II •LUKA•




LUKA

El dolor de cabeza posterior a una borrachera no se hace esperar; siempre digo que no volveré a tomar de esa manera y siempre vuelvo con mis resacas. Eso no cambia al parecer por nada del mundo. Al menos la de anoche fue una borrachera a medias, es decir que estaba fuera de mis sentidos, pero aún recuerdo todo lo que pasó... bueno, la gran parte. A decir verdad, no recuerdo muy bien lo que pasó luego de que salimos por la ventana, asumo que Lucy me ayudó a llegar en una pieza y sin rasguños.

Lucy...

Puedo decir que con los días la he aprendido a ver de otra manera, definitivamente reafirmo mi pensamiento de que no es una de tantas, es especial y recuerdo perfectamente que le dije que la quería.

Eso iba en serio.

No estoy profundamente enamorado de ella, pero tengo la clara certeza que de empezar algo, podríamos tener una buena relación; congeniamos bien en la mayoría de aspectos, siento que me entiende y que puede complementarme si así lo desea.

Si la vida fuera un juego de azar, apostaría todas mis fichas a ella.

Cada roce de sus labios me hace sentir pleno y estoy casi seguro de que me corresponde de igual manera porque esa pasión que desprende me hace pensar que yo se la inspiro. El mayor miedo para alguien como yo es el rechazo, pero ella me ha recibido tan bien en su vida con mis defectos y cualidades que estoy seguro de que puedo hacer el intento con ella. Podría funcionar... va a funcionar.

Eso de las declaraciones y las relaciones formales no son mi fuerte, eso es claro, pero haré lo posible por ella. Enamorarla y enamorarme de ella es lo que más anhelo en este momento, poder llamarla mi novia y que todos sepan lo mucho que la quiero.

Sé que lo de Karen pasó hace mucho tiempo, pero de cierta manera no lo olvido. El saber que se burló de mí es algo que jamás se borrará y espero que no se repita nunca en la vida, porque la sensación de traición es horrible. Ella me gustaba muchísimo desde que éramos niños y en ese tiempo que era un idiota e ingenuo, me dejé engañar por su cara bonita. Gran error.

Pero crecí y aprendí.

A pesar de que me encantaría quedarme en la cama con las cortinas cerradas hasta que el dolor se vaya, debo levantarme porque hoy es la feria inter escolar y no puedo darme el lujo de perder la materia por una resaca. Con pasos pesados me meto a la ducha pensando —o más bien perfeccionando— el plan que tengo para Lucy hoy.

Es increíble la manera en que sonrío sólo pensando en ella.

Niego con la cabeza para mí mismo y luego de perfumarme salgo de la casa, no sin antes despedirme de Nani y de Mateo. A ella no le importa que salga los fines de semana, ella es de la filosofía: «Si te sabes cuidar, disfruta», y sí, no habla solo de seguridad e integridad física.

Se suponía que debía llegar como a las once para decorar un par de mesas, pero por razones obvias estoy llegando casi a las dos. Una ventaja de ser popular es que los tontos como el chico encargado de todo no son capaces de recriminarme nada, así que al encontrarme con él solo me da una ligera mirada de reproche, la cual ignoro a propósito, principalmente porque ese fue el imbécil —según Luciana— que esparció el rumor de que ella era lesbiana.

El lugar es enorme y hay demasiada gente; además de los estudiantes de ambas preparatorias, están los familiares y amigos, pues es un evento abierto de recaudación de fondos. Veo puestos de venta de dulces, de camisetas, una caseta donde te adivinan la suerte, perros calientes e incluso hay tiro al blanco con globos de agua donde el blanco es un desafortunado estudiante al que le gusta colaborar con su colegio. Debe ser un idiota para dejarse mojar de esa manera.

Caminados unos metros, me encuentro a Gabriel que está comiendo un algodón de azúcar mientras mira el puesto del tiro al blanco. No nota mi presencia hasta que llego y le toco el hombro.

—Hola.

—Pensé que ya no vendrías.

—Y no iba a venir —afirmo—. Tengo un dolor de cabeza enorme y quiero acostarme.

—Resaca, ¿eh? Quizás algún día aprendas a solo salir cuando no tienes responsabilidades al otro día. ¿Cómo te fue con Luciana?

—Súper —contesto, sonriente—. De hecho, por ella es que vine realmente.

—Pensé que te interesaba no perder la materia.

—También, pero quiero verla. —Al ver que su mirada sigue fija al frente, aun cuando está hablándome, curioseo—: ¿Qué tanto miras?

