I. LÁGRIMAS CONTENIDAS

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ABRIL, 2017

El crujido de mi lápiz resonó en todas las paredes del salón consiguiendo que todos voltearan hasta mi asiento descubriendo el origen del sonido, incluso la profesora de Física -a quien se le veía hipnotizada en un libro desde el inicio del examen- había abandonado todo para ubicar el mismo sonido que mis compañeros alcanzaron a oír. Todos arquearon sus cejas por la curiosidad y la sorpresa de encontrar un lápiz dividido en dos entre mis manos.

Sin dudar lancé una maldición en voz baja al mismo tiempo en que me deshice del objeto que tenía en la mano tomando así una nueva posición en el pupitre que llegaba a incomodar a los presentes devolviendolos a sus actividades rutinarias y dejándome en paz y tranquilidad. Mi reacción no era algo nuevo, los exámenes siempre me generaban presión consiguiendo bloquear mis pensamientos y llegando a frustrarme con facilidad hasta el punto de destrozar algo que este a mi alcance, como el lápiz amarillo que tenía hace unos segundos.

Una voz me sacó del limbo.

-¿Todo bien? -preguntó Alejandra sentada en el pupitre trasero.

-No, no me siento bien porque no recuerdo nada de lo que estudié.

-Es fácil, me lo explicaste muchas veces, toma esto -ordena con suavidad pasándome el lapicero color rosa pálido por encima del hombro-. No lo mires mal, puede que no sea tu color favorito pero te ayudará a que no pases la siguiente hora encerrada, así que recibe esto sin arrugar la cara.

Le dediqué una sonrisa a mi salvadora y ella me correspondió con un recordatorio del tema que se estaba evaluando. Este era las conversiones de unidades, algo sumamente sencillo. Al terminar de explicarme le susurré a Alejandra que saldríamos a tomar jugo o comer helados, lo cual la motivó a culminar el examen antes que pudiera percatarme.

-Te veo afuera mi reina -le escuché decir a Ale, esto consiguió que me ruborizara.

Los minutos siguientes fueron suficientes para entregar mi examen resaltado en el escritorio de la profesora Isolina, volviendo a llamar su atención.

-Helena, ¿está todo bien contigo? -preguntó.

-Lo mismo desde el primer examen -confesé.

-Deberías ver a un especialista o buscar por internet algunos ejercicios mentales que te ayuden con ese problema -ella sacó de su carpeta aquel libro que estaba leyendo desde el inicio del examen, yo le eché un vistazo-. Es un buen libro.

-¿Los regalos de Eykis? -pregunté confundida esperando que me contara sobre el.

-Es un libro de autoayuda, te servirá en algún momento, puedes buscarlo la próxima clase.

Al asentir tomé mis cosas y me retiré del aula a la hora del receso sintiéndome como una idiota por no haber recordado algo tan complejo como eso.

-¡Hey! -gritó mi mejor amiga Mariana al verme salir del aula frente a la suya.

-Grita más que no te escuché -respondí consiguiendo que se echara a reír.

-Se dice "hola animalito" por lo menos, puedo ser menor pero debo recibir un poco de respeto.

-Hoy comiste payaso, ¿no? -pregunté sin gracia.

-Hoy comiste serpiente con veneno, ¿no? -preguntó Mariana con sarcasmo.

-No, pero me quedé analizando un examen que ya me sabía -traté de arrugar el rostro pero no pude, solo sentí el impacto de su mano en mi espalda.

-Si estudiaste no tenías que haberte quedado así, ahora vamos a comer que tengo hambre.

Ambas bajamos las escaleras del primer piso hasta planta baja con dirección hacia la cafetería. El hambre y los pensamientos de pesar comenzaban a consumirme lentamente dejándome sin defensas.

-¿Escuchaste que colocarán preparadores de último año para los que llevan una materia casi insalvable? -preguntó en el camino Mariana, sinceramente no sabía que se podía hacer, sin embargo lo consideraba bueno para mi hermana Ana que ya tenía matemática por el suelo en su primer año.

