Hermanita
Por más feliz que me hagan sus palabras, no puedo demostrarle que tiene ese efecto en mí.
—Tienes razón. Es demasiado prematuro, pero digamos que por esta ocasión, te creeré. Dejaré que me tomes las fotos que quieras, pero no quiero que nadie más las vea.
—Puedes estar tranquila. Solo serán para mí.
No sé hasta dónde llegaremos, pero quiero creer en él, en sus palabras y hechos. Aunque sienta lo mismo que él, cuando estamos separados, lo mejor será mantenerlo en secreto, por ahora…
Kiran
Por más que me esfuerce en ocultarlo, estoy ansioso. Es la primera vez en mucho tiempo que no estoy seguro de si tomé la decisión correcta en venir a conocerla, pero me ganó la curiosidad. Mi esposa también ha insistido.
Todavía me cuesta creer que tengo una hermana mayor. No sé si a ella le haga feliz saber de mi existencia, si, al igual que yo, busca zafarse de ese tormentoso pasado que vivimos y solo estaré reviviendo esos malos recuerdos.
He estado observándola por varios días desde que me enteré. Maneja una institución de apoyo para víctimas que han sufrido de maltrato o abusos. No tiene un horario fijo, a veces cierra a las tantas de la madrugada.
Había estado esperando el momento justo de verla salir para enfrentarla, pero todavía no salía y la ansiedad me estaba carcomiendo vivo, por lo que decidí entrar a buscarla.
Había dos mujeres reunidas con ella al lado del escritorio de la recepción. Es la primera vez que entro. El lugar luce impecable y alegre. Sé que todo había sido estratégicamente ambientado para brindar seguridad, ofrecer un lugar acogedor, alegre, confiable y cómodo.
Sus ojos azules se encontraron con los míos, como si ambos se hubieran sentido atraídos por el otro.
—Kenia… —su nombre se escapó de mi boca.
Se levantó de la silla del escritorio y su cabello lacio y cobrizo cayó a ambos lados de sus pechos.
—¿Nos hemos visto en algún lado, señor? Su rostro me parece conocido.
—Si no está muy ocupada, ¿podemos hablar en privado?
Le tomó unos segundos responder, pues se mostraba curiosa y examinándome de arriba abajo.
—Claro. Espéreme en mi oficina, la última puerta al final del pasillo.
Me encaminé a su oficina y mientras llegaba, me tomé el atrevimiento de explorar las fotografías que había en su escritorio. En ellas aparecía acompañada de un grupo de mujeres.
Es difícil ocultar nuestro parentesco. Si es que salió igual de elegante y atractiva que yo.
—Veo que está muy entretenido.
Entró a la oficina, cerrando la puerta detrás de ella.
—¿Gusta un café?
—Eres bellísima. Mira nada más esos ojazos—sonreí.
—¿El propósito de su visita es coquetear conmigo? Si ese es el caso, le pido encarecidamente que se retire. De lo contrario, llamaré a seguridad para que lo saquen.
Uy, qué carácter se carga. Me encanta.
—No te preocupes, ese no es el caso. Tengo esposa—le mostré el anillo, presumiendo a mi meona—. Y muy celosa, por cierto.
—Entonces, ¿a qué debo el honor de su visita?
—¿No sientes esa chispa, esa extraña conexión entre los dos?
Se quedó en silencio, observándome fijamente.
—La sangre llama, ¿no lo crees, mi bella hermanita?
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