11. Dante, el pedante


-Capítulo narrado desde la perspectiva de Levi-


Desde que tengo uso de la razón siempre he sido muy amiguero y extrovertido, nunca me preocupe sobre hacer amistades, por eso no estaba nervioso en mi primer día de la facultad. Me sentía confiado y seguro de mi mismo.

En menos de una semana ya me había hecho amigo de la mitad del salón, y alguno que otro de otros grados. No puedo explicar como logro hacerlo, simplemente sucede. Como dice el dicho: "Donde pongo el ojo, pongo la bala".

Al menos eso creía, hasta que me acerque a un compañero con cara de tener pocos amigos, pensé que solo era tímido o reservado, así que intente hablar con él.

Vaya golpe bajo que me lleve.

El no tenía ni la más mínima intención de conversar conmigo y para ser sincero, me incomode bastante, pues parecía que hablaba con la mismísima pared. Le pregunte sobre que hacía y solo me respondió de la forma más cortante posible: "Estoy haciendo apuntes de la clase, ¿Acaso no vez? ¿Necesitas lentes?".

Después de intentarlo por un rato me agote, no podía creer lo frío que era.

Eso me hizo reflexionar un poco, como dije, no suelo tener problemas con socializar y pienso que es la cosa más fácil del mundo. Debido a esto, nadie me era un obstáculo, era como si fuera una especie de videojuego. En el que subía de nivel y esquivaba cualquier dificultad. Eso fue hasta que me enfrente a un jefe de alto nivel.

Podrá sonar extraño, e incluso demente, pero aquel jefe me daba una sensación de miedo y entusiasmo a la vez. Deseaba derrotarlo, aunque no solo eso, también ver hasta qué nivel podía llegar. ¿Podríamos llegar a ser mejores amigos?

Él era el reto de amistad que inconscientemente buscaba.

Fue difícil acercarme, pero planee algunas fiestas y reuniones con otras facultades para que así se fuera acostumbrando a estar con otras personas. Llegó a ir en algunas ocasiones, sin embargo eso no fue suficiente.

Por eso, cuando me enteré de que el profesor nos había asignado un proyecto juntos se me ocurrió que esta sería una buena oportunidad para ganar puntos. Por lo que decidí en esperar hasta una tarde antes de la entrega, para que así no hubiera de otra más que hacer la tarea juntos. Conozco a Dante, él no hubiera aceptado invitarme a su departamento. Incluso si fuera un asunto de vida o muerte. Eso y también el hecho de no encontrarlo muy seguido en su apartamento.

En resumen, todo el plan del proyecto a ultimo minuto, fue un plan fríamente calculado. Nada fue mera "casualidad". Llámenme loco, pero hay que admitir que funciono.

—¡Oye! —exclamó Dante, sacándome de mis pensamientos. Haciéndome dar un pequeño salto, por la sorpresa.

Venía de su cuarto con un par de libros y su computadora portátil, mientras que yo estaba sentado en el comedor, cerca de la cocina.

—¿Qué paso? —pregunté con la mirada inquieta, aquel grito me dejo perplejo. No lo esperaba, pero tampoco me sorprendió.

—Te estaba diciendo sobre como nos vamos a organizar para terminar lo más pronto posible.

—Discúlpame, no te escuche. —contesté soltando una risa nerviosa.

—Como sea, yo estaré dándote la información, entretanto que tú la escribes en la computadora en un documento de Word —explica en tono grave, sentándose frente a mí y añadió alzando una de sus cejas— ¿Alguna duda o queja?

Por alguna razón, me siento como si estuviera recibiendo una condena.

—Entendido.

Entonces me dio su laptop ya desbloqueada con el Google abierto, por si las dudas, y el documento. Por su parte, abrió un par de libros que al parecer tenían la información que necesitábamos.

—¿Para que son los libros? ¿No buscaremos la info por internet? —le cuestioné confundido, observándolo con atención.

—Los libros existen para leerse, buscar información y en algunos casos para entretenernos. En lo personal, prefiero los libros que el internet, pues me suele cansar la vista después de un tiempo. —dijo, pasando las páginas del libro que tenía en su poder.

Chale, pues que pregunte. Yo y mis preguntas tontas.

—¿Por eso usas lentes?

—No, mi vista se fue deteriorando por leer con mala iluminación, y también por tener la mala costumbre de no parpadear —comentó sin mucha energía, acomodándose sus lentes.

—Entonces...¿No es lo mismo? —le cuestioné con los ojos entrecerrados.

—¿Qué cosa?

—Lo de los libros y el internet...

—No le veo ninguna relación. —responde en seco sin alzar la vista del libro.

¿Será también su costumbre no darles importancia a las pláticas?

—Yo pienso que sí, porque... —estaba por decir mi opinión al respecto, pero una voz grave y severa me detuvo.

—No me interesa tu opinión, mejor concéntrate, ¿quieres?

¿Por qué recurrir a tanta frialdad? Por primera vez respondió mis preguntas, y ahora que quiero hablar, ¿Me silencia? ¡Que pedante!

—Ni mi interisa ti opinión... —le arremedé con enojo en voz baja.

—¿Dijiste algo?

En ese momento, sentí el verdadero terror...

—No, para nada.

—Bueno, ya tienes el documento, ¿no es así? —me cuestionó solo para asegurarse y asentí, dándole la razón.

Entonces comenzó a darme mucha información sobre el tema del realismo mágico para que lo escribiera, y como vamos a hacer una pequeña presentación sobre eso, teníamos que saber cosas básicas, por si el profesor llegara a preguntarnos de forma random.

—Dime algunos de los precursores de este género literario.

—Gabriel García Márquez. —respondí nervioso, como si el examen de hace un par de semanas hubiera tomado forma humana.

—Ese es uno, pero hubo uno antes que él.

Realmente hice mi mayor esfuerzo por responder, y aunque tenía una idea vaga. No lo sabía.

Así que opte por decir el nombre como lo recordaba.

—¿Era Arturo Muslar Prieto...? —respondí con duda en mi tono de voz, y miré con atención el rostro de mi compañero, no soy un experto en el lenguaje corporal, pero creo que cualquiera se daría cuenta de que estaba atónito.

—Su nombre es Arturo Uslar Prieti.

—¡A pues casi igual! —dije soltando un suspiro, aliviado de no haberla errado tanto.

Hubo un silencio después de eso, aunque solo duro un par de segundos.

—Dime Levi, ¿Cómo es posible que hayas aprobado el examen de ingreso?

—Estudiando, claro está. —contesté sin pensarlo mucho, ¿A que venía su pregunta?

—Sin comentarios... —expresó en voz baja, desviando su mirada.

Acto seguido, dejamos la conversación a un lado para seguir con la tarea. Trabajamos duro hasta pasada las cuatro de la mañana, luego de eso terminamos con éxito una hora después. Al ver que ya era demasiado tarde para irme a mi casa, me dejo quedarme a dormir en su sofá, no creí que fuera tan buena gente. Tienes que verlo para creerlo, aunque me extraño que, casi todo el tiempo escuchaba a Dante suspirando. ¿Algo le habrá atormentado o entristecido?

De igual forma, fue muy gratificante verlo tan concentrado y sin quejarse. Dante podrá ser un pedante, frío, mala onda, grosero, malhumorado y distante, sin embargo tiene en lo más profundo de su corazón, una pizca de bondad.

Y cuando me refiero a lo más profundo, es hasta el fondo.

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