Capítulo 23



Luka es realmente carismático e interesante; un vago pensamiento que dice que este no es el mismo Luka del instituto se arraiga en mi mente. En Crismain, cuando hablo con él siento que no tiene nada en el cerebro aparte de estrategias baratas de conquista; sin embargo, fuera de ahí es como una persona normal y no sé si lo hace a propósito o simplemente se está abriendo más conmigo.

—Quiero estudiar arquitectura algún día —musita con añoranza.

Estamos de camino a mi casa y ya que no es tan lejos, vamos caminando. La noche es fresca, no sopla el viento y una gran y hermosa luna llena adorna el lienzo negro del cielo. Su mano va entrelazada con la mía y mi otra mano está colgada del mismo brazo que me sostiene; mi cabeza ligeramente apoyada en su hombro. Las calles están solas, pero son... acogedoras, en los porches de algunas casas hay gente sentada solo disfrutando el aire fresco.

—Lo dices como si fuera imposible —comento—, ¿por qué ese tono tan triste?

—Es complicado —responde—. Quizás no pueda hacerlo.

—¿Por tus notas? —me burlo.

—Te sorprenderá saber que tengo uno de los mejores promedios de Crismain —apostilla sonriendo. Giro mi cara a la suya, no lo dice en broma, lo sé.

A lo mejor es bueno en todo menos en ortografía, Esmeralda.

—¿Cuál es tu secreto? —Le doy un suave codazo. Detiene su marcha y se pone frente a mí, mirándome acusador.

—Tienes en tu mente una idea de que soy tonto —acusa—. Y no sé por qué si no me conoces.

Si sigues atacándolo, nos descubrirán, Roberta. Deja que Esmeralda se encargue.

—Por eso —acoto—. Porque no te conozco.

Levanto mi cabeza un poco para encararlo, diría que la luna le da a su rostro reflejos hermosos, pero no. Estamos en una calle sin muchas farolas y sinceramente no vemos mucho, solo distingo sus rasgos porque estamos muy cerca. Se queda en silencio varios segundos a la vez que me rodea con sus brazos.

—¿De dónde saliste, Lucy? —pregunta de pronto. ¿De la vagina de mamá? ¡No puedes responder eso, Luciana!

—¿A qué te refieres?

—Tú... —calla y duda unos instantes—, tú eres diferente... Te ves frágil, pero eres más fuerte que muchas que conozco.

Y sí que conoce muchas.

Espero que eso sea bueno —murmuro sonriente.

—Lo es —afirma—. Rompes los estereotipos de cualquier chica, es decir, ¡me golpeaste! —Ríe—. Eres especial. Las chicas siempre quieren ser flores, pero tú... ¡Eres un árbol! —exclama con emoción.

¿Qué? Río ante su comentario y al ver que él lo hace también, sé que era un chiste.

—¿Gracias? —Empezamos a caminar de nuevo.

—Tienes los pies bien puestos en la tierra —explica—, eres fuerte, das vida y emanas alegría. Eres un árbol muy lindo.

No puedo evitar encontrar ternura en esas cursis palabras, ¿a cuántas se las habrá dicho antes?

—¿Cuál sería mi nombre de árbol? —Lo miro seria y tuerzo la boca—. ¿Quizás... roble?

—Aquella que llamamos rosa, con cualquier otro nombre olerá igual de dulce —susurra en mi oído.

¿Es una bendita broma? ¡Está citando a Shakespeare! ¡Luka!

—¿Estás citando a Romeo? —inquiero con una ceja levantada. Ante mis ojos aparece su sonrojo como si no esperara que reconociera el trillado pasaje de la obra.

—Depende —replica—. Si lo encuentras tierno y te dieron ganas de besarme, sí. Si te parece ridículo, solo lo leí en un grupo de machos en Facebook.

Me permito soltar una carcajada por esa ocurrencia. Siendo víctima de uno de mis arrebatos adolescentes, sonrío, me pongo en frente de él y lo atraigo; su cuerpo estampa con el mío a la vez que subo mis manos a su cuello para besarlo. En el primer contacto, nuestros labios chocan con fuerza haciéndome reír, entonces él afirma su agarre y me besa como Dios manda. Todo perfecto, todo excitante y todo mariposas hasta que de la nada la imagen de Tobías llega a mi mente.

