capitulo 29

MADELEINE

Permanezco en una esquina del salón mientras me pregunto por qué asistí a la fiesta. De vez en cuando, fijo la atención en el celular, ansiando un mensaje o alguna señal de Tyler. Después de la discusión que tuvimos por video llamada, no volví a saber de él. Aquello me extraña, porque siempre da el primer paso en situaciones problemáticas. Entonces, consigue remediarlo con algunas palabras lindas y seguido, pone una sonrisa, una de esas que me hace olvidar lo caótico que puede llegar a ser el mundo. Cualquier sitio es mejor cuando está él. Ni siquiera puedo chequear el estado o el horario de la última vez que se conectó y hay dos posibilidades: lo puso en privado o se exilió a un lugar lejano sin señal ni internet.

Quiero divertirme, pero mi grupo de confianza aún no aparece. Briana y su novia están retrasadas –dijo que tenían problemas con el disfraz- y Tara, que viste un perfecto traje amarillo en honor a Cher, de Clueless, se muestra entretenida con los chicos de música. Entre ellos, el pseudofamoso Mike, que no me hace ni un poco de gracia, en especial porque recuerdo que fue uno de los que golpeó a Tyler y le hizo sangrar la nariz. Intento guardar rencor, lo juro, pero si lastiman a la gente que quiero, no puedo evitarlo.

Mike se aproxima a ella sin rodeos, un par de sonrisas le bastan para tomar el control. Después de mencionar lo sexy que se ve en <<ese ardiente traje a cuadros>>, envuelve su cintura y desliza la mano a través de su espalda, hasta acariciar el trasero. Tara reacciona dando un pequeño, pero no le dice nada. De hecho, le sonríe y lo besa en los labios.

Es cierto que Mike destaca por su talento musical y es dueño de un físico atractivo a los ojos de la gente común, pero Tara brilla con luz propia. No necesita de él. Soy incapaz de entender por qué insiste en llamar su atención.

—¿Y tú de que vas? ¿De angelito nada sexy? —bromea uno de sus amigos, echándome un vistazo despectivo.

—No —me digno a responder—. Julieta. De Romeo y Julieta —explico y me arrepiento al instante de hacerlo. ¿Para qué dar detalles si ni siquiera le importa?

Entorna una sonrisa burlesca, demostrando que es como lo pensaba. Realmente no le interesaba la respuesta.

—Ah. ¿Un consejo? Te verías mejor si acortaras el vestido y le hicieras un escote —se relame el labio inferior, sosteniendo su mirada repugnante sobre mí. Luego, intenta aproximarse, pero en seguida doy un paso hacia atrás. Definitivamente, lamento estar aquí—. ¿Qué sentido tiene venir a una fiesta de disfraces y no mostrarse sexy? Digo, ¿no está hecho para que ustedes, las chicas, vengan con poca ropa con la excusa de que es un disfraz? —plantea, siendo la cuestión más tonta que oí en mucho tiempo.

—Déjala, Drake. Se ve perfecta así —Tara interviene, a pesar de que se encuentra un tanto ebria. Bebió una buena cantidad de tragos con vodka desde que pusimos un pie en la fiesta.

Aunque agradezco que haya actuado en mi defensa, continúo cargando un enfado que empieza a tornarse descomunal. La actitud de Drake es intimidante, pero no permitiré que me haga encoger como si fuera un objeto insignificante sin voz ni voto. Estoy harta de ser la que se queda callada para no causar molestias ni generar un ambiente incómodo. No dejaré que alguien más pase por encima de mí sin molestia alguna.

<<Confía en ti. Eres perfectamente capaz de afrontar lo que sea. Nadie tiene derecho a tratarte mal>> repito en mis pensamientos el lema que llevo tiempo apuntando en mis libretas a modo de recordatorio de lo valiosa que soy. Lo somos. Todas.

