Libidinis Pulchra

Turno del Kiane, ¡y además están vestidos justo como en la historia! *u* Uff, esto da para mucho material. Diane es una de las waifus más hermosas de la existencia, ¡y no hay hombre más kawaii que ese! Vamos, denle vuelo a la hilacha y disfruten enchilando los comentarios <3 

***

Aunque su maestra le había advertido que no hiciera eso muchas veces, la cara de Vivian tenía una sonrisa pervertida que no podía con ella. Estaba un poco molesta por tener que llevarle la bebida a Gil en un vaso, pero las copas limpias se habían terminado, y tenía que encontrarlo enseguida, antes de que cualquier otra chica se ofreciera para saciar sus instintos. Aunque ella tenía confianza en que lo lograría.

Después de todo, él tenía fama de ser el más respetado caballero del lugar: modales eran perfectos, etiqueta en todo momento, y era tan gentil que hasta para rechazar mujeres era dulce. Estaba segura de que en cuanto Gilthunder sintiera los efectos del hechizo, se iría a resguardar a cualquier habitación para estar solo. Cuando comenzó a desesperarse, Vivian vio a su amiga Melascula caminando por un pasillo mientras se partía de la risa.

—¿Cómo?, ¿sigues aquí, querida? —La pelimorada la veía con una sonrisa burlona mientras intentaba parar de reír.

—Obviamente. La magia prohíbe que te vayas hasta que ganes o pierdas el juego, ¡y yo ni siquiera he encontrado a mi compañero! —La pelimorada volvió a reírse y luego le señaló una habitación con su uña afilada de barniz morado.

—Entonces más vale que veas lo que están haciendo esos dos ¡nada de caballero! ¡Estás por hacer "puff" en cualquier momento!

—¡¿Qué?! —La bruja le dio el vaso a la demonio, y vio con horror como en el cuarto para servidumbre...

—Gil... mi Gil... ¡No es justo! —Y tras un sonoro "puff", dejó a Melascula sola en el pasillo.

—Te lo tienes merecido —La pelimorada bajó a la fiesta con la poción de la bruja caída en la mano y, armada con doble magia, se puso a ver cuál sería su víctima de esa noche. Acostado en uno de los enormes sillones, estaba un chico castaño disfrazado de algo que podía haber sido tanto calabaza como gatito—. Mmm, no es mi estilo jugar con niños, pero bueno... —Justo cuando estaba por ir a por él, una chica alta con coletas se acercó.

—¡King! ¿Te sientes mal?

—Di... ¡Diane! —El pequeño miró a la castaña con ojos brillantes y la punta de las orejas rojas.

«¡Ah, ya entendí!». Y es que Melascula, con todo lo oscura y retorcida que era, sabía mucho de esos temas. Aquellos dos se gustaban, pero ambos eran tan ingenuos que ninguno debía haberse atrevido a dar el siguiente paso. «Bueno, ellos serán mi buena obra de hoy, ¡no sea que Santa Claus no me vaya a traer nada en navidad». Se rió un poco de su broma mientras se acercaba a la pareja y agitaba el frasco color rosa para que diera mejor efecto.

—¿Problemas con la resaca? Ten... —La pelimorada le extendió el vaso al chico calabaza, y le guiño un ojo con complicidad—. Créeme: para cuando termine la noche, te vas a sentir de maravilla.

—Esto... gracias —King vació el contenido en dos o tres tragos y después se recargo en el sillón—. ¡Vaya! Parece que funciona rápido. —Melascula sonrió de tal forma que parecía que la cara se le partiría a la mitad.

*

Meliodas estaba buscando a Elizabeth por todas partes. No sabía exactamente porque, pero sentía que tenía que hacerlo. Cada vez que cerraba los ojos veía su rostro lloroso, y a pesar de que por años fue víctima de sus burlas y travesuras, jamás había llegado tan lejos como para lastimarla. Lo hacía sentir culpable, como si le clavaran una daga en el corazón y la retorcieran. Aún pese a su orgullo e historia familiar, tenía que encontrarla y disculparse.

