Fantasías
No puedo estar soñando. Realmente correspondió mi beso y de una manera donde pude percibir sus ansias, como si hubiéramos compartido la misma necesidad.
[...]
Cuando llegamos a la casa, él se detuvo abruptamente en medio de la sala. Casi me lo llevo enredado.
—Cuando termines de bañarte, ven a buscarme, tenemos que hablar.
«Ese “tenemos que hablar” me preocupa».
«¿Qué querrá decirme? ¿Será algo malo? ¿Será que va a pedirme que me vaya?».
No, no lo creo. «¿Por qué haría eso luego de que me besó en el cine?».
Debo dejar de darle tanta mente a esto o terminaré sufriendo un infarto. Pero realmente estoy ansiosa y nerviosa por lo que quiere decirme.
[...]
Luego de bañarme, me detuve frente a la puerta de su habitación, tocándola suavemente y esperando su autorización. Estaba vestido con una bata negra, su cabello despeinado y húmedo goteaba de las puntas, como que recién había salido del baño. Los espejuelos se veían empañados. «¿Y puede ver con ellos así?».
—Entra. No te quedes ahí parada, me pones nervioso.
—Lo siento— entré a la habitación, quedándome al lado de la cama.
—Siéntate.
«¿Acaso piensa pedirme que duerma con él? ¿Para qué otra cosa más me haría venir a su cuarto a esta hora?».
—¿De qué querías hablar conmigo? — le cuestioné, intentando no crearme falsas esperanzas, pero era inevitable.
Es tan impredecible que ese hecho me pone peor.
—Hace unas noches dijiste ciertas palabras que no he podido sacar de mi cabeza y han estado ahí martillando en mi cerebro.
—Hablas de esa noche que…
—Me han generado ciertas dudas, aunque más que dudas, diría que es curiosidad por saber cuán verídicas fueron— me interrumpió, dejando escapar un suspiro—. Sonaron demasiado bien, como para ser enteramente ciertas— se quitó los espejuelos, frotando su sien.
Cerró los ojos, como si se sintiera fastidiado o atormentado. Sentí que algo no estaba bien, y ese hecho ahora sí me preocupaba mucho más.
—¿Qué de todo lo que dije? Esa noche dije muchas cosas.
Mis ojos se engrandecieron al verlo despojarse de la bata, quedándose completamente desnudo frente a mí. Lo recorrí enteramente, de arriba abajo, de pies a cabeza.
Se notaba a simple vista que era difícil e incómodo para él haberlo hecho.
—Eres la primera persona que me ve de esta manera luego de mi operación. Este soy yo, y jamás verás otra versión de mí que no sea esta, Laia.
«Mi nombre suena tan lindo en su boca».
Por supuesto que fue extraño haberlo visto desnudo, pero no en un mal sentido, más bien porque no lo esperaba, además, nunca había visto a una persona con el cuerpo, evidentemente de un hombre, porque claro, eso es y no me queda ni la más mínima duda, pero con genitales femeninos.
No quería que mi expresión de sorpresa, pudiera confundirla con espanto o asco, porque para ser honesta, no siento ninguna de las anteriores. Al contrario, una parte de mí se siente feliz sabiendo que ha tenido la suficiente confianza y valentía para mostrarme sus inseguridades abiertamente, siendo algo que le ha afectado grandemente y que ahora mismo ha hecho un esfuerzo sobrehumano abriéndose a mí de esta forma, arriesgándose a que lo rechace.
—Si no estás dispuesta a aceptar esto de mí, es momento de que hables, aún estás a tiempo de tomar una sabia decisión.
«Sabia decisión, ¿eh?». Lo dice como si haberlo elegido a él como mi hombre hubiera sido un error, cuando para mí ha sido todo lo contrario y solo siento ganas de saber más y más de él.
«¿Realmente cree que los sentimientos que han nacido en mí hacia él pueden cambiar por algo como esto?».
Claro, debe verme como una niña insegura, que no sabe lo que quiere y cambia fácilmente de parecer, pues no, las cosas no son así.
Al menos en mí no existe ni una mínima duda de lo que siento hacia él y me jode que él sí dude de ello.
—Creí que había sido suficientemente clara contigo esa noche—me levanté de la cama, enfrentándolo—. ¿Crees que viéndote desnudo las cosas van a cambiar, que simplemente dejaré de sentir esto que siento por ti? No, Sebastián. Lamento informarte que si tu objetivo era espantarme, hacerme cambiar de parecer o retractarme, esto ha surtido el efecto contrario— entrelacé mis brazos alrededor de su cuello, depositando un beso de pico sobre sus labios—. Hace que me gustes más y más.
Bajó mis brazos, dándome la vuelta, quedando de espaldas a él y hundiendo su rostro en mi cuello.
—Son tus piernas lo único permitido de entrelazarse así en mi cuello.
No había procesado lo que había dicho cuando mi cuerpo se vio presionado contra la cama con el trasero levantado en el borde y mis brazos a la altura de mi espalda baja.
—Entonces espero seguirte gustando luego de mostrarte todo lo que en mi puta cabeza he fantaseado con hacerte, desde el primer momento en que te vi.
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