contó en un susurro, queriendo que nadie pueda escucharla, a pesar de que la sala de espera estaba prácticamente vacía a esa hora.

—Obito-kun, ¿Él está bien?— quiso saber Hinata, que seguía angustiada.

—Obito está mejor, ya ha despertado. Aunque debe pasar más tiempo en recuperación, después podrá irse a casa con ustedes— aclaró Shizune con una sonrisa más grande, lo que más le agradaba de su trabajo era poder dar buenas noticias a sus pacientes y a sus familias.

—Muchas gracias, Shizune-san—la joven Uchiha se limpió las lágrimas que había estado derramando en todo su tiempo de espera —¿Ya podemos visitarlo?—

—Claro, habitación 203— Shizune le indicó con su dedo índice un pasillo, mismo al que Hinata miró de inmediato —Sólo promete que serán silenciosos— pidió ella nerviosa.

Hinata asintió sin mostrar inconveniente —Lo prometo, gracias Shizune-san— la doctora se despidió tras la corta reverencia de la chica.

Al por fin poder volver a sonreír, Hinata dió un gran suspiro y continuó por el camino que Shizune le había indicado. Era con gran ilusión que llevaba a sus hijos para que les sea posible que estén con Obito, su esposo no tardó en mostrar una expresión muy alegre al verlos a los tres. Con grandes pasos, la ojiperla se acercó a la cama de Obito, donde recostó con cuidado a sus hijos para que puedan estar cerca de su padre, el Uchiha se limitó a acariciar sus cabezas, no quería despertarlos y que terminen dándole problemas a su esposa.

—La-lamento preocuparte, Hinata-chan— habló el Uchiha en voz baja, desde que había despertado sentía la garganta demasiado seca.

—Sólo estoy feliz de que te encuentres bien— contestó Hinata inclinándose hacia él para darle un beso en la frente.

—¿Y Tsuki y Hiro?— parpadeó varias veces, como queriendo adaptarse a la luz de la habitación.

—Ellos están bien, solamente unos pequeños rasguños— aclaró Hinata mirando de reojo a sus hijos, que afortunadamente heredaron el sueño pesado de su padre.

—Es bueno sa-saber que les sucedió n-nada— el pelinegro frotó un poco su frente, le gustaba la compañía de su familia, pero el dolor de cabeza con el que despertó se volvía cada vez más insoportable.

—El conductor que te atropelló… No fue intencional, su auto perdió los frenos y al final chocó contra otra casa a unos metros. Él falleció en el accidente— le explicó Hinata cabizbaja, sentía pena por la familia de aquel conductor, aunque sea el mismo responsable del estado de su esposo.

—Lo sien… Tan-tanto por su familia— se volvió un poco seguir pronunciando las palabras, por lo que sintió frustrado. Odiaba la anestesia.

—Ellos se ofrecieron a pagar el hospital, pero tu madre se enteró del accidente por Shisui y pagó todo ella— continuó Hinata mientras acariciaba un poco el brazo de Obito, no sabía si era correcto seguir hablando con él o si sería mejor permitirle descansar más.

—¿Ellos aquí están?— preguntó.

—¿Eh?, Ah, sí. Shisui por fin convenció a tu madre de ir a cenar algo, entrarán a verte después de nosotros— la ojiperla sonrió un poco, la familia de su esposo hizo menos difícil la tortura que significaba esperar noticias.

—Me parece…— Hinata dejó de ver el brazo de su esposo para mirar su rostro, notaba que Obito se encontraba confundido. 

—¿Bien?— indagó.

—Sí, bien— murmuró él un tanto perdido.

—¿Te duele algo, Obito-kun?— Hinata tocó su hombro, tratando de llamar su atención.

—La cabeza. Me… mucho— el Uchiha miró a Hinata, hablar ya era difícil, pero ahora también comenzaba a olvidar algunas palabras.

—Iré a decirle a Shizune-san, tal vez puede darte algo— habló Hinata separándose de él, se sentía mal de dejarlo pero la doctora era la única que de verdad podía ayudarlo.

—No— Obito asintió ante la idea de Hinata, que se confundió al verlo asentir.

—¿No?— la joven se detuvo un momento, esperando por su respuesta.