—¿Sabes algo que de verdad no tiene sentido? —dirijo el habla hacia Drake. El resto de grupo, observa confuso la manera en qué usé mi voz. Por primera vez, seré la que resalta y marca la diferencia. Nadie lo esperaba. Incluida Tara—. Acudir a la universidad cuando no eres capaz de madurar un poco y entender que cada uno es libre de hacer lo que sea con su cuerpo. Eso incluye elegir como vestir —reconozco que sostengo una falsa calma, que se dejó entrever en el tono pasivo-agresivo que tomaron mis palabras. Un semblante que no acostumbro a usar.

Durante un instante, percibo ofensa en la expresión de Drake. Tengo la sensación de que lo que dije, le dolió. Percibo que de algún modo lo lastimé y aquello, como una costumbre dañina, me produce una culpa inexplicable. De pronto, quiero pedirle perdón por sonar tan dura.

No soporto la sensación de que lastimé a alguien. A pesar de que la expresión lastimera de Drake es corrompida por una sonrisa, que se transforma en carcajada. El resto de sus amigos también lo hace.

—Oh, sí, claro. ¿Eres de las que dan sermones feministas en una fiesta? Ya veo que estás muy tensa —vuelve a repasarme con sus ojos de forma asquerosa—. Creo que te hace falta un buen montón de sexo.

Deduzco que Drake es la clase de persona que lo reduce todo al sexo y a la mera cuestión superficial. Es incapaz de ver más allá. El giro que tomó la discusión se escapa de mi límite de tolerancia. Me conozco y sé la cantidad de energía que me arrebatan las confrontaciones, simplemente no estoy hecha para eso. Niego con la cabeza, asumiendo que lo mejor será marcharme. Seguido, les doy la espalda, salgo del circulo y emprendo a caminar tomando distancia. Busco con la mirada el inicio de las escaleras, debo llegar a planta baja para poder salir de aquí.

Todavía cargo la culpa, la ansiedad que me hace dudar de cada acto. La misma que, usualmente, me obliga a mantenerme invisible, siendo la única forma de no sentir culpa después. De antemano, sé que llegará la noche, estaré a punto de dormirme y entonces, la discusión se repetirá una y otra vez en mi cabeza. <<¿Por qué dije eso? ¿Por qué dije aquello? ¿Por qué no le respondí? Debí haber dicho otra cosa>>

Anticipar la tortuosa situación, abre un hueco en el estómago y propaga en mi interior la ganas de llorar. Pero estoy en medio de una fiesta y me pongo firme conmigo misma. Debo contenerme o al final, terminaré siendo la inmadura que llora en medio de una fiesta universitaria.

—Maddie... Maddie espera. No te vayas —Tara llega hasta a mí, toca mi hombro y solo porque se trata de una amiga, me detengo. Volteo hacia ella—. Íbamos a divertirnos.

Me encojo de hombros. Niego. No quiero otra discusión.

—Yo no... ¿Qué haces con ellos, Tara? No son buenos. No son buenos para ti —expreso, denotando preocupación—. La forma en que te trata Mike... Es el ejemplo perfecto de cómo no deberían tratarte —remarco, conociendo por su testimonio que el chico juega con ella y que la hace sufrir—. Estoy completamente segura que ahí afuera hay alguien mejor esperando por ti —afirmo. A pesar de que, ella desconoce que sé lo de Owen. Prefiero esperar a que se anime a contarlo, sin presiones—. Y si no... De todas formas, no necesitas a nadie. Contigo misma alcanza —sonrío leve, acompañada de la esperanza de hacerla entrar en razón.

Tara titubea. Por primera vez, la veo callada y sin saber qué decir.

—No todas tienen tanta suerte como tú.

—Tyler y yo ahora mismo estamos peleados —<<después de todo lo que nos costó estar juntos>>, pienso—. Y no fue pura suerte. No te imaginas lo difícil que fue hacerme notar... Por un largo tiempo creí que nunca se fijaría en mí —admito y largo un suspiro. Es cierto que durante años me sentí como la chica invisible. También es verdad que todavía lidio con un millón de inseguridades, que me aterra ser remplazada y olvidada; que me llevó un duro trabajo entender que yo soy la prioridad.

