Capítulo 3
Veinte minutos exactos después, el timbre suena.
—¡Yo abro! —grito hacia el segundo piso para que mamá no baje.
Voy hacia la puerta y nada más abrir, un cuerpo impacta conmigo haciendo que me tambalee un poco en mi lugar. Devuelvo el abrazo con la misma fuerza y reímos al tiempo.
—¡No puedo creer que estés aquí, Lucy! —exclama, emocionada—. Debemos hablar de tanto.
—Lo sé, entra. —Me hago a un lado y ella traspasa el umbral—. En realidad, sal. —Me mira confundida y yo señalo con mis manos el espacio casi vacío—. Vamos a algún lado, acá no hay ni muebles. —Dirijo de nuevo la voz al piso superior—. ¡Mamá, voy a salir!
—¡No vuelvas tan tarde!
Salimos y caminamos hacia el centro comercial que vi ayer antes de llegar, el lugar es grande, de tres pisos, y el techo de acrílico deja colar el sol que se dignó a salir finalmente.
Entramos a una cafetería y ordenamos un café con leche cada una, tomando la mesa cerca al ventanal.
—Tenemos que planear tantas cosas, Totó. —Descubrí hace un par de meses que sus padres le dicen así y me gustó, así que yo le digo así también—. Cuéntame del chico.
—No estoy tan segura de esto, Lucy. —La duda en su voz es notable—. ¿Y si lo descubre?
—No lo hará —aseguro—. Soy buena actriz, Totó. Además, soy experta en seducción... algo así. Y él merece que lo humillen, yo me encargaré de eso.
—Pero eso implica que no puedas estar conmigo en la preparatoria —lamenta.
—Solo serán un par de meses —objeto—. O incluso solo semanas.
—Bien —accede—. Te contaré... Su nombre es Luka Greisnar, es capitán del equipo de natación, es mujeriego, pero eso ya lo sabes, es muy guapo... Y tiene sus encantos...
—Te diré algo. Todos los hombres se dejan seducir de lo que no pueden tener. —Cruzo las piernas—. Un reto para ellos, es igual que un "flechazo" para nosotras. Ellos son criaturas simples, solo hay que saber leerlos...
Hecho #457 de los hombres: Su cerebro es tan grande como una nuez y en la adolescencia piensan con lo que les adorna la entrepierna.
—Eso es en lo que fallé —farfulla—. Yo pensé que sí me quería.
La tristeza y la rabia son visibles en sus ojos, tuerzo mi boca en desagrado, pensando en ese maldito chico que le rompió el corazón.
—Olvida eso, Totó —Ordeno—. Ahora que estoy aquí, nos encargaremos de que pruebe su propia medicina.
—Ojalá resulte —responde—. Entramos en una semana, Lucy, ¿ya tienes un plan?
—Por supuesto. —Sorbo un poco de mi café—. ¿Qué aprendes de las películas baratas de adolescentes? Que a esos chicos les atrae alguien retraído y tímido, en otras palabras: alguien... vulnerable, eso los hace sentir fuertes y especiales.
—Pero tú no eres ni lo uno ni lo otro —dice con burla. Le saco la lengua.
—Pero él no debe saber eso —replico.
—No te ofendas, Lucy, pero solo con verte se ve cómo eres.
Con su índice me señala de arriba a abajo ganándose un codazo. Bien, hoy no me veo muy «vulnerable» que digamos; traigo una falda amarilla y una blusa escotada negra, digamos que sé que no paso desapercibida, para bien o para mal.
—Pero en la preparatoria no me conocerán así. —Sonrío con picardía—. Ahí es donde vamos a trabajar: me ayudarás a lucir como una tímida y retraída chica, del tipo que hace que personas como Luka piensen "oye, a esta la conquisto rápido porque es poco probable que alguien más le haga caso" y... —Una carcajada sale de su boca, interrumpiéndome, a pesar de que mi tono no insinúa que sea un chiste. Resoplo—. Es en serio, Totó.
—¿Y cómo haremos eso, según tú?
—Primero, volveré a mi color de cabello natural. —Tomo un mechón de cabello rosa en mis dedos—. El rojo es llamativo y atrae a los hombres... eso y este rosado es caro de mantener.
—¿Para ti el rojo es más llamativo que el rosado? —ironiza.
—Alguien retraído no se pinta el cabello de rosado, eso es para valientes —explico—. Y para alguien con tiempo para cuidarlo, yo ya me aburrí del rosa.
—Tiene que ser una broma. —Rueda los ojos y bebe de su café—. Es decir... suena muy fácil, no puede ser en serio.