Obito parpadeó, igual de confundido que ella —Ve— le pidió.

—Ahora regreso, no te preocupes— la ojiperla le sonrió, no le gustaba ver a Obito frustrado.

—No—

—Creo que quieres decir sí— le indicó Hinata pacientemente, Obito asintió y desvió la mirada.

Hinata salió caminando tranquilamente para no preocupar a su esposo, pero al cerrar la puerta, la joven corrió por los pasillos en busca de la doctora que siempre lo atendía. Afortunadamente no tardó demasiado en encontrarla, Shizune estaba cerca de un dispensador de agua comiendo unas galletas.

—Shizune-san…— la llamó la azabache ligeramente agitada.

—¿Qué ocurre, Hinata?— Shizune se apresuró a terminar su última galleta y tiró el empaque vacío en el bote de basura cercano a él.

—Obito-kun está despierto y feliz, pero dice que le duele mucho la cabeza y está confundiendo palabras, como si no las recordara, yo…—

—Tranquila, Hinata—la pelinegra se acercó más a la joven y tocó su hombro para tratar de tranquilizarla —Puede ser producto de la anestesia, algunas personas pueden sentirse desorientadas o demasiado confundidas— explicó con calma, no era la primera vez que un paciente actuaba de esa manera.

—¿Y su dolor de cabeza?— preguntó Hinata, que no dejaba de estar preocupada. 

—Lo revisaré, no te preocupes— le animó Shizune sonriendo.

La ojiperla asintió pero terminó mirando hacia el suelo, sintiéndose todavía con una profunda angustia.

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Esa mañana, Hinata regresaba al hospital desde muy temprano, por la madrugada sólo se había retirado para llevar a sus hijos a casa de Kurenai, aprovechando para tomar un baño y regresar tan pronto como le fuera posible. Si esposo había despertado apenas el día anterior, razón por la que Shisui pudo convencer más a su madre de irse a descansar un poco, desde que se había enterado del accidente ella no dormía bien.

De nuevo en la sala de espera, Hinata se sintió más sola, sus hijos estaban descansando en un sitio mejor y Shisui junto a su madre no llegarían sino hasta más tarde. La ojiperla sonrió un poco al ver el recipiente en que llevaba un almuerzo para Obito, Kurenai había Sido tan amable de prepararle algo en caso de que a su esposo no le guste la comida del hospital. La azabache se detuvo antes de llegar a la habitación de Obito, todavía estaba a unas cuantas puertas antes cuando miró que varias enfermeras salían empujando la camilla de su esposo, no entendió porque lo estaban trasladando, pero los movimientos apresurados y nerviosos del personal le hizo sentir un nudo en el estómago.

—Llévenlo a la otra sala, es urgente— gritó una mujer rubia que no reconoció, pero que escuchó por las enfermeras que se llamaba Tsunade.

—¡Obito-kun!— la jóven trató de correr hacia él, sin embargo, Tsunade la detuvo abruptamente —¿A dónde se lo llevan?— pidió una explicación mientras veía que el personal médico se alejaba junto con su esposo.

—No debes interferir, vete a la sala de espera— le indicó Tsunade con la poca paciencia que le quedaba.

Hinata se sintió aturdida con el grito fuerte de la doctora, se quedó en el pasillo esperando, incapaz de poder detener a los médicos. Sólo ellos podían hacer algo por Obito.

La espera nuevamente se volvió una tortura, no tenía cabeza más que para pensar en que podría estarle sucediendo a Obito, no recordó buscar un teléfono para llamar a Shisui y contarle sobre lo sucedido. Llevaba casi todo el día sentada en el suelo, pues desde que había recibido la noticia de que trasladaban a su esposo a otro piso por un asunto urgente, fue incapaz de moverse de ese sitio, no le interesó comer algo o beber un poco de agua.

Los pasos de una persona atravesando el pasillo llamaron un poco su atención, Hinata se atrevió a dar un vistazo, y al percatarse de que se trataba de Shizune, se levantó de su asiento de inmediato.  

—¿Cómo está Obito-kun?— Hinata no esperó a que la doctora llegara hasta ella, había corrido los pasos que le faltaban para estar una frente a la otra.

