Capítulo 12
¿Por qué será que en los momentos menos adecuados llegan los pensamientos más inapropiados? La imagen de él quitándose la camiseta llega a mi mente como un flash que me hace parpadear un par de veces. Espero que estas cosas dejen de suceder cuando pase la adolescencia.
—Hay varios que he leído —respondo—. La historia del loco es de mis favoritos, también lo tienes.
—Ese es muy bueno —confirma—. Lo he leído dos veces.
Así es que quiero que me hable, como si fuera una persona normal hablando con... bueno, conmigo. Desvío la mirada hacia los estantes superiores y doy un respingo algo exagerado que hace que Tobías borre su sonrisa y me mire asustado, me estiro a tomar el libro que me hizo emocionar y él solo me sigue con la mirada.
—¡Necronomicón! —exclamo, a la vez que como buena loca de libros huelo sus páginas—. ¿Sabes cuánto llevo buscándolo? En las librerías de Ángeles nunca lo hubo...
—Te veía más de leer romances —dice—. Nunca te hubiera imaginado leyendo esto.
—Podría decir lo mismo, pero aquí lo tienes. —Lo miro y sonrío—. Me lo tienes que prestar.
Su expresión cambia a la incredulidad y abre mucho los ojos, luego con suavidad me quita el libro de las manos, como si temiera que de hacer un movimiento brusco fuera a explotar en mil pedazos.
—No lo creo —niega—. Mis libros no salen de acá.
Esa actitud posesiva me toma totalmente desprevenida viniendo de él, se ve sexy, Roberta. Luego de acabar de decirlo, agacha los ojos avergonzado. Fue lindo mientras duró, Roberta.
—¿Por qué no? —Me cruzo de brazos—. Soy muy cuidadosa con los libros, más que con las personas.
—Nunca los presto —objeta—. A nadie.
—Pero si estamos a una ventana de distancia. —Levanto los brazos al aire—. No me lo robaré.
Si soy sincera, yo soy igual con mis bebés, prefiero prestar o vender a mi hermano que a uno de mis libros. Pero, ¡vamos! Estamos muy cerca y de verdad deseo leerlo.
Pensándolo bien, él es hombre, es decir que es de fácil convencimiento, solo hay que ponerlo nervioso y el cielo sabe que yo sé cómo hacer eso. Levanto las cejas, retándolo y me acerco a él, lo veo tragar saliva, es como un conejito asustado.
—Por favor —susurro muy cerca y él desvía la mirada—. Solo una semana. —Bato mis pestañas y claro, el color cereza en su rostro ha llegado.
Hecho #986 de los hombres: Se excitan fácilmente, un par de susurros y sus únicas neuronas quedarán en estado Nirvana.
—Solo si sales conmigo el domingo —susurra sin mirarme. Quedo momentáneamente estática.
¿Qué fue eso, Roberta?
Pregúntale a Esmeralda, yo solo lidio con los que te pedirían sexo en un caso así.
No me metan en esto, normalmente me ignoran, háganlo también aquí.
Esa pregunta me descoloca totalmente y de todas las respuestas que hubiera podido darme, me dio la que menos esperaba. Es decir, ¡es Tobías! El chico que no me puede hablar sin trabarse y ¿quiere salir conmigo? ¿A hacer qué? ¿A que yo le hable y se sonroje por todo?
No es que no me atraiga, eso está claro, pero es muy extraño. Hace más de... bueno, hace mucho tiempo que un chico no me sorprendía de esa manera.
—Emmm, ¿qué? —balbuceo, ¡santa mierda de Voldemort! ¡Yo balbuceando! ¡¿Qué sucede?!
—¿Quieres el libro? —responde—. Tengo un compromiso el domingo y no quiero ir solo, ven conmigo.
¿Será una trampa? ¿Quién usaría los libros como trampa? Eso sería sacrilegio. Pero además me está chantajeando. Aunque bien mirado, un compromiso no cuenta como cita en todo el sentido de la palabra, ¿no?
—Claro. —Actúo lo más casual posible, pero mi cerebro aún asimila la sorpresa—. Entonces, me voy. —Tomo el libro y me dirijo a la ventana.
—¿No quieres salir por la puerta? —pregunta.
—No, gracias. —Saco una pierna por el marco—. Mamá preguntaría y no quiero decir que me metí a la habitación del vecino a llevarme un libro que ella consideraría del demonio.
—Deja te ayudo.
Se acerca a mí, diligente, y al estirar la mano para tomar el libro que tenía aferrado en mis brazos me toca un pecho. Sus ojos casi se salen de sus órbitas.
