Capítulo 8
Agradecida de que ya sea la hora del almuerzo porque ya me estoy muriendo de hambre, me encamino al comedor. Es grande y las mesas están repartidas con los diferentes tipos de gente y... no, en realidad no es así, las películas nos engañan.
En realidad, es una pequeña cafetería con seis mesas a su alrededor donde la gente está atiborrada y todos buscan un sitio para hacerse cómodamente. La mayoría compra y sale, acá no hay cómo estar bien ubicado.
Me pongo en la fila y busco mi dinero en el maletín, una chica delante se gira y me mira de reojo. Es de cabello castaño, bajita nivel minion y trae una trenza.
—Hola —saludo al notar que no deja de mirarme.
—Hola. —Me sonríe—. Eres nueva, ¿verdad? —Asiento—. Me gusta tu cabello.
—Gracias. —Paso mi mano involuntariamente por un mechón de mi cabello—. Tu trenza me gusta.
—Gracias, soy Annie, por cierto. ¿Cómo te ha ido el primer día?
—Exceptuando a la rubia del bus y a mi compañero de física, no tan mal. —Resoplo y ella ríe.
—Eres la compañera de Luka, ¿cierto? —La pregunta se dibuja en mi rostro, pero ella responde antes de que la haga—. Él es el más popular y las noticias vuelan. Por los pasillos se escucha que «una pelirroja nueva es la compañera impuesta de Luka y que la maestra lo humilló en clase» y eres la única pelirroja nueva, así que...
—Eso es cierto —afirmo—. Y soy Luciana, por cierto —repito sus palabras.
Llega nuestro turno y compro un sándwich cuyo pan se ve de dudosa procedencia y un jugo embotellado —porque no me arriesgaré a tomar algo que preparen acá—. Annie compra unas galletas y una botella de té frío.
Pagamos y caminamos juntas hacia afuera, al menos el instituto tiene un gran campo en la parte trasera que está lleno de césped y luce más cómodo que las sillas metálicas llenas de gente que no conozco.
—¿Tú conoces a Luka? —cuestiono, ella agacha la cabeza con vergüenza en su rostro—. ¿Saliste con él?
—Algo así —musita—. Más bien me engañó para ganar una botella de whisky que el equipo le prometió si me enganchaba.
—Por lo que he oído es un idiota. —No puedo revelarle todo lo que sé, pero esta chica es otra víctima, tal vez pueda ayudar en algún momento.
—Lo es —confirma—. Todos sabemos que es un mujeriego mentiroso, pero tiene sus encantos y... tiene su manera de hacerte sentir especial. Por fortuna solo salimos un par de veces y no llegué a enamorarme locamente, pero igual se siente feo.
—Quizás alguien algún día le dé una lección —exclamo. Ella bufa.
—Como vas a trabajar con él, solo te recomiendo que te cuides —aconseja—. Él sabe aprovecharse de la inocencia de las chicas.
Yo vendí mi inocencia para comprar libros, pero ella no debe saber eso.
—Me dejó claro que no le agrado.
—Es parte de su plan. —¿Queeee?—. Siempre que hay una chica nueva, finge que no le agrada o es grosero. La chica eventualmente sabrá que él es popular y se sentirá mal, entonces él vendrá con su sonrisa encantadora a disculparse, la chica se sonrojará, estará encantada y el resto ya lo imaginas.
—Oh.
¿Así que es parte de su juego? Con esta información será más sencillo todo. Debo preguntarle a Totó por qué no me lo había dicho. Aunque sí le daré crédito al Halcón por su inteligencia para todo esto, jugar con la autoestima de las demás estando a favor su aspecto y popularidad es casi un plan de un genio. Un genio cretino, imbécil y perro, pero un genio.
¡Qué truco más barato! Pero me sirve...
Esto es genial, a nadie le sale mejor ese juego de confundir a los demás que a mí, ¿hacerse el tierno después del patán? Yo también sé hacerlo y mejor aún, a la inversa.
