Capítulo cincuenta y seis

Avery

Mientras la observaba conducir, me asaltaban preguntas sobre quién era realmente. La verdad es que sabía muy poco o nada acerca de Hera, y esa incertidumbre me hacía sentir insegura sobre la decisión de haberme mudado con ella.

—¿Qué miras? ¿Acaso ya caíste rendida?

Desvié la mirada por un momento.

—¿Cuándo me contarás sobre ti?

—¿Desde cuándo tanto interés en conocer algo sobre mí?

A pesar de su respuesta, seguí insistiendo en que debía conocer más sobre la persona con la que mi hija y yo compartiremos de ahora en adelante. Sin embargo, Hera continuó siendo esquiva, diciendo que no había mucho o nada que contar sobre ella, pero la realidad es que todos tenemos algo que contar sobre nuestra vida. Lo único de lo que estaba segura, es de que debe haber mucho, como para no querer hablar sobre ello.

La confusión se apoderaba de mí mientras ella me llevaba a una casa desconocida. No tenía idea de a dónde nos dirigíamos, pero decidí seguirla. Al ingresar, un hombre mayor y canoso nos recibió amablemente y nos indicó que pasáramos. Nos condujo a un espacioso despacho y nos invitó a sentarnos, mientras él nos servía unas bebidas. Luego, entabló una conversación con Hera, se notaba a leguas que se conocían desde hace mucho tiempo. Aunque no entendía lo que estaba sucediendo, observaba atentamente la situación y los alrededores.

El hombre tomó asiento al otro lado del escritorio y abrió la gaveta, de la cual extrajo una carta dorada que le entregó a Hera. Esta, a su vez, me la pasó a mí. Con cierta inseguridad, abrí el sobre y desplegué la carta, descubriendo que se trataba de una carta de aceptación para la Universidad Princeton en el curso de periodismo, la carrera que siempre había soñado estudiar. Mis ojos se abrieron con asombro. No podía creer que una oportunidad tan inalcanzable como esta se estuviera presentando ante mí. La sorpresa me dejó sin aliento.

Pero, en medio de la emoción y las dudas, surgieron preguntas en mi mente. ¿Por qué Hera estaba haciendo tanto por mi hija y por mí? Si su único objetivo era llevarme a la cama, ¿por qué se tomaba tantas molestias? ¿Había un motivo oculto detrás de su generosidad?

Cuando mencionó el comienzo de clases, volví a la realidad y Hera pareció interpretar mi desconcierto.

—¿Cuándo comienza? —preguntó.

—El lunes de la próxima semana—Su respuesta me hizo reaccionar.

—Ya lo escuchaste, bola —inquirió mirándome—. Debemos conseguirte el uniforme. Veremos dónde podrás guardar todas tus carnes.

Mi mente seguía en estado de confusión. Una vez que quedamos a solas, reuní el valor para abordar la cuestión que me atormentaba.

—¿Por qué has hecho esto?

Se mantuvo impasible por un momento antes de responder, con una expresión que no dejaba ver sus verdaderos motivos.

—Dicen que la estupidez es contagiosa, por lo que evito rodearme de personas estúpidas y fracasadas—sus palabras fueron un misterio.

Sin embargo, no pude evitar cuestionarla.

—Si eso fuera cierto, no buscarías tener cerca a alguien tan "estúpida y fracasada" como yo, ¿no? ¿O acaso acostumbras a invitar a cualquier mujer que deseas a vivir contigo?

—¿A cada mujer que deseo? —preguntó de manera sugerente—. Oh, mi dulce y jugosa bola de grasa, no eres solo "cualquier mujer". Tienes una carne irresistible y una forma de hacerte desear que me resulta… fascinante.

Cada vez que me habla de esa forma mi rostro se calienta y mi pulso se acelera. Esos apodos que antes me resultaban fastidiosos y que me llenaban de tantas inseguridades o me causaban baja autoestima, suelen tener otro efecto en mí cuando es ella quien los utiliza. Es su tono, la forma en que me mira, hacen que confirme que lo dice en serio. Sentirse deseado por alguien se siente… agradable.

Jamás me sentí de esta manera con Omar. Solía criticar mi cuerpo y enmarcar constantemente mis defectos, mientras que a ella no parece importarles en lo absoluto. Tal vez no debería sentirme así por ella, pero a estas alturas me temo que es inevitable. Esta mujer, con todas sus rarezas y peculiar forma de ser y hablar, está despertando cosas en mí. Creo que me gusta... Me desconozco totalmente.

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