Capítulo 9
En gimnasia coincido con Totó..., con las dos zorras y con el Halcón. También con Ramón, pero él anda en su mundo. Ingreso al gimnasio con mi ropa de abuelita; todas las demás están en ropa deportiva: camiseta y pantaloneta. Aunque lo que la rubia lleva, apenas y llega a tapaculos. Dudo que sea válido como uniforme. El maestro me mira y rueda los ojos al cielo en gesto de impaciencia.
—Señorita —dice, enojado—. Esto es gimnasia, no puede correr en falda y con ese... buso tan grande se va a acalorar.
Me encojo de hombros y agacho un poco la cabeza.
—¿Es necesario cambiarse?
—Lo acabo de decir —espeta. Los demás ríen. Me acerco a él como si fuera a decirle algo privado, él se me adelanta—. No me va a salir con la excusa de la regla. Eso es irrelevante en mi clase, existen los tampones.
Un hombre sin pelos en la lengua... aunque algo desinformado. En fin, ese no es el punto.
—No es eso —susurro—, es que debajo solo tengo una blusa de tirantes.
—¿Le tapa el busto y gran parte de la espalda?
—Sí, pero...
—Es suficiente. Tiene dos minutos para cambiarse.
—Apuesto a que está peluda por todas partes. —Escucho que dice en voz alta Katherine, haciendo que todos me miren y rían.
Fingiendo indignación y con cara de tragedia, salgo del gimnasio hacia los vestidores. Aquí sí hay casilleros, bueno, pequeños espacios que son un intento de casilleros, con el espacio justo para dos prendas de ropa y quizás un bolso pequeño. Me quito rápidamente la falda y quedo en mi pantaloneta que, si bien no es muy larga, tapa lo debido y un poco más, dejando ver mis piernas —que no es por nada, pero son bonitas—. También me quito el buso y acomodo mi blusita azul cielo, recojo mi cabello en una coleta alta y me observo al espejo.
El azul contrasta bonito con mi cabello rojo y se me nota en la espalda mi —no tan sutil— tatuaje de una sirena. Salí hace unos diez meses con un tatuador y pues... tatuaje gratis no se puede rechazar; era parte de su estrategia coqueta conmigo, no funcionó demasiado, pero igual no iba a rechazarlo. Mi madre casi me lo arranca con la esponja de lavar losa cuando lo descubrió, dolieron más sus reprimendas que los pinchazos de la aguja, pero terminó por aceptarlo (no podía hacer más). En cuanto a papá, solo dijo:
—Cuando cometas un crimen, te pueden capturar más rápido por ese dibujo.
Qué ternura.
Me miro una última vez y me preparo para salir. Este sería el momento de salir como toda una diva levantando el trasero y meneando las caderas, pero como estoy de encubierto —metafóricamente hablando—, salgo con las manos una agarrada con la otra y mirando el suelo. Por el rabillo del ojo veo a Totó que sonríe y a Ramón que, como cosa rara, está a punto de sufrir de algo.
Al maestro le vale cinco mi entrada no tan triunfal, pero para mí es un gran paso. Nos pone a trotar alrededor de la estancia y él se sienta a mirar una revista. Jamás en mi vida he visto a un maestro corriendo con sus estudiantes, ¿dónde está lo de: "del ejemplo se aprende mejor" y todo eso?
Corremos sin orden alguno y siento que alguien llega a mi nivel, es Luka. No sonrías aún, Luciana. Aún no cantamos victoria. Volteo mi cabeza y lo miro por un instante.
—Hola, Luciana. —Sonríe.
Giro mi vista de nuevo al frente, eso no es actuación; es que, si no miro, corro el riesgo de caerme y partirme la cara. No, gracias.
—¿Que no era «nerd»? —replico, con un poco de falta de aire.
—Sí, sobre eso... lo siento por ser tan grosero.
Ya está un poco jadeante por el ejercicio y le cuesta decir aquello.
Picó el anzuelo, Roberta, empecemos a actuar.
—Oh, no importa. —Muevo mi mano, restándole importancia.
—No, en serio lo siento... yo no...
—No, en serio, no me importa —interrumpo y lo miro, su cara es un poema. No reírse, Luciana, no reírse.
—Pensé que tal vez te había molestado —continúa—. Pero yo no suelo ser así de grosero, es que tenía un mal día y...
—No fue así —corté—. No te ofendas, pero no eres nadie para mí y, por lo tanto, no me molesta lo que digas. —Sonrío angelicalmente.
—No hace falta ser tan grosera —susurra en algo que pretende sonar divertido, pero no suena sino con sorpresa—. Lamento si empezamos con el pie...
—Si a mí no me molesta lo que tú digas, no debe importarte lo que yo digo, ¿no te parece? —Paro un momento, deteniendo su paso también y le toco un hombro—. Soy solo una nerd, no me prestes atención.
