Caja de sorpresas

Esmeralda

Rara vez Kiran muestra interés hacia algo o alguien, que no sea yo y ahora nuestro bebé. Siento que esa noticia le ha hecho cambiar ciertas cosas, aunque él no se dé cuenta. 

Desde que le comenté que su primo está con fiebre, había estado merodeando la puerta, como si estuviera esperando que este saliera en algún momento. Incluso estaba dispuesto a llamar a su doctor de confianza, pues por obvias razones, no iba a ocupar a mi ginecólogo. 

Me detuve en el pasillo al oír ciertos ruidos bastante peculiares y los gemidos provenientes de la habitación del supuesto enfermo. 

«Madre mía, hace tiempo no sentía tanta maldita curiosidad».

Ese hombre tiene cara de niño bueno, en comparación a Kiran, pero al parecer es bastante ardiente. 

«Quién lo diría, lo llevan en la sangre esos dos, ¿eh?». 

No lo entiendo. El informante nos dijo que ese hombre no tenía sus genitales, pero se escucha como si la estuvieran empalando duro contra la pared. 

«¿Podría estar fingiendo?». No, no lo creo. Esos no son gemidos de una mujer insatisfecha que esté fingiendo sentir placer. Al contrario, hasta me puso la piel chinita. 

—¿Desde cuándo mi mujer se convirtió en una fisgona? 

Me enderecé de golpe al sentir el roce de Kiran detrás de mí. 

—Maldita sea, no vuelvas a aparecer así, como si fueras un maldito fantasma— suspiré profundamente—. Esa muchachita y tu primo no conocen lo que es tener consideración al estar en casa ajena y el no antojar. Gracias a Dios que aún nuestro bebé no nace, o con esos gritos ya estaría desvelado. 

—Me salió bastante avispado el cabrón— enarcó una ceja. 

—Pues la verdad es que sí. Y tú qué estabas preocupado por él. ¿Te das cuenta? Ese está más que bien.

—Es una caja de sorpresas ese sujeto. 

—Ya me está generando curiosidad tu primo. Se ha lanzado a la guerra sin espada y, por lo visto, nos salió un excelente y valiente guerrero. 

Me subió a su hombro por arranque y me quedé quieta con la cabeza y brazos colgando en su espalda. Sabía que me llevaba a nuestra habitación, no hacía falta siquiera mirar. 

—¿Te has puesto celoso, mi amor? 

Evidentemente lo dije para provocarlo. Conozco lo celoso que es y hasta dónde está dispuesto a llegar. Me enciende tanto cuando se pone así, por eso busco provocarlo a menudo. 

A pesar de haber actuado de manera impulsiva cuando me cargó, cuando llegamos a la habitación tendió mi cuerpo con cuidado sobre la cama. 

Probablemente tampoco se dé cuenta, pero desde que se enteró de mi embarazo, se ha vuelto más cuidadoso, piensa en todo, me cuida de sí mismo y sus demonios internos. 

Me besó apasionadamente, evitando que pudiera pronunciar algo más, al mismo tiempo cuidando de que su peso no pudiera lastimarme. 

No sé si son las hormonas debido al embarazo o lo que había escuchado previamente detrás de esa puerta, pero esas ansias de que me tomara estaban en su punto más alto. 

—Ya conozco tus jueguitos, meoncita. No necesitas acudir a ellos para arrastrarme contigo a la habitación, si sabes que siempre estoy a tu disposición para darte todo lo que esta rica boquita pida. 

—Por eso y más te amo, mi cielo—acaricié su mejilla—. Daría lo que fuera porque todo esto que estamos atravesando se acabe y regresemos a nuestro nidito de amor, al lado de Dereck, nuestro hijo. 

—Da eso por hecho, mi diosa. Muy pronto estaremos de regreso. Más pronto de lo que te imaginas. 

Amo esos ojos azules como el cielo que me miran con tanto amor, apreciación, sinceridad y deseo. No importa el tiempo que transcurra, siempre es el mismo. 

«Dios, amo tanto a este hombre; mi hombre». 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top