Consejo

Kiran

Llevé a mi esposa a su oficina. No me gusta dejarla sola cuando está de ese modo, pero necesito asegurarme de que ese idiota no cometa otra pendejada. Estoy viejo para estos trotes.

Me detuve en el semáforo en rojo, captando a la distancia a Sebastián Bennett y la muchachita esa saliendo del supermercado. Se ve bastante sospechosa la relación entre esos dos. Esa forma en que ella lo toma de la muñeca y le busca la vuelta no es normal, mucho menos la manera en que recostó su cabeza en el brazo suyo sonriendo tontamente.

«¿Así que sigue de “niñero” de esa muchachita?». Tanto talento y habilidades desperdiciadas.

«Un hombre y una mujer a solas, ¿qué más se podría esperar a que pase?».

Verla a ella, es como ver a la fiera de mi meona cuando adolescente. Esa muñeca mía no ha cambiado ni un poco. Con el paso de los años se vuelve más jodidamente rica.

Sebastián miró hacia mi auto y, aunque mis cristales están lo suficientemente tintados para que no se vea hacia dentro, esa mirada es capaz de atravesar esa mierda.

«¡Joder, ese hijo de puta tiene sus sentidos en todo momento alerta!». Cualquiera diría que hasta me huele. Sería una dicha contar con gente de ese calibre cerca.

[...]


Llegué a casa justo a tiempo, antes de que mi hijo se montara en el Uber. Le pagué al del Uber para que se fuera y así llevarlo por mi parte a la casa que le compré, pero que no le había entregado todavía, pues sentí que si lo hacía, iba a cometer la estupidez de sacar a esa muchachita de su casa para llevársela. 

—Súbete— le ordené.

No medimos palabras por todo el camino, hasta que llegamos a la casa y le extendí las llaves. Estuvo cabizbajo en todo momento, todavía debe estar trastornado por lo ocurrido y no es para menos. 

—Ni una palabra de esto a tu madre o me cortará los huevos. Que te quede claro que estoy de su parte, que no hago esto para premiarte, porque para ser honesto, no mereces una mierda de nuestra parte en este momento.

—Papá, yo no quise que le pasara nada. Es cierto que estaba enojado y frustrado por la situación, que al principio sí consideré que la mejor decisión para los dos era no tenerlo, pero te juro que lo menos que hubiera querido es que lo perdiera. Tienes que creerme, papá. No pensé que lo que estaba haciendo pudiera hacerle daño a mi bebé.

—Sea cierto o no, ¿eso cambia las cosas?

Se quedó en silencio cabizbajo.

—Te dije muchas veces que debías protegerte, pero no, no conforme con estar saliendo con esa muchachita, para colmo de males te coges a la mejor amiga de tu madre y la preñas a la primera. No usaste el ejemplo de nosotros, por más veces que te aconsejamos. Tu madre y yo estuvimos protegiéndonos, a pesar de estar casados y amarnos tanto. ¿Sabes por qué? Porque decidimos que sacarte adelante a ti era suficiente por el momento. A decir verdad, tampoco nos sentíamos preparados para una responsabilidad de ese calibre, aun así, a pesar de que no eres hijo nuestro, la asumimos. Te lo dimos todo, te enseñamos principios, te criamos y te educamos, como ninguno de nosotros tuvo la dicha. Te has comportado como un cobarde y debes asumir las consecuencias de tus errores.

—Perdón, papá.

—No, no es a mí a quien debes pedirle perdón, es a la memoria de ese bebé, a Catalina y a tu madre. Ahora que estarás aquí solo, espero te sirva para meditar y decidir qué quieres para tu vida y tu futuro. Olvídate de las mujeres y céntrate en tus estudios.

—Yo necesito hablar con Laia primero.

—Tienes tanta suerte de que soy yo quien te está escuchando y no es tu madre o ahora mismo tendrías un puño de los suyos bien merecido para que te endereces. Te aconsejo que te olvides de esa muchacha. 

—¿Por qué lo dices?

—Hazme caso.

—Algo sabes para que estés hablando con tanta seguridad.

—Esa no está esperando por ti con los brazos abiertos, si es lo que estás pensando. Eso que dicen de que solo el tiempo y la distancia sanan las heridas, es pura mierda. Lo único que te sana y te hace sentir bien, es encontrar los brazos correctos en el momento más indicado. Lamentablemente, esos brazos que tanto esperas que te reciban abiertos, son los mismos que vi echados en alguien más. Supéralo. Esa mujer no te convenía.

—¿Laia con alguien más? ¿Con quién?

«¡Maldita sea, no debí decirle!». Los celos a veces te hacen actuar de manera irracional y ya la ha cagado lo suficiente.

—A veces es mejor no saber las cosas. No te metas en más problemas por una mujer, ni se te ocurra ir a buscarla más. Si ella te superó así de fácil, es momento de que tú hagas lo mismo y pases la página.

—Dime quién es, papá.

—Quiero evitar que el siguiente muerto seas tú.

—¡Merezco saber la verdad!

—Perfecto. Es con su nuevo chófer. Los vi muy apegados hoy. Me entero que sales a buscarle pleitos a alguno de ellos y da por hecho que no recibirás más mi ayuda y me lavaré las manos como Pilato en lo que te pase. No pienso poner en peligro a mi mujer, dando la cara por alguien que ha sido tan ingrato con nosotros. Estás advertido. Espero que por primera vez en tu maldita vida, pienses bien antes de actuar y en las consecuencias de tus acciones. No nos decepciones más.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top