—Es en serio, de nuevo —espeto—. Mira, algo raro siempre llama la atención, dime ¿cuántas pelirrojas hay en la preparatoria? —Parece pensarlo y se encoge de hombros—. Exacto, muy pocas. Es decir que resaltaré en la multitud, y entonces el paso uno: que me note —Chasqueo los dedos—, estará listo.
—Siguiendo esa lógica, muchos se fijarán en ti.
—Eso es parte del plan —acoto—, porque le haré creer que solo me interesa él sobre todos los demás.
—¿Cuál sería el paso dos? —pregunta, con escepticismo.
—Que me hable.
—¿Y eso cómo lo conseguirás si eres una tímida y retraída chica?
—De nuevo, las películas. Chocaré accidentalmente —Enfatizo con las manos, haciendo comillas en esa palabra— con él, por educación él se disculpará y yo estaré avergonzada.
—Nunca te he visto sonrojada —objeta—. Dime, ¿alguna vez un chico te ha sonrojado?
—Solo en la cama. —Abre mucho los ojos y me río de ella—. Es broma, bueno, no es broma, pero... el punto es que es solo actuación, Totó.
—¿Paso tres? —inquiere.
—Debemos conseguir que nos pongan en alguna tarea juntos, es decir, algo que nos dé tiempo a solas —respondo—. El resto va en mi encanto y en mi fingida timidez.
—Eso es una locura.
—¿Estás conmigo o no? —espeto, enojada de que no esté más emocionada.
No es que no la entienda, es decir, comprendo su escepticismo porque ella conoce a Luka y en teoría no ha convivido conmigo lo suficiente para estar segura de que no me dejaré encantar por él.
—Claro que sí, Lucy. Pero sigue siendo una locura.
—El miércoles —sentencio—. El miércoles empezamos el cambio... Necesito estos dos días para acomodar la casa, no imaginas cómo se pone mi mamá con estas cosas.
Hablamos por un par de horas más, le pedí que me contara todo lo que pudiera del mujeriego, quien adoptó el nombre del «Halcón» en nuestro plan.
Supe que es bastante apuesto, eso espero, porque deberé ser muy coqueta y es más fácil si me nace; el primer atractivo, entra por los ojos y que sea irresistible ayudará bastante.
Sé lo que estarán pensando: «seguro se va a terminar enamorando de ese chico», pues no. Yo no me enamoro, yo no caigo en esas redes. El amor es la mayor debilidad de una persona, es un arma de doble filo y nunca sabes qué lado te va a tocar. No estoy dispuesta a entrar en ese terreno, al menos no hasta que tenga veinticinco años y deba conseguir a alguien para no morir sola.
He disfrutado hasta ahora bastante en estos tres años que he estado en preparatoria sin necesidad de enamorarme y planeo que eso siga así.
Ayuda que mi mamá me de tanta libertad, y me la he ganado, soy muy entregada a mis estudios y cumplo mis deberes; así ella no cuestiona nada, sigue creyendo que no he probado alcohol y que soy virgen, pero es mejor así.
Bueno... yo creo que ella no es ingenua, pero ambas nos sentimos mejor si fingimos que lo es.
Al llegar a casa, veo el paraguas que traje esta mañana botado en la cocina, recordándome que debo devolverlo, pero ya es de noche y no voy a ir ahora. Mañana a primera hora, sí, mañana sí.
Como predije, la casa es un caos y mi mamá es la protagonista. Ya descargaron todo y el servicio de mudanzas ya se fue, pero no hay por dónde poner el pie de tantos trastos que hay.
Muevo mis cosas a mi cuarto, agradeciendo que esté en la planta baja y empiezo a armar la cama, ¿desde cuándo una cama tiene tantas tuercas y tornillos? Me siento una total inútil por no poder armar mi propia cama.
—¡Will! —vocifero lo más alto que puedo. Mi hermano llega corriendo y abre la puerta.
—¿Qué pasó, chiflada? —espeta al notar que no hay ninguna emergencia.
—Ayúdame a armar esta mierda. —Señalo el montón de tablas sin orden que están en mi piso. Suelta una carcajada—. No es gracioso.
—Eres capaz de escalar una montaña, nadar en un río y soportar a un amigo borracho con tal de conseguir sexo —ironiza—, pero te ponen una cama y noooo... eres una inútil.
—No seas idiota —gruño y él rueda los ojos para entrar a empezar a armarla—. Y lo del borracho solo pasó una vez. Jamás he escalado nada ni nadado en ríos por nadie.
—Sí, normalmente te acuestas con personas sobrias. —Resoplo y entrecierro mis ojos—. Y nota que dije "personas" y no "hombres" porque estando ebria eres cariñosa con todo el mundo, hermanita.
