Veritas Verisi
Y finalmente hemos llegado: la imagen melizabeth del concurso *u* Estoys segura de que esta será la sección más comentada. Uff, ¡es que esos dos me encienden de solo verlos! Con esto, estamos llegando al final de nuestro especial UwU Espero lo hayan disfrutado mucho, tanto como yo disfrute trayéndolo de vuelta para ustedes. Los quiero mucho, gracias por seguir aquí, y nos vemos en unos minutos para la despedida formal.
***
Elizabeth había comenzado a calmarse mientras Meliodas la abrazaba y le acariciaba la espalda. Los dos estaban sentados en una cómoda alfombra frente al fuego de una chimenea. Aún era un misterio quien la había encendido, pero Elizabeth quiso creer que la casa trataba de consolarla.
—Ya, ya, deja de llorar Tonteli. ¿Ese imbécil no te hizo nada, no? —A pesar de su tono burlón, la peliplateada pudo notar la calidez bajo sus palabras. ¿Por qué tenía que ser así? De hecho, si lo pensaba bien, así había sido toda su vida. Puede que él siempre la molestara, pero jamás había permitido que alguien más lo hiciera, e incluso había llegado a pelearse por eso. A pesar de no llevarse bien, tenían los mismos amigos, y yendo incluso más atrás en su historia, ellos nunca terminaron oficialmente su amistad. Solo se dejaron guiar por lo que pasaba a su alrededor, justo como en esa fiesta.
"Quítale las manos de encima a mi mujer".
Al recordar sus palabras, Elizabeth se ruborizo de golpe, y eso solo empeoró cuando también le vino a la mente el beso y la forma en que la había perseguido por el cielo. Su cola de diablesa comenzó a moverse con voluntad propia y a pesar de lo cómoda que estaba, decidió separarse de sus brazos y enfrentarlo.
—Me... ¿Meliodas?
—¿Hm?
—¿Te... te puedo preguntar algo? —Toda la calidez del momento se evaporó en un instante, y el cuerpo del rubio se tensó mientras su cara pasaba de una expresión amable a una mueca de fastidio.
—¿Qué quieres? —Elizabeth sintió que su corazón se rompía al escuchar su tono de voz, pero decidió ser valiente y terminar con lo que empezó.
—Hace un momento, cuando me salvaste... ¿Por qué le dijiste a Estarossa que yo era tu mujer? —El silencio que siguió se llenó de tensión. Meliodas abrió los ojos como platos y se ruborizó un poco, pero después volvió a fruncir el ceño con fuerza y se cruzó de brazos.
—No es de tu incumbencia.
—Pero yo...
—¡No fue nada! Solo... —En ese momento se puso de pie y dio unos pasos para alejarse de ella—. Solo lo dije al calor del momento, ese idiota se estaba pasando de listo
—Bueno, está bien, pero...
—¿Pero qué?
—¿Qué dices de... del beso que nos dimos? —Ahora Meliodas estaba definitivamente rojo, y comenzó a apretar los labios en un puchero que se hubiera visto gracioso, de no ser porque sus ojos rojos brillaban de nuevo.
—¡¿Y qué hay con eso?! Además, yo no fui el que inició el beso —dicho eso, se acercó para tomar la barbilla de Elizabeth y mirarla coquetamente—. Esa fuiste tú, diablilla. Yo solo te seguí el juego.
—Pero, pero... ¿entonces eso no significó nada para ti? —Sus resplandecientes ojos azules cautivaron a Meliodas, y por un momento tuvo la fuerte tentación de decirle lo que pensaba.
«Te deseo... no he dejado de pensar en ti desde que éramos niños... eres muy importante para mí...»
Pero no dijo nada de eso. En cambio, comenzó a reírse burlonamente y se alejó dándole la espalda. Jamás podría decirle eso. Era una Liones, se suponía que su familia los detestaba, se suponía que él debía odiarla. Así que decidió aferrarse a su orgullo e ignorar todo lo que se revolvía en su corazón.
—Hasta crees. ¿Tienes idea de a cuantas chicas les he hecho lo mismo? Soy un hijo de puta y un rebelde sin causa, así que deja de pensar tonterías y averigüemos una forma de salir de...
