capitulo 26
MADELEINE
El momento se siente totalmente ajeno, como si hubiese otra persona en mi lugar. Visité tantas veces este apartamento, que asumo extrañada las ganas repentinas de huir. Me pregunto si hice algo mal. Si acabó besándome porque lo provoqué de alguna manera.
—¿Por qué hiciste eso? —me pongo de pie, aferrando una mano al largo tiro del bolso que mantengo colgado a un hombro. Siempre me consideré una prodigio escondiendo emociones, sobre todo el enfado. No me agradan las confrontaciones. Pero esta vez, no soy capaz de mantenerme al margen—. ¿Owen? —vuelvo a llamar su atención y doy unos cuantos pasos hacia atrás al verlo levantarse del sillón.
—Lo siento —larga en un susurro. Está descolocado. Trato de suavizar la expresión al notar que está aún más asustado que yo—. Eres la primera... La primera chica que dice esas cosas sobre mí. Nunca nadie... Mierda, lo siento —vuelve a disculparse y retoma la posición anterior, dejándose caer en el sofá.
Trago saliva, intentando comprender.
—Eso no te da derecho a besarme —dejo en claro, su actitud impulsiva de verdad me molestó, aunque de inmediato me siento mal por ser tan dura. Sin embargo, propongo mantenerme firme y no dar el brazo a torcer. Briana me lo aconsejó alguna vez y por alguna razón sus palabras quedaron adjuntadas en mi mente.
Doy un paso al costado, lo esquivo y emprendo a caminar hacia la puerta. No puedo seguir aquí.
—Me gustabas, Maddie. Al principio, cuando empezaste a venir... Me parecías linda y amable, no me intimidabas como el resto —explica, dejándome helada—. Luego supe que Tyler estaba loco por ti y cerré la boca. Y ahora... Me dejé llevar —habla y tras aquello lo escucho suspirar con pesadez, caminando tras de mí—. Podemos... ¿Podemos solo olvidarlo? —pide, al mismo tiempo que coloco la mano en el picaporte, decidida a marcharme. Me tomo un segundo para considerarlo—. Fue un error.
—Lo voy a pensar —contesto, porque ahora mismo soy un caos de contradicciones. Por un lado, continúo enfadada por su atrevimiento y por otro, conozco a Owen, sé que es un buen chico y comprendo que cualquiera puede equivocarse.
Así, con una sensación amarga revoloteando en mi estómago, camino a la residencia. Durante el trayecto, empiezo a rememorar detalles con respecto a Owen y sus actitudes extrañas. Las salidas de a cuatro. Él y Tara discutiendo constantemente. La pelea con los estudiantes de música, donde quisieron atacarlo y Tyler lo defendió. Mike, el chico con el que Tara tiene una aventura, estaba involucrado. Los repentinos cambios de ánimos y, por último, el encuentro que tuve con Tara a la entrada del edificio.
Eso es.
Owen y Tara tienen algo. Ella es la chica que le dijo <<eres demasiado bueno para mí>>.
Mi amiga.
No sé si quiero que sepa todo lo que acaba de pasar. Sería incómodo. ¿Y sí en realidad sí le gusta Owen y saber que él me besó lo arruina todo? Empiezo a considerar los posibles daños que aquellos estúpidos dos segundos –lo que duró el beso- podría causar y me acobardo.
<<Tranquila. No tomes decisiones apresuradas. Piénsalo bien>> digo a mí misma. Y otra vez, desearía tener el tipo de carácter que no teme afrontar una discusión. Yo sí lo hago. Nada me da más miedo que poner el mundo patas para arriba y perder la estabilidad.
☽♡☽♡☽♡☽
Las cosas se Briana aún permanecen en la habitación. Se ha llevado unas tantas, pero su lado todavía le pertenece. Siempre fui bastante rehacía a los cambios. No quiero otra compañera de habitación. Briana tiene su carácter, pero es la mejor. Podíamos quedar hasta muy tarde en la madrugada conversando, intentando memorizar sus consejos para aplicarlos a futuro. No es agradable que se marche, pero me alegra pensar que así, será más feliz.
