Capítulo 29




Las conclusiones atemorizantes a las que llega Esmeralda me dejan la mente en un nudo muy apretado. Es definitivo, el vecino me encanta y por lo mismo no puedo dejar que las cosas avancen justo ahora cuando estoy en otra especie de relación.

Nunca me ha importado lo que suceda con los chicos con los que he tenido sexo porque después de que acaba, solo queda como un recuerdo insignificante; pero este no es el caso. Tobías me importa y no quiero herirlo y tener algo con él, justo en este momento, solo empeoraría las cosas porque estoy saliendo con Luka. No es justo para él, me importa demasiado como para tenerlo conmigo ya y luego decirle que lo lamento pero que estoy con otro.

Alejarme de él así sea por un par de milímetros en una situación como esta puede perfectamente quedar catalogado como la cosa más difícil que he tenido que hacer en mi vida. Esa pasión mezclada con dulzura y cariño que me brinda Tobías me hacen vivir la mejor sensación del mundo. Nada es más placentero que su roce, sus besos, sus tímidas caricias. Pero no puedo y me pesará en la conciencia toda la vida que, en este caso, sea yo la que dice basta por voluntad propia.

Haciendo acopio de todas mis fuerzas pongo mis manos en sus hombros, empujándolo suavemente para que se separe. Está claro que no opone resistencia, su respiración acelerada y sus ojos son la prueba de que está tan excitado como yo.

—Lo siento —susurro mientras se acuesta a mi lado—. No es buena idea.

Aclara su garganta y respira hondo.

—Tienes toda la razón, Lucy —conviene—. Lo lamento.

Pasan unos minutos hasta que nuestras respiraciones vuelven a ser pausadas y normales.

—¿Quieres al chico con quien sales? —suelta luego de una pausa.

—Es... complicado.

No puedo decirle aún el plan, no quiero que piense lo peor de mí y sé que lo hará si sabe la verdad. Tobías acomoda su camisa y se sienta derecho, logro ver su silueta desde mi posición aún acostada.

—¿Te gusto?

La voz me sale en un susurro.

—Sí.

—¿Me quieres?

—No lo sé... —Me encojo de hombros porque sinceramente no sé qué siento. Esto es nuevo para mí.

—¿Me contarás por qué estás con Luka en realidad? —Niego con la cabeza cuando se acerca un poco y sé que puede verme a pesar de la oscuridad—. Bien... —Suspira—. ¿Eso con él, es una especie de... juego o... conveniencia?

—Algo así —susurro.

—Esperaré a que me quieras contar —murmura y pasa su brazo por mi espalda, recostándose a mi lado, me apoyo en su pecho—. Mientras tanto, podemos ser... ¿amigos? Allá abajo.

Giro mi rostro a él, arrugando la frente y sentándome. Saliendo de la protección de su brazo, pregunto:

—¿A qué te refieres?

—Cierra los ojos. —Caigo a su lado y obedezco—. Esta pequeña caja será nuestro punto neutro, imagina que es otra dimensión y acá no sales con Luka...

—Tobías...

—No te pediré nada —interrumpe—. Solo... quédate conmigo ahora, déjame disfrutarlo. Acá arriba me encanta estar a tu lado.

—No puedo hacerte eso —exclamo sobre su cuello. La oscuridad nos envuelve, solo hay una escasa luz que entra por el agujero que hace de ventana—. No es justo para ti.

—Eso lo decido yo —objeta—, te estoy librando de cualquier... compromiso —habla con calma y en susurros—. Yo también puedo estar con una chica sin compromisos.

Río con tristeza.

—No pareces ser de esos, eres muy diferente a los chicos con los que he estado.

—¿Para bien?

Levanto la mirada y apoyo mi peso en un codo, mi otro brazo se apoya en su pecho, a la altura del corazón.

—Sí —afirmo—. No quiero alejarme de ti y si, digamos..., empiezo a herirte, jamás me lo perdonaré.

A esta distancia, en esta penumbra y con el calor que se concentra en el pequeño espacio, todo es cómodo, etéreo, y quiero detener el tiempo y no tener que bajar nunca. No digo que esté enamorada porque no lo estoy, apenas lo estoy conociendo; pero puedo asegurar que me gusta demasiado y que de querer alguna relación seria sería con él.

El amor no nace de un día para otro ni se dispara con un bonito obsequio; el amor se construye de a poco. Cada caricia, cada beso, cada detalle, cada momento, cada sonrisa... cada una de las experiencias que se viven con esa persona son ladrillos​ que se suman​ a la edificación de lo que llamamos amor.

