capitulo 25
TYLER
Querido Tyler:
Es probable que pienses que estoy loca cuando veas la extensión de este correo, pero soy una escritora nata y me resulta alucinante la idea de escribir cartas como en las novelas de romance histórico (cargadas de un melodrama que puede resultar gracioso). En fin, solo quiero contarte como van las cosas. Sé que en dos semanas estarás aquí otra vez, pero apenas vamos por el día cinco y la espera se vuelve una eternidad (ya te advertí sobre el melodrama ¿no?)
Vamos con las novedades: Briana se muda definitivamente. Sí, quedará un lugar disponible en mi cuarto. Ella y su novia han logrado rentar un apartamento, no muy lejos del tuyo, lo que es genial, porque las chicas se ven muy felices. Me inspiran ¿sabes? Tuvieron que lidiar con prejuicios familiares y, aun así, están juntas.
Pasé por tu apartamento varias veces, en algunas ocasiones encontré a Owen sonriendo como si hubiera ganado la lotería y otras, con una expresión afligida que me partió el corazón. Sé que está guardando algún tipo de secreto. Me pondré en modo detective y lo averiguaré los próximos días (prometo comunicarte cualquier descubrimiento).
No estuve mucho fuera. Los exámenes finales me están ahogando. Además, decidí presentar un poemario como proyecto final de la materia escritura creativa, pero, no lo sé... Siento que le falta algo. Aún tengo que trabajar mucho en ello. Me aterra la idea de que muchas personas vayan a leerlo y luego, juzguen lo que hago. Soy malísima afrontando criticas (creo que en parte es tu culpa, me conscientes halagando todo lo que hago).
Y ahora *redoble de tambores* la parte melodramática:
Te extraño, Tyler Montclair. La universidad no es lo mismo sin ti. Caminar por el campus sabe agridulce. Extraño la forma en que entrecerrabas los ojos cuando los rayos de sol te acariciaban la cara. Extraño que nos sentemos bajo la sombra de algún árbol, tú detrás de mí, rodeándome y haciéndome caricias en el cabello. Extraño la tarde en que me dibujaste esa mariposa tan bonita, me sentí libre ese día. Libre de verdad. Así de increíble eres. Bueno, solo quería que lo supieras.
Vuelve tan pronto como puedas.
PD: Supe que mamá se pasó por casa y regañó a papá. Si ella no logra hacerlo entrar en razón... Supongo que tendremos que buscar otra estrategia.
PD2: Mamá y la abuela creen que eres realmente lindo. Dijeron que debería llevarte a cenar con ellas algún día.
PD3: Esta será la última, lo prometo. Robé chocolates del cajón de tu apartamento. Lo siento, tienes cientos de esas barritas que tanto me gustan y llevo tiempo sin poder conseguir.
Con amor, Madeleine.
Sonrío con vehemencia al terminar de leer el mail. Maddie es la chica más dulce que conozco, su ternura es su característica especial y me encanta que sea así.
Considero que le responderé por la noche, la parte del día donde me encuentro más tranquilo. Además de retomar sesiones de terapia, dedico algunas horas al día para avanzar con tareas universitarias, ayudo con los niños y también paso un rato por la pizzería, simplemente para colaborar con el trabajo y mantener la mente ocupada. De paso, veo a Jax, que ocupa un puesto que Damon le otorgó después de perder su último empleo. Jax posee diversas capacidades para realizar actividades, pero no lo tuvo tan sencillo como Asher, quien enseguida encontró un puesto gracias al padre de Ellie y supo lucirse en él. A veces recuerdo la época en que soñábamos vivir juntos... En parte, fue a causa de ese sueño que acepté, en un principio, vivir y trabajar para Killian. Tenía la ilusión de juntar suficiente dinero y conseguir un sitio para los tres.
El psicólogo ha dicho que ese es uno de mis principales dilemas. Intentar hacerme cargo de responsabilidades que no me corresponden. Darles un sitio donde vivir a mis amigos, salvar a Roma de una relación violenta, y ahora, solucionar la disputa entre Damon y Liam. Sé que no tengo mucho que hacer ahí, no puedo definir ni controlar las decisiones que Liam tomó, pero me enloquece pensar que están peleados por mí culpa.
Por ende, tras leer el correo, decido ir a casa de Liam. Solo quiero que tengamos la conversación tranquila que debimos mantener en un principio. Cambie o no algo, dar la cara me traerá tranquilidad.
Trago saliva y me incorporo, nervioso, luego de tocar la puerta. Liam se asoma minutos después, pone una expresión neutra, lo que indica que esto podría ser un éxito o un completo desastre.
