capitulo 23

MADELEINE

Toco la puerta de manera reiterada, olvidando el pequeño detalle que apenas está amaneciendo y es probable que la familia se encuentre durmiendo. Golpeo, alarmada, incapaz de controlar la desesperación que representa haber sido testigo de cómo un oficial esposaba a Tyler, para obligarlo a subir a un vehículo y luego llevárselo tal cual delincuente.

Asher y Jax estaban demasiado borrachos para conducir. Ellie tuvo que hacerse cargo del auto de su novio y del mismo modo, aproveché que las llaves habían quedado en mi cartera y conduje hasta casa de los Montclair, porque necesito que alguien pueda correr y sacarlo de ahí lo más pronto posible.

La confusión se hace presente en la expresión de Damon, mientras busca con la mirada a su hermano tras mi espalda. No lo encuentra. Nada.

—Está bien. Tyler está bien —repito, antes que nada, con la intención de tranquilizarlo. Sé que salir por la noche implica estar expuesto a varios peligros, por lo tanto, no sería extraño que estuviera armándose alguna historia en la cabeza. Quizá piensa que se accidentó o que está borracho dentro el vehículo, cualquier idea es válida en su imaginación, excepto lo que estoy pronto a decirle. Eso sí que no lo espera—. Pero está preso —revelo y aprieto los dientes, nerviosa.

La noticia le da tal sacudón, que abre los ojos y pierde cualquier rastro de sueño, a pesar de que interrumpí su descanso de manera abrupta.

—Maddie, hazme el favor de entrar —se hace a un lado y amplia el espacio, permitiéndome ingresar. Da la impresión de que está armándose de paciencia para escuchar lo que se viene—. Preso. ¿Cómo que está preso? —cuestiona y volver a escuchar esas palabras sí que se siente mal. Tan mal que percibo el estómago revuelto, seguida de una sensación asfixiante que se apropia de mi pecho. Horas atrás estábamos teniendo tanta diversión. Reíamos a carcajadas. Encajamos como dos piezas que todo el tiempo están esperando encontrarse.

Quiero que esté aquí ahora mismo y darle un abrazo.

—No... No lo sé —no consigo explicar con claridad en el primer intento. <<Maddie, concéntrate>>, digo a mí misma. No puedo ponerme a titubear en un momento así—. Salíamos de la fiesta, íbamos bien, bromeábamos, reíamos. Hasta que alguien...Un hombre, no sé quién era, solo se veía más grande que Tyler —continúo explicando, tratando de seguir un hilo coherente—. Él le empezó a decir cosas sobre su padre y luego también nombró a Roma, y ahí dijo algo irreproducible sobre mí y... Tyler se volvió, empezaron a golpearse. Nadie pudo pararlos hasta que llegó la policía —concluyo, sujetando con nerviosismo el tirante de mi cartera.

—Maldición —murmura en voz baja, sus manos descansan en su cintura y resopla un par de veces, conteniendo su reacción. Permanezco expectante, dándole mi voto de confianza. Sé que sabrá cómo resolver esto. Damon es impulsivo, pero se esfuerza por protegerlos a todos. A pesar de que no tenemos ningún lazo familiar biológico, cuidó de mí y me hizo sentir parte de la familia—. ¿Bebió alcohol o algo similar? Sé que no es así, pero tengo que preguntar.

—No —respondo al instante—. Solo tomamos cerveza sin alcohol. Tyler evita beber cuando tiene que conducir —recuerdo, dejándole en claro que su reacción no ha sido producto de alguna sustancia.

—Bien —pronuncia y se detiene, quizá planeando como seguir—. Voy a vestirme. Le diré a Keira y luego voy por él. Aunque antes te llevaré a casa, o tu padre me asesinará a mí y luego a mi hermano por involucrarte en esto —advierte, haciéndome saber lo que ya intuía. Papá no está de acuerdo sobre mi relación con Tyler y esto lo empeorará aún más. Trago saliva, niego con la cabeza y detengo a Damon antes de que pueda salir.

—No —me antepongo a cumplir su indicación—. Los espero aquí. Vivo demasiado lejos. No quiero que tengas que perder tiempo llevándome a casa. ¿Sabes? Ve a buscarlo y tráelo —pido, entornando los ojos preocupada, donde las lágrimas iniciaron a concentrarse nublándome la vista—. Después arreglo las cosas con papá —aseguro, pese a que comienza a temblarme la voz. <<No voy a llorar. No voy a llorar>> repito, para mantener la postura. No quiero llorar. Pensarán que estoy asustada y que no soy lo suficientemente fuerte para soportar esta clase de situaciones.