—Pero lo hizo. Te notó y ahora está loco por ti, pelirroja. Mira hacia abajo —indica, a lo que contesto frunciendo el ceño. Empiezo a creer que está demasiado borracha—. Que mires —insiste, perdiendo la paciencia.

Confusa, me aproximo al barandal del inicio de la escalera y ahí, entre medio de la gente, lo distingo.

De inmediato, también reconozco a quien pertenece el traje. Lleva la armadura de un caballero que viste Romeo en la versión cinematográfica de mi clásico favorito. Incluso, se ha peinado del mismo modo, colocando parte del cabello hacia atrás y dejando un par de mechones caer al costado, que le dan un aire encantador.

Dios mío, está hermoso. Si no lo conociera, creería que es uno de esos estudiantes populares que son considerados galanes y lucen como estrellas inalcanzables. Pero sucede que no es así, Tyler está esperando por mí y soy incapaz de asimilarlo.

Miro a Tara sonriendo como tonta y me hace una seña, indicando que me dé prisa a bajar.

Deslumbrada por la inesperada aparición, bajo rápido escalón por escalón, esquivando a la gente y haciendo esfuerzos para disminuir la torpeza y no caer rodando.

Tyler está esperando al final, listo para regodearse en la agridulce sensación del reencuentro. Apoyada sobre sus hombros, tomo impulso y doy un pequeño saltito para hundirme entre sus brazos. Seguido, escondo la cabeza en su hombro y aspiro su aroma. Esa suave loción que se coloca después de afeitarse, junto a la fragancia que acentúa su masculinidad y al mismo tiempo, representa una ráfaga de aire fresco.

Lo que necesitaba para sentir que vuelvo a respirar. Él. Mi rincón seguro. El sitio a donde deseo acudir cada vez que un sentimiento intenso me devora por dentro, a donde encuentro tranquilidad y el vivo recordatorio de mi mejor versión. Porque eso es todo lo que aspiro ser cuando estoy con él, mi mejor versión.

Mis pies permanecen lejos del suelo, cuando él tira la cabeza levemente hacia atrás para mirarme y dar el primer beso. Preciso instante en que los problemas se convierten en un puñado de cenizas.

—Lo siento —pronunciamos al unísono y reímos, porque somos conscientes de los tontos comportamientos que tuvimos los últimos días. En el afán de protegernos el uno al otro, omitimos ciertos hechos y acabamos enredados en malos entendidos, que, sumado a la distancia, mostraban un panorama difícil de resolver.

Sin embargo, justo en ese momento, aferrada a sus brazos, todo aquello es insignificante. Vuelvo a besarlo una y otra vez, hasta que mis pies tocan nuevamente el piso y surge la intensa necesidad de abrazarlo. Tyler corresponde, me presiona contra su cuerpo, su pecho es mi refugio, sus brazos, los murales que me mantienen aislada del mundo.

Abordada por la sensación, sé que ahí puedo simplemente dejarme ser. Mi cuerpo naturalmente lo percibe, las lágrimas fluyen libremente, ahí no serán juzgadas. Una de sus manos se desliza sobre mi espalda, llega hasta el inicio del cabello y lo acaricia, mechones sedosos se mezclan entre sus dedos.

Ojalá las luces se apagaran, la gente se hiciera humo y fuéramos solo nosotros, y tus caricias.

—Hey, ya estoy aquí —pronuncia con ternura—. Me rompes el corazón en un millón de pedacitos cuando lloras así. ¿Lo sabías?

Aprecio unos segundos más el acogedor espacio que me brinda su abrazo y dejo ver mi cara, rogando que el maquillaje no haya dejado ninguna mancha ridícula. Podría haber sollozado en mi habitación, pero su presencia lo sacudió todo.