Abre la boca ligeramente pero no dice nada. Acelero el paso y lo pierdo de vista —bueno, no literalmente porque corremos en círculo y todos nos vemos con todos—, noto que la rubia se le acerca y le susurra cosas que no entiendo.
—Bien hecho, Pinky —murmura Totó, durante un segundo que pasa a mi lado.
Me detengo un segundo para que Ramón me alcance y cuando lo hace, empiezo a trotar a su ritmo.
—Hola, Ramón. —Puedo deducir de lo poco que lo conozco que su sistema circulatorio funciona de puta madre, porque esos tonos que alcanza su rostro no serían posibles de no ser así.
—Hola, Lucy.
Gira un momento y su mirada —sé que sin querer— se desvía a mi pecho, así que devuelve la vista al frente de inmediato y le da un ataque de tos. Nos detenemos.
—Por Dios, ¿estás bien? —Trato de estar lo más seria posible, pero la escena es muy cómica. Parece un pececito con miopía fuera del agua y sus lentes se empañan.
—Sí, sí, bien.
—Solo quería pedirte si me puedo sentar contigo en el autobús hoy. —Abre mucho sus ojos, no sé si por mi petición o porque sigue boqueando por aire—. Tu amigo Thomas me inquieta.
Su rubor no merma, pero su gesto sí se transforma en uno sonriente.
—Te guardaré el lugar entonces —susurra.
Como a Roberta no se le ocurrió otra cosa además de poner en duda mi orientación sexual, llegué a la conclusión de que lo más lógico es evitar a Thomas por ahora. En beneficio de él también, creo que no estará muy cómodo en mi presencia, no digo que sea homofóbico, pero su mirada me dijo mucho.
No soy lesbiana, pero si lo fuera, no hablaría con quién me mira de esa manera.
Entramos a los vestidores de nuevo, me pongo mis lentes y mi falda. Las dos chicas hermosas, Katherine y Penélope, me dedican la peor mirada que poseen. Bajo la vista a mis pies y las ignoro, entonces la rubia habla:
—¿Qué pretendes? —escupe las palabras. Literalmente las escupe, paso un dedo por mis lentes limpiando su saliva.
—No pretendo nada —susurro. La engreída se pone enfrente mío y me hace mirarla a los ojos.
—¿A quién quieres impresionar, asquerosa nerd?
Paciencia acabándose, 20%
—A nadie, no sé qué...
—¿Piensas que Luka se fijaría en ti? ¿O alguien en realidad? No seas ilusa.
Paciencia acabándose, 15%.
Vámonos, Roberta.
El lugar se empieza a desocupar paulatinamente cuando las demás cobardes ven que la reina está causando problemas. Supongo que prefieren estar lejos de su furia, solo Totó se hace la desentendida maquillándose a unos metros de nosotras. Rodeo al dúo dinámico y me dispongo a salir, pero la rubia me agarra de la muñeca.
Paciencia acabándose, 10%
—No me toques.
Respiro fuertemente y de ser una caricatura estaría echando humo por la nariz porque la sangre me hierve por dentro. La imbécil me agarra más duro y se acerca a mi oído.
—¿O qué?
Paciencia agotada, Roberta, ¿que procede?
Mándala a la mierda, nadie está mirando, Luciana.
Con la otra mano tomo la suya con la que me tiene agarrada y le entierro mis uñas nada cortas. Antes de que reaccione la giro y la dejo de espaldas a mí, la empotro contra la pared y le halo el brazo hacia atrás a la vez que le halo el cabello con la mano libre. La Barbie de Toy'story tiene los ojos tan abiertos como puede y no se mueve. Totó mira tratando de ser indiferente, pero una sonrisa se asoma en su rostro. Haber salido con un experto en defensa personal tiene sus ventajas y aprendí un par de movimientos con él sobre cómo someter a un atacante. Dudo que me funcionen si el atacante es más grande que yo o está oscuro, pero acá está de día y la enemiga es una persona más pequeña que yo y que no se esperaba mi respuesta.
La rubia jadea y trata —sin éxito— de soltarse. Hago lo mismo que ella y me acerco a su oído.
—Solo lo diré una vez más —amenaz..., es decir, advierto—. Mis problemas no son contigo, no me toques. ¿Queda claro? —No dice nada y halo su cabello un poco más, ella resopla—. ¿Sí?
—Me las pagarás —balbucea.
—Lo tomaré como un sí.
La suelto y la observo por unos segundos, ella me mira con odio. Espero que intente hacer algo, pero al ver que se queda estática, salgo. Totó al ver que la he soltado, ha salido del lugar, así que ya va un par de pasos adelante. No volteo ni una vez más para mirar a la rubia. En estos momentos la adrenalina sí recorre mi cuerpo, me siento viva, enérgica y olvido que solo me puse mi falda y sigo con la blusita.