—Nada importante.

—Yo también creí que era muy idiota por dejarse mojar —digo, sabiendo que eso es lo que observa. El chico de cabello oscuro está mojado hasta los pies por todos los globos que le lanzan y hay una rubia en el puesto cobrando el derecho a tiro y animando a todos a participar. Ella me parece familiar, pero no la ubico fácilmente—. O quizás intenta ganar puntos con esa chica. No veo más razones.

—Yo le apuesto a la opción de que es idiota. —Suelta una risita sin dejar de mirarlos—. Deberías ir y lanzarle un par de globitos.

—Es tentador... pero no, tengo otra cosa qué hacer. Te veo al rato.

Gabriel asiente y se queda en su lugar. Luego de dar una vuelta ligera por todo el lugar sin encontrar a Lucy, me acerco al encargado para preguntar dónde la puso a colaborar.

—Oye... como te llames, ¿dónde pusiste a Luciana? La pelirroja. —El chico agacha la cabeza, ¿avergonzado? Ni que le hubiera echado un piropo.

—Está en el puesto de besos —susurra y casi no lo puedo escuchar, pero sí lo suficiente para entender.

Bien, eso me desagrada bastante, pero es una especie de beneficencia y además esos puestos valen para picos rápidos o besos en la mejilla. Y en teoría, Lucy no es nada mío así que no puedo decir nada aún.

—¿Dónde queda? —Levanta su flacucho dedo y apunta dos carpas rojas que tienen la entrada por el otro lado. Con razón no las vi.

Me alejo sin agradecer a paso rápido para ver a mi pelirroja; no me interesa si me toca pagar, sus labios lo valen. Estando a un par de metros de las carpas, una mano pequeña me agarra el hombro. Es Katherine. Resoplo internamente, preparándome para sus profundas charlas.

—Hola, bombón —saluda coqueta.

—Te he dicho que me digas Luka —espeto.

Katherine es muy linda, eso no lo niego, y en su momento me divertí demasiado con ella, pero no le llega ni a los talones a Lucy ni en aspecto ni en personalidad. Si bien he intentado alejarme de ella lo más posible, parece un maldito chicle que piensa que aún la quiero a mi lado. Si las chicas se enamoran de mí luego de estar conmigo no es mi culpa, pero ellas insisten en que tengo que corresponder el sentimiento; es otra cosa que me gusta de Lucy: nunca me ha presionado para que le diga qué siento por ella.

—Que delicado —dice en un susurro que pretende ser seductor y no lo consigue—. ¿Cómo va nuestro asunto, Luka? —Muerde su labio y se acerca a besarme. Elevo la cara para que no llegue y sus labios atinan a mi mentón.

—Estoy fuera, Kathe —respondo y retiro sus manos que ya iban por mis brazos—. No más con eso.

—Eso no acaba, lindura —exclama—. Una apuesta es una apuesta. ¿Ya casi te acuestas con ella? No dudo que sí, eres demasiado irresistible. —Aprieto la mandíbula ante su insistencia.

—Dije que salgo, Kathe. No lo vale —afirmo. Ella bufa.

—¿Qué más quieres? ¿Dinero? —ofrece—. Sabes que podemos dártelo también, los del equipo no escatiman en poner un poco cada uno para darte lo que pidas...

—No, Kathe. Quiero decir que no lo vale, nada lo vale —aclaro—. No más apuestas, Lucy no es como las demás.

—Claro que es igual a las demás, Luka. Apostaste su dignidad, ¿recuerdas? O es que... —Abre mucho los ojos y sonríe con burla. Desvío la mirada—. ¡No! ¿Te enamoraste de ella? —Una carcajada irrumpe desde el fondo de su garganta.

—¿Celosa de que no seas tú? —contraataco. Su gesto se transforma y se balancea entre el enojo y la rabia inmensa.

—No compares a esa estúpida conmigo.

—Es una ofensa para ella que la compare contigo.

—¿Qué hace que la prefieras a ella?

Ruedo los ojos con fastidio y ella aprieta la mandíbula, furiosa.

El primer día de preparatoria cuando que Lucy llegó, cuando no imaginaba quién era y todo lo que llevaba consigo, seguí el juego de Katherine. No más bajarse ese día del bus, Kathe llegó a mi lado a traspasar saliva conmigo: ella fue mi pareja de las semanas de vacaciones y hasta ese momento seguía siendo la chica con la que salía como tal, siempre en la informalidad, pero ella nunca entendió eso.

