Capítulo 27
Mi última clase no la comparto con Luka y a la salida no está esperándome como ha estado haciendo; no es gran cosa.
Un chico más joven que yo está un par de metros más allá de la puerta del aula, se acerca a mí y me da una caja de chocolates... vacía. No dice nada, solo la entrega y se va sin siquiera mirarme a la cara, arrugo el entrecejo con extrañeza. Sigo caminando y otro chico de no más de catorce años también me da un chocolate que tiene en la envoltura pegado un papel escrito a mano; solo dice «Lucy». Lo pongo en la caja y sigo caminando.
Cuatro pasos más y una chica de cabello castaño se acerca y me da otro, con otro mensaje, dice «Hazme». Contra mi voluntad, sonrío ante este gesto tan, pero tan cursi de Luka. Llega otra chica con otro chocolate: «el» voy poniendo los pequeños bombones en los espacios de la caja en forma de corazón.
Entre el último salón y el estacionamiento, recibo ocho chocolates en total, nueve con el que dice mi nombre.
«Lucy. Hazme el chico más feliz. Sé mi Valentín»
Incluso los papeles tienen los signos de puntuación. Es algo triste, pero ningún chico había hecho eso por mí antes (excepto el dije que me regaló Mike) y mi corazón de chica normal adolescente no puede evitar suspirar por esos detalles que da el amor. Lástima que no puedo saber a cuántas chicas les ha dado el mismo detalle. Disfrútalo, Lucy. Quizás nunca pase de nuevo.
Junto al autobús que me lleva a casa y como última parada, está Luka con una sonrisa triunfante y arrebatadora. Tiene dos bombones, uno en cada mano, uno dice «sí» y el otro «no». Sin decir nada, extiende ambas manos esperando que tome uno.
Frunzo los labios en gesto pensativo, tomo el que dice «no», quito la envoltura y Luka arruga la frente, pero lo llevo a su boca. Después tomo el del «sí» para comerlo yo.
—Gracias al cielo, si hubieras dicho que no, esto habría sido muy vergonzoso —murmura antes de besarme.
—Solo porque son chocolates —afirmo riendo—, son mi debilidad.
—Lo tendré en cuenta.
El conductor apremia para que subamos todos y nos despedimos con un corto beso. Llego a la casa de Totó y espero a que llegue. Entramos a su habitación y empezamos a comernos los chocolates. Están deliciosos.
—Él nunca tiene esos detalles tan... públicos con nadie en realidad —comenta mi amiga—. Ese gesto ya está en boca de todos, incluso se habla de que el gran Luka ya está flechado.
—Solo ha pasado una hora —objeto—, ¿de dónde sacas eso?
Muestra su celular con gesto obvio, me muestra sus redes y efectivamente, en dos grupos de WhatsApp dicen que Luka se enamoró, una persona dice que la pelirroja se está ilusionando y en Facebook ya hicieron un meme. ¿Estos chicos no tienen más que hacer en la vida? Como Totó es una estudiante más —y no mi amiga—, está en varios grupos en las redes sociales que hablan de todo lo que pasa en Crismain y al parecer el cotilleo del mujeriego es tendencia hoy.
—Me invitó a salir para San Valentín —murmuro—. ¿Eso tampoco lo hace?
—No —niega—. Siempre para esas fechas especiales está soltero. Que yo recuerde nunca ha sido tan dulce con ninguna chica.
Algo muy mínimo en mi mente me obliga a no decirle a Totó cosas como lo de la ortografía que fingía terrible o nuestra primera cita. Me siento mal por no sincerarme, pero es algo que por ahora quiero guardar para mí.
—Eso es que vamos por buen camino —exclamo.
—Es cierto. ¿Qué procede ahora?
—En el plan de cinco pasos, sigue despertar el deseo y ¿qué mejor que los días pre-San Valentín? Por ahora, me encargaré yo. —Recojo mis cosas y me dispongo a salir de su casa—. Te mantendré informada.
Hecho #580 de los hombres: Cuando se acercan las fechas muy especiales, se ponen más dulces de lo normal porque buscan el objetivo de una cita perfecta con final feliz.
