Capítulo cincuenta y uno
—Podrías ser buen detective si te lo propusieras…
Su revelación me impactó profundamente. Estaba asustada, confundida y sentí un nudo en el estómago.
—¿Qué fue lo que hiciste?
Con un tono sereno y un brillo malicioso en sus ojos, respondió:
—Nada de otro mundo. Jugamos billar toda la madrugada y ella era la bola. No necesitas saber nada más que no sea que ya no será un problema en tu vida.
Mi corazón latía aún más rápido, y me di cuenta de que no me equivoqué, esta mujer era realmente peligrosa.
—Yo… te agradezco que hayas venido, pero será mejor que me lleve a mi hija conmigo.
—Cuéntame, ¿a dónde irás? ¿La llevarás de vuelta a la casa? En estos momentos eres una sospechosa de haber desaparecido a tu exsuegra. Un pajarito me contó que estás en un aprieto. No tienes siquiera quién cuide a tu hija. En poco tiempo las deudas se irán acumulando y estarás hasta el cuello. Terminará sucediendo lo inevitable, ese parásito te va a quitar a tu hija y no podrás hacer nada al respecto.
—¿Y qué me aconseja la princesita perfecta que todo lo sabe?
—Ven a vivir conmigo. Puedo ofrecerte un buen trabajo y un sueldo mucho más generoso que el que te ofrecen en ese miserable restaurante de mala muerte.
—¿Por qué harías algo así por mi? No me gusta deberle nada a nadie y odio a morir sentir que estoy en deuda contigo.
—Planteemos las cosas de una manera simple. Si trabajas para mí, podrás pagarme lo que me debes, tendrás oportunidad de pasar más tiempo con tu hija e incluso de retomar tus estudios y las dos salimos ganando.
—¿Crees que luego de lo que acabas de confesar, voy a exponer a mi hija con una lunática y peligrosa mujer como tú?
—Bueno, luego no digas que no te lo advertí. Con el miserable sueldo que recibes de ese mugroso trabajo, apenas te da para sobrevivir, ¿cómo planeas pagarle a un buen abogado para que te defienda? ¿Estás consciente de que ese parásito tiene todas las de ganar si usa esta situación de tu exsuegra en tu contra? Fabricar evidencia para él no es tarea tan compleja. Esa escoria tiene un mejor trabajo, conexiones, a diferencia de ti, él sí pudo graduarse de una prestigiosa universidad, se realizó profesionalmente y tú sigues atrás como las bolas del perro. Ni siquiera matándote trabajando horas extras te dará oportunidad de estar a su nivel. Haz los cálculos. ¿Cuánto estimas que vas a durar al lado de tu hija? Unos días, tal vez unas semanas como mucho.
Su propuesta me dejó en un estado de profunda reflexión. A pesar de mis temores, era difícil ignorar las ventajas que ofrecía: un mejor trabajo, un sueldo más generoso, la oportunidad de estar más tiempo con mi hija, y quizás incluso retomar mis estudios. Me encontraba sola, con deudas encima y sin un plan claro para lidiar con la amenaza que representaba Omar en la custodia de mi hija.
Pero también estaba el miedo. Miedo a extraña mujer y a todo lo que representaba. Sus palabras crueles y su confesión sobre Sandra me recordaban lo peligrosa que podía ser. Me preguntaba si era una locura considerar su oferta así viniendo de ella. Pero lo que más me aterraba era perder a mi hija en manos de Omar.
Ella tenía razón y odiaba con todas mis fuerzas dársela. Mis posibilidades de mantener a Alany a mi lado se desvanecían con cada día que pasaba. La idea de que Omar pudiera arrebatarme a mi hija me mantenía despierta por las noches. A pesar de todo lo que esta mujer me había hecho, ¿podría confiar en ella? No lo sabía, pero estaba dispuesta a sopesar cualquier opción que me permitiera proteger a mi hija y mantenerla a salvo.
—¿De qué trabajo estaríamos hablando? Si es usarme para hacerme esas cosas raras que haces, olvídalo. Sería lo mismo que prostituirme y yo no soy una prostituta.
—Eres buena cocinando. No suelo estar en mi casa por propósitos de trabajo, tampoco tengo tiempo de cocinar, así que puedes ser mi cocinera personal. Ahora bien, si quieres darme un servicio extra, no me molestaría. Es más, te daría un buen bono por ello.
—¿Servicio extra?
—Un baño de espuma, donde frotes tus lonjas gelatinosas en mi cuerpo, un masaje con final feliz, una rusa, una felación… hay un sinnúmero de posibilidades.
—¡Ya cállate! Eso sí que no. Mejor olvídalo.
—Dije que es algo extra, no es parte del trabajo que te ofrezco. Con esa cara que has hecho, parece ser que te lo imaginaste. Sí así de roja te pusiste, imagina cuán roja te pondrás cuando tengas mis manos marcadas en tus redondo trasero.
—Contigo no se puede tener una conversación normal, todo el tiempo estás pensando en esas cosas —mis palabras salieron en un susurro por la vergüenza.
—Me tienes en la dieta del caballo, solo agua y paja. ¿Qué esperabas?
—Sí claro, ni que estuvieras esperando por mí. Se nota lo mujeriega que eres.
—Te confieso que sí, me encantan las mujeres y me gusta divertirme, pero con tanto trabajo no he podido desestresarme un poco. Es estresante ver lo mucho que se divirtieron mis muchachos hace unos días y solo fui una espectadora más del montón. Me hace falta algo de cariño y atención, pero tú siempre tan fría como un iceberg. ¿Cuánta tela de araña se te ha acumulado durante estos años? Me tomará algo de trabajo deshacerme de ella, pero todo sea por conocer a la pequeña Pelusita.
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