Buscó tras cada puerta que encontraba, solo para notar dos cosas: uno, que ya casi no había gente, y dos, que los pocos que quedaban... estaban muy ocupados en "truco o dulce". Cuando vio a Monspeet y Derieri en la cocina, pensó que por fin había encontrado gente actuando normal. Se detuvo en seco cuando vio como ella se subía a la barra con un bote de miel en la mano.

—Meliodas, ¿no ves que estamos ocupados? —dijo su amigo mientras se mesaba el bigote con astucia.

—Discúlpenme, yo...

—Mi trasero dice que no hay problema. Después de todo, este es nuestro tercer asalto —La chica bajó y se acercó a él con una sonrisa amable—. ¿Qué quieres? –

—¿No les parece extraño cómo se comportan todos?

—Pues no. —dijo la pelinaranja, para después lamer la cuchara de la miel.

—Nosotros siempre somos así. —contestó su pareja.

—Entiendo. Bueno, cambiemos rápido de tema para que me vaya, ¿alguno ha visto a Elizabeth?

—Bastardo, ¿fuiste tú la que la hizo llorar? —La pelinaranja esgrimió su cuchara como si fuera un cuchillo y de pronto su traje de tigresita fue más amenazante que nunca.

—No te alteres, preciosa —dijo el hombre vestido de genio de la lámpara—. Sí, la vimos.

—¿Dónde?

—La dejamos en un cuarto de huéspedes. Derieri le dio té y la acostó para que durmiera un poco.

—No la vayas a molestar, maldito. Mi trasero dice que si la haces llorar otra vez, te meteré esta cuchara por el...

—¡Ya entendí! Nos... nos vemos en un rato. —Ambos vieron cómo Meliodas subía de nuevo las escaleras, y luego el de bigote le sonrió a su mujer.

—Algún día serás una excelente madre.

—Sí, bueno. ¿Qué te parece si practicamos eso de hacer bebés? Estaba pensando si mejor usamos mermelada de frambuesa para nuestro "momento dulce".

—Mmmmm...

*

—¿Elizabeth? —El rubio había llegado a la habitación, y en cuanto la abrió, vio la silueta de la chica bajo las sábanas—. Ahí estás, por fin —El rubio entró cerrando la puerta, y se sentó lo más lejos que pudo de ella, pero sobre el colchón—. Escucha... lo siento, ¿sí?. No sé qué me pasó, pero no era mi intención lastimarte —Ella se revolvió en la cama y se sentó con la cobija aún sobre la cabeza—. Sé que la historia de nuestras familias es... complicada, pero te juro que humillarte no es lo que deseo. —Hubo un largo momento de silencio antes de que contestara.

—¿Y qué es lo que deseas? —La voz le había salido tan extraña que Meliodas tuvo que voltear a verla. Efectivamente, esa era Elizabeth. Tenía las mismas facciones nobles, la cara angelical, el pelo como plata, y la expresión dulce en el rostro. Pero había algo en sus ojos que no encajaba. De pronto se sintió nervioso.

—No... no lo sé pero... —Sintió como se iba ruborizando mientras la sonrisa de ella se ensanchaba de manera siniestra.

—Yo sé lo que quieres... —La chica se le acercó gateando de manera seductora y sin despegar los ojos de él. Luego lo abrazó del cuello y pestañeo coquetamente.

—Yo te gusto, ¿verdad?

—¿Qué? ¡No! Yo no... —Entonces ella acercó los labios a su oído y le susurró con el mismo sexy y extraño tono de voz.

—Estás mintiendo. —Luego comenzó a lamerle la oreja, haciéndolo gemir y abrir los ojos como platos.

—Elizabeth, ¡¿qué estás...?! —Ella cubrió sus labios con un dedo y soltó una risita juguetona.

—¿Quieres saber cómo lo sé? —Lenta y dulcemente, la peliplateada acercó sus bocas y comenzó a besarlo. Al principio Meliodas no se movió, estaba demasiado sorprendido como para hacerlo. Pero de repente, sin poder evitarlo, se vio correspondiéndole. Era como si hubieran esperado una eternidad para unirse, y al hacerlo, una parte de ellos por fin se completara.

