Te amo
Kiran les dio indicaciones a los escoltas de seguir el camino hacia la cabaña, mientras nosotros hacíamos parada en el laboratorio. Aunque planificaba hacerme primero la prueba casera, él insistió en que la manera más confiable y certera para salir de dudas era en sangre. Los dos nos encontrábamos ansiosos a la espera de los resultados.
Según tuve el sobre en las manos, caminamos al estacionamiento, es solo que la curiosidad y la inquietud no permitió que pudiera aguantar más tiempo sin abrirlo. Tenía el corazón en la garganta, pensé que iba a vomitarlo.
Le di una ligera ojeada al resultado y tras ver que decía «positivo», de la emoción le salté encima y él me aseguró con ambas manos.
—¡Bebé, vamos a ser papás!
Lo noté extremadamente rígido y callado. Creo que he sido la única que se puso feliz con la noticia.
En efecto, no era una noticia que esperaba tan pronto, pero no quita todas las esperanzas e ilusiones que me hice con este bebé.
—¿No dirás nada? Mi amor, ¿qué tienes? ¿No estás feliz? — me bajé de sus brazos al notarlo tan incómodo.
—No me malinterpretes. Es solo que no esperaba que fuera tan pronto.
—Hemos estado cogiendo todos los días desde que me retiraron el dispositivo. ¿Qué esperabas?
—Sí, pero no pudo ocurrir en un peor momento.
—¿Sabes qué es lo que sucede? Nunca habrá un mejor o peor momento en la vida que llevamos para una responsabilidad como esta. Si nos dejamos llevar por eso, entonces nos estaríamos privando de vivir plenamente, de ser felices, de formar una familia juntos. ¿Eso te parece justo? Porque a mí no. «Vivir cada día como si fuera el último». ¿No es ese el lema que tienes?
—No lo entiendes.
—Nosotros criamos a Dereck. Lo sacamos adelante, aún cuando estábamos hasta el cuello en esta vida.
—No es lo mismo. Aunque lo hayamos criado como si fuéramos sus padres, no significa que lo seamos. Para aquel entonces, Dereck ya no era un niño pequeño y siempre fue independiente, por lo que fue una tarea bastante sencilla, en comparación a criar un bebé desde su nacimiento hasta que se convierta en un adulto independiente.
—Dijiste que querías todo conmigo, incluso me ilusioné con que hayas decidido intentarlo por nosotros, o más bien, por mí, porque por lo visto, si aceptaste fue por sentirte presionado y con tal de sentirte bien como esposo al cumplir con todos mis caprichos. Ahora pareciera que este hecho de saber que serás papá te atormenta y te carga, cuando debería ser todo lo contrario. Mejor llévame a casa. Sé que tienes asuntos que atender.
Suspiró exasperado.
—Siempre crees saberlo todo, lo que pienso, lo que siento, cuando no sabes nada. ¿En qué jodido momento dije que no estoy feliz? Lo que estoy es cabreado, pero no por esto, sino por ese cabrón que anda suelto todavía y que hoy se atrevió a acercarse a mi mujer. Me jode saber que estuviste expuesta y todo por necia, porque insistes en llevarte solamente a Catalina, cuando te he dicho que debes andar todo el tiempo bien protegida. También me siento cargado y estresado, por supuesto que sí, te estaría mintiendo si te digo que no. Ahora no estamos hablando solamente de ti y de mí. Debo pensar a largo plazo, en tu seguridad y la de nuestro bebé— explotó.
—Lo siento.
—Adelantemos el viaje y quedémonos en la isla durante el periodo de tu embarazo y ni se te ocurra contarle esto a tus amiguitas, ¿eh? Allá estaremos protegidos y no tendremos que preocuparnos por nada más que no sea nuestro bebé. Mientras menos personas lo sepan, mejor.
—Entonces, ¿sí estás feliz? Al menos demuéstralo un poquito, porque se sintió feo tu actitud.
—Estás extremadamente sensible a todo, pequeña—me abrazó, relajando su cuerpo—. No la tendré fácil estos meses. Debo vestirme de mucha paciencia contigo.
—Pensé que siempre me has tenido paciencia.
—Honestamente no sé de dónde la saco. Me he impresionado a mí mismo— se separó solo un poco para mirarme—. Te amo, ¿lo sabes? —enredó sus dedos en mi cabello—. Me jode que lo pongas en duda en momentos como este. Es cierto que me tomó desprevenido y no supe cómo demonios reaccionar. No es una noticia cualquiera, ¿sabes?
—Supongo que tienes razón. Te malinterprete, lo siento.
—Sabes? No puedo visualizarte más gordita. ¿Cómo te verás?
—Probablemente el doble de buena.
—Y después el creído soy yo— sonrió—. Pero debo darte la razón. Si así te me haces irresistiblemente riquísima, con esos kilitos que te faltan, te verás doblemente exquisita—depositó un ardiente y jugoso beso en mis labios, capaz de desaparecer toda preocupación, inquietud y tensión que previamente había experimentado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top