-No, pero está bien que hagan eso -contesté apenas ganándome una mirada de reproche de su parte.

Al llegar al sitio ubicado en la parte trasera del instituto solo pedimos y pagamos la merienda. El lugar permanecía abarrotado por lo que al recibir el pedido tomamos caminos diferentes volviendo a nuestras vidas separadas. Alejandra a los minutos me halló sentada en las gradas del patio central contemplando los partidos de fútbol disputados por compañeros de diferentes años y secciones.

En silencio se sentó a mi lado y tomó el contenido del vaso que tenía a un costado. Nuestra amistad era silenciosa y tranquila, por lo que me agradaba tener a alguien así. Era algo especial y único.

-Estás pensativa otra vez, ¿qué ha pasado? -elevó el tono de voz sacándome del limbo en donde me encontraba.

-Nada, ni siquiera estaba pensando.

Un suspiro salió de nuestros labios dando por culminado el intercambio de palabras entre las dos. Al terminar el receso caminamos hasta el aula y esperamos que el tiempo transcurriera hasta culminar el día.

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En casa los gritos de mi madre se multiplicaban a medida que ingresaba a la entrada principal. Mi nombre en sus labios se escuchaba como un reproche.

-¿Llegando a la hora que te da la gana Helena? -liberó mi madre con enfado.

-Se me hizo tarde llevando unas cosas para Alejandra y a Alejandro a su casa.

-¡Hermoso eso! -exclamó mi mamá muy disgustada por lo que la ignoré caminando hacia el interior de la casa con destino a la tercera y última habitación de ella.

En la habitación se encontraba mi hermana Ana acostada en nuestra cama individual viendo un programa en el televisor. Sin estorbar su campo de visión pasé rápidamente para dejar en la esquina de la cama todas mis cosas y así cambiarme de ropa para ir al patio.

-¿Qué les dije yo de estar perdiendo el tiempo? -preguntó mi mamá al entrar a la habitación de manera escandalosa.

-Déjame cambiarme -respondí y mi madre inmediatamente me tomó por la oreja fuertemente hasta tener la sensación de perderla-. ¡Que me sueltes te dije!

Ante mi respuesta la presión antes existente en la oreja se convertía en una cachetada en la mejilla izquierda. Mi rostro sin duda ante el impacto comenzaba a arder y las lágrimas trataban de salirse a borbotones. En mi mente le levantaba la mano a mi madre y regresaba aquel golpe con mayor intensidad aunque eso me costara la vida, sin embargo, mordí mis labios y resistí los impulsos de agredirla.

-Después me cobro esa deuda -murmuré desvelando una sonrisa cínica que congeló la sangre y la respiración a mi madre.

Después de eso salí de la casa con un cambio de ropa y con mi bolso nuevamente para caminar durante minutos hasta llegar a mi plaza favorita, estaba bastante alejada de casa pero suficientemente cerca de Alejandra por lo cual fui a verla para pedirle pasar la noche en su apartamento.

Ella al escuchar mi voz en el intercomunicador del edificio abrió la puerta y el acceso al ascensor con un solo botón permitiéndome subir al séptimo piso del edificio en el cual vivía. Apenas alcancé a verla al salir del ascensor me desplomé sobre su hombro derecho para poder llorar con propiedad.

-La odio Ale, la odio.

Alejandra extendió sus brazos y me llevó hasta el interior de su habitación para calmar mi llanto y darme aliento como si fuera una niña pequeña hasta la mañana siguiente.

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Nota de la autora:

Si, hemos vuelto con las notas al final de cada capítulo porque quiero interactuar con ustedes y posiblemente conmigo.

De vez en cuando pondré retos de votos y comentarios para ser motivada a continuar publicando capítulos. Colocaré los mejores y les haré mención.

Si alguien se anima a hacer memes o fanarts les hago publicidad.

Tomen awa y no olviden
que "el diablo es puerco".
💚

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