Hablamos con Annie de las clases y me aconseja cómo llevar a ciertos maestros, también está en último año, pero hasta el momento no hemos coincidido aún en ninguna clase. Me despido y voy a mi siguiente clase: Química. Nada interesante qué reportar de allí, excepto que esa clase la comparto con la zorra uno alias la rubia ilusa.
El timbre suena anunciando la salida y me encamino al bus, en el trayecto encuentro a Ramón, quien me sonríe y luego me ignora. Me siento a su lado sin decir nada, parece ser de esos amigos de pocas palabras.
Al bajarme de la ruta luego de compartir un saludo amable con Ramón y una ignorada a propósito de parte de la rubia, voy hacia la casa de Totó, tomando un camino un poco más largo. Al llegar, la espero en el patio trasero, pues ella se baja después que yo.
—Entra, Pinky —dice, una vez se acerca a mí—. ¡Hola, mamá! Llegamos —grita hacia el piso superior.
Nada más entrar, me desparramo en su cama y me quito los zapatos horribles, sintiendo el peso del día en cada dedo de mis pies.
—¿Cómo te acabó de ir? —inquiere.
—¿Cómo es eso de que Luka finge hostilidad con las nuevas? —pregunto de inmediato. Ella suspira—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Eso es sólo un rumor —explica—, y la verdad no lo había tenido en cuenta. ¿Quién te lo dijo?
—Una chica llamada Annie. La encontré en el receso y creo que es otra víctima del Halcón.
—Sí —confirma—. Salieron hace unos seis meses, el Halcón la conquistó y luego extendió el rumor de que ella tenía una enfermedad pese a que ni siquiera se acostaron... Todos sabemos que es mentira y a Annie no le incomoda, pero chicas como Katherine y Penélope se siguen burlando de esas cosas.
—Ellas también están buscando una lección. —Sonrío de lado—. Ya pensaremos en algo.
Me suelto el cabello y me pongo mi hermosa ropa de nuevo, salgo de su casa y en unos minutos llego a la mía. Del otro lado y caminando hacia mí —más bien hacia su casa—, viene Tobías con un uniforme marrón de colegio. Muevo mi mano sobre mi cabeza para llamar su atención, al verme sonríe y saluda también. Llego hasta él en mi bicicleta.
—Lindo uniforme —halago y lo miro de pies a cabeza. Se sonroja y susurra un «gracias»—. ¿Cómo estás?
Le toma tanto dar una respuesta que creo que dirá muchas cosas, pero se limita a:
—Bastante bien. —Sí, el chico no es lo máximo sacando conversación—. Linda bicicleta, ¿qué tal tu primer día?
—Ya odio a un par de zorras —respondo sonriente—. Pero bien.
Tobías asiente y mira un momento en todas direcciones, supongo que no sabe qué más decir.
—¿Ya ordenaron el cobertizo?
Eso es definitivamente no saber qué decir e intentar romper el hielo a como dé lugar.
—Creo que papá lo hizo. —Carraspeo y me dispongo a entrar—. Nos vemos después.
—Claro, adiós Lucy.
¿Cómo es posible que alguien con ese cuerpo no pueda sacar un buen tema de conversación? Es muy irónico.
Ingreso a la casa y almuerzo lo que mamá considera saludable —que los humanos conocemos como brócoli—, luego de tragar con dificultad la cosa verde que osa llamarse comida, voy a mi habitación a hacer la única tarea que me dejaron, la de Inglés. ¿No puede esa señora ser una maestra normal enseñando el verbo to be con una grabadora?
Cerca de las ocho me pongo el pijama con la intención de acostarme temprano como toda una abuelita. El plan de mañana es sencillo, en gimnasia me quitaré tímidamente mi camisa ancha —para estar más cómoda— y luciré un poco los dotes que Dios me dio. Si Luka quiere jugar al indiferente, que lo haga con la idea de que hace mal en rechazarme.
