Capítulo setenta y seis

Hera

Me tomó tiempo elegir un par de anillos que cumplieran mis exigencias. Es la primera vez que luzco un anillo en mi dedo anular. A ella también le sienta bien. Sin duda alguna, le luce mejor que el que tenía.

—Antes de ir al hotel, hay algo que debo hacer antes.

—¿Acaso te estás arrepintiendo?

—Créeme, esto también te compete a ti, bolita.

Solo necesitaba asegurarme de que todo estuviera en orden con Alany, pues le llamé en dos ocasiones y no me respondió. Quise creer que si no me respondió es porque aún está molesta conmigo por lo de la última vez, pero la inquietud creciente que tenía, no solo estaba en mi cabeza. Mi instinto, como siempre, no me falló.

—Hay muchos policías. ¿Qué habrá pasado ahí? —cuestionó Avery.

—Alany…

Me bajé del auto, yendo en dirección hacia el restaurante donde debía estar Alany con sus compañeras, donde la ubicación de su celular seguía varada en el mapa. Había mucho alboroto, personas curiosas aglomeradas en la entrada, donde la policía buscaba mantener un orden y los paramédicos trataban de hacer su trabajo, transportando varias camillas en las que descansaban los cuerpos de tres personas, cuyos rostros no pude ver, pues estos estaban cubiertos.

Todo me trajo una lluvia de malos recuerdos y ese sabor amargo a la boca. Volvió a pasar… ¿En qué momento creí que sería una buena idea desprotegerla? ¿Por qué demonios bajé la guardia?

—¿Por qué te bajaste del auto como una loca?

—Necesito ver quiénes son las víctimas.

Llamé a mi contacto en la Comandancia, pues él podía investigar para mí quiénes habían sido las víctimas y si Alany era una de ellas, después de todo, él tiene permiso exclusivo para ver los cuerpos que llevan.

—¿Puedo saber qué estamos esperando aquí? ¿Qué está sucediendo?

Mi teléfono sonó con la llamada que tanto había esperado. No me había marchado del lugar, quise quedarme para estar al pendiente si de casualidad Alany aparecía por alguna parte.

Las descripciones que me brindó mi colega concordaban con las compañeras de Alany, pero ella no estaba entre las demás, lo que vi como un rayo de esperanza dentro de la situación, pues todo apuntaba a que, posiblemente estaba con vida. Definitivamente venían buscándola a ella, pues es la única que falta del grupo. Tuvieron que habersela llevado, pero ¿quién y para qué?

Ha de ser alguien poderoso, no me cabe duda. Ella no tiene enemigos, solo es una niña que ha estado encerrada gran parte de su vida entre libros. Por mi parte, no tengo enemigos, solo un simple rival que se resume fácilmente.

Miré a Avery, quien estaba sumida en pensamientos. 

—Tu marido…

—¿Qué pasa con mi marido?

—¿Le hablaste de mí?

—No directamente, ¿por qué?

—¿Qué le dijiste?

—No le dije nada, solo le pregunté si había contratado a alguien nueva como mi guardaespaldas, pues creí que trabajabas para él.

—Vaya, en estos momentos debe estar enterado de todo. Probablemente haya alguien por ahí siguiéndonos y observándonos desde las sombras por tu brillante estupidez.

—¿Por qué te pone de mal humor? ¿No fuiste tú quien apareció en mi camerino y te hiciste pasar por mi nueva guardaespaldas?

—Seguramente es él quien tiene a Alany. 

—¿Quién es Alany?

—Tu hija, cabeza hueca.

—¿De qué hablas?

—Es jodido y frustrante que no te acuerdes de mí, pero es aún más jodido e irritante que no te acuerdes de tu hija, cuando en el pasado eras capaz de todo por ella. Cuando en el pasado luchaste tanto para tenerla contigo. Cuando en el pasado la dejaste sola en manos de alguien que no tenía ni puta idea de lo que era criar y educar a una bola de grasa y problemática, tremendo clon tuyo, que cada maldito segundo llamaba a su mamá y me echaba la culpa de su muerte. La abandonaste una vez, lo sé, no fue por elección propia, pero en esta ocasión, la vida te ha dado una segunda oportunidad de reunirte con ella, así que te prohíbo que la abandones— la señalé —. Y te lo advierto, si es tu marido quien verdaderamente la tiene y mi intuición no me falla, te juro por nuestra hija que no tendré piedad cuando lo tenga de frente y le cortaré dedo por dedo, extremidad por extremidad y se las haré tragar enteras.

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