La noche está fría. Así que, después de colocarme el pijama, me envuelvo en una manta recostada en la cama, con la notebook encendida sobre las piernas, esperando alguna señal de Tyler. Mientras tanto, intento avanzar con el poemario, aunque la situación con Owen se reproduce en mi cabeza de manera constante. Solo consigo detenerlo al ver la notificación de que Tyler está llamando. Doy en aceptar y de inmediato, su cálida imagen aparece ante mí.
Saluda con la mano, sonríe, noto al instante que mejoró. Las marcas violáceas de las ojeras han desaparecido y aunque todavía tiene rastros de heridas, se encuentran sanando. Viste una simple camiseta blanca y alcanzo a ver que una parte de su habitación está recuperando su fachada personalizada. Percibo mi corazón derretirse al darme cuenta que ha colgado una foto nuestra.
—Hey —sonrío de manera genuina—. Todavía estoy esperando los detalles de la charla con papá —reclamo, en vista de que su correo era escueto y solo apuntaba los hechos como tales.
—Y yo saber si descubriste algo —refiere a lo de Owen—. Además de que envíes lo que estás escribiendo —también demanda y me cubro aún más con la manta, nerviosa. No estoy segura de sí debería contarle la historia completa. Tampoco estoy segura de enviar los poemas que escribí... Casi todos sobre él. ¿Es posible asfixiarlo con intensidad y que acabe dejándome?—Maddie —me llama la atención, haciéndome notar que durante algunos segundos me quedé en blanco—. ¿Estás bien?
—Sí, yo... —juego con el cabello, echándolo hacia un lado—. Quiero hablarte sobre algo. Está tarde, cuando fui al apartamento...
—¡Amiga! —escucho la voz chillona de Tara, que ingresa sin previo aviso a la habitación y se arroja a un lado de la cama, abrazándome por el costado. Me toma por sorpresa, pero su actitud no me impresiona, porque siempre ha sido así de efusiva. Si estuviera Briana aquí, no dudo en que la haría largarse. No le agradan esos gestos—. Eh, Tyler —también saluda, al darse cuenta que él lo está observando todo mediante video llamada—. ¿Qué tal? Lo siento por entrar así, espero no estar interrumpiendo una sesión de sexo virtual o como sea— dice a modo de broma, pero, aun así, mis mejillas se tornan coloradas—. Solo quería ver un rato a mi amiga y disculparme por lo de hace un rato, llevaba prisa —excusa por el rápido intercambio de palabras que mantuvimos a la entrada del edificio donde residen Owen y Tyler—. Y ya que están los dos aquí, aprovecho para invitarlos a una fiesta de disfraces, el próximo fin de semana —comenta y sigue—. Lo organiza la comisión de teatro. ¿No es genial?
—Sí, suena divertido —respondo, tratando de relajarme, a pesar de que desearía que ahora mismo no estuviera aquí, porque necesito hablar con mi chico.
—Ojalá pudiera ir —pronuncia Tyler—. Diviértanse por mí.
—Es una lástima —expresa Tara, despegándose un poco—. Bueno, ahora sí, me largo. Lamento haber interrumpido —levanta la mano, saludando a modo de despedida—. Mañana hablamos —proporciona otro abrazo pequeño y se va, dejando un silencio sepulcral. Tara habla hasta por los codos y al marcharse, su ausencia es tan aliviadora como entrañable. Sabe rellenar silencios a la perfección.
—Así que... ¿En qué estábamos? —Tyler retoma la conversación y entonces, dudo en mencionar lo de Owen. ¿Dar otro problema cuando está tomándose un tiempo para arreglar los propios? Quizá lo indicado es simplemente, olvidarlo.