Shizune le miró sintiéndose más triste, era evidente que la chica había estado llorando, tenía los ojos rojos —Acompáñame a verlo—

Ella siguió a Shizune en silencio, apretando sus manos por culpa de la presión que le estaba invadiendo, no soportaba que la doctora no dijera ni una sola palabra.

—¿Qué ocurre?, ¿Obito-kun está bien?— preguntó, la dos estaban por llegar a una puerta al final del pasillo del tercer piso.

Shizune se detuvo antes de abrir la puerta, apretando el pomo —Lo siento, Hinata. Ha sufrido una hemorragia cerebral— murmuró.

La ojiperla se cubrió la boca, asustada por lo que la doctora estaba diciendo, los médicos habían asegurado antes que el accidente no le provocó heridas tan graves más que su pierna rota.

Hinata parpadeó varias veces y se apretó con fuerza el brazo en un intento de reaccionar, pasó de Shizune y abrió la puerta sólo para ver a Obito “dormido” en una camilla y conectado a un respirador.

—Obito-kun…— ella corrió hasta estar a lado de Obito, tomó su mano esperando que él respondiera a su contacto, y cuando eso no sucedió, comenzó a llorar.

—Está vivo gracias al respirador pero… Él no despertará— comenzó a explicar Shizune, después de esas palabras, Hinata no logró escuchar más.

Lloró como hace tiempo no lo hacía, toda la felicidad que Obito había construido a su lado se deshizo en segundos. 

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La vida después de Obito se volvió realmente difícil, no tenía tiempo de pasar por su duelo porque debía atender otras preocupaciones. No tenía dinero suficiente para terminar la quincena, le preocupaba que debía administrar bien el poco dinero que le quedó del seguro de Obito, además de que últimamente descuidaba mucho a sus hijos debido a todos sus trabajos, la universidad la debió abandonar para concentrarse sólo en su empleo. Lo que le apoyaba demasiado es que Kurenai le ayudaba a cuidar de sus hijos, el único día que ella podía convivir más con ellos era en domingo.

Las tardes de fin de semana se volvían sus favoritas por ese motivo, al fin podía regresar a casa y estar con sus hijos, como en ese instante en que estaba cortando una manzana en rodajas para darles como aperitivo.

Tsuki y Hiro permanecían sentados sobre la alfombra, ambos jugando con dos dinosaurios de peluche que su padre les había regalado en su pasado cumpleaños. Los niños dejaron de imitar los ruidos del animal cuando se escuchó que alguien tocaba la puerta, ellos estaban atentos para saber si debían esconderse o no.

Hinata salió a ver quién llamaba a su puerta, imaginando que podría ser Kurenai, que le había contado que se reuniría pronto con ella para preparar juntas algún platillo.

Se sorprendió de ver a Shisui Uchiha de pie y con una pequeña mochila colgada en su espalda, el Uchiha notó a los curiosos hijos de su hermano en el interior de la casa, por lo que rápidamente tomó la mano de Hinata para obligarla a salir. Shisui cerró la puerta antes de que Tsuki y Hiro pudieran reconocerlo.

—¿Shisui-kun?, ¿Qué ocurre?— habló ella desconcertada.

—Siento molestar, Hinata-chan— susurró el pelinegro al mismo tiempo que soltaba la mano de la joven.

—¿Quieres pasar?, Tsuki y Hiro estarán muy felices de verte— propuso Hinata con una sonrisa, sus hijos estaban muy tristes desde que no veían a su padre, al igual que a Shisui o su abuela.

—En realidad no, esto será rápido— Shisui suspiró, tratando de sonreír a su acompañante, que imitó su gesto —Me iré a estudiar al extranjero, no quiero vivir con mi padre, lo sigo odiando por lo que le hizo a Obito— los ojos perla de la joven se abrieron más al notar la fuerza con que Shisui apretaba sus manos. Él realmente odiaba a su padre.

—Pero no tienes que irte tan lejos, Shisui-kun, puedes estudiar en esta ciudad también o en cualquier parte de Japón. Incluso puedes quedarte con nosotros si lo deseas, Obito siempre te lo ofreció también— le dijo Hinata preocupada, a la madre de Shisui no le haría bien que su hijo se aleje tanto, no en ese momento.

