01
Llovía a cántaros la noche en que la vida de Choi Soobin se puso patas arriba.
Soobin estaba empapado cuando regresó a casa, y estaba pensando con furia en lo que sus ojos habían visto en esa cafetería.
Él pensó mucho en ello. Realmente lo hizo.
Estuvo en el fondo de su mente durante los siguientes días. La idea de Minhee besando a otro hombre, tomando su mano, acariciándolo, era... repugnante. Le dejó un sabor amargo en la boca.
Estaba pensando en círculos sobre ello. Maldita sea. Necesitaba una respuesta.
Soobin acabó llamando a Beomgyu, su amigo más cercano. Últimamente, rara vez se reunían a charlar como en los viejos tiempos, desde que Beomgyu trabajaba en la empresa de su padre, pero ellos habían sido cercanos desde la secundaria. Sabía que siempre podía contar con Beomgyu.
—Si crees que ella te está engañando, pregúntalo directamente —él le dijo.
—No puedo hacerlo —Soobin dijo, recostándose en su cama—. Sabes cómo es Minhee. Yo sólo odio el hecho de sentir... esto.
—No es como si una pregunta fuera a acabar con tu relación. Si quieres resolver tus dudas, simplemente dile eso.
—No la conoces —dijo Soobin, pellizcando el puente de su nariz—. Si le pregunto, se molestará conmigo por desconfiar de ella y dejará de hablarme durante días, y odio cuando lo hace.
—¿Es realmente importante saberlo entonces? —por supuesto que lo era, su relación dependía de ello, pero no podía arriesgarse a perderlo todo— Deja de darle vueltas al asunto y dilo como el hombre confiado que eres.
—Es complicado —resumió Soobin.
Beomgyu se quedó en silencio durante largos segundos antes de decir:
—Sabes, no es realmente tan complicado si lo haces sutilmente.
Soobin miraba atentamente la pared blanca frente a él. Él tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no sonar brusco.
—¿Tienes algún otro consejo?
Beomgyu dejó escapar un suspiro.
—No creo que tenga el derecho de decidir por ti el qué hacer con el inminente engaño de Minhee, pero por otro lado... las buenas relaciones están basadas en la confianza.
Sabía que él tenía razón, pero engañarse a sí mismo era mejor que aceptar la dolorosa verdad.
Quizás era algo exagerado, descabellado y romantizado. Era todo menos realista. En el fondo sabía que nunca podría avanzar en su relación si seguía aferrándose a la Minhee que su propia mente ideó.
Enamorarse no era divertido, mucho menos perfecto.
Al menos para Soobin.
Él conoció a Minhee en su peor momento: la secundaria. Ese lugar en el que eras aceptado o un inadaptado. En ese entonces él era un inadaptado. Siempre despreció a los aceptados por el resto de los adolescentes, quienes lo detestaban también. Estuvo con Minhee desde entonces, durante años y años. Claro, con altibajos, y a veces insatisfechos. Ahora, con el aparente engaño, Soobin se preguntaba por qué seguían juntos. Él nunca lo supo, nunca antes se lo había preguntado. ¿Por qué? Él tenía claro que el amor nunca dura demasiado tiempo, y cinco años ya habían sido suficientes. Al menos para ellos.
—Tienes razón —dijo Soobin—. Pero siempre he pensado que el amor no debería durar tanto tiempo. Ya sabes, como llegar al matrimonio y esas cosas —reiteró—. Yo no me veo caminando junto a Minhee hacia un altar.
—Entonces sólo no lo hagas —Beomgyu dijo—. Sólo déjala y ya.
Soobin suspiró fuertemente.
—Aún no —le dijo—. Debo darles su merecido. A ambos.
Beomgyu se oyó confundido.
—Disculpa, pero, ¿en qué parte me perdí?
—Voy a darles su merecido a ambos. Van a pagar por lo que me hicieron —su sangre hervía en rabia. No dejaría pasar una infidelidad. No de nuevo. Esta había sido la última vez que alguien le hacía dudar de su amor, Minhee se arrepentiría por lo que hizo—. Recuerda mis palabras.
Sin más, Soobin cortó la llamada, esperando la hora de visitar a Minhee en su departamento.
Debía planear todo en calma y con la cabeza fría. Tal vez pasar tiempo juntos le ayudaría a olvidar lo que vio en esa cafetería.
Al menos es lo que Soobin pensaba.
Quince minutos habían pasado desde que Soobin llegó al departamento de Minhee, aunque ella no parecía ser del todo consciente de su presencia allí.
Su mirada se mantenía fija en la pantalla de su teléfono. Soobin se percató de la pequeña sonrisa traviesa en su rostro.
—¿Hablas con Seorim? —dijo con voz llana.
Los dedos de Minhee dejaron de teclear sobre la pantalla.
—¿Hmm?
Soobin se levantó del sofá, dirigiéndose hacia ella.