—Ya lo olvidé —hago una mueca, distraída—. Ty, umm... ¿Alguna vez hiciste lo que mencionó Tara? —digo cambiando de tema, pero a la vez, impulsada por la curiosidad y la intención de dar otro paso en el vínculo que tenemos. Siento que él me da la confianza que necesito para arriesgarme a probar cosas nuevas.
—¿Lo del sexo virtual? —indaga sin ningún reparo y asiento, un tanto avergonzada, pero recordando que es totalmente normal y no tengo nada que temer—. Alguna que otra vez —deja saber, pero evitando entrar en detalles, lo que agradezco. No los necesito—. ¿Y tú?
Bajo la mirada y niego.
—Nunca —reafirmo, por si acaso. Recuerdo que, en preparatoria, una chica le envío fotos a quien se suponía, era su novio, y acabaron siendo difundidas por todo el instituto. Riley también me pidió que lo hiciera, pero me negué y jamás le mandé nada. No tenía la suficiente confianza en él—. Pero me da curiosidad —admito, a pesar de la timidez que se esfuerza por callarme—. Quisiera saber cómo sea hace —me muerdo el labio, porque jugar con el cabello ya no es suficiente para hacer mi nerviosismo a un margen.
—Te puedo enseñar —suelta con tanta sencillez que suena atractivo y sexy, despertando la clase de sensación que esparce calor a través de mi cuerpo—. Ya sabes, dicen que la mejor forma de aprender es practicando —pone una pequeña sonrisa que sabe a malicia.
Río levemente y aunque, podría ser el momento perfecto para comenzar, vestir un pijama floreado y estar envuelta en una manta, no me hace sentir precisamente atractiva y sensual. Me parezco más a una anciana que pronto se irá a dormir.
Él me devuelve una sonrisa de complicidad, aunque seguido, extiende el brazo tomando el móvil entre manos y fija los ojos en el aparato. Frunce el ceño, teclea algo rápido y vuelve la mirada hacia a mí. Pasó algo. Lo intuyo.
—¿Todo bien?
—Sí. Un amigo tuvo un problema y tengo que ayudarlo. ¿Hablamos mañana en la noche?
—Claro. Hablamos mañana —murmuro, dándole una última mirada y tras las palabras de despedida, finalizamos el llamado.
El efecto es instantáneo: nuevamente aparece la escena de Owen besándome y el hecho de que omití contarlo también empieza a pesar.
Observo la pantalla monótona de la notebook, el cuarto vacío, las barras de chocolate que Tyler compró para mí en la mesita de noche. Quedo presa del repentino silencio que se aglutina, en consecuencia, de la ausencia de su voz. Lo extraño. Lo extraño y lo repetiré, a pesar de quedar como una tonta y dramática. Quisiera que esté aquí.
Aun teniendo la seguridad de que regresará en un par de semanas, unas extrañas ganas de llorar se instalan en medio del pecho.
No me gusta esta sensación. No me gusta nada.
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TYLER
El mensaje carga tal desesperación que solo una persona de corazón cruel sería capaz de ignorarlo. Acabo la video llamada con Madeleine, tomo las llaves del vehículo de Damon y voy camino a recogerla tan rápido como puedo.
En medio de la noche, ella está esperando en la acera mientras fuma un cigarrillo. Asciende al vehículo, donde noto sus ojos enrojecidos y los parpados hinchados por llorar. Apaga el pitillo, lo descarta a una orilla antes de cerrar la puerta y se acomoda en el asiento.
—Lo siento. Quería evitar molestarte, pero no tengo muchas personas de confianza aquí. Ni en ningún lado —larga, tras un suspiro de cansancio—. Tomar un taxi en estas condiciones no me parecía la mejor opción.
—No te preocupes. Hiciste bien —trato de darle apoyo, aunque la situación aparenta surrealismo en su estado más puro. Presenta semejanzas con volver al pasado o vivir un futuro alternativo.