Por lo que podría llamarse un impulso involuntario, me asomo a mi ventana y ¡oh! allí está Tobías y como tiene las manos en la parte baja de su camiseta, asumo que está por cambiarse... sonrío de anticipación, pero al parecer hoy va a revisar primero la cortina así que se gira y cuando noto que mi luz está encendida ya me ha visto.
Me río, y de manera natural sacudo la mano en un saludo. Ya me vio, ya no gano nada ocultándome; solo que tal vez ya no se cambie con la cortina abierta nunca más. Eso me pasa por boba y por no apagar la luz.
Sonríe y con su mano me dice que espere, se pierde de mi vista un momento y se asoma de nuevo con una hoja en sus manos con un mensaje escrito. Ustedes dirán «awwww, que romántico», pero la verdad es de noche y no se ve un huevo lo que dice, entrecierro los ojos (lo más útil cuando no se ve nada) y no.
Río por su gesto, eso es tan... cursi y yo soy tan... no cursi. Sin embargo, busco un papel grande también y anoto con marcador mi número, lo pongo en la ventana y con la linterna de mi celular lo enfoco para que lo vea. Lo anota y cierra la cortina, a los cinco minutos me llega un mensaje.
¿Me estabas espiando?
Sí. Pero no vamos a decirle eso, Roberta.
Me río y respondo.
Claro que no. Solo miraba por la ventana y ahí estás tú. Ni siquiera sabía que ese era tu cuarto.
Bien, salió muy bien, Luciana.
Oye, se me olvidó decirte que te veías muy linda con lentes.
¡Maldición! Olvidé quitármelos, pero es que cuando veo bien, se me olvida que los llevo puestos.
Uggg, yo los odio.
Te lucen, tus ojos se ven aún más hermosos.
¿Este es el mismo chico que habla de cobertizos?
Eres más hablador por mensajes.
Sí... eso me han dicho. Creo que es fácil escribirle a una pantalla. Me pone menos nervioso que los ojos de las personas. Además, escribiendo tengo el poder de corregir antes de enviar, así no digo tonterías jajaja
Así es más cómodo para mí, soy más abierto
¿O sea que estás abierto al sexo virtual? 7u7
Visto. Nada de nada. Sí, es el chico de los cobertizos.
Es broma, vecino. No dejes de hablarme.
Sabes cómo dejar a alguien sin palabras.
A alguien como tú, eres una ternurita O:)
¿Gracias?
Y, ¿tienes novia?
Así de directa. ¿Para que los rodeos?
Escribiendo...
Escribiendo...
Escribiendo...
¿Totó, eres tú?
No :p.
Con esas verborreas que muestras, no imagino por qué.
Al menos te entretengo.
Cuando no se tiene a nadie más con quién chatear, sí, es conveniente.
:'(
Es broma, me agradas.
Escribiendo...
Escribiendo...
¡Por Maxon! No tenemos tiempo para esto.
Debo dormir, Tobías... Hablamos después...
Me desconecto y me asomo a la ventana, su cortina sigue cerrada. Es un gran chico, muy diferente a mi tipo, pero... es gentil, ¿será gay? Después veremos.
Entre cosa y cosa dan las once y mi plan de dormir temprano ya no va, pero bueno.
La cortina cerrada no deja que la luz entre y cuando el despertador suena le doy un insulto mental y me levanto a apagarlo —porque lo tengo al otro lado de la habitación para obligarme a ir hasta él, si no, no me levantaría nunca— y me ducho.
Eso de ser la chica mega tímida no está funcionando tan bien con el Halcón, así que debo sacar un pequeño porcentaje de mi yo verdadero, alias Roberta.
Hoy mi cabello irá suelto. Mis lentes no los puedo dejar, así que solo me retoco un poco las pestañas y un poco de brillo en los labios.
En casa de Totó su mamá me obliga —literalmente me puso el plato en la mesa y dijo que no nos podíamos ir hasta que las dos acabáramos— a desayunar, aun cuando insistí en que ya lo había hecho.
Traigo una falda tubo a la cintura como la de los testigos de Jehová —los respetables testigos de Jehová— y una camisa a cuadros azules.
