V: Cariño, Manipulación

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En caso de que no les funcione, está en mi perfil. De paso me siguen. ;)

A lo que vamos.

Niccolo era un buen tipo; y eso lo hacía extremadamente susceptible a mis peticiones, algo un poco extraño pero que me dejó satisfecha de saber que haría lo posible para no incomodarte. Acepto todo sin chistar y cuando su padre se enteró casi se muere.

Era la tercera semana consecutiva que nos veíamos juntos, éramos una noticia de cómo senté cabeza con el lindo y americano guapo. Todas las redes estaban locas con como Niccolo agarraba mi cintura o como sonreía cuando estaba conmigo en un crucero caro al que solo fui por las fotos bonitas. Niccolo fue más un accesorio o un delfín de fondo.

Claro, verlo sin camisa fue todo un deleite.

—Bien trozo de mierda, ¿que te traes? —Solté la revista cuando entró Vanessa, luciendo realmente elegante con su vestido blanco y su gargantilla a juego.

No capté el momento exacto en que mi amiga pasó de usar camisetas de High School Musical a vestir como si fuese una mujer verdaderamente de sociedad, refinada y para nada safada de todas sus capacidades mentales. Al menos no en público, claro.

—Llegó mi turno, solo estoy haciendo mi espectáculo para espantarlo. No soportará otro mes con el acoso político —suspire con dramatismo—. Hombres, son tan fáciles de ganar.

Vanessa rió, sentándose en mis piernas. Tomó las fresas sobre mi cama y metió una en su boca, mordió la punta y después pasó el resto a mi boca.
Cuando mordí, recibí un pequeño beso en los labios como era costumbre.

—¿Quién es? —preguntó con un tono juguetón, tomando la revista y doblando solo la parte donde salía Niccolo agarrando mi cintura mientras yo estaba contra una varilla en un hotel.

—No lo creerás, se llama Niccolo y es el hermano de Giovanni.

—¿El americano? —asenti, los ojos de Vanessa se abrieron con impresión— ¿No estaba muerto? Giovanni y su papá preferían morirse antes que admitir su infidelidad prematrimonial; y ahora simplemente aparece para… —lo pensó unos segundos—, ¿qué tanto lo mancho Giovanni ahora?

—Lo suficiente para casarse por protección.

—Mierda, es grave. ¿Con quién se metió?

—Los rusos o los chinos, dios, no sé. Pero fue gente peligrosa, lo suficiente para burlar su seguridad y —pase el dedo índice por mi cuello— a su empleado de confianza.

—Los tienes en tu mano —dijo con un tono tierno, moviendo mi cabello tras mi oreja—, ¿qué harás?

—Casarme, darle protección a la familia de Niccolo y que se carguen a Giovanni y su padre, me da igual.

—¿No pensaste en los momentos felices con Gio? ¿Lo dejarás morir así como así; tan cruel?

Su tono sonó incluso sincero, como si no hubiera tratado de asfixiarlo ella misma cuando me puso el cuerno.

Vanessa se quedó conmigo todo el mes, incluso ayudó a mi pequeña campaña de matrimonio, a construir la historia de cómo me enamoré del hermano mayor de mi ex al que le tire mierda públicamente por casi cuatro años.

Papá y yo no nos dirigimos la palabra, no quería hacerlo, no lo quería cerca porque aún estaba muy dolida. Bastante dolida. Me trató como una cosa y eso jamás se lo iba a perdonar, un contrato con mi nombre bastaba para considerar lo que me hizo un traficante de humanos o algo por el estilo.

No tengo idea de cómo justificarlo a pesar de que siempre lo hice, siempre busqué excusas para no sentirme como la hija de un asesino, un traficante o de cualquier negocio turbio y poco ético de papá. Quería ser la hija del señor Ruggiero, el pianista que se hizo famoso por sí solo y no tuvo que mantener su estatus con mentiras y sangre.

Ahora lo acepto, pero por un tiempo me negué a esa idea. No quería serlo y cuando me preguntaban sobre mi familia sacaba algún cuento tonto de como murieron en un accidente hasta que papá se enteró por boca de; ¿adivinen quién? Giovanni Cappelli. El único que conocía a papá y el único que podía irle con el chisme de que lo andaba negando.