No había dejado que nadie pusiera su primer ladrillo antes, pero Tobías se ha encargado de poner algunos a la fuerza y mi corazón se lo permite, abriendo una grieta a la vez en la coraza que lo forja y lo resguarda.

—Solo por hoy —pide—, solo durante la próxima hora, supongamos que somos una pareja feliz. Solo seremos como dos estrellas, juntas, iguales... Mañana volverás a ser mi luna y me dedicaré a admirarte de nuevo, en la lejanía y en lo platónico de tu compañía.

¿Cómo decirle que no? Si con cada palabra me alegra el momento y me hace suspirar como tonta.

—¿De dónde sacas esas cosas, Tobías? —Río y le doy un beso en los labios. Uno corto, solo un segundo—. Eres tan cursi.

—Internet, de nuevo.

—¿Cómo hiciste todo esto? —Hago un gesto con mi mano abarcando la casita. Es mejor cambiar de tema.

—En cuanto a la estructura —empieza—, mi tío es carpintero, ahora le debo mi verano trabajando para él.

—No debiste hacerlo —digo, sintiéndome culpable.

—Tú lo vales.

Me ubico de nuevo en su pecho, miro las luces que se alcanzan a ver de las que adornan la parte de afuera.

—¿Y eso?

—Esas son las luces de navidad de mamá, debo devolverlas antes de que vuelva —responde en medio de una risa—. En cuanto a la hermosa alfombra, son mis cobijas, también me las llevo.

—Son muy cómodas —halago.

—Las velas son del altar que mamá tiene en casa; es decir, se perdieron porque no las puedo devolver —continúa—. Las almohadas también son mías, en resumen... cuando bajemos, solo quedará un triste cubo de madera sobre un árbol.

—Nadie había hecho nada similar por mí antes —mascullo—. Eso es triste.

—No imagino a nadie haciendo esto por ti —responde—, porque es obvio que no te gustan estas cosas. Yo soy ridículo.

—Lo eres, eso no te lo niego, pero gracias. Me haces sentir como una adolescente normal de nuevo.

—¿Te consideras anormal? —pregunta riendo.

Guardo silencio por un par de minutos, el sonido sutil del viento es perceptible por el movimiento que causa en el pedazo de tela que hace de cortina. Empieza a hacer un poco de frío y omitiendo las palabras de Roberta, que me pide que me calle y no diga lo que quiero decir, siento la necesidad de sincerarme, sacar del pecho lo que llevo enterrado hace tanto para superarlo del todo. Cierro los ojos, tomo aire y agarro con más fuerza la cintura de Tobías.

—Se llama Derek —susurro.

—¿Qué?

—Preguntaste que quién me dañó —murmuro, agarrándolo más fuerte, más que nada para que no me incite a levantar la cara—. Su nombre es Derek Parker.

—No tienes que hablar de eso —interrumpe con voz suave a la vez que acaricia mi cabello.

—Quiero hacerlo. —Siento como empieza a faltarme un poco el aire y trago saliva—. Yo tenía catorce y él diecisiete, era el chico que me gustaba desde los doce. —Río sin ganas—. Me invitó a salir, me llevó a comer y yo estaba muy feliz, incluso le conté a mamá; dijo que quería que yo fuera su novia y por supuesto, acepté.

»Él era un fiestero, pero yo estaba tan orgullosa de estar con él y cada cosa que hacía me fascinaba, era el chico malo que enamora a todas. Incluso me presentó a sus amigos, me incluyó en su círculo social y yo asumí que era porque de verdad me quería, me sentía importante y en un par de meses, me enamoré profundamente. Bueno, lo más profundamente que alguien de catorce pueda enamorarse.

»Una vez en una de las fiestas a la que asistimos, sus amigos y él estaban muy ebrios, yo los acompañaba, pero no había bebido tanto, sí estaba mareada pero aún era consciente... Entonces el mejor amigo de Derek le ofreció droga, no sé cuál era, pero era obvio que era droga. —Siento mis ojos aguados y callo por unos segundos para tomar aire y continuar—. Él la aceptó, pero no era por primera vez, después me enteré de que siempre la consumía.

»En fin, esa noche después de drogarse, enloqueció. Me llevó a un rincón de la fiesta y empezó a besarme, pero era incómodo, no como siempre. Era otra persona, comenzó a tocarme, pero yo aún no estaba lista para dejar de ser virgen y menos lo iba a hacer en el estado en el que él se encontraba, así que empecé a forcejear, pero era fuerte y no me soltaba. Además, se molestó porque no acepté consumir con él.