Con razón nos miran más de lo normal, Roberta.
Solo ponte la tienda de campaña que se hace llamar camisa.
La saco de mi maletín y me la coloco mientras camino, cuando termino de acomodarme, levanto la cara y me encuentro con la mirada del Halcón. De nuevo al plan.
—Hola de nuevo. —Sonríe y me guiña un ojo. Imbécil.
—Hola.
—Oye, crees que podríamos... —Esto fue fácil.
Hecho #532 de los hombres (adolescentes): solo tienen tres neuronas: una para todo lo que emprende la vida —comer, dormir, bañarse, etc...—, una para los estudios y la otra es controlada por su miembro colgante y es la que usan en momentos como estos.
—No, gracias —interrumpo. Sigo caminando y claro, él me sigue.
—Hey, hey. —Me toma por el hombro y sonríe de lado, guiña un ojo de nuevo—. No te vayas.
—Escucha —Si la zorra me atacó y técnicamente ellos son pareja, puedo sacar provecho de eso—, no quiero problemas con tu novia, recién me atacó en los vestidores y me amenazó. —Todo me sale en voz baja y mirando a mi alrededor como si de verdad me asustara y la paranoia me consumiera.
—Ella y yo no somos nada. —Es tan típico, Roberta, te dije que sería fácil—. Me interesas tú.
¿Really, nigga?
—De verdad no quiero problemas con ella y... —Me guiña el ojo de nuevo—. ¿Tienes un puto tick nervioso o qué?
Quita la sonrisa de forma inmediata y mira a sus lados como si temiera que alguien lo viera o escuchara mi reclamo. En otras circunstancias me habría reído de esto, pero acabo de alterarme y salirme del papel diciendo una palabrota.
—Lo siento. —Me disculpo e invoco una lágrima de cocodrilo—. Solo estoy alterada por la amenaza de tu novia.
Me alejo de él casi corriendo y veo venir al dúo dinámico, le sonrío a la rubia y acomodo sutilmente mi cabello, veo que aprieta la mandíbula, pero no dice nada y sigue de largo. Aún quedan dos horas más de clase, pero hoy, para ser un mísero martes y mi segundo día en este lugar, ha sido un día grandioso.
Tengo la necesidad de hablar con alguien, y por alguien me refiero a Totó. Me meto en uno de los cuartos de limpieza y saco mi celular.
Totó, ¿dónde estás?
Visto. Dos, tres minutos.
Escribiendo...
Anotando chisme, te cuento en la tarde. Pinky, el Halcón ha picado, ya no hay vuelta atrás. Cambio y fuera.
Eso me saca una verdadera sonrisa, no sé qué estará viendo ella en este momento, pero algo me dice que tiene que ver con la rubia de ojos claros. Entonces la señora de la limpieza entra y salgo por un lado antes de que pregunte qué diantres hago aquí.
A la salida me encuentro a Annie.
—Hola.
—¡Lucy! —Está más emocionada que ayer y eso francamente me inquieta—. ¿Cómo es eso de que saldrás con Luka?
Su pregunta, si bien es acusatoria, tiene más un tono de incredulidad y de burla que de otra cosa.
—¡¿Qué?! —chillo— Eso no es cierto, ¿de dónde sacaste eso?
—Recién Luka y Katherine pelearon en un pasillo, algo de que él iba a salir contigo y por eso la terminaba. Él la estaba acusando de algo... Solo lo escuché de alguien más, yo no estuve.
Wow, los chismes se esparcen más rápido que el olor a quemado cuando no le apago al arroz en casa.
—Pues no es cierto...
—Lucy, cuenta conmigo.
Alerta, Roberta. ¡Nos descubren!
¡Actúa natural! ¡No levantes el pico, pendeja!
—No sé de qué hablas.
—Yo también estaba en los vestidores, Lucy —confiesa. Roberta y yo nos callamos—. Y sé que te invitó a salir, lo que no sabía era que lo habías rechazado. —Pone una mano en su barbilla y susurra para sí misma—: Así que de eso es de lo que Luka acusaba a Kathe... —Se acerca un poco más y me mira directo a los ojos—. Algo tramas, no sé qué es, pero sé que eres más astuta de lo que muestras... Si no me quieres incluir, bien, no le diré a nadie sobre nada. Pero si es para hundir a Luka en cualquier momento, cuenta conmigo.
Me sonríe y se va.
Las veces que alguna persona me deja sin palabras son contadas y ella lo acaba de hacer. No sé cómo sentirme al respecto, pero sí estoy segura de que me alegra ese apoyo. Una más a bordo, no por ahora, pero ya hablaré con Totó por si es necesaria otra pieza en este juego. Es bueno saber que se tienen posibles aliados.
Esto, definitivamente no me lo esperaba.
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