Capítulo treinta

Laia

Estaba en la azotea del edificio, con Sebastián a mi lado, preparándome para lo que sería mi primer disparo de francotirador hacia un objetivo real. Miraba a través de la mira telescópica de mi rifle hacia la camioneta blanca que se encontraba en la calle abajo. Mi corazón latía con fuerza, lleno de anticipación y nerviosismo. Sabía que no estábamos apuntando a un objetivo desconocido, sino a la hermana de Lorena, la amante actual de Henry. Los teníamos fichados, lo suficiente para conocer cada movimiento y lugar que frecuentaban, la hora exacta, rutas y cada camioneta en uso que intercambiaban en cada trayecto.

—Es increíble cómo no ha pasado mucho tiempo desde lo sucedido con su esposa Lorena y su hijo, y ahora se pasea abiertamente con su hermana. De verdad que hay que ser un desgraciado.

—Precisamente eso es lo que nos da ventaja sobre él. Diría que esa es la enorme diferencia entre ellos y nosotros. Él no confía en que ella puede cuidarse por sí misma, la cataloga como una mujer débil que debe proteger por su cuenta, de otro modo, no sobreviviría. La falta de confianza puede matarte a ti y a los tuyos.

—Hace lógica. ¿Es esa la razón para darme la libertad de elegir? ¿Me estás poniendo a prueba para saber si estoy lo suficientemente preparada para accionar y tomar decisiones por mí misma? ¿Es esto un juego mental de los tuyos que lleva un mensaje oculto?

—No. Simplemente te estoy demostrando que eres la única persona en quien confío a ojos cerrados. Te considero lo suficiente capaz de defenderte por tu cuenta y eso me quita un gran peso de encima.

Mi corazón se aceleró por sus sinceras palabras y sonreí de la emoción.

Dios, como amo a este hombre…

—Recuerda todo lo que hemos hablado en nuestros entrenamientos. Esta vez, no estamos tratando con un objetivo sin movimiento, sino con alguien real. La ubicación es crucial. Estamos a aproximadamente 1.5 kilómetros de distancia de la camioneta. Tenemos ventaja y localizadas las rutas de escape, para cuando debamos retirarnos, pero debemos mantenernos ocultos por el momento.

Asentí con firmeza, repasando en mi mente las largas conversaciones con Sebastián sobre las técnicas de un francotirador. Habíamos discutido la importancia de tener en cuenta la velocidad y la dirección del viento, especialmente en este caso, donde la hermana de Lorena era un objetivo en movimiento.

—Este rifle es un modelo de alta precisión. La velocidad del cañón es fundamental. Debes calcular la distancia al objetivo con precisión y ajustar la mira telescópica en consecuencia. A esta distancia, incluso un pequeño error podría ser costoso y no podemos permitirnos fallar.

Alineé mi mira con la camioneta, sabiendo que debía tener en cuenta la caída de la bala debido a la gravedad en este largo trayecto. Sebastián me había explicado pacientemente cómo hacerlo, y su voz resonaba en mi cabeza mientras me preparaba para el disparo.

—La cadencia es clave. No te apresures. Controla tu ritmo y asegúrate de que la mira esté estable antes de disparar. Utiliza el entrenamiento de respiración que te mostré para minimizar el movimiento del rifle.

Respiré profundamente, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Sentía el peso del rifle en mis manos y la responsabilidad de este disparo.

—Diablita, este es tu momento de brillar. Confío en ti. Recuerda todo lo que hemos hablado y lo que has aprendido. Dispara cuando estés segura de que puedes hacerlo con precisión.

Respiré una última vez, luego centré la mira a la puerta trasera de la camioneta y, finalmente, cuando la vi bajarse y tomar su bolso de las manos de Henry, apreté el gatillo. El disparo se oyó nítidamente, y observé con atención a través de la mira mientras la bala seguía su trayectoria y alcanzaba su objetivo con suma precisión. El cristal de la camioneta reflejó la sangre y sus sesos esparcidos, y supe que habíamos enviado el mensaje claro y contundente a Henry de que todo, absolutamente todo lo que tenga, se le será arrebatado de las manos por nosotros.

Sebastián observaba a través de sus binoculares, cerciorándose de que todo había salido a la perfección y sorprendido por el éxito que había tenido. Los arduos entrenamientos a los que he sido sometida por él, me han servido para mi crecimiento personal y para confiar más en mí misma y en lo que soy capaz.

—Eso ha sido impresionante, mi diablita. Es momento de irnos.

Mi corazón seguía latiendo con fuerza, pero esta vez no era por nerviosismo, sino por la magnitud de lo que habíamos logrado juntos.

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