—Vaya, sí que tienes agallas —murmura, con actitud entre graciosa y sarcástica—. ¿No está tu hermano cuidándote la espalda? Qué raro —agrega y se hace a un lado, dándome paso libre. Debo admitir que ingreso a la casa sintiendo una corriente de temor.
—No te preocupes. Puedes asesinarme y luego quemar el cadáver, nunca te descubrirán porque nadie sabe que estoy aquí —respondo dando continuidad a ese tono divertido. Sé que Liam siempre fue el tipo gracioso que despertaba la risa en los demás diciendo tonterías.
—Créeme que tengo ganas pero, ¿Qué ganaría? Solo a mi hija odiándome para siempre. Más de lo que ya lo hace —se encoje de hombros, mientras toma asiento en una silla e invita a hacer lo mismo. De pronto, reconozco indicios de arrepentimiento.
Niego.
—Maddie es incapaz de odiarte. Al contrario, se preocupa por ti todo el tiempo —hago saber, dado que fui testigo de aquello cientos de veces—. Cuando apenas empezó el semestre, tenía que escribir sobre una persona a la que admirase. ¿Sabes sobre quién lo hizo?
Liam duda.
—No lo sé. ¿Sobre una de esas escritoras que tanto le gustan? ¿Sobre su madre?
—Sobre ti —largo, un tanto impaciente por la ceguera del hombre que eleva las cejas, sorprendido. Al segundo, los ojos se le humedecen y la expresión se suaviza. Me recuerda a Maddie cuando algo la emociona y se esfuerza por contener la sensibilidad.
—Hijo de... Maldición, Tyler —corrige, actuando como lunático—. Le has dado en el blanco. Desgraciado —vuelve a insultar, pero de una manera que sabe amigable—. Maddie es mi bebé. Sé que creció, pero siempre será mi niña pequeña. La que abría regalos en navidad y a pesar de que no era lo que había pedido, sonreía alegremente y era feliz con lo que podía darle —su voz se entrecorta, me siento un poco mal por haber presionado su punto débil.
—Lo puedo imaginar. Sigue teniendo la misma sonrisa —coincido—. No quería hacerte llorar, eh. Solo necesitaba hacerte saber que yo jamás me aproveché de ella. Nunca —digo con firmeza—. Desde que nos encontramos en la universidad, las cosas han sido diferentes... Nos acompañamos el uno al otro, nosotros...
—Ya, Tyler. No sigas. Ya lo sé. Lo entendí —reconoce, mientras se recupera del pequeño desliz emocional que acaba de sufrir—. Ella me lo ha dicho todo —asegura, otorgándome la calma que necesitaba—. Espero que puedas disculparme. Me estoy poniendo viejo, y amargado —bromea y reímos. Los rencores se deshacen tan rápido como llegaron.
Sin embargo, no me marcho al instante. Continúanos la conversación un largo rato, Liam sirve refrescos y comenta sobre Damon, mostrándome uno de los mensajes que su mejor amigo le envío hace un par de días.
Damon: Eres de la familia, imbécil. Déjate de tonterías. ¿Recuerdas lo que te dije esa vez en rehabilitación, cuando me visitaste con un brazo roto? Probablemente no, así que te refresco la memoria: dije que si seguías diciendo estupideces te rompería el otro brazo. Bien, la amenaza no caducó y puedo aplicarla si sigues actuando como idiota. Saludos.
Rompo en carcajadas tras leer la cordialidad de la última palabra. Mi hermano mayor sí que sabe tener mal carácter. Es entretenido oír las anécdotas que Liam aprovecha a contar e incluso se vuelve un poco emotivo, cuando relata que Damon ayudó a cuidar a Maddie mientras él se mataba trabajando para darle una vida mejor.
Comprendo el vínculo que los une y realmente, es un alivio haberlo arreglado. Maddie morirá de emoción cuando sepa que su padre ha dejado de pensar que soy un depravado.
☽♡☽♡☽♡☽
Maddie:
Me gusta que me escribas... No creo que estés loca. Y sí lo estás, es en el buen sentido.
Gracias por las novedades, me alegra darme cuenta de que mis sospechas sobre Owen eran ciertas. Algo está pasando. Averigua y cuéntame todo lo que sepas, pero no te metas en problemas.
Por cierto, no me culpes. Digo la verdad sobre lo que escribes, tus palabras mueven al mundo, crean sentimientos y vida donde no la hay. Pásame ese poemario, me encantaría leerlo, aunque no esté terminado. Y, por cierto, me culpes o no, me encanta ser el chico que te consiente. En todo sentido.