Así, sin más. Su rostro se planta en la parte posterior de mis ojos como un velo que lo cubre todo, rememorando y contrastando el sabor y la textura de sus labios con los de Luka y notando la diferencia evidente que hay. Ambos besan delicioso, eso está claro, pero la suavidad del roce del vecino es paralelo a la pasión que desprende el de Luka. Con Tobías sentía el deseo de seguir besándolo, cada parte, a cada minuto; mientras que con Luka no quisiera más que una noche, él no me inspira más que eso.

Un carraspeo enojado pasa junto a nosotros haciendo que me separe de él para encontrar a un viejito con dos perros con sus correas, de esos que tiemblan como locos y se orinan si los miras. El señor nos mira con el ceño fruncido y murmura para sí mismo, aunque a voz tan alta para que lo escuchemos.

—Estos jóvenes de hoy en día —gruñe—, no se respetan a sí mismos, haciendo espectáculos en la calle incitando al sexo desenfrenado y no se cuidan y... —La voz se va haciendo un susurro a medida que el señor se aleja hasta que queda en nada.

Sigo abrazada con Luka y lo único que puedo hacer es reír. Vuelvo a mirarlo a sus hermosos ojos, estos brillan y entonces se acerca y deposita un suave beso en mis labios, luego otro y otro. Pequeños contactos de un segundo, dulces, inocentes... creo que está cayendo. Me besa una mejilla, la otra, mi mentón, baja al hueco de mi cuello haciéndome cosquillas.

—¡No hagas eso! —exclamo riendo cuando entierra sus dedos en mi cintura. Las cosquillas son mi punto débil.

Entre chiste y beso, llegamos al jardín que da a mi casa, me acompaña hasta la puerta y bajo el bombillo que adorna la entrada puedo verlo claramente. Unos deseos de entrarlo a la casa y solo... pasar esta noche con él me hacen suspirar ante la imposibilidad de esa acción. Uno, porque dañaría el plan y dos, porque esta es mi casa y nunca, ningún hombre ha llegado a conocer mi cama. Excepto Mike, pero en otras circunstancias.

¡Vamos! Estamos prácticamente en nuestra primera cita real. Esta es en la que todo es melosería y besos que no llegan a segunda base y ya que he estado toda la tarde con él, ¡qué importa! Un beso más, uno menos. Me cuelgo de nuevo a su cuello para traspasar saliva con el fuerte contacto de sus labios. Luka apoya la espalda en la puerta y abre un poco las piernas, me acomodo entre ellas hasta quedar a su altura. Sus manos en mis caderas, las mías en su cabello, solo separándonos lo justo y necesario para tomar el tan importante aire.

En un momento, su boca baja a mi cuello, pero no para hacerme cosquillas sino para besarlo con pasión, con desenfreno. Mis manos acarician su rostro y halan su cabello con —no tanta— suavidad. Olvido por completo que estoy en la puerta de mi casa, que el tipo es un mujeriego, que tenemos un plan, que debo actuar tímida; todo. Un jadeo más similar a un gemido se me escapa, la vergüenza no va conmigo así que tampoco es que me reprima mucho. Eso lo hace intensificar su roce, se hace más fuerte y una minúscula parte de mi mente me advierte que eso dejará moretón, pero no me interesa en este momento. Solo deseo poder aplacar los instintos con una buena sesión de sexo, del que estoy segura de que Luka es tan bueno como sus besos insinúan.

Con los sentidos embotados como los tenemos ahora —al menos yo—, bien podría solo estar con él acá en la puerta, qué más da, lugares más extraños habrán en la vida. Pero sacándome de mi atontamiento, ¿tocan la puerta? Me separo de Luka respirando con dificultad y sin abrir los ojos, entonces hablan:

—Lucy —murmura mi hermano al otro lado del umbral, sin abrir—. No es por dañar el momento, pero este no es el lugar. Mamá está acostada y no quiero que tus ruidos la hagan bajar.

—Ya entro, Will —respondo al trozo de madera y escucho sus pasos alejándose.

Miro a Luka que tiene su cabello extremadamente despeinado, creo que peor a como queda recién levantado. Debo recordarme a mí misma que esos últimos actos deberían hacerme sentir avergonzada, así que agacho la cabeza y muerdo mi labio.

—Es mi hermano —informo—. Es mejor que entre.