El beso empezó de forma oscura, como una lujuriosa y lenta seducción. Pero entre más avanzaba, esa energía negra se dispersaba como las tinieblas cuando sale el sol, y su unión comenzó a hacerse más real. Sus labios se tocaban con ternura y fuerza, acariciaban la boca del otro como si fueran sus almas las que hablaran. Se unieron en un abrazo tan sincero y puro que el hechizo que estaba sobre ellos se dispersó por un momento y, cuando se separaron, fue como si se vieran por primera vez. Ambos estaban ruborizados y con la respiración agitada, pero Elizabeth tenía razón. Ahora ninguno de los dos podía negar lo que estaba pasando.

—Yo... no... —La joven se separó rápidamente del abrazo y corrió hacia el balcón, alejándose de él con expresión confundida—. No sé qué me pasó, pero... ¡oh diosas!

—Elizabeth, cálmate.

—No sé qué me ocurre. Tengo miedo... —Al mismo tiempo que lo decía, le salieron una cola puntiaguda y alas negras. Meliodas intentó acercarse a ella, preocupado por lo que le pasaba, pero apenas la tocó, ella se alejó con una expresión devastada y triste—. Perdóname —dijo. Luego giró hacia la ventana y se arrojó de ella.

—¡Elizabeth!

*

—¿Qué le hiciste, Melascula? King está peor que antes —El pobre chico estaba bajo las cobijas en posición fetal mientras Diane peleaba con la pelimorada—. Está mareado, tiene la cara roja de fiebre, y dice que le duele, pero no quiere decirme dónde.

—¿Por qué te importa, gigantona? Si se puede saber. —Diane se ruborizó por un momento y comenzó a jugar con sus coletas.

—So... solo estoy preocupada por el hermano de mi amiga.

—¿Hm, en serio?... De acuerdo. Iré por unas pastillas, pero tú deberás quedarte aquí y cuidarlo. —La castaña le echó un vistazo a King y asintió con la cabeza.

—¡Hecho!

—Perverso ¡digo! Perfecto —Entonces la pelimorada salió, relamiéndose de la broma que les iba a hacer y sabiendo exactamente qué era lo que seguía. Por suerte ese era el cuarto que ella usaba cuando estaba de visita. Sacó la llave que le había dado Vivian para esos casos, y los encerró con candado.

—Espera, ¿qué estás haciendo? ¡Meslacula! —Pero la diablesa ya se había ido—. Se acabó, ¡voy a derribar la puerta!

—¿Diane? —King se había sentado en la cama y la miraba con ojos somnolientos.

—Descuida Arlequín. ¡Esa desgraciada va a conocerme!

—Estoy feliz... no creí que supieras mi nombre real —La chica se ruborizó violentamente, y luego se giró para verlo. En verdad lucía mal, tenía la respiración agitada y la cara roja. Pero lo más extraño es que tenía la mirada perdida—. Tengo mucho calor. —Ella prácticamente se desmaya cuando lo vio comenzar a desabrocharse los tirantes de su mono.

—K...¡King! Espera, no hagas eso —Pero justo cuando le agarró las manos para impedir que siguiera desvistiéndose, la magia se activó también sobre ella. No recordaba porqué estaba ahí, no recordaba su nombre. Pero sí sabía que tenía que ayudar al chico que estaba frente a ella, y lo haría de una forma extremadamente sensual...

Cuando al fin regresaron al presente, se quedaron inmediatamente dormidos. No sabían que esa travesura se repetiría varias veces hasta que saliera el sol.

***

Amando el Monspeeri desde el 2019 7u7 Y ahora, un secreto de este capítulo: A estas alturas ya no es un secreto pero XD... ¿sabían que algunas de las sexys travesuras que hace Melascula son las que quisiera hacer yo si estuviera en ese mundo? Sip, Coco se mete al cuerpo de Mela para hacer travesuras, ¿que dicen? ¿esta niña perversa merece regalos en navidad? *u* Mientras los dejo pensando, vayamos al capítulo siguiente. 

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