También te extraño, Madeleine Petrov. Bueno, me gustaría describirte todos esos detalles tan bien como tú lo haces, pero no soy el escritor aquí. Aunque al igual que tú, suelo pensar en ese día. Fue de otro mundo dibujar sobre tú piel. Tú me inspiras.
Estaré ahí tan pronto como pueda.
PD: No sé qué le dijo tu mamá, pero sirvió. Pasé por casa de tu padre, hablamos y hasta terminamos bromeando.
PD2: Me encantaría una cena con ambas. Me intimida un poco, pero sabes que iría a cualquier parte contigo.
PD3: No planeaba decirte esto, porque temo que corras y vacíes el cajón, pero todos esos chocolates te pertenecen. Los compré para ti.
Te quiero, Tyler.
MADELEINE
Doy pequeños saltitos de emoción mientras leo el mail caminando por el campus, en dirección a la cafetería. Tyler lo envió de madrugada, mientras yo dormía como un bebé.
Algunas personas alrededor voltean a mirarme como si fuera un bicho raro, pero no me importa. Empiezo a sentir que las piezas se acomodan, poco a poco, en su lugar.
Presionada por el horario de clases –la primera inicia pronto-, decido enviar un mensaje de texto, simplemente para hacerle saber la emoción que cargo.
Maddie: ¿Te arreglas con papá y lo cuentas tan tranquilo en una posdata? Lo siento, Ty, pero necesito un correo extenso, con descripción y lujo de detalles.
Maddie: Ok, sé que no es lo tuyo, me conformo con una video llamada por la noche. Extraño oír tu voz.
Sé que no responderá al instante. Mandó el correo muy tarde en la madrugada, lo más probable es que esté inmerso en algún sueño y no vea la luz del sol hasta llegado al medio día. Solo espero que esté descansando lo suficiente.
<<Pásame ese poemario, me encantaría leerlo, aunque no esté terminado>> recuerdo esa línea del mensaje, cuando, en clase, el profesor nos indica continuar trabajando en nuestros proyectos finales. Hasta el momento, apunto lo que escribo en una libreta y una vez convencida, lo traspaso a un archivo en la computadora portátil. Sonrío como tonta, me produce un cosquilleo indescriptible cada vez que él se interesa por leer lo que hago. Y a diferencia del resto, no me causa inseguridad mostrarle mis poemas, solo se me antoja un poco intenso. La mayoría de las cosas que escribí son sobre él. Sobre nosotros.
Expertos indican que no es lo más óptimo involucrar sentimientos personales en lo que uno escribe. ¿Cómo hago eso? Es imposible para mí. No puedo evitarlo.
—¿Petrov? —el profesor llama la atención y lo miro, esperando que no se trate de esas preguntas estratégicas que intentan descubrir si estaba pendiente de la clase. Elevo la mirada hacia él, esperando—. Eres la única que no ha compartido ni siquiera una línea de lo que llevas escrito. Nos gustaría mucho escucharte. Vamos, léenos algo —anima, apoyado por el resto del grupo que posicionan miradas sobre mí. Percibo un leve sudor en las manos, el corazón tiembla, pero procedo.
—Un momento, por favor —trato de disimular, sonriendo con falsa tranquilidad, mientras hojeo en la libreta buscando qué leer.
Inicio.
Tu nombre esconde
en mi memoria
la historia que nunca podré olvidar
Tu nombre esconde aquel beso
que me diste en el salón
Aún recuerdo como sonaron
las palabras que dijiste
y pensé que era posible
el amor existía
Frené en aquel punto. Las siguientes estrofas titubean, se tambalean volátiles, aún no estoy segura sobre qué seguirá. Tardo algunos segundos en volver a elevar la vista, me aterra la respuesta de mis compañeros. Ellos escriben sobre la guerra, la vida y la muerte, escriben sobre las tristezas y las tragedias en el mundo, yo escribo sobre amor.
Y a veces, temo que le quiten valor. Soy la chica de las novelas románticas y no la apasionada por filosofía.
—Ha sido un placer que compartas tu poema con nosotros, Petrov. Debería hacerlo más seguido —el profesor sonríe transmitiendo calma y, aun así, me siento atacada por las miradas del resto. Aunque es probable, solo sea causa de la imaginación y el exagerado dramatismo que me acecha de tanto en tanto.
☽♡☽♡☽♡☽
—Tara —murmuro, tras toparme a la chica salir del edificio donde se encuentra el apartamento de Tyler. Decidí pasar a recoger un par de chocolates antes de que anochezca y, sin dudas, no esperaba verla ahí—. ¿Todo bien?
—Sí —responde, apretando los dientes que forman una sonrisa—. Perfecto. Haciéndole un favor a una compañera —explica, rápido—. ¿Tú que haces por aquí? Porque Tyler todavía no llegó...— da por hecho, pero de inmediato se retracta—. ¿O sí?