Sí lo soy. Además, tengo la certeza de que no volverá a ocurrir. No es una conducta repetitiva. Es solo una mala época y pasará.

<<Debe estar asustado>> pienso; estableciendo un nudo en la garganta. Necesito exigir a Damon que se dé prisa, pero lo evito. Está haciendo lo mejor que puede. Aquí también viven los niños y se asegura de no causar un escándalo que podría alarmarlos.

—Al menos llámalo y avísale que estás aquí —recomienda, aceptando que permanezca en la casa. Asiento, le aseguro que lo haré. Minutos después lo veo salir. Keira se levanta, me pregunta si estoy bien y se ofrece a prepararme un té. Le digo que no es necesario. Mi cuerpo no es capaz de procesar nada, más que un vaso de agua. <<Tú pasaste por muchas situaciones así. ¿Verdad?>> me atrevo a preguntar. Ella hace memoria y asiente cautelosa. <<Definitivamente esto no es lo mismo. Tyler es un chico sano que se cruzó con gente mala>> da por hecho y coincido. Tuvo un pasado desafortunado, pero eso no implica que el resto de su vida vaya a ser igual. Intercambiamos algunas palabras más y finalmente, me propone que descanse un poco en la cama de Tyler.

Acepto aquello y me dirijo hacia el cuarto.

La habitación de Tyler habla sobre sí mismo. Es de las más personalizadas que vi. Siempre me gustó estar ahí, contemplar los recortes que pegó en la pared el primer verano que pasó en la casa. Imágenes de sus bandas de música favoritas, retazos de películas, dibujos que él mismo realizó y otros que los mellizos le obsequiaron, letras de canciones y alguna que otra foto que los niños tomaron con la vieja cámara polaroid de su madre.

Me recuesto en su cama y pienso que deberíamos estar ahí, juntos.

¿Por qué no hice algo?

Ojalá fuera más como Tara. Ella habría contestado en un parpadeo con el mejor contrataque y le habría cerrado la boca a ese tipo. Ojalá fuera como Briana, quien tampoco habría permitido la ofensa y se habría defendido por sí misma, rompiéndole la cara.

Ojalá. Ojalá. Ojalá.

Es agotador desear ser alguien más porque te sientes insuficiente cada vez que te enfrentas a algo.

Pero esto es lo que soy. La que se asustó y se quedó en silencio. La que no alcanzó a hacer nada para frenar el pequeño desastre.

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TYLER

Mantengo la tranquilidad a pesar de que el pánico intenta colarse a través de cada espacio del cuerpo. Hasta hace un par de horas, pensaba que no conocía una celda, pero en cuanto puse el primer pie dentro, me di cuenta de que sí estuve en una antes:

El sótano donde Killian me encerraba y me obligaba a entrenar gran parte del día como una rutina inalterable.

De inmediato, experimento la sensación de falta de aire. Tengo el pensamiento tortuoso de que esta pronto se acabará y moriré ahogado; que algo malo ocurrirá si no me sacan de aquí en las próximas horas. Incluso considero llamar a algún agente, pero no tardo en asimilar que ninguno en ese sitio comprenderá lo que me está pasando.

Acabo sentándome en esa especie de litera que se supone, debe servir para descansar, pero ningún ser humano podría descansar con dignidad ahí arriba. Traigo a mí memoria aquellas sesiones de terapia donde el psicólogo me indicaba como lidiar con ataques de pánicos; reproduzco y repito, lo hago de forma reiterada, hasta que surge efecto. Encuentro algo de calma.

Mis amigos están bien. Maddie quedó a salvo. Damon se enterará de esto y vendrá por mí; quizá se enfurezca, pero es mi hermano y sé que no me soltaría la mano en ningún caso. Rememorar esos pequeños detalles ayuda a mantener la dosis de tranquilidad que conseguí.

Al final, solo estoy molesto conmigo mismo por haber hecho lo que hice.

—Montclair —interrumpe un agente, haciendo que alce la vista hacia el exterior—. Estás fuera. Pagaron la fianza —comunica, abriendo la puerta y haciendo un ademan de que puedo salir. Mientras avanzo por el pasillo, transito frente a otras celdas y observo a Patrick, detrás de las rejas, buscando llamar la atención.

—Eres patético —ríe, el oficial ordena hacer silencio. Avanzamos unos cuantos pasos más y la respuesta se queda atascada en mi garganta, hincando como una espina.

Volteo y contesto.