Recapitulando, fue mi culpa todo lo que pasó con Giovanni por tonta, estúpida e ilusa.
El infeliz se dedico toda la primaria a molestarme con ser hija de un asesino y después recomensar mi tonto cerebro con falso entendimiento por mi situación. Por un tiempo fue como una droga el recibir cientos de insultos para tener un segundo de cariño humano.

Hasta que los insultos se fueron cada día más lejos hasta que difumina el límite de lo que estaba bien y lo que estaba mal, aún así me quedé ahí. Me comprometo con él.

El drama de una actriz y cantante; su novio —y coestrella— con el que estuvo comprometida y después simplemente volteo a otro lado durante otra grabación para enamorarse de otro. Bueno, pues… como persona chismosa obviamente busqué todo el cuento y en una de sus canciones cambió la letra a «algunas veces piensas que estás enamorada. Pero solo estás comprometida».

Exactamente eso me pasó con Giovanni, pensé que estaba en el cielo al comprometerme con él, pensé que él era el hombre de mi vida. En mi mente; ser su esposa reduciría los malos tratos de su parte.

Lo bueno es que caer del cielo no me dolió tanto, ese día fue tan estúpido para no quedarse conmigo y en su lugar ir a revolcarse con otra cerca al restaurante al que fuimos. El acoso por parte de periodistas podría ser un desastre y un estorbo pero ese día servía. Ese día ví la foto de Giovanni entrando a un hotel con alguien que conocía muy bien y todas las sospechas que habían desaparecido cuando me pidió matrimonio regresaron con más fuerza y más ira.
Mis ganas de revolcar a esa tipa no eran por Giovanni, eran para que en su vida se le ocurriera volver a tocar mascota ajena… digo, marido, marido ajeno.

Decidí pensar como una adulta perfectamente funcional y no agarrarla del cabello. Decidí correr con papá y decirle todo. Era una de sus protegidas, como mi hermana y me dolió más esa traición que la del supuesto amor de mi vida. Fue desgarrador, como si te quitarán pellizco a pellizco el alma.
Que te traicione un hombre está bien, ni siquiera importa. ¿Pero una hermana?

Mire a Niccolo, sentado con un computador en las piernas. Sus hombros anchos siendo ajustados por su camisa, su pecho marcado de una forma tan perfecta que parecía sacado de un dibujo pecaminoso; con su postura siempre recta y es rostro pulcro que parecía enojado cuando estaba distraído. Aunque viéndolo bien, cuando golpeó el teclado pareció enojado.

Sonreí, viéndolo restregar su rostro con una expresión de enojo pura. Sus ojos, esos iris castaños me miraron fijamente.

—¿Cuál es el chiste, Violette? Cuéntamelo para reírme también.

—¿Cuál es tu enojo, Niccolo? Cuéntame para ver qué tantas canas verdes te saco.

Sonrió, esa sonrisa amable y juguetona que solo él tenía. Dió unas palmaditas junto a su sofá. Me senté junto a él, colgándose de su hombro para mirar la pantalla y ver una página llena de perritos.

—¿Un calendario? Lamento informarte que estamos en agosto. Un poco tarde para iniciarlo y muy temprano para preparar el siguiente.

—Deberías ir a un show de comedia, es lo único de bajo presupuesto a lo que irías—bajo la página, este hombre no podía ser hermano de Giovanni.

—¿Eres veterinario? —asintió con orgullo— ¿Por qué?

—Ay, Violette. No eres la única a la que Giovanni le ha jodido la vida —dijo con tanta tristeza que me descolgué. Quite mis brazos y coloque mi cabeza sobre sus hombros. Viendo la página en números rojos—. Hace años tenía un Pug, mamá me lo dió y cuando Giovanni quería fingir ser de mi familia… —negó con la cabeza, apoyándola sobre la mía—, lo encontré enterrando su cabeza en el plato de agua.

—¿Lo mató? —pregunté horrorizada.

Niccolo rió.

—¿Viste que tiene una cicatriz en la ceja? —soltó una carcajada— Tome una sombrilla y se la rompí en la cara. Papá estaba tan enojado que me mandó a un internado en Suiza por unos meses y mamá cuido al perro. Después murió, pero fue por una causa respiratoria común en esa especie.

—El infeliz, dijo que fue una perforación mal realizada.

—Le tiene miedo a las agujas, como dato extra; si lo quieres torturar entra con una jeringa y no con un hacha.