—¡Dios mío! —Aletea como un colibrí—. ¡Lo lamento tanto! No era mi intención, te juro que...
Ahí está mi Tobías.
Solo atino a quedar seria. Si la gente pudiera morir de vergüenza creo que él estaría en estado crítico. No fue para tanto, hasta en un abrazo me tocan más que lo que él lo hizo, pero ya que hace unos minutos me descolocó —aunque él no lo sepa— puedo tomar ventaja de esto. Frunzo el ceño con demasiado esfuerzo, tratando de aguantar la carcajada.
—Eres un degenerado —espeto y se le aguan los ojos.
—Lucy, en serio lo siento... —Creo que hasta escucho los latidos de su corazón y temo que sufra alguna descompensación, pues toda su sangre está en la cara—. Yo... yo...
No aguanto más y me echo a reír.
—Solo bromeo —digo y me pongo un poco seria de repente—. ¿Quieres tocarme bien? —Subo y bajo las cejas. Nos iremos al infierno, Roberta.
—Jesús... —susurra, con la cabeza agachada.
—Relájate, Tobías. —Vuelvo a entrar y le toco el hombro—. No puedes ahogarte con cada cosa que te digo, es mi sentido del humor.
—Ya. Es que dices unas cosas.
—Me invitaste a salir —exclamo—, lo que significa que debemos estar un rato juntos, no puedes estar todo el tiempo nervioso o te dará un ataque cardíaco, y no voy a cargar con una muerte en mi consciencia antes de los veinte.
—Oh, no te preocupes. —Sonríe, dejando de lado un poco el bochorno—. A donde te llevaré no es necesario que hables mucho.
Mente sana, Roberta. Mente sana.
Es extraño que un chico me sorprenda de esa manera y más un chico tan... normal como él. Y no es por el hecho de invitarme a salir, es que, ¿dónde quedó lo de «lo pones nervioso y hace lo que quieres»? Es la primera vez que el tiro me sale por la culata y no es divertido. Él no es como cualquier chico, mis hechos curiosos no aplican en él. Me pregunto por qué.
Hoy se supone que debemos —o más bien debo— hablar con Annie y pedirle ayuda para mi cita de mañana. No escuché a Totó muy convencida de unirla al plan Halcón, pero la necesitamos.
La gente podría preguntarse, ¿qué se puede hacer en un parque de diversiones que tenga que ver con el plan? Pues la respuesta es: muchas cosas y, en la mayoría, Luka no saldrá bien parado.
—Y tal vez podría necesitar tu ayuda —concluyo a Annie, quien me mira con suma atención.
—Lo que sea, Lucy —responde con una sonrisa. Muerde su labio, y con algo de duda, añade—: Oye, ¿te serviría alguien más?
Blanqueo los ojos, si esta es la confidencialidad que ella me va a brindar, estamos mal...
—¿Le dijiste a alguien más, Annie? —Mis cejas se fruncen y entrecierro los ojos.
—¡No! —Se apresura a contestar—. Te juro que no, solo pregunto. —Mira mi cara de «no te creo un carajo» y continúa—: Lucy, hay muchas chicas con quienes Luka jugó, conozco a varias y a ninguna le importaría unirse a ti... a nosotras.
Lo medito un momento. Si tenemos a varias ex novias, podemos divertirnos bastante. Será como acorralar a un cachorro. O a un ave de rapiña.
—Bien —accedo tras una pausa—, ¿a cuántas tienes?
—A cuatro —dice con aplomo y yo abro mucho los ojos—. No me mires así, si comparamos eso con la cantidad real con las que ha jugado, en realidad no son muchas, ni siquiera pocas.
—Después de clases podemos hablar —sentencio—. En mi casa, toma mi dirección. —Se la anoto en un papel.
—Ahí estaremos.
Le cuento a mi amiga de la reunión exprés de la misión Halcón y pone una cara muy escéptica de tener a tantas, pero yo creo que es genial.
En clase de física la hermosa profesora nos informa que el trabajo es para el próximo viernes. Debemos hacer algún experimento, así que debo buscar algo que no sea muy complejo para que el hueco que tengo de compañero pueda colaborar y entender.
—¿Te parece bien el miércoles? —Le pregunto al Halcón, que no ha dejado de mirarme con picardía, al menos no ha salido con su tic nervioso—. Puedo pasar a tu casa y...
—¡No! —interrumpe—. Es decir, en mi casa no... A mamá... no le gustan las visitas. —Eso es claramente una mentira, pero como chica tímida prefiero no ahondar en el tema.