No sé el motivo por el que ella odia a Lucy desde ese primer día, jamás lo pregunté ni le vi sentido. Esa misma mañana me señalo con la mano a la chica de cabello rojo encendido que hablaba con Penélope y que acababa de bajar de su mismo autobús, probablemente se estaba presentando —a Penélope no le gusta eso de comité del bienvenida, pero por algún motivo está en él—. La chica señalada tenía unos grandes lentes, una ropa horrenda y un maletín antiquísimo, en otras palabras: era blanco fácil, así que el tópico salió casi sin pedirlo, solo hacía falta mirarla y tener la mente malvada.

Kathe dijo —con el apoyo de los del equipo de fútbol, amigos cercanos de ella— que me daría una consola nueva si la enamoraba y luego la botaba en público. Acepté sin chistar, era una victoria fácil y posiblemente otra con quién divertirme, así que ¿por qué no? Fui grosero con ella —como hago con todas las nuevas que me interesan— esperando que luego se sintiera afortunada de mis disculpas; pero ese día en la clase de física, aparte de que la profesora la agarró contra mí, la supuesta nerd me negó su colaboración en los trabajos.

Sobra aclarar que eso me sorprendió, ninguna persona me había hablado de la manera que ella lo hizo y ni siquiera titubeó al hacerlo. No niego que eso me cautivó en primer lugar, algo de masoquista no me sobra. Luego al otro día en clase de educación física se quitó su asquerosa blusa y Dios sabe que todo en el cuerpo se me alborotó al verla, ese tatuaje que tiene en la espalda me encendió y sus piernas, sus brazos, su trasero, su pecho... toda ella era sexy y entonces la apuesta tomó otros rumbos para mí.

Pero me rechazó, lo que me hizo desearla más. Me hacía creer a mí mismo —y a Katherine y a los demás implicados— que mis muchos intentos por conseguir salir con ella eran para no perder la apuesta, pero en un pequeño rincón de la mente, sabía que no era así, que era por ella y por el fruto prohibido que representaba al negarse a mí con tanta vehemencia —pero al mismo tiempo seguirme la corriente—.

Cuando salimos al parque y la mala suerte me pegó de lleno, lo vi de cierta manera como mal presagio de andar con ella, pero cuando el chico en la noria le coqueteó y me vi a mi mismo algo celoso, supe que me gustaba en serio.

Lo de la ruptura con Katherine luego de esa clase de gimnasia no fue premeditado, fue algo real porque ya tenía toda mi atención en Luciana y Kathe me estaba sacando de quicio con su intensidad; eso la enfureció. No me importó en su momento, no era la primera mujer que se ponía así conmigo luego de terminar con ella.

No obstante, la apuesta seguía en pie y al querer ocultarme esos sentimientos a mí mismo por temor a estrellarme de nuevo, seguí a consciencia con el plan original. Decidí que de alguna manera la llevaría a la cama en San Valentín —faltaban muchos días entonces, pero Lucy era difícil— y cobraría mi apuesta. Entonces, cuando hicimos el trabajo de física en su casa y nos dimos ese primer beso apasionado, sus labios se volvieron una adicción y me dije que esto iba a más de una consola, y que sí, me había prendido de una manera inigualable, pero que quería más que eso. Cuando la llevé al arroyo, fue tan de repente que fue más perfecto aún y si bien era el momento de terminar todo, decidí no hacerlo y mentirle —o más bien omitirle— a Kathe y decirle que aún no habíamos llegado a eso con Lucy.

Pasaron los días y estaba tan cómodo con Lucy que olvidé todo el tema de la apuesta para bien o para mal, decidí no seguirla y solo dejar que las cosas fluyeran. Creí que los demás olvidarían todo el asunto, pero la rubia fastidiosa siguió insistiendo y yo seguí dándole largas. No le he dicho la verdad sobre mi estado con Lucy, precisamente por evitar esas burlas innecesarias, aunque llegados a este punto, a hoy más específicamente, me da igual lo que ella o cualquier idiota puedan decir.

—No es asunto tuyo, Katherine.

—No pensarás en serio tener una relación con esa zorra, ¿o sí? —espeta. Si bien ese comentario me parece sumamente ofensivo, no planeo discutir con una mujer por otra mujer. Guardo la calma y respondo tranquilamente:

—Zorra es una palabra muy grande, corazón, y solo queda en cabezas rubias como la tuya. —Aprieta los puños. Creo que llegó el momento de irme—. La apuesta cae, Katherine. Punto.

