I: Fuera de control
El caballero de Leo realmente parecía una fiera al caminar, quien quiera que lo viera notaba esa molestia a distancia. Pero no era para menos, por boca de su propia novia se enteró que fue besada por Milo.
Todo por una maldita apuesta que había hecho con Deathmask. Eso hirió su orgullo, se suponía que más allá de la apuesta, Milo era su amigo, casi un hermano y se había atrevido a tocar a Marín. Lo quería matar, no matar era un castigo leve, se aseguraría de dejarlo agonizar luego de una tortura. Era lo mínimo que se merecía.
Por fin había llegado al templo de Escorpio, ya desde antes de llegar estaba con todas las intenciones de herir a Milo, por lo que ni bien que lo viera lo atacaría. Fue así que al entrar, a lo lejos vio una silueta, por la cólera ya ni siquiera verifico que fuera Milo, simplemente lo atacó con su plasma relámpago.
Un grito de dolor resonó en las paredes del templo, pero ahí Aioria se dió cuenta que al que atacó no fue Milo, sino Camus, quien cayó al suelo inconsciente. El ataque había sido sorpresivo, el caballero de Acuario no pudo defenderse de la gran descarga eléctrica que recibió y el dolor fue tan indescriptible que no lo soporto y cayó inconsciente.
Aioria se arrepintió de inmediato, no quería a nadie más hubiera salido involucrado y había herido a la persona que menos se lo merecía, pues hasta Death era el que merecía su plasma relámpago.
—¡Camus! Lo siento... Lo siento.— Corrió inmediatamente al menor y lo sostuvo entre sus brazos. Pero a pesar de que lo movía no lograba que despertara. Ahora el muerto era el, si el patriarca se enteraba que lastimó a uno de sus compañeros, no solo recibiría un buen sermón, sino que sería castigado.—Camus...
Al ver qué su ataque causo algunas heridas abiertas en Camus, decidió llevarlo a la habitación de Milo para tener mejor comodidad de curar sus heridas. Empezó quitándole la camisa que acabo rasgada por su ataque, busco el botiquín y con total delicadeza empezó a curar las heridas del francés.
Le sorprendió que Milo aún no llegara, pero tampoco lo quería ver, solo que tal vez en esos momentos necesitaba ayuda. Termino de curar su pecho y brazos, pero sus piernas faltaban, suspiro y cerró sus ojos para ir quitando su pantalón, dejando solo en ropa interior al joven francés, se sorprendió al verlo casi expuesto, la sangre resaltaba sobre toda esa piel blanca, era como nieve que poco a poco se teñia del rojo de la sangre. Increíblemente esa hermosa vista y algo tétrica de imaginar le excito al León. Y prueba de ello era la molestia que tenía en su entre pierna que fue resaltando bajo la tela de su pantalón.
¿En qué estaba pensando?, tenía novia, la amaba pero tener a Camus casi desnudo era otra maravilla que no tenía explicación, era hermoso y jamás lo había notado hasta ahora. Su cuerpo sin la armadura, era delicado y sus músculos estaban bien definidos aunque no resaltaban tanto como los suyos, tenía una belleza femenina una vez que lo que miraban bien, pues su delgada cintura y manos tan finas como su rostro eran únicos.
Dejo de soñar despierto y se dedico a curar sus heridas lo más antes posible e irse, pero al curar sus piernas, no pudo resistirse a sus propios instintos y al estar solos fue besandose esas largas piernas blancas. Se sentía tan suave su piel ante sus labios, y el olor personal del joven francés era único, era un toque a lavanda y el olor de cabello era adictivo.
Pronto una idea perversa se cruzó por su mente, en esa situación sería fácil aprovecharse del joven francés, puesto que era el interés amoroso de Milo, nunca se lo dijo directamente, pero en su actitud lo demostraba, de lo orgulloso y vanidoso que era, lo dejaba de lado para ser cortes con Camus, hasta lo que nunca hacía favores a nadie por Camus iba al otro lado del mundo si era necesario. Actuaba como un tonto enamorado y buscaba complacer al francés en todo.
Si se acostaba con Camus en el mismo templo de Escorpio, sería la venganza perfecta. Pues Milo no era el único que podia aprovecharse de alguien. El también podía y ese era el momento perfecto, envendo las piernas del galo y luego de retirar el botiquín, se fue quitando su ropa.
Al estar completamente desnudo se acomodo sobre el galo, y paso a besar sus labios que aunque no fue correspondió pudo disfrutarlo de igual manera. Sin duda era increíble. Beso su cuello mientras que sus manos se ocupaban de quitarle la última prenda.
Fue ahí que su mano paso al miembro del francés y lo fue acariciando como la cosa más delicada del mundo. Se sorprendió que al tocarlo prendiera más su deseo, y su libido subiera, suspiro al ver reacción en ese miembro. Que aunque Camus estuviera inconsciente su miembro respondía de manera favorable.
