Curiosidad
Estaba tan curiosa, indecisa de si debía esforzarme en acertar, así fuera un tiro, o fallar a propósito. Los nervios eran tantos que al final fallé todos los tiros, aunque no estoy segura si fue adrede.
—¿A dónde fue su confianza y determinación?
—Me deseaste el mal, ¿qué esperabas?
—¿Ahora soy yo el culpable?
Dejé el arma sobre los bloques, estirando los brazos en un mismo sitio. Me duele el hombro.
—¿Ya pensaste en qué es lo que quieres?
—Sí, ya me he decidido.
«No creo que pida algo exagerado o imposible de hacer, ¿cierto?».
—Cuéntame, me encantaría saber.
—Vamos dentro.
La curiosidad me hizo caminar detrás suyo a dentro de la casa.
«¿Qué podrá querer?».
Tuve la respuesta tan pronto puse un pie dentro de la casa. Y es que él no había cerrado por completo la puerta, cuando me agarró por el cuello y presionó mi cuerpo contra la pared.
Su acercamiento fue más de lo que podía soportar. Ni siquiera podía mirarlo a la cara directamente. Su mano se paseó por el valle de mis pechos hasta quedar a la altura de mi pantalón y bajar el cierre.
—Oye, ¿qué haces? La empleada debe estar en la cocina.
—¿Y eso qué? ¿No le brinda suficiente adrenalina la situación? Podemos ir a la entrada, ahí tendríamos más espectadores.
«No me equivoqué, está loco».
El pantalón cayó a mis pies y él mismo lo apartó con las botas.
«¿Hasta dónde llegará? ¿Qué es lo que quiere exactamente?».
Levantó mi camisa hasta llevarla por arriba de mi sostén, el mismo que movió a un lado para ver mis pechos. Sus suaves manos los masajearon directamente con ligereza, endureciendo mis botones fácilmente.
«¿Cómo saber lo que piensa, si es tan jodidamente inexpresivo?».
Su otra mano se precipitó a mi entrepierna, hasta ascender y tener alcance a mis partes con sus dedos.
Su boca estaba tan cerca y a la vez tan lejos de la mía.
«¿Por qué ansío tanto un beso suyo? ¿Por qué se siente tan irreal todo esto? ¿Acaso estoy soñando?».
De repente acaparó por completo mi botón en su boca y enredé mi mano en su cabello. Estaba nublándome la razón.
Jugaba abiertamente con mi botón, provocando cosquillas y calor. Iba alternando cada uno y succionándolos como es debido, sin dejar de rozar su dedo entremedio de mis labios luego de haberse colado en mi ropa interior.
Se agachó delante de mí y levantó mi pierna, colocándola encima de su hombro.
—Es muy flexible. Imagine la lista interminable de posibilidades— movió mi ropa interior a un lado e intenté taparme con ambas manos.
—Espera, estuvimos haciendo ejercicios. ¿Qué crees que haces?
—Deje el pudor a un lado y permítase la oportunidad de disfrutar sin penas. ¿Realmente no quiere esto? —permitió que viera su lengua fuera y todo mi rostro se enrojeció.
Saqué mis manos del medio, dándole luz verde a que continuara.
El roce directo a estas alturas logró aflojar esos gemidos que estuve conteniendo con tal de no hacer ruido y nos descubrieran en esta situación.
No se despegaba ni un solo instante, solo estimulaba donde mejor se sentía, tanto con su boca, como con sus dedos. Podía ver absolutamente todo lo que hacía, lo satisfecho y entregado que se encontraba.
Tuve que tapar mi boca, porque siento que estaba siendo muy escandalosa. Mis piernas temblaban como gelatina. La sensación de calor se ha agudizado y ese hormigueo se centraba en esa área que su boca devoraba estando ahí a mis pies.
Insertó dos de sus dedos, haciendo remolinos con precisión y rapidez. Mis espasmos se volvieron constantes y tensé la mandíbula. Sentir su doble estimulación, hizo que esta vez todo mi cuerpo perdiera el control. Podía sentirme flotando.
Su brusquedad, intensidad y constancia, fueron tres factores que me hicieron perder la batalla.
En el momento que adentró sus dos dedos de nuevo y curvándolos, pude sentirlos claramente, ya que fue como presionar un botón dentro de mí.
Justo en ese lugar que estaba presionando con tanta precisión y rudeza, es donde esa presión enloquecedora se concentró.
Quité las manos de mi boca para enredarlas de nuevo en su cabello, sintiendo cómo me derretí por su brusquedad y mi cuerpo perdió la fuerza.
Mi corazón estaba a punto de salir expulsado de mi pecho y la fatiga no permitía que pudiera decir algo.
—Dylan—logré articular, casi sin aire e intentando mantenerme de pie, pues mis piernas flaqueaban.
Se puso de pie, saboreando su obra y deleitándose con mis jugos sin pudor alguno.
Tan tonto que se veía y acaba de regalarme el mejor orgasmo que haya tenido alguna vez en mi puta vida.
«Yo quiero más. Esto no era suficiente para mí. Me sentía ardiendo de deseo todavía».
—¿Por qué no vamos a mi habitación? — me atreví a sugerirle—. Podemos divertirnos un poco más y puedo premiarte por lo que acabas de hacer por mí — descendí mi mano por su pecho hasta situarme en su pantalón.
«¿Cómo no puede estar excitado con lo que acaba de hacer?».
—¿Tu mano se siente vacía? —sus ojos cafés me observaban con atención.
«¿Qué está pasando aquí?», pensé.
—Tú… ¿tú eres mujer?
«No. Eso no cuadra. Recuerdo aquella vez que me enseñó la llave americana de Jiu Jitsu. Yo sentí algo en esa zona».
«Espera, ahora que lo pienso detenidamente… Su rostro medio afeminado, el que siempre anda con camisas manga largas, el perfume de mujer que pude percibir en él aquella noche…».
«No, no puede ser…».
—¿Sorprendida?
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