9. Cita en el museo pt.2
Cuando llegué, vi que de mi lado izquierdo habían algunas tiendas y al revisar a las personas que pasaban, logré localizarla. Se encontraba parada a unos 3 metros de mí con la vista inquieta, parecía estar buscándome también.
Entonces me acerque y al observarla, noté que llevaba un vestido blanco con puntos negros, completando el conjunto con un par de zapatos negros.
—Con ese vestido, no sería fácil perderte —comentó haciéndome notar.
—¡Dante! —exclama con una sonrisa— ¿Ya llevas mucho tiempo esperando?
—Para nada. ¿Vamos?
Ella asiente muy contenta y sin pensarlo mucho, comienzo a caminar hacia el museo con las manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón. Por eso me sorprendió cuando de forma inesperada Abigail me saca una de mis manos y la entrelaza con la suya.
—No estamos en un cruce... —comentó desconcertado en voz baja sin soltarle la mano.
No me contesto, de hecho fingió que no me había escuchado. Así fue durante nuestro pequeño trayecto hasta la entrada del museo.
Al llegar, pagamos la entrada y paseamos por el primer piso de los 3 que conformaban el edificio. Miramos varias pinturas, unas que otras estatuas y ambos comentamos lo que más nos gustaba de cada una. Fue muy agradable el tiempo, en especial porque podía tenerla junto a mí en todo momento, tal parece que tomarse de las manos es un acto de cercanía.
La razón de mi asombro cuando me tomo de la mano fue porque no me gusta el contacto de la piel sudada, pero estaba tan absorto disfrutando del paseo que no me percate de eso. Ahora que lo pienso, sus manos son suaves y pequeñas, realmente hubiera sido una pena nunca tomarlas.
—¿Te parece si tomamos un descanso? —la voz de Abigail me saco de mis pensamientos tan de pronto, que me tomo tiempo responderle.
—Claro, vamos a sentarnos a ese sillón del fondo.
Fuimos enseguida para alcanzar el último sillón disponible de la zona, donde en su mayoría estaban parejas y familias.
—Recorrimos casi todo el edificio, creo que solo nos falta el último piso —dijo mientras se arreglaba un poco su cabello.
—Si, la verdad pensé que nos llevaría toda la tarde —comente entretanto limpiaba mis lentes con un paño.
—¿Te parece si después de aquí pasamos por... —estaba por decirme algo, pero fue interrumpida por un dos chicos, que al parecer eran compañeros de mi facultad.
—¿Dante? —preguntó uno cuyo nombre no recuerdo y ni me importa.
—¿Necesitan algo? —respondí sin levantarme de mi lugar. No tenía la mínima intención de hacer platica.
—No tienes que ser tan frio, vamos —dijo un chico de cabellera café.
¿Qué esperan? ¿Qué quieren que les diga? ¿Desde cuándo la honestidad es frialdad? Yo estaba teniendo un buen rato hasta que llegaron ellos. De hecho, deberían captar la indirecta.
—¿Quiénes son, Dante? —Abigail pregunta con incomodidad, mirando a los dos chicos parados frente a nosotros.
—Compañeros de la universidad —respondí sin más.
—Ya veo, ¡Mucho gusto! —dijo presentándose a ellos— Me llamo Abigail.
Los chicos se presentaron de igual manera. A este punto estaba ocurriendo lo que precisamente quería evitar, una plática.
—¿Es la primera vez que vienen a un museo? —les cuestionó Abigail a los dos chicos.
—Si, el profesor nos lo pidió para una tarea.
Por un momento había olvidado las habilidades sociales de Abigail, como siempre, me sorprenden. Yo solo estaba observando todo. Siempre espectador, nunca protagonista.
—¿Y eso que vienes con compañía, Dante? Siempre te vemos solo en la universidad—preguntó el de cabellera café.
Este chico habla demasiado...
—No tengo porque responderte... —dije en voz baja, soltando un carraspeo.
Entonces hubo un gran silencio bastante incomodo por unos segundos, hasta que uno rompió el hielo.
—¿Será que estas en una cita...?
Dude un poco sobre si responderle su pregunta y cuando por fin me decidí, el otro de cabello café me interrumpió.
—¡Eso no puede ser! —exclamó incrédulo, soltando una risa abierta y añadió— Sería un insulto a la chica, no es para nada el tipo de Dante.
Parece que escogió el camino de la muerte.
—¿Qué dijiste? —le cuestioné en tono grave.
Ambos se quedaron sorprendidos por el repentino cambio de ambiente. Por otro lado, Abigail parecía avergonzada, en vez de incomoda.
—A ti que te importa quién es mi tipo. No pedí tu opinión.
—Tranquilo, solo fue una broma... —explica el chico que escogió el camino de la muerte.
—Si eso fue todo, me tengo que ir. Y sí, estoy en una cita. —dije mientras me levantaba del sillón para luego dirigirme hacia Abigail. Tome su mano y nos fuimos a continuar el recorrido en el tercer piso.
De ahora en más, evitare por completo a ese par de estúpidos en la facultad.
—Como se atreven... —dije en voz baja con molestia, entrando en el elevador junto con Abigail.
—¿Estás bien, Dante? —preguntó con su mirada fija en mí.
—Si, es solo que no puedo creer que haya dicho eso como si me conociera. —expliqué soltando un suspiro profundo.
—Bueno, si mis amistades vieran que salgo contigo seguro me dirían lo mismo. —comentó entre una risilla.
—¿Por qué debería importarles? —le cuestioné con el ceño fruncido.
No supo que responderme y cuando quiso hacerlo, el elevador se detuvo en el segundo piso para recibir a otras personas. Así que mi pregunta nunca fue contestada.
El resto del paseo fue tranquilo, hablamos poco, pero creo que la pasamos bien en general. Cuando terminamos el recorrido del último piso, le pregunte que es lo que quería decirme antes de que fuéramos interrumpidos por el par de zopencos, sin embargo solo desvió mi pregunta, diciendo que no era nada importante. Deseaba insistir en que me lo dijera, pero no quería ser molesto.
Pronto llego el final de la cita, pero no pensé que sería tan pronto. Creí que ella me pediría que fuéramos a la cafetería de siempre, por eso me sorprendió lo rápido que se despidió.
—La pase muy bien, espero que pronto tengas otro día libre...
—Ahora que lo mencionas, tendré libre este sábado, no sé si tengas algún plan —comenté con la esperanza de que pudiéramos acordar una cita para ese día.
—¡Claro! —exclamó con una gran sonrisa— ¿Te parece si vamos a un parque de diversiones?
Nunca había ido a uno y la razón es bastante simple, no me gustan los lugares donde hay demasiadas personas, tampoco me emociona la idea de torturar mi cuerpo en un juego. Pero no podía decir que no, así que asentí, luego nos pusimos de acuerdo para la hora.
—Entonces nos vemos a la misma hora que hoy en la entrada del parque.
—Hasta entonces... —confirme con una media sonrisa, despidiéndome con la mano y caminando hacia la dirección contraria.
Abigail hizo lo mismo, pero noté que su expresión no era la de siempre. Me pregunto si de nuevo pase por alto algo. Si es así, le preguntaré este sábado que viene.
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