Falta apenas una semana y media para San Valentín, cae un sábado, convenientemente. Al igual que Luka, para estas fechas normalmente me quedo en casa, sola o con Mike. No me gusta salir a ver cómo las parejas se profesan amor mientras yo no lo tengo, este será diferente y a pesar de saber que es un plan, la expectativa me emociona.
Mi querido hermano también es muy liberal con sus amores, es un mujeriego como deberían ser todos los que lo son: directos y honestos. No negaré que ha roto varios corazones, pero no es una ciencia exacta. También es un detallista empedernido que derrite corazones con sus cursilerías y San Valentín no será una fecha que desperdicie. Lamentablemente, este año a causa de una travesura limpia, seré yo la creadora de sus detalles románticos.
—Así quedaremos a mano —dice Will—. Tú me ayudas a hacer unos pastelitos para regalar y yo no digo nada de tu aventura.
—Ni siquiera fue una aventura —me quejo, aunque es en vano. Así funciona la relación con Will, una vez en una situación contraria, le saqué un libro carísimo a cambio de silencio. Al menos lo de hornear no se oye tan difícil—. Bien, lo haré.
Así que un día antes de San Valentín me verán con un delantal en el pecho, harina en las manos y tratando de que queden pastelitos decentes. Cabe aclarar que hornear no es lo mío, nada en la cocina que use fuego o electricidad es lo mío, pero me gusta intentarlo.
Sigo ignorando deliberadamente a Tobías. Cuando llegué en mi bicicleta me hizo ademán de que me acercara, pero en lugar de eso me apresuré a entrar. No digo que estoy feliz con eso, pero sigo pensando que es lo mejor: dejar todo en una atracción pasajera es más fácil que ahondar en sentimientos estúpidos.
Si me consigue el pingüino, quizás lo perdone. Quieres hablarle. ¡Cállate Esmeralda!
La semana pasa volando, por los pasillos empiezan a verse muchos carteles hablando de lo hermoso que es el amor e invitando a una mini feria que harán los de primer año con temática del bebé con pañal y flechas. El ambiente de felicidad empieza a regarse hasta por el aire, chicas buscando pareja para ese día y chicos tratando de buscar el detalle perfecto que sea económico. Hormonas revoloteando por todos lados; muchas planeando la velada para perder la virginidad y muchos buscando lugar para ello.
Luka no me ha dicho a donde vamos a ir o qué vamos a hacer. Ha pasado escasamente un mes desde que nos conocimos y, si soy honesta, esperaba haber tenido sexo con él antes, ya veremos qué pasa.
Para variar un poco de la rutina, me quedaré hoy en casa de Totó a dormir, es viernes y mañana no hay clase. Eso y que estando acá no tengo la tentación de colgarme a la ventana en la noche para cerciorarme de si Tobías está o no —lo que he hecho toda la semana sin motivo o intención alguna—. Apenas he visto la luz prendida o apagada y con eso me conformo, sin embargo, una muy insistente Esmeralda ha querido salir y colarse por su ventana. Obviamente, la he ignorado también.
Mis muestras de cariño con Luka no han cesado, eso sigue sorprendiendo a Totó —a todo el colegio de chismosos— y a mí la verdad me está gustando. No Luka como tal, sino esos detalles de pareja que tiene, me siento como si jugáramos a la parejita feliz y fingir que se está enamorado con todos los gestos que eso conlleva es bonito y diferente para alguien como yo. Es muy atento conmigo, me habla siempre con dulzura y rebatiendo las ideas que tenía de él en un comienzo, no ha intentado "propasarse" en ningún momento. Más de uno que otro beso apasionado, pero no ha hecho más.
No sé si me molesta o me gusta.
Es una faceta muy distinta a la imagen que tenía dibujada en mi mente de Luka. Imagen que se formó única y exclusivamente por las palabras de Totó. El motivo de que eso sea así, es que Luka nunca fue tierno con ella o con ninguna por lo que sus juicios de él son correctos, es sólo que a mí me muestra ese otro lado del mujeriego que todos conocen. No quiero sonar extremista, pero hasta creo que Luka está cambiando por lo nuestro.