—¡Eso no es cierto! —Cuando volteó a verla de nuevo, se le hizo un nudo en la garganta: la hizo llorar otra vez—. ¡Tú no eres un rebelde sin causa! Yo lo sé muy bien... eres mucho más listo de lo que demuestras en clase. Ayudas a tus amigos, nunca le das la espalda a alguien que te necesita. Y es verdad que rompes las reglas, pero solo lo haces cuando te parecen injustas. Eres bueno Meliodas, en eso no has cambiado. Por eso yo... —La chica se fue ruborizando más y más mientras apretaba sus manos en puños—. Por eso yo por ti siento... —En ese momento sonaron todos los relojes de la casa: estaban dando las tres, y cada campanada del reloj se mezcló con risas espeluznantes y gritos de todos los objetos encantados de la casa. La chica gritó con fuerza, aterrada, y se arrojó a los brazos del vampiro nuevamente.
Cuando al fin todo se calmó, Elizabeth abrió los ojos e intentó buscarle la mirada a Meliodas. Solo fueron unos segundos, pero le pareció como si esas bellísimas esferas verdes la hubieran visto con ternura. Luego el color negro volvió, y este fue agarrando tonos rojos conforme su apariencia se hacía más amenazante.
—¿Así que quieres ser alguien especial para mí? Pues bien, te daré la oportunidad. —Lentamente le pasó la lengua por el cuello y acercó la nariz al nacimiento del pelo para inhalar con fuerza.
—Me... Meliodas...
—¿Te gusta? —Luego subió la otra mano hasta su pecho y comenzó a apretarlo suavemente. Apretaba y masajeaba, los gemidos de Elizabeth se fueron haciendo más y más altos.
—Meliodas. ¿Eso quiere decir que tu no me... no me odias? —Esa pregunta lo dejó mudo. Toda su libido se hizo a un lado para dar espacio a la dolorosa pregunta que se llevaba haciendo toda la noche: ¿Qué sentía por ella? ¿Qué pasaría si lo reconocía? De pronto le dio un ataque de pánico. Entonces, ¿él había perdido en esa lucha de voluntades? ¿Cómo cambiarían las cosas si lo confesaba todo? ¿Perdería su orgullo? ¿Y su familia? No. Decidió que tenía demasiado miedo como para arriesgarse.
—Te odio un poco, pero no te preocupes. Para tener sexo, no necesariamente tienes que amar a alguien.
¡CLAP!
La cachetada que le dio resonó por toda la silenciosa casa, y Elizabeth estaba tan destrozada que marcas oscuras se expandieron por su cuerpo y sus ojos se volvieron negros también.
—¡Eres un idiota! —Salió corriendo del lugar, y no le importó destruir todo si con eso lograba salir de ahí.
—¿Vaya, bastante dramática la estúpida, no? —Meliodas dio un respingo al escuchar la voz a sus espaldas. Era Zaneri, quien llegaba con un par de copas en las manos y una sonrisa llena de coquetería.
—Hola. Pensé que ya te habías ido de la fiesta.
—Al contrario querido —Ella le ofreció una de las bebidas con un pestañeo coqueto, y alzó la otra como si fuera a hacer un brindis—. Ahora solo quedamos tú y yo. —Chocaron los cristales, y Meliodas en verdad le agradeció a la morena que le hubiera llevado un trago. Se sentía morir, y tal vez el alcohol sería bueno para olvidar esos sentimientos. Bebió hasta el fondo, aunque esta vez el vino le supo un poco extraño. Luego sintió cómo le subía fuego por la garganta y se dobló a la mitad partido de dolor.
—¡Aaaaaah! Zaneri, ¡¿qué demonios es esta cosa?!
—Una pequeña prueba para saber si eres digno de mi amor. Ahora contesta cariño: ¿por qué no le diste una oportunidad a la insulsa de mi prima? —Meliodas estaba de rodillas, lanzándole a Zaneri una mirada de odio—. ¿Es porque tiene sangre Goddess? ¿O acaso por ser una "niña buena"? —Y es que todos lo sabían. Elizabeth Liones en realidad era una Goddess. Fue adoptada por Baltra cuando sus padres murieron. Pero eso a Meliodas nunca le había importado... no al menos hasta que crecieron, y entonces tuvo que fingir que odiaba a ambas familias. Entre más se tardaba en contestar, más dolor había, así que se obligó a decir algo a pesar de no sentirlo.
—Es por ser una Goddess... ¡Aaahhh! —Fue como si lo estuvieran quemando por dentro, y marcas rojas habían comenzado a expandirse por la piel. Zaneri lo miró con una sonrisa de lado y el ceño fruncido.
