Capítulo 10
Última hora de clase: matemáticas, mi gozo en un pozo.
En esta también coincido con el Halcón, no nos ha dado tiempo de hablar, pero no deja de mirarme de reojo, yo solo finjo indiferencia. Este es el único maestro que no ha insistido con la chorrada de las presentaciones, creo que le vale un reverendo pepino quienes somos con tal de que le cumplamos con los deberes. Algo así como mi mamá. Me agrada.
—Deben escoger a su compañero de semestre —dice una vez el timbre suena y todos empiezan a levantarse—. Me lo deben informar en la siguiente clase que es... —Mira su lista en el escritorio—, mañana a primera hora.
Todos se retiran, recojo mis cosas y antes de salir, Luka se acerca a mí.
—¿Y a dónde quieres ir en nuestra cita? —Descansa el peso de su cuerpo en uno de los pupitres.
—¿Cuál cita? —Eso es, Luciana. Como si no supiéramos nada.
—Te invité a salir hace un par de horas —explica con gesto sorprendido. Sigo mi camino y salgo del aula con el Halcón pisándome los talones.
—Y yo te dije que no —le recuerdo.
—Lo dijiste por mi novia —exclama orgulloso—. Pero rompí con ella por ti —concluye con una sonrisa como si acabara de ganar un Nobel.
—Eso fue cortesía —respondo sin inmutarme y sin dejar de caminar—. En realidad, no me interesa salir contigo.
Su rostro se descompone entre incredulidad e indignación. Me encojo de hombros y sonrío.
—¿Por qué no?
—¿Quieres que te diga la verdad o una mentira que suene bonita? —pregunto.
—La verdad.
—Eres un mujeriego, un patán y tu tick nervioso no me gusta.
—Era mejor la mentira —bromea.
—En ese caso, quiero ser monja y eres una tentación —repongo, totalmente seria.
Me mira confundido al ver que no me río con él. Llegamos al estacionamiento y a lo lejos veo a Ramón que me saluda con la mano, devuelvo el saludo, me detengo y giro de nuevo hacia él.
—Nos vemos mañana en matemáticas, entonces. —Le toco el hombro y empiezo a caminar.
—Espera. —Me detiene—. ¿De verdad no saldrás conmigo? Si es una broma, no es graciosa.
—No me ves riendo, ¿o sí?
—Pero soy Luka Greisnar. —Se señala a sí mismo como si yo no estuviera viendo lo obvio. Levanto las cejas y respondo.
—Y yo Luciana Hamilwein, pensé que ya teníamos eso claro. —Aprieta la mandíbula—. Nos vemos mañana.
Me voy y no me detiene más.
Arribo hasta Ramón y subimos juntos al autobús, Thomas ya está aquí, pero evade cobardemente mi mirada. Al rato se sube Totó y la rubia, quien por primera vez no me dedica ni una mirada desdeñosa. Sé que no dejará pasar lo de hoy, pero tampoco me preocupa demasiado; estaré pendiente de ella.
—No te lo puedo creer —exclamo, con mi boca abierta en una O enorme.
—Fue más o menos así... —Recrea la escena, haciendo ademanes con sus manos—. La rubia fue a abrazarlo, él se zafó y le dijo que era una mentirosa, solamente con eso ya llamó la atención de todos. Ella se puso como un tomate y le dijo en voz bajita que de qué hablaba, que ella no había hecho nada. Entonces Luka le dijo que dejara de andar divulgando que ellos eran novios y ella le reclamó que por qué, si en realidad eran novios, que no lo negara. Y ¡Luka se rio de ella! ¿Puedes creerlo? Ahí enfrente de todos, porque habían hecho una multitud alrededor como si fuera una pelea de puños, ¡y la terminó! —concluye Totó luego de relatar la discusión de la parejita del año—. Bueno, si se le puede llamar "terminar" a dejar de ser no-novios.
—¿Realmente dijo que iba a salir conmigo?
—Sí, amiga. —Sus ojos brillan de emoción—. Dijo: «Fue divertido, Kathe, pero justo invité a salir a Luciana y creo que con ella quiero algo serio» —imita su voz y rompe a reír—. ¡La rubia quedó colorada! Y se le aguaron los ojos, Lucy. Fue muy... en realidad triste, pero por ser Katherine fue gracioso.
—Eso explica por qué ni me miró en el bus, debe odiarme. Pero no importa... —De todo lo que hablamos, lo importante son las consecuencias de esa pelea—. Lo tenemos, Totó —afirmo—. Ahora solo sigue el nuevo plan de seis pasos.
Totó rueda los ojos, pero con cariño, como si le causara gracia que yo salga con más y más planes.
—Cuéntamelo.
—Paso uno: rechazarlo, casi listo —empiezo.
—¿Cómo que casi?
—Mañana volverá a invitarme a salir en matemáticas, lo sé —explico—. Solo después de rechazarlo una vez más, estará completo el paso.