—No, ver a los hijos de mi hermano me lástima demasiado, me recuerdan a él— el Uchiha bajó la mirada con una sonrisa triste, Tsuki y Hiro eran muy parecidos a Obito, y extrañamente, eso lo lastimaba.

—Lo siento— la azabache se sintió decaída por sus palabras.

—No, yo lo siento... Ellos siempre han sido muy lindos y no es justo que los rechace— reconoció Shisui frustrado, se sentía culpable por abandonarlos cuando ya habían perdido a su padre.

—Shisui-kun...—

—Toma, tengo esto para los niños y tú— interrumpiendo a Hinata, Shisui agarró del bolsillo de su chaqueta un sobre blanco, Hinata lo aceptó curiosa.

—¿Qué es?— tocó un poco la textura, parecía ser una carta.

—Es algo de dinero— el Uchiha tomó las manos de Hinata antes de que ella tratara de rechazar su apoyo —No me iré sin al menos dejarles algo, acéptalo por favor— le pidió casi en una súplica.

—Gracias, Shisui-kun. Muchas gracias por ser mi amigo— Hinata sonrió, después de formar su familia con Obito, Sakura y él siguieron siendo sus únicos amigos.

—Gracias a ti por hacer feliz a Obito, creo que mi hermano nunca fue tan pleno como cuando comenzó a vivir contigo, le hiciste ser libre. Gracias por darle felicidad en estos años— sus palabras afectaron más a Hinata de lo que esperaba, Shisui la miró llorar con gruesas y amargas lágrimas rodando por sus mejillas, eso sucedía siempre que se mencionaba el nombre de su hermano. El Uchiha le limpió aquellas lágrimas con los pulgares, dejando sus manos sobre sus mejillas por unos segundos más para después besar su frente con cariño.

—Lo siento, Shisui-kun...— susurró sin saber que decir.

—Sonríe para mí, Hinata-chan— le animó Shisui, Hinata hizo un intento por sonreír.

Shisui le recordaba a Obito.

—Te deseo lo mejor— dijo Hinata con sinceridad, si había alguien que merecía verdaderamente ser libre y feliz, ese era Shisui.

—Espero verlos de nuevo algún día— le dijo Shisui sin atreverse a prometerlo, él realmente no pensaba en regresar.

Hinata se quedó de pie a lado de la puerta de su casa, viendo a Shisui sonreír y despedirse agitando su mano derecha.

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Japón, en el presente.

Hinata suspiró pesadamente, estaba muy cansada como para poder siquiera pensar algo, su cuerpo parecía moverse en automático con los movimientos que llevaba aprendiendo desde que era una niña, doblaba ropa mientras continuaba sentada en la sala viendo a sus hijos. Tsuki y Hiro se encontraban recostados sobre la alfombra, dibujando en hojas de papel que su madre les había regalado y usando los crayones que Shisui alguna vez les compró, sus hijos le mostraban con entusiasmo sus dibujos al terminar, y Hinata debía apretar sus muslos para evitar llorar al ver que seguían pintando a Obito.

Antes de terminar de doblar la ropa, Hinata se quedó inmóvil con el sonido de alguien llamando a su puerta, no esperaba a nadie. No le sorprendió que la persona del otro lado se presentara cómo el trabajador social de siempre, empero, eso no quería decir que no sintiera miedo.

La azabache dejó a un lado la ropa y se levantó de su asiento —Tsuki, Hiro— los llamo, sus hijos voltearon a verla de inmediato —Es hora de nuestro juego especial—

—Eshcondidas— los niños sonrieron emocionados, los dos se tomaron de la mano para juntos salir corriendo a su habitación.

Su madre les abrió la puerta, los niños sólo debieron caminar un poco más para subirse a la cama ayudándose entre sí, los dos esperaban pacientemente a que su madre llegue con ellos para la fase final del juego.

Hinata caminó con un poco de prisa hacia el buró a lado de la cama, en el primer cajón encontró como siempre dos pares de audífonos, al igual que los dos Walkman que pertenecieron a Obito. Ella conectó los audífonos a los Walkman y después los posicionó sobre las orejas de sus hijos, el volumen nunca estaba algo, aún así, les advirtió a sus hijos que le avisen si había algún inconveniente antes de encenderlos. La canción que ambos escuchaban era la misma, la que escuchó en su primera cita en el parque con Obito, la que él tocó en el tocadiscos cuando se mudaron, la que su esposa pedía en la radio durante todo su embarazo, la misma que sus hijos adoraban oír cuando limpiaban la casa.