La noche con mi amiga pasa con calma, es genial estar con ella y hablar no es un problema en la velada, Totó no es la chica que si se calla le salen letreros por los oídos, ambas somos de charlar apenas lo necesario sin tener el afán de llenar todo con palabras. Mamá no me deja quedarme más de una noche, así que me iré mañana en la tarde. El domingo tal vez hable con Luka para salir o me quedaré leyendo; apenas he leído unas cuantas páginas de Necronomicón porque cuando lo veo me acuerdo del vecino y me da rabia, así que sí... tendré que devolvérselo en algún momento.
O nunca.
Despierto con el brazo de Totó sobre mi cara. Abro los ojos con pesadez y cansancio, pues nuestro maratón de películas se alargó hasta pasadas las tres de la madrugada y apenas son las nueve de acuerdo al reloj de la mesita de noche. Trato de enfocar la cara de Totó, pero todo su cabello la tapa. Muevo su mano, pero no despierta, esta chica tiene el sueño pesado.
—¡Totó! —La sacudo fuerte y se despierta asustada y a la defensiva. Al ver que soy yo, restriega sus ojos y se acuesta de nuevo refunfuñando.
—¿Por qué me despiertas? —gruñe bajo las cobijas.
—Soy tu invitada —contesto—, debes levantarte antes que yo. Vamos a desayunar.
—Ya te dije que ésta es tu casa, fastidiosa —objeta—. Ve y come lo que quieras.
Y no me jodas, parece decir su gruñido.
Me da la espalda y no dice más, me río y salgo a la cocina. Luego de desayunar y ducharme, Totó se levanta. Entre charla y charla, se oscurece el cielo.
—¿Qué harás mañana? —cuestiona mientras nos despedimos.
—No creo que gran cosa —respondo sin emoción—. Tengo un par de libros por leer, así que ese es mi plan.
—Suena terrible.
—Suena bien para mí.
Salgo en mi bicicleta hacia mi casa, son cerca de las ocho. Según tengo entendido, mamá y papá fueron hoy a un evento del trabajo de él, no creo que lleguen temprano. Will decidió tomarse este fin de semana libre, así que está en casa.
—Hola, Will —saludo una vez entro. Está en el mueble acostado jugando videojuegos. Levanta su mirada y le pone pause al aparato.
—Hola, mocosa.
—¿Sabes a qué hora vuelve mamá? —Me mira y sonríe con picardía—. ¿Qué?
—¿Qué tal tu día?
Es extraño que mi hermano se interese por los eventos que pasen en mi día y entrecierro los ojos con sospecha; luego de eso respondo:
—De normal a malo.
Tuerce la boca con la sonrisa oculta tras una mueca, niega con la cabeza y vuelve la mirada a la pantalla.
—Siempre puede mejorar —exclama con inocencia—. No sé a qué horas llegan papá y mamá, tal vez muy tarde.
Llego a mi habitación y tiro la maleta que había llevado sin ningún cuidado al suelo. Entra un mensaje a mi celular nada más sentarme en la cama. Es Tobías.
Hola, Lucy.
Mi teléfono queda estático en mi mano al igual que mi cuerpo en el colchón. Las ganas de contestarle se ven interrumpidas por otro mensaje.
No me ignores, Lucy. Déjame compensar lo que hice.
¡Roberta! El corazón no debería acelerarse de esa manera por dos mensajes, eso no está bien. Esmeralda toma el mando y mis dedos se mueven sobre la pantalla haciendo palabras.
¿Ya conseguiste mi pingüino?
Solo sígueme la corriente hoy, ¿sí?
Si no me quieres hablar después, no te molestaré más.
Como gesto ansioso paso mi mano por mi cabello, entre enojada y emocionada.
Bien, ¿qué quieres?
Asómate a tu ventana.
Contrólate, corazón. Reteniendo la sonrisa para mantener mi actitud seria, camino los cuatro pasos que me separan de la ventana. Si me trajo mariachis sería lo más ridículo que pudiera hacer y le echaría agua en la cara, pero no.
No son mariachis. Es mejor. Roberta, tenemos un problema.
Oh. Por. Dios.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top