—El traje de enfermera sexy que necesita que le metan una aguja no tan puntiaguda y de humano lo guardó para su hermano.

—Eres una vulgar, Violette.

—Santurron.

—Exhibicionista —le di un puño en el brazo.

—Todavía no me desnudo frente a ti, respeta.

—Inicia, de preferencia con el traje de enfermera.

Negué con la cabeza, alejándome de él y volviendo a mi cama, lejos de sus malas mañas y coquetería americana. Malditos americanos.

Volví a tomar el libro en el que estaba antes de sumergirme en Giovanni y atreverme a comprarlo con el pan dulce de Niccolo.

—¿Que Giovanni casi matará a tu perro te volvió veterinario? —ladeo la cabeza.

—Sí y no. Tenía dieciséis y él catorce, me aterró tanto que simplemente pensé en que las personas malas siempre buscan lastimar a los más indefensos porque no podían lastimar a alguien de su nivel o superior, el enfrentamiento y la igualdad de condiciones es lo único que los aterra. Pensé en estudiar psicología para entender mejor porqué lo hizo, pero un mes después estaba en una entrevista diciendo que amaba a su gata y solo pensé en… ¿Qué mierda? No vale la pena entender a este imbécil, siempre van a excusar sus acciones si su poder se los permite. Así que me centré en la parte indefensa, no puedo cuidarlos a todos, pero espero que sí a los suficientes.

—¿No te hicieron prueba de ADN? Lo más profundo que me dijo Giovanni es cuánto me la iba a meter —quedó inmóvil antes de soltar una risa que me hizo sonrojar. Una burla pura—. Olvídalo, imbécil. Si eres su hermano.

—¡No puedes pretender decir esa estupidez y que me quedé callado!

—Tu acento es ridículo —otra risa, comenzaba a irritarme.

—¿A qué viene eso?

—¡A qué tú acento es ridículo!

—Ridicula tu colección de peluches.

—¡Oye, con mis peluches no! Si llegamos a dormir en la misma cama, te asfixiare con uno.

—¿Algo como la asfixia autoerótica?

—Planeaba asfixia de problema marital y terminar presa un día antes que papá me saque y tú muerte quedará impune, pero sí. La asfixia autoerótica es más humillante.

—Deja de seguirme el juego o terminaré encariñado contigo, Vi.

¿Qué se supone que debía responder?

Niccolo se marchó de regreso a estados unidos, aunque era algo temporal su trabajo no podía ser descuidado e incluso dejaría su veterinaria en manos de un amigo mientras se cumple nuestro compromiso, la boda y podíamos volver a nuestras vidas, él en su país y yo aquí, fingiendo tener una relación a distancia.

Pero mientras tanto, ese hombre se había encargado de cautivarme.

¿Amarlo? Jamás, por más que me duela admitirlo, mi corazón seguía con espinas enterradas con el apellido Cappelli.

Pero era un amigo más, era tan lindo y honesto que, mierda. ¿Cómo no acercarme más a él?

Me quedé inmóvil, soltando los cubiertos ante la mirada de papá al darme cuenta que estaba frente a él pensando en Niccolo. ¿Este era su maldito plan?

Por supuesto que este era su maldito plan, no podía confiar en mi padre y tampoco en un extraño como Niccolo.

Me planteo firme, con los hombros atrás, la barbilla en alto y aparte la comida.

—Comenzaremos a planear la boda mañana —solté.

—¿Cuándo será la boda? —papá me miró con algo de lástima. No buscando la oportunidad de disculparse por lo que hizo, más bien buscando una excusa para justificarlo.

—En dos meses, Niccolo estará ocupado con su madre.

—Violette —habló con ternura, con tanta que casi le creí.

Mi voz se endureció y él lo notó.

—Quiero la casa de campo, al menos tendré a Vanessa cerca.

Papá suspiró.

—No, Violette… Un esposo no puede irse a vivir con su esposa; está mal visto. Tu te irás con Niccolo y después, cuando todo se calme podrás irte a dónde quieras —rei, girándose para verlo a la cara y ver ese brillo de arrepentimiento.

—Bien, pero retira el apoyo a Giovanni y su padre. No negocios, no acciones, no nada. Corta todo, que me rueguen por esa protección.

—Hija…

—Hazlo si quieres seguir llamándome así.

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