Intervención
No me iba a quedar aquí sin hacer nada, por lo que me metí al carril contrario para pasarle por el lado a la línea de autos que todavía seguían esperando a que la luz cambiara. Crucé la luz roja, doblando a mano derecha y acelerando, esperando encontrarlos al otro lado del callejón.
Frené de golpe al ver que Dereck estaba trepando la verja. Lo único que se me ocurrió fue subirme a la acera con todo y auto, de este modo, podía apaciguar un poco el golpe tras el salto.
Oí el impacto de sus pies en la capota y me bajé apresuradamente del auto, tomando el arma en las manos. Él estaba tan asustado, probablemente pensó que era uno más de ellos, porque intentó defenderse con los puños.
—No hay tiempo. Sube al auto, imbécil.
Sus ojos se engrandecieron al reconocer mi voz.
—¿Laia?
—No hay tiempo para explicaciones.
Nuestra mirada se desvió hacia el sonido del puño que le proporcionó Sebastián en el rostro a uno de los hombres. A pesar de que esa mujer estaba enfrentándose a uno de ellos, a Sebastián no le tomó mucho tiempo encargarse de los otros dos con base a puñetazos y rodillazos. Ninguno de ellos logró tocarlo.
—¡Cata! — Dereck estaba dispuesto a cruzar de nuevo la verja si no lograba agarrarle el brazo.
—Tranquilízate. Todo está bajo control.
«Por supuesto que todo iba a estar bajo control con la presencia de Sebastián ahí».
Parecía estar presenciando una pelea callejera, de esas sin escrúpulos o límites.
—¿Quién demonios es esa mujer? — se cuestionó Dereck.
«Si supiera…».
Sebastián le enterró el tacón a uno de ellos, mientras que con el codo sacó de circulación al otro, tras golpearlo directamente en el cuello.
Esa mujer mantenía su antebrazo en el cuello del otro hombre, presionando con fuerza hasta que su rostro rojo revelaba su falta de aire.
El otro hombre, al que Sebastián le había enterrado el tacón en el pie, intentó huir de la escena, pero Sebastián lo agarró por la nuca y restregó su cabeza directamente contra la pared. Su segundo intento por huir fue frustrado, pues al voltearse, Sebastián levantó la pierna y acercó el filo del tacón a su garganta. Lo tenía técnicamente acribillado contra la pared y este se veía tan asustado que no se atrevió a mover ni un solo músculo.
A Sebastián creo que se le olvidó que tiene un traje puesto, como para haber levantado la pierna revelando sus prendas íntimas. Incluso en estas circunstancias, me encanta lo masculino que se ve, a pesar de estar usando ropa de mujer.
«Este hombre es demasiado sexi y valiente, dos perfectas combinaciones».
—¿Vas a cantar o necesito hacerte una traqueotomía a sangre fría? — le preguntó Sebastián al hombre.
—Espera un momento, ¿ese no es tu novio? —Dereck captó muy tarde que se trataba de Sebastián, no lo culpo, pues en realidad, no cualquiera podría reconocerlo.
—¿Qué hiciste? ¿Por qué te estaban siguiendo esos hombres? — le cuestioné a Dereck.
—No lo sé. Yo estaba de lo más tranquilo en el colmado cuando esos hombres intentaron retenerme a la fuerza, pero logré escabullirme de ellos y corrí sin mirar atrás. Eran más de tres. No sé dónde están los demás.
—Envíale este mensaje alto y claro a tu jefe; quien se mete con la familia Harper, está firmando su sentencia de muerte—Sebastián lo dejó ir, observando cómo corría sin mirar atrás—. Arrojemos a estos dos dentro del contenedor de basura— le dijo a Catalina.
Nosotros solo observamos desde nuestro sitio cómo entre los dos arrastraron ambos cuerpos y como si estuvieran lo suficientemente sincronizados, se ayudaron mutuamente sin respingar.
Habiendo terminado, ambos cruzaron la verja, haciendo de cuenta que nada había pasado. Por fortuna, esta calle no es muy transcurrida que digamos. De lo contrario, ya la policía hubiera llegado y estaríamos en serios problemas.
—Tú y yo tenemos que hablar, escuincle— le dijo Sebastián a Dereck—. Súbanse al auto.
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