—Estás mintiendo. Pero eso es bueno, significa que no es el apellido, y yo aún tengo oportunidad. Siguiente pregunta: ¿recuerdas la noche que pasamos juntos? —Él estaba tan mareado que solo pudo asentir con la cabeza—. ¿Qué sentiste? ¿Fue placentero? ¿Fue especial para ti? —Meliodas la miró lleno de ira, pero ya había entendido en qué consistía la magia: entre más se tardará en hablar, o sí mentía, más sufrimiento tendría. Aunque odiaba admitirlo, tuvo que hacerlo.
—Sí, sí fue placentero. Yo presentía que las Goddess cogían como las diosas. —Las mejillas de la bruja se tiñeron de rosa y se le dibujó una enorme sonrisa en la cara.
—Lo sabía, ¡lo sabía! ¡Sabía que también había sido especial para ti!
—Déjame aclararte algo —Meliodas logró ponerse de pie, preparado para entrar en su juego—. Una cosa es que me haya parecido placentero, y otra que haya sido especial. —La sonrisa de la morena se borró por completo y se fue poniendo pálida conforme entendía lo que eso significaba.
—Entonces, ¿qué sientes por mí en realidad?
—Antes, pura atracción física —Meliodas de inmediato sintió el alivio en la garganta por decir la verdad—. Y justo ahora, solo repulsión.
—¡¿Pero por qué?! Yo te di mi primer beso, ¡yo te di mi primera vez! —La hechicera había comenzado a llorar, y Meliodas se conmovió un poco de ella. Luego recordó que todo eso no era más que un juego cruel donde ella misma se había metido, y su corazón se endureció nuevamente.
—Lo siento mucho Zaneri, pero debiste saber con quién tratabas. Yo no soy del tipo que se enamora y lo da todo por una mujer. —Apenas lo dijo, casi se desmayó del dolor y cayó al piso frío como un cadáver.
—¡Mientes! Desgraciado, ¡eso quiere decir que ya tienes a alguien! —La pelinegra se montó a horcajadas sobre el casi inconsciente muchacho, y lo sujetó del cuello como si fuera a estrangularlo—. ¡Bien! Ya que resulta que no sientes nada por mí, quiero saber quién es la desafortunada dueña de tu corazón, bueno, eso pensando que tienes uno. ¡¿Quién es?! —Meliodas la miró con odio, pero permaneció callado. El dolor ya era insoportable, y de sus labios se deslizaba un hilo de sangre—. ¡¿Quién es?! Habla antes de que la maldición te mate.
—Elizabeth... —Solo fue un leve susurro, pero se escuchó con toda claridad en esa enorme casa.
—¿Que...? Pero no es posible, la detestas desde niños. Las familias son rivales.
Pero Meliodas ya no la escuchaba. Lo había dicho. Había admitido que Elizabeth era la dueña de su corazón, y hacer eso había hecho que por fin la maldición se detuviera. Pero ya le había hecho mucho daño. Siguió inerte en el piso y vio cómo las lágrimas de Zaneri caían sobre él mientras sus dedos se convertían en humo rosa.
—Creo que en el fondo lo sabía —Esa sonrisa oscura y retorcida que tenía antes se fue borrando, dando paso a una expresión triste pero llena de paz—. Creo que sabía que lo mío era solo una obsesión, y que tú querías estar con una Goddess diferente. Pero estaba tan ilusionada que... —Para ese momento ya llevaba más de la mitad del cuerpo desvanecido—. Pero eres un desgraciado... a pesar de lo que me hiciste, aun te quiero... y estoy segura que ella te quiere también —Ya solo quedaban los labios, y con ellos, la bruja le dio un último consejo antes de irse—. Dile la verdad, o no vivirás lo suficientemente para arrepentirte...
Meliodas la vio esfumarse por completo, y luego se hizo una bolita en el piso, esperando que la muerte terminara ese suplicio.
*
Elizabeth efectivamente había derribado puertas y roto ventanas. Con el poder que le dio la ira, había destrozado cada impedimento y llegado a la puerta principal para salir de la casa. Pero ahora no tenía el valor de abrirla. Su corazón estaba roto, la rechazaron de la peor manera posible, y aun así... quería volver a verlo; a pesar de que la insultó, a pesar de que la lastimó, necesitaba regresar y saber que Meliodas estaba bien. En ese momento escuchó unos fuertes golpes bajar por las escaleras.
—¿Qui... quién es? —No obtuvo respuesta, así que siguió caminando en dirección al ruido—. ¿Quién anda ahí?
¡AAAAAAAAHHHHHHHHH!