—No. Todavía falta como una semana —hago saber—. Solo vine a buscar un par de cosas. Bueno, chocolates, precisamente —trato de distender el clima de la conversación porque, a causa de algún motivo que no capto, flota una incomoda tensión.
Intercambiamos algunas palabras más y, a pesar de que considero pedir que me acompañe, no lo hago. Tara se mueve tan veloz como puede, quitándose de mi vista. Huye, podría decirse con facilidad, porque es lo que aparenta. Ella tiene una pasión especial por las conversaciones, resulta extraño que no haya permanecido un largo rato contando una anécdota o haciéndome preguntas sobre mi vida. Le echo un último vistazo, confundida y sigo hacia las escaleras.
Owen abre la puerta del apartamento, pronuncia un simple <<hola>> y oculta su expresión. Se coloca cabizbajo y desvía la mirada cada vez que intento encontrar el motivo de la extraña actitud. Voy hacia la cocina, busco en el cajón unas cuantas barras de chocolate y las meto en el bolso. <<¿Debo irme o preguntarle cómo está?>> debato en mis pensamientos, dudosa. Owen es el tipo de chico que impone una fría distancia con respecto a sus asuntos personales. No quiero ser invasiva, tampoco resultar entrometida.
Sin embargo, verlo a solas sentado en el sofá, luciendo incluso perturbado, alcanza para decidir quedarme un momento más.
—Hey, quieres... ¿quieres hablar? —pregunto, poco segura sobre como iniciar la charla—. ¿Te encuentras bien?
Él se mueve hacia un costado del sillón, dejando un lugar libre. Apoyo el bolso sobre la mesita y tomo asiento en el sitio que apartó, despejando el cabello hacia un costado.
—Dime la verdad, Maddie. ¿Saldrías con alguien como yo?
La cuestión me toma por sorpresa. Elevo las cejas, al mismo tiempo que me incorporo, recordándome que lo importante es ser sincera.
—Sí. ¿Por qué no lo haría? —me encojo de hombros—. Eres un buen chico —agrego, lo que parece molestarlo porque frunce el ceño de modo instantáneo—. ¿Dije algo malo?
El niega, titubea y finalmente retoma el habla.
—Justamente ese es el problema. No quiero ser siempre el chico bueno. Estoy harto —masculla, pasándose las manos por el cabello a causa del enfado y los nervios. Entorno los ojos, intento entender—. Aunque en preparatoria también era el tonto. Al menos aquí dejé de ser eso —ironiza, largando una risa que emana resignación.
—No tiene nada de malo que seas bueno. No...
—Díselo a la chica con la que estoy saliendo o lo estábamos, ya no lo sé —sigue manifestando su frustración—. Hago todo lo que está a mi alcancé para hacerla sentir bien, pero no es suficiente. Dijo algo como "eres demasiado bueno para mí". ¿Lo puedes creer? —resopla y se echa hacia atrás, su espalda golpea suevamente contra el respaldo—. Neal es el imbécil que es atractivo y se gana la atención femenina. Tyler es el atractivo que le cae bien a todo el mundo y yo... Solo el chico bueno —repite, escupiendo la última línea con asco.
Sonrío, su acotación me ha causado gracia y no puedo evitarlo.
—No hables así de ti. También tienes lo tuyo —me da ternura la forma en que su expresión se ilumina cuando pronuncio aquello—. Detrás de las gafas, tienes unos ojos muy bonitos y también una sonrisa que deberías lucir más. Es interesante discutir contigo, tienes las ideas muy claras y eso es, sin dudas, otro punto a favor. Eres inteligente y tienes la habilidad de...
Sus labios posándose en los míos detienen el caudal de voz y aparece el silencio. Mis ojos se abren y sobresalen tanto como es posible, presos de la sorpresa e inesperada reacción del contrario. Mis manos, se colocan sobre sus hombros y empujo hacia atrás, buscando separarnos. El beso, que no alcanzó a ser un hecho real porque mi boca se mantuvo estática, no dura más que un par de segundos.
Owen entra en razón, se distancia.
No puedo creer lo que hizo. Me dejó sin palabras.
☽♡☽♡☽♡☽
Si te gusta la historia y la estás disfrutando, me ayudaría muchísimo que me dieras estrellitas, comentarios y la recomendaras a otras personas. No se imaginan lo mucho que necesito de ustedes y su apoyo.
Recuerda añadir la historia a tu biblioteca y seguirme en mi perfil, así no te perderás de ninguna novedad u aviso importante.
También podes seguirme en mis redes donde encontrarás más contenido de mis historias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top