Abrió las piernas del francés para acomodarse entre ellas y llevo sus propios dedos a su boca y los lleno de saliva, cuando noto que era suficiente, llevo sus dedos a la entrada ajena y fue metiendo lentamente tres de sus dedos y estimular la entrada ajena hasta humedecerla lo suficiente, no podía controlarse, pues sus dedos sintieron una gran calidez del interior, así que saco sus dedos. Su propio miembro estaba erecto, así que fue fácil alinearlo a la entrada del francés, no podía creer que hasta esa parte fuera tan hermosa, rosada y brillante. Pero antes de avanzar lo pensó mejor, si se atrevía a penetrar al francés no solo estaría traicionando a Milo sino a su novia, sin contar que talvez al despertar el galo lo odiaria y corría el riesgo de ser una estatua de hielo viviente.
Si estaba dispuesto a correr todo eso seguiría, era lo que Milo se merecía. Además de que ya estaba excitado, así que sin dudarlo más penetro con suavidad esa casta entrada, y sintió el mismo paraíso, estar dentro de Camus no se comparaba con nada, era tan cálido y estrecho. Ni cuando tomo la primer vez de Marín se sintió tan bien como ahora, eso solo estímulo a Aioria a continuar y mover sus caderas lentamente y tras unos minutos aumentar el ritmo.
Su cabeza se nublo y solo gozo del momento, ya no le importaba que Camus estuviera herido, solo se concentro en complacerse, se canso de la misma posición, así que volteo el cuerpo inconsciente del galo dejándolo boca abajo y volvió a penetarlo solo que con más fuerza aferrándose a la pequeña cintura del galo, en esa posición y más el éxtasis terminó por correrse, su respiración era rápida al igual que su libido, por lo que no acabo ahí y siguió tomando el cuerpo del francés. Levantó una de piernas del galo y la sostuvo con ambos brazos mientras que seguía moviendo sus caderas con fuerza.
Su boca sintió la necesidad de besar al francés, así que decidió cambiar de posición y quiso voltear el rostro del menor para tener acceso a esa dulce boca, pero al hacerlo se dió cuenta que Camus estaba despierto, sus ojos estaban llenos de lágrimas y eso destrozó a Aioria, tanto que salió de golpe del galo lo que causó que este gimiera de dolor y cierto placer.
—¡Lo siento! Porfavor discúlpame... No sé en qué estaba pensando... Perdóname...— Aioria no sabía cómo disculparse adecuadamente. Trato de ubicar su ropa y vestirse cuánto antes, sin embargo mientras hacía eso Milo había llegado a su templo y no tardó en entrar a su habitación. Encontrarndose con una escena que lo dejo sin aliento, Camus sobre su cama aún con las piernas abiertas y su rostro cubierto con ambas manos y Aioria desnudo buscando su ropa.—Milo...
Aioria no había pensando más allá de su venganza, no tomo encerio las consecuencias y ahora ni sabía que decirle a Milo. Mucho menos como disculparse con Camus, pues era el que menos se merecía lo que había hecho.
—¡Maldito hijo de puta!— Milo no tardó en asimilar lo que pasaba. Aioria había tomado a la persona que más amaba, no estaban en una relación y jamás se aprovechó de Camus por el respeto que le tenía, era por eso que siempre trato de conquistarlo de forma lenta. Pero Aioria... El había manchado el honor de Camus y eso jamás se lo perdonaría. Elevó su cosmo cosa que alertó a Aioria.
—Espera Milo... ¡Puedo explicarlo!— Aioria trato de excusarse, pero Milo no escucho palabras alguna, simplemente a un a velocidad impresionante fue hacia Aioria y lo lanzo contra una de las paredes, lo que no solo dejo grietas en el lugar sino que dejó herido al León.
—¡Vete al diablo Aioria! ¿¡Cómo se te ocurre haber tocado a Camus!?— La rabia se percibía en los ojos de Milo, los cuales estaban inyectados de un rojo que brillaba como la misma estrella de Antares. No le dió tiempo a Aioria de levantarse y se puso sobre el para golpearlo, todas las veces que fueran necesarias, Aioria trato de responder, pero era inútil, solo conseguía que Milo lo lastimara aún más.
—¡Tu hiciste lo mismo! !Marín tampoco merecía que siquiera le vieras el rostro!— Aioria ya no sintió culpabilidad al recordar el error de Milo, pero eso no fue suficiente defensa para perdonar lo que le había hecho a Camus.
—¡El problema era conmigo maldito! ¡Camus no tenía nada que ver en esto!— Milo tampoco se contuvo al saber las intenciones de Aioria, resumió que todo se trataba de una venganza. En la que la única víctima fue Camus, quien no se atrevió a hablar, su vergüenza era mayor que ni siquiera tenía valor de mirar lo que ocurría y solo escuchaba la pelea ajena, aunque las ganas de detener la discusión no le faltaban.
Continuará...
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