Esta vez en el bus el asiento junto a Ramón ya está ocupado por una chica emo y veo un lugar vacío junto al chico que ayer acompañaba a Ramoncito en clase de biología. Me pregunto por qué no se sientan juntos. No lo pienso mucho y me siento a su lado.
—Hola —saluda sonriente, al parecer no es tímido como su aspecto lo dice. Hoy su camisa es amarilla y fea, pero no soy nadie para juzgar cuando llevo esta falda—. Eres Luciana, ¿cierto?
—Lucy —corrijo—. Te vi ayer con Ramón, ¿tú eres...?
—Soy Thomas. —Extiende su mano y la estrecho—. Y acá entre nos... —Se acerca y susurra en mi oído—, creo que le gustas a Ramón.
—No creo.
—Si volteas disimuladamente, lo verás matándome con la mirada.
Como buena chica disimulada, giro mi cabeza como un búho y confirmo que Ramón nos mira —realmente mira a Thomas— y su ceño está mega fruncido, al notar mis ojos, voltea su cara totalmente sonrojado.
—Es cierto. —Río y oculto mi cara en mi cabello, muy avergonzada—. ¿No es tu amigo?
—Solo es un compañero —afirma—. Y tú eres muy linda, así que ¿por qué no hablarte?
—Pues gracias. Y bueno, hablar no mata a nadie, ¿no?
—No, a nadie. Al contrario, hablar puede iniciar muchas cosas buenas.
Giro mi cabeza con fingida incomodidad cuando en realidad estoy a punto de reírme ofensivamente. Es muy gracioso, su aspecto y su personalidad no concuerdan en lo más mínimo. No digo nada en todo el trayecto hasta llegar al instituto. Al bajarme, Thomas me pasa un brazo por los hombros. Que confianzudo.
Omito el reflejo de zafarme con brusquedad, pero no me gusta que alguien con quien claramente no he coqueteado actúe como si así fuera.
—Oye, ¿quieres hacer algo en la tarde?
¡Huye, Luciana, huye!
En un momento normal no me tomaría tan desprevenida, pero por ahora solo tengo en mente dos cosas: uno, que Ramón es su amigo y es muy maleducado de su parte invitarme a nada ahora que sabe que le gusto, y dos, que necesito que sea Luka quien me invite a salir, no él.
Sumado a eso, veo de reojo a Ramón bajándose y observándonos, y al otro lado del lugar a Luka con Katherine riendo. Los cables se me cruzan peor cuando Totó baja del autobús también, casi olvido que Thomas está a mi lado y cuando lo reconozco de nuevo, se me enreda la lengua.
—Emmm... —balbuceo, buscando realmente una buena excusa— yo no... —¡Piensa Roberta! ¡Te necesito!—. Soy lesbiana.
Mejor te hubieras callado, Roberta.
O hubieras dicho que no y ya.
De manera inmediata Thomas me suelta y se aleja como si le hubiera dicho que tengo lepra, abre mucho sus ojos y se sonroja. Es difícil no reírme y mantener la compostura, pero lo consigo por las puntas.
—¿En serio? —pregunta, incrédulo.
—Sí, pero es un secreto —murmuro—. Por favor no le digas a nadie, ¿sí?
—Amm... claro... No diré a nadie de tu... —Mira hacia todos lados, cerciorándose de que nadie lo escuche— ¿lesbianismo?
Lesbianismo, dice.
—Gracias, eres un amor. —Le doy un beso en la mejilla y huyo como alma que lleva el diablo.
Pude haber dicho otra cosa, otras muchas cosas mejores, pero ha quedado claro que las respuestas espontáneas a temas que no creía tener que tocar no son lo mío. Creo que incluso si hubiera sido Ramoncito el que me invitaba, no habría dicho algo tan al azar, puede deberse a que él sí me agrada y en cambio Thomas me dio una terrible primera impresión.
De todas formas, espero que no diga nada, ese minúsculo detalle sobre mi orientación sexual arruinaría los planes y es lo último que necesito.
Segundo día: empezamos de maravilla.
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