Unos dedos helados la agarraron por los brazos, y cuando giró a ver quién era se vio rodeada de sangrientos esqueletos. Varios de esos horribles espectros la estaban acorralando y la sujetaron, cargándola y arrastrándola hacia alguna parte. Ella intentó resistirse, pero no la soltaron por más que luchaba. Mientras, decenas de fantasmas se incorporaron a esa marcha. Murciélagos le revoloteaban alrededor, arañas corrían por sus piernas, y los gritos y risas diabólicas de las calabazas la tenían con los pelos de punta. Súbitamente se detuvieron, y se vio arrojada de nuevo a un cuarto que identificó a la primera: había vuelto a la sala de la chimenea.
—¡Esto no es gracioso! Esta travesura no es... —Guardó silencio en cuanto vio porque la habían traído—. ¡Meliodas! —Se arrodilló a ver qué le pasaba, y se asustó al verlo tan mortalmente pálido—. Oh diosas, ¿qué te pasa? ¿Qué hago, qué puedo hacer para ayudarte?
—Eli... —Ella guardó silencio mientras veía como él trataba de abrir los ojos.
—Sí Meliodas, aquí estoy.
—Tonta, ¿por qué volviste? —Estaba a punto de decir que fue forzada, pero apenas la frase estaba alcanzando sus labios, se negó a decirla. Esa no era la verdad. Ella había querido regresar, y la casa lo único que hizo fue ayudarla.
—Eso no importa. Rápido, dime qué tengo que hacer.
—Ya es tarde. —Elizabeth comenzó a temblar cuando oyó palabras tan oscuras.
—¡No! Jamás digas eso, debe haber una forma de...
—Sangre. —De nuevo, un escalofrío la recorrió por completo, pero esta vez era de excitación y no de miedo.
—¿Qué?
—Por favor Elizabeth... te necesito... —Ella lo tomó en sus brazos, sujetándolo con fuerza.
—Es... está bien —Se llevó su muñeca a los dientes, y tras hacerse un corte no muy profundo en ella se la puso a Meliodas en los labios—. Vamos, tú puedes... —En cuanto su boca tocó su piel, una sensación ardiente se extendió por ella. Sintió su aliento cálido, su lengua lamiéndola, y cuando estaba a punto de gemir, tuvo que gritar al sentir sus colmillos perforando la piel. Un trago, luego otro, y era tan placentero que ella tenía la boca abierta y estaba jadeando. Cuando se separó por fin, todas las barreras entre ellos habían desaparecido.
—Tonta, ¿por qué me ayudas cuando deberías odiarme?
—¿A quién le dices tonta? Cielos Meliodas, ¿tanto me detestas que incluso cuando te ayudo tienes que insultarme? Por favor, simplemente no te entiendo, ¿qué es lo que tanto odias de mí? —Él se sentó de golpe, dejando su cara a solo unos centímetros de la de ella.
—¿Quieres saberlo? Muy bien, te lo diré. Detesto la forma en que tus ojos brillan siempre —Su mirada se hizo aún más profunda y su respiración se aceleró—. Me pone furioso que no entiendas lo insoportablemente hermosa que eres —A Elizabeth se le había cortado la respiración y no se podía mover—. Me da rabia que otro te mire, la ira me domina cada que te hago daño con mis estupideces, ¡y odio como das vueltas por mi cabeza haciéndome imposible olvidarte! Aun cuando se supone que no deberías existir para mí, yo... —Ambos estaban llorando, pues esas palabras solo eran la confirmación de lo que habían descubierto esa noche—. Yo en realidad... te amo. ¡Te amo Elizabeth! —Luego se lanzaron al mismo tiempo en brazos del otro, y comenzaron a besarse con ferocidad.
—Meliodas... ¡Meliodas! Yo también, yo también te...
[Nota de actualización de mayo 2024: poner la censura aquí fue especialmente frustrante >n<]
***
[suspiro y ojos brillantes] Maravilloso 7w7 Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que el traje de vampiro que le vemos a Meliodas en la mayoría de los fanfics pertenece al out fit de Halloween que le dieron para la versión del videojuego en Seven Deadly Sins Grand Cross? Hace poco yo logré obtenerlo en el banner especial. No me sirve absolutamente para nada XD ¡pero es tan sexy que simplemente no pude evitar amarlo! Ya lo volví unos de mis personajes favoritos para jugar, y ahora, incluso le estoy dando su propia historia a Meliodas Vampiro. ¿Ahre? :v ¿auto spam? XD Pasen a ver mi nueva obra Bloodties, se que les va a gustar. Y dicho lo anterior, es hora de ir a nuestro epílogo.
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