—Lo siento —es todo lo que puedo decir. Lo siento por haber dicho sin cuidado lo de Owen. Lo siento por haber permanecido en la universidad y no haber tomado el primer colectivo para quedarme con él cuando se accidentó. Lo siento por mojar su traje con mis lágrimas, siendo lo primero que hago después de semanas sin vernos.

—Basta de decir lo siento —Tyler sonríe tranquilizador y sus pulgares limpian los restos húmedos de mi cara—. ¿Estás bien?

—Sí. Ahora sí. Ahora estoy perfecta —modulo una sonrisa extensa, de esas que muestran los dientes y reflejan alegría en su estado más genuino.

Luego, lo beso otra vez. Me fundo en la electricidad que proporciona las palmas de su mano rodeando mi cintura sobre la tela fina del vestido. Y él, vuelve a mis labios, en un impulso desmedido que, nuevamente, provoca el deseo de encontrarnos en un sitio a solas.

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<<Necesito que hagas algo. Busca a Tara y tráela con nosotros >> le pedí a Owen, que apareció poco después tras de Tyler. Entendí que él lo ayudó a preparar la sorpresa, junto a Tara, que también fue cómplice y se encargó de darme el disfraz.

Entorno una sonrisa al divisar que el chico de gafas regresa junto a Tara y se suman al círculo que hemos compuesto junto a Tyler, Briana y su novia. Tara continúa bebiendo, a pesar de que Owen intenta alejarle el trago y eso genera una pequeña discusión infantil. La chica no da el brazo a torcer, pero es notable que no es capaz de sostener perfectamente el equilibrio y, de tanto en tanto, se sujeta de Owen.

—Me perdí de mucho, ¿eh? Y solo me fui dos semanas. ¿Te imaginas si me hubiera ido, no sé, dos meses? Tendría una fila de candidatos dispuestos a quitarme el puesto —bromea, rodeándome por detrás. Después de hablar mirándome por el costado, apoya suavemente el mentón sobre mi cabeza.

—Eso es mentira —destaco—. Nadie podría estar a tu altura —agrego y elevo la mirada, observándolo desde abajo. Él encuentra mis ojos y luego, un beso aterriza en mi mejilla y luego otro. Sonrío. Me encanta que sea así de cariñoso.

Necesitaba el contacto e incluso siento que preciso más. Aprieto los labios al observar la nariz arrugada de Briana. Debe estar pensando que somos esas parejas que no pueden despegarse uno del otro.

Divertida, disfruto la música, mis amigos y la compañía de mi chico. A mitad de la noche, no puedo negarme a su insistencia por introducirnos en la cabina de fotos. Dice que nuestros disfraces son <<épicos>> y que merece un recordatorio inmediato. Sé que esto quedará por siempre en mi memoria, pero consiento su idea y el me guía hacia la cabina tomándome de la mano. El espacio es un tanto pequeño, Tyler se sienta en el banquillo y luego tira de mí, haciéndome sentar sobre sus piernas. Le rodeo el cuello mientras él programa la sesión y beso su mejilla para la primera foto, en la segunda salimos sonriendo, la tercera él presiona mis mejillas y yo las suyas, provocando que hagamos gestos graciosos y en la cuarta, me besa de sorpresa.

Aquel beso se propaga en el tiempo, las fotografías se acaban y continúanos en ese minúsculo espacio, donde nuestros cuerpos chocan y los roces son involuntarios, su piel está caliente y yo, comienzo a sentir el calor ascender en mi interior. Tengo la necesidad de colar las manos por debajo de su camiseta y dejar que las suyas se apropien de mí, sin límites.

El aire se acaba y, en consecuencia, los besos se detienen. Tyler tira mi cabello hacia atrás, lo acomoda, porque los movimientos impredecibles lo sacaron de lugar. Pero como si no fuéramos incapaces de parar, regresa a mis labios y yo, sonrió en medio del beso, gustosa.