—Este patético está afuera, tú probablemente no vuelvas a pisar la calle en mucho tiempo —largo, todavía incapaz de controlar la furia que me produce. Patrick es sinónimo de abusador de menores y no lo digo como una exageración. Se aprovechó de Roma cuando ella tenía apenas diecisiete y él era mayor, me golpeó sin descaro consiente de que él era un profesional y yo un principiante, del mismo modo lo hizo con otros chicos –aún menores, que, por un motivo u otro, buscaban formar parte de las peleas clandestinas.

—Suficiente, Tyler —escucho la voz de Damon que emana reproche y, al mismo tiempo, me sostiene por los hombros—. Cálmate —pronuncia como una orden que solo alguien muy valiente se atrevería a romper. Damon furioso es una persona digna de temer—. El oficial te hará firmar unos papeles. Hazlo y nos vamos —tras la acotación, se hace a un margen y espera allí hasta que me traen de vuelta.

Firmar los papeles de salida me hace dar cuenta de que me quedarán antecedentes. Y todo por una estúpida pelea de la que, en realidad, no estoy por completo arrepentido. No me arrepiento de enfrentarlo. Sí de haber ejercido violencia.

Creí que no habían quedado rastros de esa persona en mi interior. Pero el cuerpo gurda secuelas. Marcas. Memoria física. Mis capacidades para pelear permanecen intactas.

—Lo siento —pronuncio, en cuanto nos acomodamos en los respectivos asientos del vehículo. Damon no dice nada, pero si realiza las tareas para poner en funcionamiento el motor y abordar la carretera de regreso a casa. Al mismo tiempo, enciendo con desesperación el móvil que el policía me devolvió antes de dejarme ir y planeo enviar un mensaje a Maddie.

—Si vas a escribirle a Maddie, ella está bien. Está esperando en casa —me hace saber el contrario, como si fuera capaz de leerme la mente.

Dejo el teléfono y meto las manos en los bolsillos. No sé qué hacer. Percibo que está a punto de desplegarse una seria conversación. Mi hermano y yo hemos tenido muchas de esas en el auto, donde nos hablábamos y escuchábamos el uno al otro. A veces descendía sintiéndome libre. Siempre era bueno hablar con él. Sobre todo, cuando apenas lo conocí, porque lo veía como un héroe, la persona adulta en la que podía confiar para contarle sobre el infierno que atravesaba y pedir ayuda.

—Están saliendo, ¿no es así? La vez que me preguntaste sobre cómo saber que es la indicada, hablabas sobre ella. Sobre Maddie. ¿O no? —concluye. Debo reconocer que supo leerlo a la perfección y que no puedo extender más la mentira.

Inspiro hondo, debatiendo durante unos largos minutos lo que saldrá de mi boca.

—Sí. Nosotros... Bueno, estamos juntos hace algún tiempo —contesto al final, dejando escapar una sonrisa.

—¿Entonces qué diablos está pasando contigo, Tyler? —pregunta severo—. Claramente, ya no eres el adolescente que traje a casa un par de años atrás. No puedo meterme en tu vida, ni controlarte, pero necesito entender. Te agarras a golpes en la universidad, a la salida de una fiesta, ahora tengo que recogerte de la cárcel. Lo que haces no es bueno para ti, ni para Maddie, ni para nadie —resalta algo que sé muy bien.

Enderezo la postura; Damon tiene una manera de interpelar que intimida. Por un momento, me encuentro vacilando.

—No... No lo sé. Tal vez simplemente lo llevo en la sangre —a pesar de que tengo la intención de sonar "divertido", no lo consigo. La tensión aumenta. El vehículo avanza unos largos metros en silencio—. Siento que todo el mundo está esperando a que lo haga mal. Sí. Eso es. Escuché a Liam decir que no soy bueno para Maddie —aprieto la mandíbula, comenzando a derrochar los pequeños enfados que se acumularon hasta hacerme explotar.

—¿Y estás intentando darle la razón? Porque eso vas a lograr si continúas así —refuerza el sermón. Y próximos a la casa, inicia a estacionar a un margen de la calle.

—No —alzo la voz, frustrado—. O bueno, sí. Tal vez está en lo cierto —me encojo de hombros y resoplo, exhausto—. Ni si quiera yo sé lo que está pasando conmigo. La muerte de Killian... Esos chicos aprovechándose de Owen... Patrick. La presión de sentir que tengo que ser perfecto o de lo contrario me darán la espalda... Exploté —aprieto los ojos, agotado. Además de los golpes que recibí de Patrick, cargo una migraña que solo se aliviará durmiendo mil horas.