No hablamos demasiado durante el trayecto. Ella aún está en un estado de <<intentar tranquilizarse>>. Sin embargo, ahonda en contarme lo que pasó: vino a la ciudad a cuidar de su mamá por unos días, porque se encontraba enferma. Al parecer, la enfermedad empeoró y tuvieron que internarla de urgencia. Ella no estaba presente, había salido a comprar la cena y la llamaron cuando estaba de camino a casa para comunicar la mala noticia.
Dice que a pesar de la mala relación que tienen, le aterra la idea de perder a su mamá.
Tras llegar al hospital, detengo el vehículo y por empatía, le pregunto si quiere que la acompañe hasta el interior. Un día, le prometí que estaría ahí para ella si necesitaba algo. No rompo las promesas o eso me propongo. Así que la acompaño y esperamos en la sala de visitas, hasta que consigue hablar con un médico, quien le explica que el problema de su mamá está controlado, pero la dejarán en observación las próximas horas.
Me quedo un momento más, durante el cual bebemos café de máquina, mientras espera que la dejen pasar a la habitación.
—¿Quieres que te diga la verdad? A veces suelo pensar que sería de nosotros si hubiéramos seguido juntos —emite y entonces lo sé, es tiempo de marcharme.
—Roma...
—No, ya sé. Es una tontería —se encoge de hombros—. La única vez que tuve suerte con los hombres fue contigo y ¿qué hice? Te perdí —confiesa. No puedo creer que acabé involucrado en esta situación. Bebo el último sorbo de café y arrojo el vaso al tacho de basura que está a un lado.
—No creo que sea tan así. Tienes todo el tiempo del mundo para conocer a alguien —me limito a responder. Trago saliva, pensando que debería hacer. <<No debes asumir responsabilidades que no te corresponden>> recuerdo el consejo del psicólogo y sé que debo hacer lo conveniente para mí salud mental—. Será mejor que regrese a casa.
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—Me jodes —pronuncia Jax, luego de oír todo lo que sucedió la noche anterior. Nos pusimos de acuerdo para cenar los tres en la pizzería, único horario que coincidimos. Aún estamos esperando a Asher, que, como el hombre de negocios ocupado que es, se tarda—. ¿Se besaron o algo así?
—No, por supuesto que no. ¿Estás loco? —cuestiono la engorrosa suposición.
—Es que te noto tan culpable, como si se hubieran acostado o algo así. A ver, solo le hiciste un favor y la llevaste al hospital. ¿Qué hay de malo? —busca hacerme entrar en razón.
—Nada. El problema es que se lo omití a Maddie. No le dije que fue Roma quien llamó. Sabe que tuvimos una historia y no lo sé... No la quiero lastimar —explico, mismo momento en que mi teléfono suena. Echo un vistazo a la pantalla, chequeando la notificación que dicta nuevo correo. Compruebo que se trata de Madeleine y abro el mensaje de inmediato.
Querido Tyler:
Este será el correo más corto que recibas de mi parte, pero prometo que viene con una pequeña sorpresa.
Hoy me toca ser la que consiente.
Te adjunto el archivo con los poemas que escribí.
Espero que después de leerlos, no huyas aterrado de esto que tenemos, aunque si lo haces, lo entendería.
Hazme saber cuándo lo hayas leído todo. Sé que te consideras un cero a la izquierda con la literatura, pero tu opinión es realmente importante para mí. Quizá no sabes sobre versos, estrofas o rimas, pero sabes acerca de la profundidad de sentir y eso también es poesía.
PD: Estaré despierta hasta tarde estudiando. Llámame cuando puedas.
Con mucho cariño, Maddie.
Sonrío como tanto tras leer cada palabra que ella escribió para mí. Ansioso, pulso en descargar archivo, olvidando la conversación que estaba entablando con Jax. Hasta hace un tiempo, la chica solo me dejaba leer algún que otro pequeño texto que escribía, por lo tanto, es emocionante saber que tengo un documento entero plagado de sus creaciones. Entre otras palabras, es un verdadero placer tener acceso a esa parte de su vida, allí donde es capaz de desnudar el alma y mostrarse, entera. A esto también le llamo intimidad.