Sus hijos sonrieron y se escondieron entre las cobijas cuando ella posicionó su dedo índice sobre sus labios para pedir que guardaran silencio. Tsuki y Hiro se abrazaron a los Walkman, porque era así como sentían a su padre todavía.

La ojiperla acarició sus mejillas y salió de la habitación antes de que sus lágrimas amenacen con rodear sus ojos, cerró bien antes de continuar su camino hasta la puerta principal, misma en la que todavía se escuchaban los toques de aquel hombre. Hinata se mordió el labio inferior y comenzó a poner todos los seguros que le había puesto a su puerta desde que el trabajador social se presentaba con más frecuencia, estuvo a punto de irse para reunirse con sus hijos cuando la voz del hombre la detuvo en seco.

—Señorita Uchiha, sé que está ahí, debe cooperar conmigo—  le suplicó cómo siempre lo hacía.

Parecían tener una rutina, el llamaba a la puerta y Hinata Uchiha se encerraba en su casa sin permitirle siquiera ver a los niños. La había observado desde que Madara Uchiha hizo una denuncia en su contra, parecía que él deseaba tener la custodia de los niños después de que el padre de ellos, y primogénito de Madara, muriera. La joven en realidad no era una mala madre, la veía encargar a los niños en una guardería de buenas recomendaciones, ella trabajaba más de lo que alguien podría soportar, y aún así, los domingos se esforzaba por llevar a sus hijos al parque y comprarles un helado. Pero, lamentablemente eso no era suficiente.

El dinero que ella ganaba no era suficiente para mantener dos hijos, y no podía pasar por alto que descuidaba mucho de ellos, pues sólo los veía por las noches entre semana y las tardes del domingo. Le causaba pena, porque estaba seguro que aunque ella tuviera una mejor posición, Madara Uchiha no se rendiría hasta quitarle a sus hijos, su jefe no paraba de presionarlo para que concediera por fin una mal reporte sobre ella.

Hinata se cubrió la boca, temiendo que el trabajador social pudiera escuchar su respiración. No quería enfrentarlo, pero si lo continuaba evitando, también correría el riesgo de perder a sus hijos.

—Otros inspectores no serán tan amables como yo, ellos si quieren quitarle a sus hijos— habló siendo sincero, él no quería quitarle a sus hijos sólo por deseos de otro hombre con más poder que ella.

—No los quiero aquí, a ninguno— Hinata lloró desde el interior de su casa, no se atrevía a soltar el último seguro de la puerta, tenía miedo de que ese hombre logre entrar.

—Señorita Uchiha, antes de que le quiten a sus hijos y los envíen a cualquier orfanato, puede buscar alguno donde vea que los traten bien— antes de que pudiera decir algo, Hinata vio como se deslizaban varias hojas debajo de la puerta —He buscado los mejores para sus hijos que son pequeños, piense bien, por el beneficio de sus hijos— como última opción para es pobre joven, creyó que enviar a los niños a un orfanato desconocido para Madera sería buena opción. Ella ya había perdido a su esposo, no era justo que la familia de él le termine quitando también lo único que le quedaba. 

—Yo no...

—Es muy joven para ser madre y ahora no tiene nadie que la apoye, amar también significa hacer lo mejor por sus hijos— intentó razonar con ella, porque creía que ella podría entenderlo.

Hinata lloró como últimamente lo venía haciendo, ahora que Kurenai también había muerto debido a su edad y Shisui se fue a estudiar al extranjero, ya no tenía a nadie. Lloraba porque ya no le era posible mantener a sus propios hijos, esa era la razón de que se los querían quitar.

Le estaba fallando a Obito, nada de eso habría ocurrido si él estuviera todavía con ella.

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Había observado por varios meses el orfanato que su trabajador social le recomendó, él le convenció de que si era atendido por una iglesia, sus hijos serían tratados de mejor manera. Al principio no lo creyó, pero ver con sus propios ojos le hizo entender que era verdad lo que ese hombre decía, ahí trataban bien a los niños y les daban comidas decentes gracias a los apoyos de los religiosos.