—Pregunté si hablas con Seorim —replicó—. Tienes esa sonrisa que pones cuando planeas algo.
Los enormes ojos cafés de Minhee se dilataron. Sus labios se torcieron un poco.
—Planeamos ir este sábado al bar que acaba de abrir en el centro de la ciudad.
Usualmente Soobin optaría por no entrometerse demasiado en sus asuntos y simplemente lo ignoraría, pero no podía ignorar el extraño comportamiento de Minhee desde hacía varias semanas, por lo que optó por guardar silencio, evitando ver la sonrisa que volvía a instalarse en su rostro al observar el chat abierto en su teléfono.
Mientras él se cruzaba de brazos a su lado, una risa hizo eco en el lugar: Minhee sonreía en grande mientras tecleaba. Jamás se había sentido tan incorrecto el visitar a su propia novia, y por primera vez, Soobin se sintió como un intruso en su departamento.
—¿Hee? —murmuró.
—Dame un momento —dijo Minhee, frotándose los ojos con esa estúpida sonrisa en el rostro—. Seorim estaba demasiado entusiasmada contándome lo que ocurrió ayer en el centro comercial —explicó, viendo hacia el techo con una sonrisa— ¿Quieres que prepare algo para la cena o prefieres pedir comida rápida?
—Cualquier cosa está bien —Soobin estaba frunciendo los labios, una mirada triste en su rostro.
Genial. Gracias al rumbo al que Minhee había llevado su conversación, sus ganas de preguntar sólo habían logrado intensificarse, su lengua picando por escupir las palabras. Él era un hombre seguro de sí mismo, no había motivo alguno para desconfiar de ella, pero Minhee estaba dándole motivos para hacerlo. No quería parecer la clase de novio celoso que necesita saber todo sobre ella, pero aquello parecía imposible ahora. Había pasado semanas observando su comportamiento y la manera en que se comportaba cerca suyo; no había duda alguna: una infidelidad era bastante posible, sin embargo, debía mantenerse sereno. Al menos por ahora.
Titubeando, él dijo:
—Yo... —una pausa— ¿Hay algo que esté preocupándote últimamente?
La pregunta tomó a Minhee desprevenida.
—Sólo he estado algo ocupada —respondió rápidamente, como queriendo evitarlo—. Este viernes finalizan mis exámenes, tendré tiempo libre sólo para ti —dijo con voz suave, alcanzando la sartén colgada sobre el mueble—. Deberíamos visitar el restaurante de Tteokbokki al que fuimos la última vez.
Optando por no decir nada más, Soobin se acomodó sobre el sofá, divagando entre atreverse a preguntar acerca de su extraño comportamiento y lo extrañas que se habían vuelto las cosas entre ellos.
Decidió guardar siiencio, como siempre hacía. Sus dedos jugaron con el dobladillo de su camisa.
Fue entonces, días después, cuando todas sus dudas acabaron.
Soobin se levantó de golpe y salió del departamento.
Condujo directamente a la cafetería que solía frecuentar con Minhee. A menudo recogía a Minhee del trabajo, pero si él recordaba correctamente –y él siempre lo hacía—, Minhee había salido temprano ese día.
Ella estaba ahí, como había esperado.
El único problema era que Minhee no estaba sola.
—Cariño —dijo en voz baja.
Oyó su aliento atrapársele en la garganta.
—¿Quién es él?
Minhee se paró rápidamente. Su rostro era todo un poema.
—Ahn Yeonjun —se apresuró a decir—. No sabía que Minhee tenía un hermano.
Ella se sentó nuevamente, dejando un espacio para Soobin en la mesa.
—Choi Soobin —dijo, su voz llana y controlada— ¿Compañero de trabajo?
El hombre miró a Minhee, confundido.
—De hecho, soy-
—Sí. Es mi compañero —se apresuró a decir ella, dándole una mirada cómplice.
Él pareció entenderlo a la perfección.
—Soy su jefe —él dijo—. Tuvimos una reunión por asuntos laborales.
Excepto que una cafetería que usualmente frecuentaban parejas no parecía el lugar perfecto para hablar sobre trabajo.
El ambiente se había vuelto tenso, comenzaba a abrumarlo.
—Entiendo —a pesar de que le habría gustado poder decir algo más, Soobin no pudo hacerlo. El tipo parecía ser diez veces más atractivo que él y olía bien como el infierno. Cabello oscuro corría por sus hombros y tenía lunares en las mejillas. Era apuesto, no iba a negarlo, pero tampoco podía irse sin hacer algo al respecto.
Sin embargo, no pudo hacerlo. Soobin se marchó en silencio tras despedirse de Minhee con un rápido beso en la mejilla.
No necesitaba que ella respondiera a sus dudas. Podía hacerlo por sí mismo. Ya había hecho esto antes. Había pasado por una infidelidad y pudo descubrirlo por su cuenta, y esta no sería la excepción.
El hijo de puta iba a pagar.
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