Capítulo ochenta y cinco

Me costaba reponerme, entre más tiempo transcurría, esas arcadas regresaban en cadena. Esas escenas se repetían en mi cabeza. Mi mamá se encontraba presa del pánico, horrorizada ante esa monstruosidad. En su expresión y reacción era evidente que no conocía al monstruo con el que se casó. 

Mi tía me ayudó a levantarme y caminar lejos de ese lugar, al asiento trasero de la camioneta, dónde por fin pude respirar y recibir aire fresco. 

—¿Dónde está Jolie? —logré articular. 

—Tú estabas con ella. 

—Ella quería irse. Quiso impedir que viéramos eso, por esa razón no quería revelar la ubicación de esta casa y la presionamos a hacerlo. Tú la presionaste con tus amenazas. Esa abominación fue capaz de abusar de su propia hija. 

—No me sorprende…

—¿Qué? 

—No me sorprende que tuviera demasiada cola que le pisen. La mayoría de funcionarios, políticos, personas de renombre tienen sus secretos y vínculos de esta índole o relacionados. 

—¿Cómo puede servirle a esa escoria? Ese animal la golpeó muy fuerte. ¿Será por miedo? ¿Por eso se mostraba tan asustada cuando me ayudó? Debo ir a buscarla. 

—¿Para qué? ¿Para mostrarle lástima? A cualquier víctima de este tipo de abusos, lo menos que querrá es que le tengan lástima. 

—Yo…

—Mi querida sobrina, ¿por qué te preocupas tanto por ella? ¿Acaso pasar la noche con ella cambió tu razonamiento? Por su culpa estuviste a punto de ser una víctima más en la lista de ese parásito. 

—No pasamos la noche juntas. 

—A solas en una habitación, compartiendo una misma cama, un afrodisíaco de por medio, ¿y me dirás que no ocurrió nada? No te involucres más de la cuenta con esa mujer. 

—¿Por qué? 

—Porque ella será el cebo que usaré para atrapar a esa rata. 

—No, ¡eso jamás! 

—Cualquiera que ponga en peligro la seguridad, el bienestar y la vida de mi familia, no entra en mi reino. 

—Seguramente ella solo siguió órdenes de ese infeliz. 

—¿Cómo estás tan segura?

—¡Porque no me habría ayudado!

—Eres demasiado confiada, bola problemática. Te crie en una maldita burbuja, lejos de la maldad y el verdadero rostro del ser humano, pero aterriza de una puta vez. Nadie hace un “bien” sin esperar algo a cambio. Y es algo que deberás ver para creer. Esa mujer tiene una severa dependencia emocional con su padre, como debiste notar. Aún después de todo lo que le hizo y por lo que vi, que seguía haciendo, ella está de su parte. Seguramente pondría su cabeza en un picador por su padre. Ella solo es una bomba de tiempo. 

—¿Cómo puedes expresarte así después de lo que viste? ¿Qué vas a saber tú de ella? Yo la vi temblar de miedo, vi en su mirada el pavor que la presencia de ese ser le ocasionaba y no lo comprendía hasta ahora. Ella no es una mala persona como su padre, si lo fuera, no habría impedido que él llevara a cabo sus planes macabros y repulsivos conmigo. Jolie no merece sufrir más de lo que ha debido vivir en silencio. Los ojos son el espejo del alma y ellos no mienten—la señalé —. No permitiré que la uses y la expongas a ese detestable ser. 

—Eso no lo podrás evitar, querida. Quién sabe si en estos momentos ha corrido a los brazos de su papi tras descubrir que sigue con vida. 

—No, ella no haría eso voluntariamente. 

—Entonces búscala. Solo si la encuentras, puede que le dé una oportunidad. No obstante, si no aparece y ha regresado a las faldas de su adorado papi, me la llevaré arrastrada por igual. 

La puerta del otro extremo de la camioneta se abrió y logré vislumbrar a Jolie, quien se sentó en el asiento del lado, dejando la puerta abierta. Tuve la sensación de que había escuchado nuestra conversación, pues ni siquiera nos miró, solo fijó su mirada en sus muslos, como si hubiese sido reprendida o castigada. 

—Ahí la tienes. ¿Suficiente con tus especulaciones? Déjanos a solas, tía. 

—Mi hija confía en ti, pero yo no. Ojalá que no seas solo un demonio vestido de cordero, porque mira que he rebanado y hecho guisos a muchos—dejando su advertencia en el aire, se alejó dándonos el espacio que le pedí. 

¿Su hija? ¿Acaba de llamarme «hija»? 

Ahora estando a solas no sabía qué decir. Las palabras se habían atorado en mi garganta, retorciendo hasta mis tripas. No puedo imaginar el sufrimiento que vivió en manos de ese demonio. Ser incapaz de expresarlo ha de ser el doble de doloroso para ella. Dentro de mí me repetía que no debía demostrarle lástima, quizá le estaría haciendo sentir peor, pero no pude contener esa frustración acumulada en el pecho. Seguía siendo una desconocida, pero al mismo tiempo, tenía la sensación de conocerla y entenderla más que nadie. 

—Lo siento tanto… —mis ojos se llenaron de lágrimas, siendo el detonante de mi sobrecarga y crisis mental. 

¿Por qué me disculpaba? ¿Me disculpaba por sentir lástima? ¿Me disculpaba por algo que no había hecho, pero que hubiera querido evitar, porque nadie merece pasar por algo así? ¿Me disculpaba de la impotencia que me generaba esta situación? ¿Me disculpaba por haber entrado a esa habitación y de haberme enterado de esto, cuando ella quiso evitarlo? ¿O acaso me disculpaba por lo podrida, cruel y retorcida que podría llegar a ser la humanidad? 

No lo sé. No tenía una respuesta clara, ni siquiera sabía con claridad por qué me afectaba y me dolía tanto aquí dentro. 

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