—Emmm... Sí —carraspea, él sí está visiblemente incómodo—, nos vemos mañana en clases, Lucy.

Asiento y se acerca a darme un suave beso de despedida para posteriormente alejarse, juro que en un momento lo veo detenerse a acomodarse el pantalón en la entrepierna. Sonrío y entro a la casa.

—¿Qué pasó con lo de estar calmada? —pregunta Will sonriendo.

—Es por él que dije eso —respondo con tranquilidad—. Larga historia.

—Y no quiero saber, créeme —comenta—, pero a la próxima, trata de cogértelo lejos de casa. Si mamá te pilla, sabes que eso te perjudicaría.

—Sí, lo sé.

—Entonces... te dejó con las ganas. —Sube y baja sus cejas. Ruedo los ojos—. Podrías llamar al vecino a que... ya sabes, te acompañe esta noche.

—A Tobías no le intereso de esa manera —replico—. Y solo somos amigos.

Antes de que diga más, me voy a mi habitación igual a como he llegado los últimos días: excitada e insatisfecha.

Llevo con cuidado en una bolsa el hermoso semáforo para la clase, me siento junto a Ramón con la esperanza de que me hable de nuevo; el chico me agrada y me da tristeza que me tema o lo que sea que pase por su cabeza después de lo del lunes.

—Hola —murmuro y acomodo mi cabello tras mi oreja. Susurra un casi imperceptible «hola», así que agrego—: Ramón, no dejarás de hablarme por chismes, ¿o sí? —Me mira fugazmente, pero no da señales de contestar—. ¿No quieres escuchar mi versión de los hechos?

—Está bien. —Gira su cabeza hacia mí y tomo aire.

—En resumen, Thomas me invitó a salir, no quería ser grosera así que dije que era lesbiana. —Una sonrisa adorna su rostro—. Él le contó a Katherine, ella me enfrentó y entre palabras, me atacó, yo solo me defendí. Luego llegó Luka y la embarró más y lo abofeteé también. Fin de la historia.

—Hubiera querido ver eso —repone y sonríe ampliamente. Otro problema solucionado.

—¿Vuelves a ser mi amigo?

—Sí, Lucy, disculpa. —Baja su maleta al suelo, dejándome más espacio para llevar la maqueta sobre sus piernas.

Quizás lo que dice Thomas es cierto y le gusto a Ramón, no quiero darle ilusiones de nada, pero quiero seguir hablando con él, es muy gentil.

Nada más bajar del autobús una rosa se me atraviesa en la cara, giro para mirar el dueño de la mano que la sostiene. Un muy sonriente Luka me quita el semáforo de las manos cambiándolo por la rosa, se acerca y me besa la mejilla dulcemente. Por el rabillo del ojo veo a Ramón que baja la cabeza, me siento mal por eso.

—Buenos días, Lucy. —Con su mano libre toma la mía y nos encaminamos a la entrada.

—Hola, Luka —saludo—. Gracias por la rosa —La olfateo como toda chica enamorada—, está muy linda.

—Un árbol sería más acorde contigo, pero no puedo traer eso en la mano.

Totó a lo lejos mira y sonríe. Ella no sabe de nuestra cita de ayer, solo le dije que hablamos por mensajes y que estábamos bien, que estábamos de nuevo en el juego, fue suficiente para ella y no ahondó más en el tema.

—¿Sabes qué pasa la otra semana? —pregunta.

—¿Tu cumpleaños? —adivino. Se ríe.

—No, Rojita —nuevo apodo. Genial—. San Valentín.

—Oh, no lo recordaba.

—¿Serás mi Valentín? —susurra cerca de mi oído. Ya estamos en el salón, nos sentamos juntos.

—Tal vez —respondo despreocupada—. No sabemos qué pasará de aquí a una semana.

Parece decepcionarse de mi respuesta, pero recompone rápidamente la expresión.

—Es cierto, por ahora, ¿qué tal una fiesta? —propone—. Mañana, en casa de un amigo.

La verdad ya extraño las fiestas. Hace, ¿qué? ¿un mes? Que no voy a una y extraño ese ambiente. Además, lo que se puede hacer con un poco de alcohol y varias mentes perversas, es infinito. No iré, iremos. Totó y Pinky de nuevo.

—¿Todo el colegio irá? —asiente—. Entonces, vamos.


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