—Bien, el siguiente —apremia.
—Aceptar su invitación. Paso tres: dejarlo plantado de esa invitación. —Sonreímos al tiempo—. Paso cuatro: que me desee. Paso cinco: que crea que me voy a acostar con él.
—¿Lo harás? —pregunta. Lo medito un momento.
¿Lo haremos, Roberta?
Yo digo que no es lo mejor.
¡Cállate, Esmeralda!
Esmeralda es la otra parte de mí, la que ustedes llaman sentido común y sensatez; casi nunca sale porque difiere mucho de mis opiniones, en cambio Roberta me apoya en la mayoría.
—Tal vez —contesto—. Pero no cuando él quiera, solo cuando lo tenga comiendo de mi mano. Si todo resulta, estará enamorado para entonces, es ahí cuando entra el paso seis: mandarlo a la porra y de ser posible, en público.
—De acuerdo. Rechazar, aceptar, plantar, despertar deseo, dejarlo con las ganas y humillar —resume—. Se oye fácil.
Espero sea fácil.
Como predije anoche, hoy la cortina de Tobías está cerrada, ya no podré deleitarme con su persona mientras se desviste.
Tal vez si dejáramos de ser tan imprudentes, Luciana.
Nah.
En fin.
Uno de los libros que nos toca leer este semestre es "Orgullo y prejuicio" (que original) y gracias a Zeus es uno de mis favoritos. Después de ponerme mi sensual pijama de ositos, tomo mi —muy manoseado— ejemplar de la obra de Austen. Todo sea por la responsabilidad.
Me meto en la cama con un par de cojines en mi espalda y me dispongo a empezarlo.
Es una verdad universalmente conocida que un hombre poseedor...
Mi celular alumbra y el globito de conversación se posa en la parte superior.
Desbloqueo la pantalla y es un mensaje de «Cobertizo», como lo llamé en los contactos.
Hola, Lucy ¿Qué haces?
Leo un poco.
Déjame adivinar, ¿50 Sombras de Grey?
El chico medio desinhibido que aparece tras la pantalla me agrada mucho más que el que me habla del orden de las herramientas.
Já, gracioso, esas cosas no se leen, se practican. No, es Orgullo y prejuicio.
Oh, tendré que agregar eso a la lista de cosas que me gustan de ti.
Un hormigueo se aloja en mi estómago. Deben ser los frijoles de la cena, Roberta.
¿Tienes toda una lista? Que nerd xD
Sí, ¿quieres leerla?
Claro.
Sonrío y espero mientras el «escribiendo» sale en la parte superior.
✓No se roba los paraguas.
✓Le gusta leer.
✓Sus lentes.
Eso es todo, no tengo más.
Una carcajada sale de mí y tecleo rápidamente.
Eres una ternura. Oye, si tuviera una lista tuya —y no digo que la tenga—, ¿quieres saber qué pondría?
Sí :)
✓Me prestó un paraguas.
✓Su mamá cocina delicioso.
✓Se cambiaba con la cortina abierta (pierde puntos porque ya no lo hace)
✓Le gustan mis lentes.
Puedo imaginarme su rostro sonrojado y aprieto los labios en una sonrisa. Un minuto, dos minutos y no hay respuesta. Ya me estoy resignando a que don Cobertizo me deje en visto cuando al fin responde:
¿Entonces sí me espiabas?
Si estoy en mi casa, en mi habitación y en mi cama, no es espiar, solo es un efecto colateral de que seamos vecinos de ventana
Según la ley. ¿Y según la moral?
¿Qué es eso? >-<
Interesante.
Pasan un par de minutos y escribe de nuevo.
Hablamos mañana, Lucy.
Bueno, cobarde :p. Adiós.
Después de tres capítulos del libro, sin entender nada porque la concentración no me da, me duermo con una sonrisa boba en los labios. ¿Por qué? Roberta piensa que es el cúmulo de todo lo que pasó hoy y Esmeralda... no sé, a ella la ignoro.
Miércoles. Ombligo de la semana.
Me siento de nuevo con Ramón, está soltándose un poco más en mi presencia y eso me agrada, hoy pronunció más de dos oraciones sin colorarse como un tomate.
—Dicen que rechazaste al gran Luka Greisnar. —El tono que usa es de burla, creo que no se lleva bien con mi compañero de física.
Ojalá mi promedio subiera igual de rápido que los chismes que corren en Crismain.
—¿Qué te contaron? —indago.
—Que terminó con Kathe —susurra muy cerca para que no lo oigan— por salir contigo, pero que le dijiste que no. ¡Eres casi una leyenda, Lucy! Nadie nunca le había dado una negativa.
—Creo que exageras, Ramón. —Mi semblante externo es neutro y taciturno. Roberta está bailando la Macarena desnuda y cantando alabanzas al sol.
Un par de partes de la historia y del chisme de Ramón se salen a la fantasía, pero el punto de todo queda claro y si llegó a oídos de Ramoncito bonito, quiere decir que todo el colegio lo sabe.