—Maddie, estaba pensando... ¿Quieres ir a mi apartamento?

—Sí. A tu apartamento o a donde sea. Te seguiría a cualquier parte —delato la extrema ansiedad de hacer todo con él. Mi rincón seguro.

TYLER

Las emociones de Maddie fluyen con tanta facilidad y su mirada es tan transparente, que puedo ver su interior y saber que algo está pasando. La vi bajar las escaleras y pensé que nunca antes había visto algo tan hermoso. La abracé tan fuerte como pude, esperando que aquel gesto pudiera recompensar, aunque sea un cuarto, de todo lo que pasamos últimamente. Maddie puede ser muy frágil, pero en medio, demuestra una valentía entera al exponerse, aun sabiendo que sus paredes tambalean con facilidad. Quisiera protegerla para siempre de este mundo descabellado, pero al final, sé que no soy indispensable. Ella es capaz de sentir con intensidad, romperse y volver a construirse, sola. Vi como lo hizo cuando Riley y el resto de sus viejas amigas le rompieron el corazón y entonces, tomó lo que quedaba de sí misma, se arriesgó a los cambios repentinos y dirigió su futuro hacia un sitio con la esperanza de encontrar sueños y felicidad.

El resto de la noche, sigo embobado cada uno de sus movimientos, distingo sus gestos y soy incapaz de mantener mis manos quietas, tampoco consigo contenerme cada vez que surgen las ganas de besarla. Me dejo llevar por los impulsos. Busco de ella cada vez que mi cuerpo pide el contacto y sé que ansío mucho más, y que no podré conseguirlo dentro de una cabina de fotos. Maddie sonríe y dice que sí a la propuesta, recogemos los cartones de fotos y sostengo su mano para escapar de la fiesta.

Ni siquiera nos da tiempo para avisarles al resto. Lo hacemos mientras caminamos bajo la noche estrellada. Maddie mensajea a sus amigas y yo envío un mensaje a Owen <<Pido el apartamento por esta noche. Maddie dice que puedes dormir en su habitación>>, envío. Después de todo, mi compañero me debe el favor.

Ahora mismo, para mí esto es poesía.

Ella viste una versión de Julieta, yo, de Romeo. Las suaves luces de las farolas iluminan su cara, suavizan sus facciones. Su cabello brilla. Está hecha de puro esplendor.

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El camino hacia el apartamento es relativamente corto, pero se sintió una eternidad. Tras abrir, entrar y cerrar la puerta, Maddie queda apoyada en la superficie y vuelvo a besarla, como si llevara un largo período de tiempo sin hacerlo. Posiciona una de sus manos sobre mi nuca y delinea aquella zona, causando un cosquilleo que pide avanzar para incrementarse.

Por un instante, mi frente descansa sobre la suya, percibo nuestras respiraciones aceleradas entremezclarse, entonces, abro los ojos y contemplo la vista maravillosa que me ofrece aquel vestido blanco junto al contorno de su sostén que sobre sale, apenas. Tengo dos opciones: llevar esto al límite o darme una ducha de agua helada.

Madeleine decide por mí. Se aferra al borde de la camisa y tira hacia arriba, intentando quitarla. Reímos, porque el traje que elegí es un tanto complicado, pero logramos quitarlo y que la pasión siga intacta. A través de mi torso desnudo, Maddie desliza su dedo índice desde el inicio hasta el final, lo que incrementa mi excitación. Cierro los ojos, recordándome que esta vez, debo ir despacio.

Ella me abraza por la cintura, aproxima sus labios y deja un beso en mi pecho, luego otro, y otro más.

Deslizo mis manos hasta el seguro que mantiene las alas del disfraz aferradas a su cuerpo y tiro de él, las alas caen al piso.

Muero por ver su vestido arrojado, junto a ellas.

Llegó mi turno, preciosa.

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