—Tyler —su tono de voz me obliga a mirarlo—. Tuviste problemas. Tienes problemas. Y los tendrás a futuro. Si tienes que volver a terapia, hazlo. No significa que volviste a atrás. Solo quiere decir que necesitas un nuevo empujón —trae a la mesa la cuestión que llevaba esquivando. Desde que construí mi vida en la universidad, todo se sintió como nuevo, renovador. Pensé que el muchacho con problemas se quedaba atrás, pero me sigue a donde quiera que vaya.

Asiento, incapaz de dar una respuesta concreta. Supongo que necesito tiempo para pensar.

De esa forma, desciendo del auto y me dirijo hacia el ingreso de la casa, evitando poner en palabras lo que estoy sintiendo. A veces, invadido por la frustración, soy dominado por el impulso de largar lo primero que aparece en mi cabeza. No me agrada esa versión de mí, la que no tiene filtros al hablar. La que puede ocasionar daños. Así que cierro la boca.

<<Al menos Maddie está dentro, esperando>> pienso. Su presencia me recordará que este caos posee un lado que realmente lo vale.

Sin embargo, la puerta se abre de antemano y observo salir a Liam, Maddie detrás y finalmente, Keira, que intenta detenerlo. Parecía decidido a marcharse, pero al reconocernos frena sus pasos en seco. Muestra una expresión que refleja una mezcla de estrés y fastidio. Liam está lejos de ser el sujeto agradable que traía alegría y hacía bromas, que aún malas, hacía que todos rieran a carcajadas. Me observa de arriba abajo, citando la decepción. Luego lleva la mirada hasta Damon y niega con la cabeza.

—Lo escuchamos todos mientras cenábamos. ¿Recuerdan? Dijo que la cuidaría —reitera, dejando entrever que falté a la promesa—. Y tú dijiste que era un buen chico —señala a Damon, que frunce el ceño de inmediato. 

—¿Cuál es tu problema, Liam? Maddie está perfectamente bien —intercede mi hermano, en mi defensa—. No le hables así.

—Para ti es fácil decirlo ¿no? Imagina que lo mismo le sucede a Emma o Ethan. ¿Qué harás? ¿Quedarte tranquilo en tu casa? No lo creo —se arriesga a especular, sin dar tiempo a emitir otro tipo de respuesta. Damon niega, esta vez permanece en silencio porque su mejor amigo tocó un punto débil.

—Vamos a casa, papá. Vámonos —Maddie insiste y sin esperarlo, se adelanta a caminar. El vehículo está estacionado en la otra calle. Durante un instante, persigo la idea de ir tras Maddie, pero Liam no se queda atrás y sigue sus pasos.

El enfado hacia mí mismo se acrecienta. Además del resto de problemas, ahora también consigo enemistar a Liam con Damon, mejores amigos de toda la vida.

Ingresamos a la casa, donde Keira trata de poner la mano sobre mi hombro para consolarme, pero me rehúso al toque. No necesito que me traten como la víctima en esto. Soy responsable de las acciones que llevé a cabo.

—¿Por qué no vas a descansar, Ty? Mañana tendrán tiempo de resolverlo —indica y tomo la recomendación, porque si hay alguien que habla con conocimiento suficiente, esa es Keira.

En la habitación, comienzo a desvestirme, deseando darme una ducha y luego hundirme en la cama a dormir por horas. Tras quitarme la camiseta, el sonido de un toque en la puerta interrumpe el resto del plan. Es probable que sea Keira para comprobar que realmente me encuentro bien o tal vez sea Damon que se quedó con algo para decir.

Abrumado por lo que vendrá, indico que pueden pasar.

Madeleine aparece, sigilosa, y cierra la puerta tras ella. Sonrío ampliamente a causa de la sorpresa.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Olvidé algo —responde, mordiéndose el labio inferior—. Solo tengo un minuto.

La pelirroja se adelanta con decisión y me sujeta por el cuello, rompiendo la tensión con un beso que despierta la energía que creí agotada. Aprieto su cuerpo contra el mío y entonces, las yemas de sus dedos se deslizan a través de mi piel, como una caricia que desvanece todos los dolores. Se siente tan bien que, parece una obra cruel del destino, saber que en los próximos segundos tendremos que separarnos.

—Te quiero, Tyler. Lo arreglaremos. Lo arreglaré con papá. Te quiero —vuelve a repetir, mirándome con esos ojos que me interpelan de manera tal que podría creer absolutamente cada palabra que salga de su boca.

—Lo arreglaremos —repito, convencido de que encontraremos el modo indicado—. Te quiero, ¿sí? —acomodo los mechones de cabello que quedaron fuera de lugar tras el fugaz pero acalorado encuentro.

La atraigo por última vez, solo para besar su frente y hacerle saber que estoy ahí junto a ella, incluso cuando no lo estoy. 

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