»Un chico que jamás había conocido en mi vida se acercó y lo quitó de encima, le asestó un puño y él cayó desorientado. Cuando logró incorporarse, me gritó: «Una apuesta no vale lidiar con una puta como tú» y me rompió el corazón.

Al momento de decir la última palabra, mis ojos no aguantan más el agua que los rodea y dos lágrimas salen a regañadientes, mojando mis mejillas y llegando a mi boca con su sabor salado. Sonrío sintiéndome tan avergonzada como estúpida.

—Lucy...

—Pensé que me quería de verdad —sollozo tragándome el orgullo junto con las lágrimas. Hago un puño agarrando su camiseta con fuerza, canalizando todo a través de mis manos—. Pero me abrió los ojos, dejándome ver que el amor es un asco, no se puede permitir que una persona se vuelva tu todo porque cuando se va, quedas sin nada.

—Nadie merece que eso pase —murmura luego de un rato—. Y te hizo fuerte, Lucy... Las experiencias se viven para aprender, los errores son piedras en el camino, pero te enseñan a mirar al suelo la siguiente vez.

—No estoy dispuesta a enamorarme de nuevo, Tobías. —No soy capaz de mirarlo a los ojos, no puedo—. Por eso no quiero ilusionarte.

—Oye. —Trata de zafarse de mi agarre, pero me resisto—. Lucy, mírame. —Niego con la cabeza agarrándolo más fuerte—. Vamos, Lucy, levántate.

Suelto de a poco su camiseta y me siento en mi lugar, con la espalda encorvada y la cabeza agachada; mi cabello hace una cortina entre mi compañero y yo, mi corazón está muy acelerado por las recientes emociones. Al ver que no tengo intención de levantar la cara, gatea hasta llegar frente a mí, quedando de rodillas y a mi altura. Con su mano pasa mi cabello tras mi oreja, despejando mi rostro, toma mi mentón y me obliga a mirarlo a los ojos.

Sus manos reposan en mis mejillas y con sus pulgares limpia mis lágrimas, sonríe con compasión.

—No tienes que hacerte la fuerte siempre —dice—. Está bien tener miedo, está bien tropezar, es ley de la vida que tienes que dejarte golpear para saber apreciar las caricias.

—No quiero abrir el corazón de nuevo —susurro—. Te estoy dejando claro lo que siento con la intención de que no pienses lo que no es. Todo lo que has hecho es muy dulce y me encanta, pero no va a pasar nada más.

—No estoy enamorado de ti, si es lo que te preocupa. —Sonrío—. Me gustas y sé que tienes a alguien... y que no puedes aceptarme, y si bien me gustaría que lo hicieras, no tengo el corazón roto. No te culpes por algo que no ha pasado.

—¿Y si pasa?

—¿Qué tal una promesa? —propone—. Cuando empiece a enamorarme de ti, me alejaré... O le diré a Mary que salga conmigo. —En medio del lío de lágrimas que estoy hecha, me permito sonreír.

—No le harías eso.

—Es cierto —confirma—, pero la idea es esa. Hagamos una cosa, no te besaré hasta que me lo pidas y tú no lo harás hasta que quieras y sepas que es posible.

—Eso es difícil —objeto—. Justo ahora quiero besarte.

—Estamos en Narnia, ¿recuerdas? —responde sonriente—. Acá todo es posible y las normas no aplican.

Nada más acabar de decirlo, siento sus labios en los míos. ¿Y si mandamos a la mierda el plan, Roberta? No, Lucy, los amigos primero y Totó confía en ti.

Se separa de mí y me sonríe, mis manos están en su camiseta, a la altura del cuello.

Siento un lejano sentimiento de vergüenza por tener las mejillas mojadas y la nariz llena de mocos del llanto, pero lo omito para disfrutar su beso.

—Este vendría siendo nuestro último beso —exclamo—. Cuando bajemos, seguiré saliendo con Luka por... no sé cuánto tiempo.

—Entonces hagamos el momento nuestro.

Así están las cosas: me gusta, le gusto, pero no puede ser.

Por ahora.

No voy a lastimarlo y me obligaré a mí misma a controlar el aleteo del corazón frente a él. Sólo es una atracción mezclada con algo más, pero no lo suficiente como para cambiar mis propósitos o mis sentimientos de un momento a otro.

Tobías merece más.

Merece una chica con sus cimientos dispuestos para él, que quiera construir a su lado y no a un montón de escombros buscando un poco de luz.

No me enamoraré de él, y no permitiré que él lo haga de mí.

Pero... por hoy solo seremos los dos y eso de momento es más que suficiente. 

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