La dejo con la palabra en la boca y camino de nuevo a mi destino. Rodeo las carpas y veo a lo lejos la mata de cabello rojo sentada en una silla alta, está frente a un nerd de lentes gruesos que está colorado por su presencia, sonrío y veo como ella le da un sonoro beso en la mejilla haciendo que el pobre casi hiperventile. Ella es tan segura de sí misma que me fascina.

El chico sale del intento de carpa —pues solo tiene pared interior, dos muy pequeñas laterales y techo, por eso los puedo ver aún a esta distancia— con una sonrisa boba y sigue otro chico alto y de cabello negro. Se sonríen y se saludan con familiaridad, entonces él se inclina y la toma por la mejilla para besarla en los labios​. Frunzo el entrecejo al ver que pasan varios segundos y no se separan, mantienen la informalidad de estar algo alejados, ella sentada y él de pie, pero el contacto se prolonga por más de lo que debería.

Bien, sí, muero de celos, pero he aprendido a disimularlos —o eso creo— así que sigo caminando hacia ellos sin apresurar el paso más de lo normal esperando a que se separen, mas no lo hacen. Al estar lo bastante cerca, veo que el que está controlando la entrada y salida del puesto es el imbécil de su amigo que nos acompañó ayer a La Purga. ¿Qué hace ahí si ni siquiera estudia en la ciudad? Al verme su expresión endurece, pero la controla a tiempo para dirigirme la palabra.

—Bienvenido, ¿compras un turno? —Muestra varios tiquetes de colores en sus manos y sonríe.

—Pensé que eras de otra ciudad —farfullo.

Ambos compartimos la sonrisa más forzada del lugar, él sabe que no me agrada y es claro que tampoco yo a él. Y, aunque me ha quedado claro que solo es un buen amigo de Lucy, no lo tolero. Solo pensar que duerme con ella... no, es desagradable.

—El encargado se sintió mal y me gusta colaborar.

—Claro —omitiendo su reproche, llego hasta Lucy justo cuando se separa del chico.

—Luka... —exclama con sorpresa.

Su rostro muestra un poco de preocupación, supongo que cree que estoy enojado por lo del puesto de besos, pero realmente no es tan importante. Me acerco y le dejo un beso en la mejilla, ella se mantiene quieta en su lugar. Al separarme le acaricio el mentón y veo con ternura sus hermosos ojos cafés. El chico al que besaba sigue allí de pie y mira con rostro neutro; está sonrojado, lo cual es raro, pero recuerdo que acaba de besar a Lucy y noto que es normal. Pero no se va —como debería—, entonces Lucy habla dirigiéndose a él.

—Él es Luka... —musita bajito. Sonrío al chico que debe ser de la otra preparatoria porque jamás lo había visto. Estiro mi mano y él sonríe también para estrecharla—. Luka Greisnar.

—Hola, ¿estudias con Luciana? —pregunta él, con una voz suave pero gruesa.

—Bueno, sí —respondo y la tomo de la mano para que se ponga de pie; pongo mi mano en su cintura, haciendo que se separe un poco de él—, pero estamos saliendo.

El chico agacha la cabeza un segundo, supongo que avergonzado por estarla besando hace un par de segundos sin saber de nosotros, y luego levanta la vista sonriente y algo sonrojado.

—Eres afortunado —comenta y afianzo mi agarre, dejo otro beso en la mejilla de Lucy—. Lamento lo del beso...

—Lo sé, el más afortunado. —Sonrío sinceramente y me dirijo de nuevo a él—. Y no te preocupes, esto es un puesto de besos, es casi lógico. —El chico suelta una risa y asiente en acuerdo conmigo—. ¿Tú eres?

—Él es... —dice Lucy, pero es interrumpida por él.

—Tobías, su vecino —se presenta—. Sólo su vecino. Estudio en Midwest y vine a colaborar.

Por eso la familiaridad de su saludo, son vecinos. Giro un segundo a Lucy y está algo pálida, mira a Tobías fijamente pero no le dice nada, está en una especie de shock de bochorno; tengo que decirle que no estoy molesto. Tobías carraspea y se dispone a salir de la carpa.

—Bueno, cuídala mucho —me dice.

—Lo hago.

—Debo irme —exclama, ya a un par de metros de nosotros, mira a Lucy y agrega—: Adiós, vecina.

—Adiós —digo.

—Fue un gusto conocerte, Luka y... —Mira tras de sí— hay fila para un beso, parece que ella atrae al público; quédate pendiente de que no se propasen —bromea.

Río y lo veo alejarse con las manos en sus bolsillos.



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