—Oh no —pronuncia Jax con dramatismo, logrando que despegue los ojos de la pantalla—. Asher trajo compañía.
Alzo la vista y a través del ventanal, diviso que además del rubio, del vehículo desciende Ellie y por detrás, Roma. Las chicas caminan risueñas, y Asher que viste un traje informal, posee una expresión victoriosa.
—¿Qué tal, hermanos? Esto es justo lo que necesitamos. Los viejos tiempos —Asher celebra lo ocurrido, posicionándose a una punta de la mesa con optimismo. Ellie ocupa el asiento libre conjunto a Jax y Roma ocupa el que está a mí lado, dando una pequeña sonrisa—. Después de cenar vamos por unos tragos. Invito yo. No pueden decir que no —agrega sosteniendo el tono festivo.
Las pizzas llegan y entre tanto, iniciamos una conversación plagada de anécdotas, locuras y estupideces que cometíamos mientras vivíamos los primeros años de adolescencia. También recordamos el día que conocimos a las chicas, la forma en que nos comportábamos y todas las fiestas a las que asistimos juntos.
Reímos. Para bien o para mal, compartimos un arsenal de recuerdos que nos marcaron de por vida.
No obstante, en un momento de la noche, me abstraigo. Me enfoco en el celular, verifico que el documento de poesías se descargó e incapaz de controlar lo mucho que me apetece leer, lo abro ahí mismo. Me pierdo leyendo la primera línea, dejo de oír las risas y las voces.
La magia de sus palabras me atrapa. Madeleine lo hace.
—Oye, Tyler —la que está a mi lado toca mi brazo, interrumpiendo—. Quería decirte gracias, por lo de anoche. No tenías por qué hacerlo, y lo hiciste igual —reconoce y creo que, en algún punto, está intentando aflojar la tensión entre nosotros, dado que en general permanece un ambiente amigable, pero entre nosotros, respiro incomodidad.
—Está bien. Espero que tu mamá esté mejor —contesto, dando el asunto por concluido y bloqueo la pantalla del celular porque simplemente, no es el momento óptimo para ponerme a leer. Dejo el aparato en el bolsillo de la chaqueta y me amoldo a la charla que está teniendo lugar frente a mis narices.
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A pesar de que en un principio me negué, acabé acompañándolos al bar. Asher es un profesional de la insistencia. <<Apenas te vemos en meses. Eres universitario, pero seguimos siendo tus hermanos ¿no?>> se jactó de una especie de broma y logró convencerme al asegurar que a las dos de la madrugada estaremos de regreso a casa.
El reloj marca la 1:30 de la madrugada. <<Media hora más y me largo a hablar con Maddie>>, pienso. La música alta, las luces bajas y el esparcimiento de la gente, despiertan mis ganas de salir de ahí. Ni siquiera bebo. Asher y Jax, en cambio, gozan y la pasan de maravilla. Ellie no se queda atrás, a diferencia de Roma, que mantiene una postura un tanto apaciguada.
—¿Podemos irnos ya? Tengo que cuidar a mi madre mañana —agradezco en silencio la intervención de Roma.
Asher se encarga de pagar las consumiciones y finalmente, regresamos a su vehículo. Es el único que esta noche tiene auto, por lo tanto, se encarga de repartirnos en nuestros respectivos lugares de residencias. Delante van Asher, que conduce, junto a Ellie. Detrás, Jax, Roma y yo. <<Podría caminar>> considero, de pasada. No me hace demasiada ilusión seguir inmerso en la situación, pero decido ignorar la pretensión y me coloco el cinturón de seguridad.
Asher enciende el motor, sube el volumen de la música y presiona el acelerador, impulsando el auto a velocidad por la carretera.
Contemplo el cielo estrellado desde la ventana, llevo la vista hacia el frente cuando Ellie grita exaltada y entonces, sufro el impacto.
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