Capítulo 30



Lunes de nuevo. Este sábado es San Valentín. Qué emoción.

Tobías revoluciona todos los pensamientos que cruzan por mi mente, rebate todo lo que pienso de los hombres y me brinda su amistad aún después de todo lo que pasó en la casita del árbol; casita que se volvió el lugar del recuerdo más hermoso de mi vida.

El momento en el que puse mis pies en el suelo al tener que irnos, fue como un golpe a la realidad, como si se reventara el domo de la fantasía que nos tenía atrapados allí arriba. Desocupamos el lugar y el cubo de madera quedó en las penumbras, en la soledad y atesorado en mi mente.

El amor debería ser menos complicado.

Tú eres la complicada. Silencio, Esmeralda.

A diferencia de los días normales, hoy he tenido un bajonazo de ánimo y estoy segura que está ligado a Tobías. Hasta puedo decir que mi humor es visible a través de mis ojos de párpados caídos, pero Totó no lo menciona, gracias a Dios. Solo preguntó una vez, y cuando le dije que no quería hablar de eso, zanjó el tema.

—¿A dónde iremos? —pregunto a Luka para hablar de lo que sea.

No ha querido decirme a dónde me llevará el sábado, y en parte me gusta. Ese misterio me emociona. La decisión que tomé de alejarme de Tobías lo razonable como para no enamorarme sigue en pie y planeo seguir sin importar qué y eso incluye a Luka a mi lado.

Me concentraré totalmente en él y canalizaré cualquier deseo con lo físico que su relación me puede ofrecer. Después de todo, él no aflora ningún sentimiento en mí, nada más que calentura y ganas de vengarme por mi amiga. Sabiendo lo que ha hecho y de lo que es capaz, es imposible que mi corazón se abra con él.

—Es una sorpresa —responde.

Vamos camino a mi última clase y aunque no la compartimos, por supuesto que me acompaña.

—¿Debo vestirme de alguna manera? —cuestiono juguetonamente.

—¿Por qué lo dices?

—Porque si me vas a llevar al cine o a cenar, puedo ir en vestido —explico sonriendo—, pero si vamos a patinar en hielo, o a pelear con dragones o a la luna... es más conveniente ir en pantalón. —Ríe por mi ocurrencia.

—Lucy... —Pone una de sus manos en mi mejilla, ese amor que desprenden esos ojos serían capaces de engañar a cualquiera. Es buen actor—. Me gustas mucho.

Baja esa mano a mi cuello y se acerca para besarme, estamos en la entrada del salón, a un par de metros de la puerta. Sus labios son suaves, perfectos, se mueven tan bien y me hacen olvidarme de todo. Lamentablemente, me hacen olvidarme de todo y cuando me separo de él, noto que ya me cerraron el aula. Ese maestro no es precisamente de los que entienden las excusas y menos cuando la excusa es que estaba besándome con un chico en el pasillo.

—Maldición —mascullo, mirando la puerta.

—Vámonos —murmura emocionado.

—¿Estás loco? ¿A dónde?

—A donde sea —responde—, yo tengo matemáticas y estoy seguro de que ya me cerraron la puerta también, vámonos un par de horas.

La adrenalina empieza a llenar mis venas ante la perspectiva de hacer una de esas travesuras. Una de las cosas que no he hecho en mi vida es escaparme del colegio, principalmente porque en Ángeles la preparatoria tenía guardia de seguridad, pero sería tan emocionante...

—De acuerdo. —Sonrío ampliamente y le doy un beso fugaz, lo halo de la mano y camino a la salida.

—Espera. —Me detiene a unos pasos de la puerta y me besa antes de soltarme la mano—. Ya vuelvo, espérame en el estacionamiento. —Dicho eso, corre adentro de nuevo.

Esa sensación de que en cualquier momento te atrapan hace de esto algo más arriesgado y llena la sangre de alegría, de felicidad. Mandar todo a la mierda —estoy segura—, es una de las cosas que todo adolescente desea en algún momento de su vida y Luka quiere hacerlo, así que ¿por qué no?

Luego de unos minutos el rubio vuelve, corriendo de nuevo, con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva unas llaves en sus manos, que mueve entre sus dedos haciéndolas sonar.

¿Serán de alguna habitación de motel, Roberta?

—Son de la moto de un amigo —aclara—. No íbamos a ir a pie.

No es de un motel, Roberta. Rayos.

No sabía que Luka sabía conducir moto. Otro motivo más por el que las chicas se enamoran. Por alguna razón, las motos son como fetiches para algunas: escuchan el motor y tienen un orgasmo. No sé por qué será.

Al final del estacionamiento, en el sitio de las motocicletas, hay una que es un poco más grande de lo normal, negra con blanco y con dos cascos encadenados a ella.