Se decidió a qué sería en ese orfanato, ahí es donde dejaría a sus hijos para que les pudieran dar una vida mejor de la que ella les estaba ofreciendo, últimamente ni siquiera podía darles comidas decentes. Para ella era mejor dejar a sus hijos con la posibilidad que una buena familia los adopte a qué el gobierno se los quite para entregarlos al padre de Obito.

Sus hijos ese día iban vestidos con traje de marinero, llevaban bajo su brazo izquierdo sus peluches de dinosaurios y en su mano el Walkman junto con los audífonos y un cassette que grabó para ellos. La canción principal era su favorita, las siguientes algunas que sus hijos disfrutaban escuchar en la radio, al final, una despedida de su parte con la promesa de volverlos a buscar cuando pueda darles una vida mejor.

Tsuki y Hiro apretaron más la mano de su madre, y fue entonces, que Hinata recordó que iban caminando juntos y tomados de la mano. Los niños trataban de hablarle a su madre para hacerla sonreír, porque ella era más bonita si su rostro no estaba triste.

—Buenos días— Hinata saludó cuando entra a la iglesia, sus hijos la vieron e invitaron todos sus movimientos.

Ahí se encontró con la misma monja que le ayudó a hacer el papeleo de sus hijos una semana antes, la mujer parecía amable y paciente casa vez que ella se soltaba a llorar.

—Señorita Uchiha, se ve tan pálida— la anciana le miró preocupada, sabía bien que la joven padecía de anemia, su cuerpo era muy delgado, parecía que podía caerse con el viento. Por eso cada que le era posible le daba una caja de alimentos, aunque claramente ella prefería darle todo a sus hijos —Ya le he prometido que cuidaré bien de los niños, no se torture más— pidió la monja sintiendo pena por la joven madre.

Hinata intentó retener su llanto para no asustar a sus hijo, se dió la vuelta con tal de no enfrentar a la anciana y sentó a Tsuki y Hiro en una silla de la iglesia. La monja dejó de lado su escoba al saber que era lo que seguía.

—¿Okasan?— Tsuki ladeó su cabeza al ver a su mamá llorando nuevamente.

Hiro secó sus lágrimas con sus manitas, sentía una opresión que dolía en su pecho, porque su mamá siempre lloraba desde que no veía a su papá en casa.

—N-no llores— le pidió el menor, aunque él mismo comenzara a hacerlo.

—Deben quedarse aquí con la señora Sato, pero les prometo que regresaré, nunca dejaré de buscarlos— quizá ellos eran muy pequeños para entenderlo, pero esperaba que siempre pudieran escuchar ese cassette y recordaran su promesa.

—Es hora, señorita Uchiha— la señora Sato tomó a los niños, que se asustaron cuando los apartaron de su mamá

—¿Okasan?— sus hijos lloraron al verla alejarse después del beso que les dió en la frente.

—No nos dejes—

—No te vayas—

Hinata continuó caminando, no dejó de llorar ni siquiera cuando los gritos de sus hijos dejaron de escucharse. Lo único que le quedaba de su corazón, se había quedado en esa iglesia.

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La ojiperla miró su reflejo en la taza de café que pidió, suspiró, no se atrevía todavía a agregar más sobre su pasado. Podía decirles que regresaba siempre para llevarles ropa y algunos juguetes, además de comida todas las semanas, pero después de dos años, sus hijos habían Sido adoptados, y aquella monja nunca le dió un nombre, habían comprado su silencio. Ahora lo entendía, pero no quería que sus hijos sientan tanto rencor hacia Madara como le sucedió a Obito o Shisui.

—Mi historia no es por completo linda— Hinata parpadeó varias veces para retener sus lágrimas, lo cual no estaba funcionando bien —En ocasiones pienso que lo mejor para Obito habría sido no conocerme, pero entonces no los tendría a ustedes... Sé que Obito lo volvería a hacer, él siempre los amo más que a nada— la pequeña mujer limpió sus ojos con su mano hasta que Hiro le ofreció un pañuelo de tela que siempre llevaba.