Mi hermano es mi cómplice en la vida, mamá lo considera tan santo que todo se lo permite, es igual que yo: goza mucho, pero siendo siempre responsable. Mamá no es ciega, pero si le traemos las notas correctamente, ella lo deja pasar. Ella tiene esa filosofía de «disfruta mientras seas joven» y nosotros sí que lo hemos seguido al pie de la letra.
—Eso solo pasó una vez también —excuso—. Y June se viste como hombre, así que no cuenta.
—¿Y Ana? —Levanta las cejas—. Ella es hermosa y esa vez tenía un vestido azul, para nada de hombre.
—Era una apuesta —objeto—. Ganamos dinero. Y solo la sacas al tema porque tú también querías besarla y ella me prefirió a mí.
Se torna serio de repente y me mira con recelo. Di en el blanco. Sonrío victoriosa.
—Espero que acá seas más calmada —dice—. No quiero que me conozcan como el hermano de la culisuelta.
—¡No me digas así! —replico—. Además, tengo que estar calmada —convengo—. Tengo otros planes para este año de preparatoria.
—¿Quiero enterarme?
—Mejor no.
—¿Es ilegal?
—No.
—¿Te meterás en problemas?
—Espero que no.
—¿Involucra sexo alocado?
—Espero que sí. Pero por ahora no.
Hace una mueca de asco.
—Solo protégete —ordena—. No te reproduzcas por lo que más quieras. Solo vas a cumplir dieciocho... aunque —Pone su mano en su mentón—, en general, no te reproduzcas, no lo vale.
Le lanzo una almohada que lo toma desprevenido y le impacta la cara, él la lanza de nuevo y empezamos a tirarnos lo que haya disponible.
—¡Niños! —llama mamá desde la puerta de mi cuarto—. Dejen eso, vamos a cenar. —Soltamos los misiles al instante y mamá se va murmurando—. Ten dos hijos, decían; cuando crezcan dejarán de ser pendejos, decían...
No logramos escuchar más y nos reímos abiertamente cuando se pierde de nuestra vista. La cama ya está armada por lo menos. Antes de que Will salga, me subo sobre las tablas y le salto a la espalda.
—¡Caballito!
—¡Luciana! —jadea—. Ya no tienes diez años.
—¿Y? —inquiero— ¿Eres un debilucho ahora?
Hecho #532 de los hombres: Si les hieres el ego, harán lo que sea para contradecirlo.
—Ya verás. —Me toma las rodillas y de un impulso me sube a su espalda bien acomodada, lo oigo gruñir entre dientes, pero no dice nada y sale conmigo a cuestas hasta el comedor.
Mamá nos mira y blanquea los ojos. Me bajo y le palmeo el hombro.
—¿Ves que no soy un debilucho?
—Lo sabía, solo quería que me cargaras.
—Eres una tonta. —Se sienta de mala gana en la silla y yo me río.
—Una tonta a la que amas, Willsito.
—Suficiente los dos —acota mamá—. Cenemos como cuatro adultos normales, ¿de acuerdo?
Papá desde su asiento y en silencio suelta una risita mirándonos a los tres.
—De acuerdo —respondemos Will y yo al unísono.
Después de cenar, lo único que hago es buscar las cobijas y hacer la cama, lo demás puede esperar hasta mañana. Me recuesto y con el cansancio al tope, logro conciliar sueño pronto.
Despierto con la idea en la mente de que debemos ordenar, haciendo que no me den las más mínimas ganas de hacer algo. Pero entre más rápido empiece, más rápido terminaré. Me siento en la cama y veo con tristeza el desorden alrededor, las cajas, las bolsas, los pedazos de estantes por armar... Resoplo y me levanto, me lavo los dientes y me pongo una sudadera que no importa si se ensucia o se rompe.
A eso de las once y suena el timbre, mi mamá es quien abre.
—¡Luchis! Es para ti.
Salgo de mi habitación y veo a Totó entrar por la puerta, esquiva las cajas que hay tiradas en el suelo y llega hasta mí. Lleva puesta una cómoda sudadera y su cabello trenzado cayendo a su espalda.
—Hola, Luchis —saluda, con la carcajada en la punta de la lengua.
—Se burla la que se apoda Totó —respondo. Ella borra la sonrisa—. Esto... no te ofendas, pero ¿qué haces aquí?
—Vine a ayudar, por supuesto —repone alegremente.
—En ese caso, bienvenida. —La tomo del codo y la encamino a mi habitación—. Hay mucho que hacer.
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