Luka se acerca y con el mando desactiva la alarma, toma uno de los cascos y me lo ofrece.

—¿Es segura esa cosa? —Somos tímidas, así que nunca hemos montado en esos aparatos.

—¿Tienes miedo? —pregunta sonriente. Lo dice él que casi se muere en la montaña rusa.

—Dicen que son peligrosas. —Tomo el casco con duda. Se acerca y me abraza.

—Estarás conmigo —susurra—. No dejaré que te pase nada.

—¿Ya sabes a dónde iremos?

Subimos a la moto.

—Sí. —Prende el motor—. Pero no te diré. Sube, linda.

Suspiro y me subo a su espalda. Gracias a Dios me puse pantalones hoy y un buso abrigado. Arranca y salimos de las instalaciones del colegio. Me agarro a su cintura y puedo palpar sus abdominales. ¡Jesús! Concéntrate en otra cosa, Lucy.

A diferencia de lo que los libros me han vendido, no siento su respiración ni su pinche olor inunda mis fosas nasales. La velocidad hace que el viento golpee fuerte y empiezo a sentir frío, por el casco apenas y puedo escuchar mi propia respiración y mi nariz está encerrada en esta cosa de plástico. Nada romántico.

Hacemos una corta parada para echar combustible y seguimos el camino. Empieza a alejarse de la ciudad y si fuera paranoica, pensaría que me llevará a un barranco para matarme y vender mis partes en la DeepWeb.

Eso no es posible, ¿cierto?

Hago caso omiso a los pensamientos que derivan de muchas horas de fanfics baratos de Wattpad y miro a mi alrededor tratando de grabar el camino por si me abandona en algún lado.

Llega el punto en el que empiezan a desaparecer las casas dando paso a la carretera saliendo de la ciudad, solo se ven árboles alrededor, sus verdosas hojas meciéndose con el viento del día soleado. Es pasado medio día y el calor está en su máxima potencia, sin embargo, eso no merma el frío que se estrella en mi cuerpo.

Empieza a subir por un camino de tierra en un lado de la montaña, es estrecho y por lo que se ve, está hecho por el paso constante de motos o bicicletas, llevamos como treinta minutos desde que salimos de Crismain, así que no puede ser taaaan lejos.

Finalmente se detiene y entonces siento el calor del día, me quito el casco y me bajo, creo que mi incertidumbre no está bien disimulada pues miro en todas direcciones con expresión seria.

—Desde acá vamos a pie —informa. Pone el seguro en la moto y deja los cascos sobre él. Total, no hay quien se los robe, estamos en medio de la nada.

Esmeralda me dice que tenga cuidado, pero Roberta es tan impulsiva que las ganas de saber pueden más que el sentido común.

Me toma de la mano con dulzura y se adentra en el bosque, la vía es ligeramente inclinada y los árboles abundan, apenas y hay espacio para pasar. Sorteo con cuidado las ramas que salen del suelo y las hojas que se cruzan en mi cara.

¿Pedimos el último deseo, Roberta?

No exageres, esperemos a ver qué pasa.

No abro la boca en todo el camino, mitad por miedo y mitad por curiosidad; más que todo miedo.

—Casi no has hablado —apostilla el rubio.

—No sé a dónde vamos —murmuro.

—¿Temes que te vaya a hacer algo? —Su sonrisa ladeada es malvada, pero compone la expresión y se ríe—. Viniste por voluntad, lo que pase no será del​ todo un crimen.

¿Nos reímos? ¿Nos vamos a la verga colina abajo? Quédate quieta. Actúa natural.

—Solo dime a dónde vamos. —No me sale la sonrisa amable que había planeado. Mierda.

Detiene su marcha y me acorrala en un árbol, mi corazón empieza a palpitar muy fuerte, pero mi Roberta encuentra la escena excitante. Demonios.

Mis manos están quietas a los lados, las suyas a cada lado de mi cabeza.

—¿Crees que te haría algo? —susurra cerca de mi cara.

—No lo sé... —Lo miro a los ojos, demostrando en ellos la valentía que en realidad no tengo.

Es importante no mostrarse asustado. Si me va a hacer algo, ya valí madres, pero no sucumbiré como una cobarde.

—¿Quieres que te haga algo? —Relame sus labios y Roberta lo encuentra tan sexy que me da rabia.

—¿A qué te refieres? —Deja un beso en mi cuello, disipando momentáneamente el miedo.

—No te haré nada Lucy. —Ríe y se aleja un poco. Toma mi mano de nuevo, caminando hacia no sé dónde otra vez.

—¿Dónde estamos?

—Vamos a un lugar llamado Hillway —comenta—. Ya lo verás.

Caminamos otros diez minutos a través de la espesura verde y conforme nos acercamos, un murmullo como el agua cayendo empieza a sonar. Entonces llegamos a lo que parece un claro abierto. Mi boca se abre de par en par al ver la hermosa y abundante cascada que adorna el paisaje que tengo ante mis ojos.