Sus hijos habían escuchado atentos toda su historia, se sentían sorprendidos y tristes a la vez, no sabían que Obito Uchiha era en realidad su padre, tampoco que él murió. Todo lo que sabían sobre Obito es que trabajaba en el extranjero, su apariencia la conocían por las pinturas que Madara siempre hacía y colgaba en su estudio.

—No lo entiendo, ¿Nuestro padre murió?, ¿De quién son todos esos regalos que nos llegan en su nombre entonces?— murmuró Hiro confundido, no podría creer que él estuviera muerto, siempre recibían cartas de él, aunque ahora que lo pensaba, siempre eran escritas por computadora —Madara siempre decía que su hijo estaba muy ocupado trabajando en el extranjero— susurró más perdido que antes, no podía aceptar que su padre había muerto.

Tsuki se levantó de un tirón, evidentemente molesta por las preguntas de su hermano menor —¿Qué no entiendes?, El estúpido de Madara nos estuvo mintiendo todo este tiempo— gritó ella exasperada.

—Tsuki...— habló Hinata sorprendida por la repentina actitud de su hija, no esperaba una reacción tan violenta de su parte, y por un instante volvió a ver a Obito y a Shisui.

Tsuki miró a su madre sin decir una palabra por varios minutos, le dolía ver sus ojos tristes, y al igual que Shisui, culpaba a Madara por todo su sufrimiento.

—Ese idiota no se volverá a burlar de mi familia— Tsuki tomó el cuchillo con que estaba partiendo su rebanada de pastel y lo clavó en la mesa, sorprendiendo a Hinata y Hiro —Ya no tiene que tener esos ojos tristes, ni temerle al anciano, yo misma la protegeré y enfrentaré a Madara— la Uchiha se alejó de ellos, caminando directamente a la salida y sin esperar que alguno de los dos la siga.

Tanto Hinata cómo Hiro quedaron anonadados, el Uchiha estaba acostumbrado a las reacciones explosivas de su hermana, pero justo ahora estaba temiendo que ella fuera a hacerle daño a Madara. No quería ver a su hermana en problemas con la policía.

Hiro miró a su hermana salir de la cafetería, quiere ir tras ella pero tampoco deseaba dejar a su madre, no ahora que se habían reunido de nuevo.

—Yo...—

Hinata le sonrió, notaba su preocupación y le había sentir ternura —Puedo darte mi número, ahora debes acompañar a tu hermana, yo estaré bien— le animó ella sin dejar su actitud tranquila.

—¿Me promete que nos encontremos más tarde?— le suplicó Hiro sintiéndose todavía frustrado.

—Por supuesto— la azabache tomó la mano de su hijo y sonrió una vez más —Debo buscar una pluma para escribir mi número— alejó la mano de su hijo para buscar en su bolso algo con que poder escribir, quizá ano tenía papel pero había muchas servilletas en la mesa.

—Sólo dígame, podré recordarlo— el Uchiha imitó el lindo gesto en los labios de su madre, entendía porque su padre se enamoró profundamente de ella.

—Ocho, siete, siete, noventa y dos, cuatro— contestó Hinata, confiando plenamente en él.

—Le llamaré más tarde— Hiro besó la mejilla de su madre antes de salir corriendo detrás de su hermana.

La aún Uchiha no se percató de en qué momento sus hijos habían dejado varios billetes sobre la mesa, imaginaba que para pagar la cuenta.

Reaccionó después de unos segundos a lo que había sucedido, tocó su mejilla y sintió un agradable calor recorrido su cuerpo. Sonrió como llevaba tiempo sin hacerlo, sus lágrimas brotaron al percibir de nuevo el beso de su hijo

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Notas de la autora:

• Puede contener errores ortográficos.

• Perdón por tardar, me presione demasiado con lo último de mi carrera 🥲

• La canción que les gusta a Obito, Hinata y sus hijos era Ain’t No Mountain High Enough de Marvin Gaye y Tammi Terrell. Se las comparto, sino la han escuchado, tienen que hacerlo 🥹

• La canción que inspiró esta segunda parte fue Ghost of You de 5 Seconds of Summer, se las compartiré también 🥺

• Por si no los conocen o recuerdan, estos son los Walkman de Sony 🤭

Dejen sus votos y comentarios 💖

Nos leemos en la próxima actualización 👀❣️

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