—En mi casa entonces —propongo.
Algo oculta. Ya veremos qué, ya llegará el momento en que me quiera llevar a su casa.
—Ellas son: Julia, Amber, Tanya y Luisa —nos presenta Annie a las chicas. Totó y yo asentimos y sinceramente, ya olvidé el nombre de todas.
Una es rubia, la otra de cabello negro y corto, la otra es más alta que yo —o que todas nosotras— y la otra es muy nalgona.
Creo que así las recordaremos, Roberta.
Estas chicas todas son muy diferentes por lo que deduzco que al Halcón le gustan de todo tipo, no tiene cualidades específicas que busca en alguien. Empiezan a contarme sus historias con Luka y siento pena por ellas; todas estaban a un mayor o menor nivel enamoradas de él y una vez que logró llevarlas a la cama —o que se dio cuenta de que no las podía llevar a la cama—, las dejó con excusas estúpidas.
—A mí me dijo que tenía miedo al compromiso —dice la rubia.
—A mí que pensaba que tal vez era gay y que estaba confundido —agrega la nalgona.
—A mí me dijo que estaba muy peluda —añade la chica alta y todas la miramos con una ceja levantada—. Dijo que mi cabello casi lo ahoga cuando nos acostamos —explica.
—Ahhh —exclamamos al unísono.
—A mí solo me mandó a la mierda con pase VIP —concluye la de cabello negro—. Palabras textuales.
Ese tipo es un maldito, Roberta.
Me sorprende saber que, si hablamos de línea de tiempo, Totó es su ex más antigua (al menos que conozcamos). Al parecer y, por lo que me contaron, ella fue una de las primeras, pues fue por esas épocas que empezó a ser un mujeriego sin tapujos, o que ellas recuerden; los datos dados de boca en boca nunca son confiables. También supe que ninguna era una «ex» en el sentido literal porque nunca les pidió ser novias, les decía esa babosada de «no quiero enamorarme porque no quiero salir herido» y cuando la chica era la que se enamoraba, ¡bam!, las mandaba al infinito y más allá a la odiozone donde todas caían con sus sentimientos y el corazón en pedazos.
—Estás ayudando a muchas con lo que estás haciendo —comenta la nalgona—, ese tipo merece una lección.
—Solo trata de no enamorarte —opina Annie.
—No lo haré —atajo—. Él no es mi tipo, más de un polvo no obtendrá de mí. —Todas ríen.
—¿Y en qué podemos ayudar, Luciana? —pregunta la rubia.
—Primero, díganme Lucy —respondo—. Y en cuanto a Luka, necesito que todas estén en el parque. De por sí él se incomodará teniendo a las ex en el mismo lugar que su nuevo enganche. Pero haremos como que no nos conocemos, ni ustedes tampoco, vayan con alguien o solas, pero que parezca que es casualidad que estén allí.
—Un amigo mío trabaja en el local BurgerBoy del parque —informa Annie—. Él podría hacer algo.
—Es posible —convengo—. Ya veremos. Ustedes no deben perdernos de vista. El objetivo principal es que Luka sienta que es el peor día de su vida. Que se levantó con el pie izquierdo y que la ley de Murphy se decidió por atacarlo específicamente a él.
—Se me ocurren un par de cosas —exclama Totó, con una sonrisa ladeada.
—Lo más importante: de algún modo debemos hacer que cada vez que quiera acercarse a mí, algo pase —comento—. Obviamente lo rechazaré, pero la idea es que se sienta avergonzado frente a mí y al ser yo —Me señalo a mí misma con mi atuendo de chica retraída—... bueno, así, hacer el ridículo en mi presencia le golpeará el ego más fuerte que si le golpeáramos los huevos.
—Tengo esa duda —interrumpe la alta—. Si tu plan es enamorarlo, ¿no es más fácil ser sexy? Y no... tú sabes... ¿así?
—Es sencillo. —Sonrío y me reclino en el sillón—. Si alguien sexy lo rechaza, será una más de tantas. Por más casanova que se crea, sabe que hay chicas inalcanzables para él, así que no insistiría.
—Pero tú eres presa fácil y por eso le mata que no le correspondieras a la primera —continúa Totó, más respondiéndose a sí misma.
—Cree que una chica como yo no se resistiría al popular del colegio —añado— y cuando lo hice, le piqué el bichito de la curiosidad y el reto. Bichito que todos los hombres tienen.
Y las mujeres.
—Es brillante —comenta la rubia.
—Lo es —afirmo—. Ahora,lo que podemos hacer es lo siguiente...
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