El camino empieza a estar compuesto por piedritas, hasta que estas se pierden en el inicio del río. El arrollador sonido del agua se pierde al tocar la base. Parece sacado de un cuento.

—Es hermoso —exclamo sin poder apartar la mirada. Dejo la vista del lugar y giro hacia él.

¡Dios mío! Se está quitando la camiseta.

—Encontramos este lugar hace unos meses con mis compañeros del equipo de natación —comenta—. Estábamos en excursión en bicicleta y llegamos acá, como abajo en la carretera no había letrero, asumimos que es terreno de nadie.

Empieza a desabrocharse el pantalón y tengo que desviar la mirada al paisaje de nuevo, aunque las vistas de Luka sean mejores.

—¿Por qué me trajiste acá? —Me acerco al agua y la toco con la mano.

De todos los lugares que pude imaginar que Luka me traería —apostando más por lugres normales como moteles o su casa—, jamás hubiera pensado en esto. Es tan... romántico y único, es decir, vamos, ¿quién te lleva a un lugar secreto en medio del bosque sin intención de asesinato?

Eso aún no lo sabemos.

Es cierto.

—Nunca traemos a nadie acá —explica—, ni siquiera venimos juntos, se volvió como un lugar especial. No sé qué tanto vienen los demás, pero yo vengo cuando necesito perderme... Cuando es necesario pensar, los problemas desaparecen cuando estoy aquí, es como un paraíso.

Giro y lo miro de nuevo, ya está solo en boxer y su ropa está arrumada al lado de un árbol.

Se mete de a poco al agua, caminando despacio como un tonto modelo de traje de baño. Mi mente quiere mirar otra cosa, pero mis ojos están concentrados en su bien formado trasero. Llega al punto en que el agua lo cubre hasta la mitad del pecho y se sumerge, sale cuatro segundos después a unos metros de donde se metió.

—¡No explica el por qué me trajiste! —grito para que me escuche.

—¡Perdámonos juntos, Lucy! —vocifera—. ¡Solo por hoy!

—¡¿Quieres que me meta así?! —Me señalo de pies a cabeza riendo.

—¡Así o quítate la ropa! —Ríe—. ¡Como quieras!

Eso para mí es una propuesta directa.

Se sumerge de nuevo y lo pienso. El agua se ve deliciosa, contrasta con el calor apabullante que hace y esto es muy diferente y emocionante. Además, sé nadar. Y, además, no me puse la ropa interior de Bob esponja hoy. Y, además, me depilé, así que ¿por qué no?

Me quito los zapatos y el pantalón, tengo mi buso y debajo una blusa de tirantes. Me quito solo el buso, quedando con mi blusita y mi ropa interior. Pongo mis cosas junto a las de Luka, suelto mi cabello y camino hacia el agua.

Luka me mira sonriente, mordiendo su labio. La temperatura del agua es perfecta y a cada paso que mi cuerpo se rodea del líquido, relajo más los músculos.

Cuando estoy lo suficientemente adentro, me sumerjo y nado hasta Luka, al salir, lo veo a unos centímetros de mí, me acerco y lo abrazo.

—Eres la primera chica que traigo acá —murmura. Nuestras manos están juntas.

Claaaaaaaro.

—Me haces sentir especial —susurro, muy avergonzada.

—Lo eres —afirma.

Suelta mi mano para acercarme​ más a él, me agarra por la cintura a la vez que lo tomo por el cuello. Nada importa, ¿y si se daña el plan? ¿y si ya se enamoró? ¿y si me gusta? Qué importa.

Tomo la iniciativa y le doy un beso, él lo corresponde de inmediato. Entre tratar de mantenerme a flote y de controlar las hormonas, mi cerebro se olvida del resto. Luka está de pie en la superficie, pero a mí el agua me llega al mentón y debo estar en puntas. Él nota mi percance y arrastra sus manos hasta mis muslos, invitándome a enrollarme en él. Me dejó hacer.

Envuelvo su cintura con mis piernas a la vez que el beso se profundiza, la blusita está totalmente pegada a mi cuerpo y mi cabello escurre al igual que el suyo. Enredo mis dedos en su cabello, lo halo con suavidad y su boca baja a mi cuello. Lo lame, lo mordisquea suavemente, lo aprieto más contra mí.

Este Luka es espontáneo, sincero y de mirada dulce. Su boca me enloquece, sus besos son salvajes y me dejan deseando más. Deseando todo.

En un lugar mágico como éste donde nadie sabe que estamos aquí, donde solo estamos los dos y el viento, donde los deseos se permiten aflorar y llevarse a cabo; no pienso en nada. Todo se deja llevar por los instintos de adolescentes y... nos perdemos juntos.

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