Capítulo cuarenta y nueve
Hera
Mientras me preparaba para el trabajo de mañana con Xenia, recibí una llamada que cambió por completo mis planes. Era uno de los hombres a los que le había encargado la tarea de vigilar a Avery, y me informó que la policía se la había llevado, supuestamente para interrogarla, aunque desconocía la razón que había detrás. Pude intuir de inmediato que para haber estado el parásito de su ex involucrado, debe tratarse de la vieja. Les dije que la siguieran y no la perdieran de vista.
Después de colgar la llamada, una risa burlona escapó de mis labios. La deuda de esa gordita sigue creciendo, y me prometí a mí misma cobrarle intereses por todas las veces que he tenido que salvarle el trasero.
Xenia notó mi inquietud y me preguntó a dónde iba mientras me disponía a salir. Mis palabras fueron escuetas, sin darle detalles.
—No tengo mucho tiempo. No me retrases.
No me detuve a explicarle. En su lugar, busqué el contacto de Jefferson en mi teléfono y lo llamé. Necesitaba ponerlo al tanto de la situación y asegurarme de que estuviera presente para controlar la situación y que le aconsejara negar todo de lo que le acusen. Sabía que las probabilidades de que mi gordis la cagara aún más eran demasiado altas, y no podía permitir que enfrentara una interrogación sin que Jefferson estuviera allí para protegerla.
Incluso en el infierno, me ha hecho un buen paro esa brujita. Ya no habrá escapatoria posible para esa bolita problemática. Es momento de que venga a acudir a su mami.
Avery
Me encontraba en una pequeña sala de interrogatorio, con una única silla frente a una mesa metálica fría. En el lado opuesto, un oficial de policía, con una expresión seria y un cuaderno abierto sobre la mesa, listo para tomar notas. Mis manos sudaban y mi corazón latía con fuerza mientras esperaba el comienzo del interrogatorio.
—Señora Avery, ¿puede explicar por qué atacó a Sandra Echevarria hace tres días?
Me miró con un tono acusatorio, como si ya hubiera decidido que yo tenía algo que ver en la desaparición de Sandra. Mis pensamientos se entrelazaron en un intento de encontrar la mejor respuesta.
—Ella... ella estaba lastimando a mi hija, la golpeó con un gancho de ropa.
La respuesta salió titubeante, y sabía que sonaba incriminatoria.
—¿Por qué no reportó ese suceso con nosotros?
—Yo…
—¿Dónde ha estado usted los últimos tres días?
La pregunta me tomó por sorpresa. No podía decirle que casualmente había pedido tres días libres en el trabajo debido a que no tenía con quién dejar a mi hija, ya que eso solo alimentaría sus sospechas. Si lo hacía, podría pensar que tenía algo que ocultar. Además, no tengo forma de demostrar que estuve en casa esos días. El testimonio de mi hija no sería suficiente, ni siquiera sería válido al ser menor de edad.
—He estado ocupada... en casa. Cuidando de mi hija.
El oficial me observó con el ceño fruncido, y pude sentir el peso de su mirada acusadora. Cuando iba a agregar algo más, entró un señor moreno de ojos verdes y barbudo.
—¡Basta, oficial Martínez! Esto es un interrogatorio, no un juicio. Es demasiado pronto para sacar conclusiones sobre el paradero de la Sra. Echevarría o si la señora Avery tiene algo que ver en ello. Nuestro trabajo es obtener información, no acusar.
El segundo oficial intervino, reprendiendo a su colega por su tono inapropiado y sus insinuaciones. Era un alivio momentáneo, pero la tensión en la sala persistía, y yo sabía que aún debía enfrentar más preguntas y presiones en este interrogatorio.
¿Dónde demonios se metió esa señora? ¿Acaso esto es un plan entre ella y Omar para quitarme a mi hija? Maldición, ¿qué hago?
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