Llegamos a la temida primera clase, debemos armar las parejas y me niego a ser compañera en dos materias con el Halcón, así que debo encontrar a alguien. Hoy todos me miran más de lo normal y eso me intriga, tal vez ese ligero chisme es más importante y trascendental para todos de lo que lo es para mí.
Le he dicho a tres personas que sean mi compañero y los tres se han negado. El maestro viene tarde, por lo tanto, todos están hablando. Veo a una chica de cabello casi morado y me acerco a su mesa.
—Hola, ¿quisieras ser mi compañera? —El maestro no tarda en llegar y no tengo tiempo para cortesías como saber su nombre y eso.
La chica mira por encima de su hombro y se sonroja, para luego bajar la cabeza, sonreír como aturdida y responder sin levantar la vista.
—Lo siento, ya tengo compañero.
Giro mi cabeza para ver el origen de la actitud de esta chica y veo al Halcón mirándome con una sonrisa burlona, me guiña un ojo y me acerco a él.
—Fuiste tú, ¿verdad? —acuso, él mira con inocencia y confusión—. Tú les dijiste a todos que no me aceptaran de compañera.
—No puedes probar eso —repone. Bufo y ruedo los ojos—. Pero si nadie quiere ser tu compañero, yo me sacrifico. Todo sea por una buena causa.
—No, gracias —espeto y me dispongo a irme.
—No hay nadie más, Lucy —apostilla—. Soy yo o tener problemas con el maestro.
Hago un esfuerzo sobrehumano para no decir una grosería impropia de esta versión de mí misma y lo miro de nuevo.
—Bien —accedo—. Serás mi compañero.
—No, gracias —responde—. Me haré con Maggie. —Mira a la chica del cabello morado y le sonríe.
Idiota.
—¿Entonces para qué dices que te sacrificarás conmigo? —digo seria, sin ápice de emoción en el rostro.
No le daré el gusto de verme molesta, aunque en realidad quiera sacarle los ojos por cretino.
—Quería que accedieras a algo que yo te pidiera —contesta—, y ya que me dijiste que no a una cita, acá estoy... y ya dijiste que sí a ser mi compañera.
—Y ahora me dices que te harás con otra persona —confirmo. Él asiente—. Inteligente, genio. Habríamos podido reunirnos para hablar de la clase...
Lo piensa y juro que escucho cómo sus neuronas unen ideas. Frunce el ceño y me mira suspicaz.
—Eso puede ser cierto... —confiesa, aún con cara de retrasado—. ¿Serás mi compañera?
—¿Y Maggie? —cuestiono.
—Que se quede sola.
—Oh, no te preocupes por eso, yo me haré con ella. —Sonrío y él hace lo mismo, imitando el gesto—. Gracias Luka.
—De nada, linda. —Uno de sus mechones rubios se atraviesa en su ojo izquierdo y con su dedo lo mueve a un lado, para luego dedicarme una sonrisa ladeada.
Me pregunto cuánto tarda ese cerebro de nuez en notar que se quedó sin compañero.
No lo nota hasta que ve que le paso al maestro en el informe mi nombre junto al de Maggie y luego se ve obligado a poner el suyo junto al chico que se sienta a su lado.
Maggie solo había accedido a rechazarme porque Luka le había prometido un beso, pero cuando le dije que solo quería salir conmigo, se indignó y le tocó aceptarme. Me eligió por descarte, pero peor es estar con Luka.
Luka está justo donde necesito: está insistiendo en salir conmigo y lo mejor de todo es que ya soy conocida como la chica que lo rechazó, es decir que su ego está herido y hará lo que sea por repararlo.
Hoy accederé a salir con él, pero eso será al finalizar la jornada; veré qué más hace mientras tanto. Es gracioso.
Esta mañana Totó me dijo que al Halcón le gustaban los pendientes grandes, que lo atraían. Fetiches extraños, pero no soy nadie para juzgar. Me coloqué esta mañana unos aretes que son casi carnavalescos, bastante llamativos y tienen una pluma amarilla cada uno; no son mi estilo, pero no me quejo, se me ven geniales.
Luka convenientemente me ignora lo que queda de clases antes del almuerzo, apenas me mira, pero sé que me mira. Mi mamá me envió comida un poco más decente para el receso hoy, así que no debo comprar nada. Salgo al césped a disfrutar del sol que se dignó a salir y me siento sola en una esquina, voy a dar el primer bocado y mis ojos se abren de par en par.
Luka está traspasando saliva con Maggie y, si no estuvieran en el colegio, estoy segura de que estarían compartiendo algún otro fluido.
Entre la sorpresa y el asco, me retiro antes de que me vean.
Esa chica es una pendeja o Luka de verdad tiene poder de convencimiento.
En realidad, lo juzgo a él, no a ella, así que puto Luka.
Esto se pone interesante.
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