capitulo 19

MADELEINE

El mundo se detenía, Tyler me besaba en medio de un campus sobre habitado, pero de pronto las personas se evaporaron y todo lo que quedó fue un nosotros; y justo en aquel instante, tuve la sensación de que nos volvíamos eternos.

Tyler sonrío como un niño inocente incapaz de reconocer la magnitud de su acto y yo quedé en silencio ante su mirada, porque no me salió nada más que sonreír. Dijo <<Te veo luego, Maddie>> y yo asentí, casi hipnotizada, hasta que Tara me sujetó del brazo y me obligó a bajar del instante al que quedé sumida.

Su mandíbula casi se cae de la sorpresa. Avanzó unos pasos creyendo que la seguía, pero entonces volteó y desde allí, presenció la escena. Al final, mientras llegábamos a la residencia, confesó <<Tenía la intuición de que estaba pasando algo. Por eso inventé lo de presentar a una amiga. Quería ver tu reacción y bueno, comprobé que algo pasaba cuando me asesinaste con la mirada>>, su estrategia me impresionó, pero acabé riendo porque supongo que a veces la expresión me delata. <<Tienes a uno de los más solicitados. Cuídalo>>, largó cuando subíamos la escalera, en tono de broma. Sonreí por el chiste y me metí a la habitación, comprobé que Briana no estaba, pero volví a sonreír como quien no puede parar de hacerlo porque está desbordando de algo que llevaba rato sin sentir de un modo tan real: felicidad.

Tyler es el tipo de amor que quieres gritarle al mundo.

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A medida que ingresamos a la fiesta organizada por los estudiantes de música, nos abrimos paso entre la gente y Tara me sujeta del brazo, procurando no perdernos la una a la otra en el camino. Me recuerda a Cassie. Quien solía ser mi mejor amiga, me sostenía del mismo modo.

—Ahí están —la chica señala a Tyler, que está de pie y mantiene la espalda apoyada a una pared. La manera en la que se viste, la forma en que peina su cabello, incluso la postura, aumentan su atractivo y juraría que, si no lo conociera, estaría mirándolo de todas formas—. Te dije que es uno de los más solicitados —resalta, porque está rodeado de un par de chicas que conversan con él y una de ese par es Roma, la reconozco cuando voltea para acomodarse el cabello. Al lado está Owen, que también parece metido en la conversación—. ¿Qué estás esperando? Ve y demuestra a quien le pertenece —intenta darme un ligero empujón, pero la detengo.

—No. Así no —disiento—. Tyler no es un objeto. Digamos que estamos saliendo, pero no me pertenece —agrego y Tara me devuelve una expresión de cansancio, abrumada por las palabras—. Además conozco a una de las chicas.

—¿A cuál?

—La castaña. Es su exnovia —explico y de inmediato, soy testigo de su cara de espanto y alarma.

—¿¡Qué!? —eleva la voz, pero pronto le hago una señal para que se calle—. Con más razón. Tienes que ir y besarlo —insiste, pero vuelvo a negar. No puedo hacer algo así, no es mi estilo y se notaría la incomodidad. Acabaría pasando vergüenza.

Sé que entre ellos dos no pasa nada y, además, solo están conversando.

—Se van. Perdiste la oportunidad de mostrar lo que es tuyo —bromea, al mismo tiempo que observamos como las chicas abandonan al par y se pierden entre la multitud—. Imagino que al menos esta noche... Ya sabes. Disfrútalo —larga al momento en que comenzamos a caminar acercándonos a los chicos.

Una parte de mí queda descolocada después de oír lo último que dijo Tara. Se supone que eso es lo que hacen la mayoría de los jóvenes de mi edad. O eso creo. ¿Y si Tyler planea algo similar para después de la fiesta? ¿Si quiere que pasemos la noche juntos y entonces hago todo mal y se da cuenta de que soy una inexperta?

Sonrío cuando lo veo, pero por dentro empiezo a entrar en pánico. De pronto, huir me parece una buena opción.

—Hola, no sabía que los cadáveres asistían a fiestas —mi amiga se dirige a Owen, retomando la broma de su aspecto pálido.

—Y yo pensé que tenías pocas neuronas, pero directamente no tienes —contraataca el otro, sin perder el tiempo. Resulta aún más gracioso que casi estén gritándose, porque la música dificulta que puedan escucharse con normalidad.

Tyler y yo reímos por lo bajo y mientras dejamos que nuestros amigos continúen dando guerra, me rodea los hombros con un brazo, acercándome a él. Me gusta que haga eso, porque además de sentirme resguardada bajo su contextura física, puedo percibir con mayor nitidez su perfume. Descubro que además de su característico aroma, la piel de su rostro y parte de su cuello, huele a espuma de afeitar.

—Te ves hermosa —susurra cerca de mi oído y mi piel se estremece. Para él puede ser un acto sencillo. Tres simples palabras. En cambio, a mí me aborda un cosquilleo estremecedor y me envuelve una ola de calor que no sé cómo bajar. Sonrío apenas, los nervios continúan postulando la opción de escapar, pero me rehúso y en su lugar, sostengo la mano de Tyler que descansa por encima de mi hombro.

—No mientas —intento jugar divertida, elevando el mentón para mirarlo.

—No lo hago. Es lo que eres —continúa, haciéndome sonrojar otra vez. Aunque el rojo en mis mejillas no alcanza a notarse por las tenues luces de la fiesta. Vuelvo a mirarlo con una pequeña sonrisa y decido ser yo quien toma la iniciativa, así que me pongo de puntillas y lo que planeaba ser un beso rápido, acaba tomando intensidad—. ¿Y eso qué fue? —indaga con cierta gracia, impresionado. Definitivamente no se lo esperaba.

—Eso. Tenía ganas de besarte. ¿Está mal?

—No, está perfecto. Me encantó —ahora sonríe él y el calor sigue creciendo. Aquel beso lo incrementó.

No sé qué tanto tiempo estuvimos tonteando como una pareja de enamorados que no pueden dejar de darse atención, pero cuando volvemos hacia la <<realidad>>, Tara y Owen continúan inmersos en una discusión que desde cualquier punto acaba siendo graciosa.

—Al menos yo tengo alguien con quien salir y que me llevará a casa esta noche —manifiesta Tara, con un tono grandilocuente.

—¿Estás segura? No lo veo por ningún lado. A menos que sea invisible —responde Owen cargado de sarcasmo, fingiendo con exageración buscar a alguien entre la gente. La contraria le devuelve una expresión ofuscada y se cruza de brazos.

—Está en una banda de rock y no está aquí porque en breve va a tocar. Idiota. En cambio, yo no veo a nadie que esté esperando por ti —hace una mueca de disgusto y lo que en un principio resultaba divertido, empieza a perder la gracia. El chiste se está yendo de las manos. Le doy un rápido vistazo a Tyler, comprobando que pensamos lo mismo.

—Bueno, suficiente —interrumpe—. Owen, ¿vamos por algo de tomar? —propone, el de gafas asiente y me despego de Tyler, dejando el paso libre—. Ahora volvemos —hace saber, alejándose hacia la barra de bebidas.

Tara, asumiendo que salió victoriosa en la cuestión, se acomoda el cabello y dirige la mirada hacia el escenario del fondo, todavía vacío. Lo está esperando. Sé que su nombre es Mike y que tiene unos cuantos años más que nosotras, porque es un estudiante de música avanzado. La chica habla maravillas de él, lo describe como si fuera un dios griego, pero asume que tiene un defecto: detesta los compromisos. Ella lo sabe, sin embargo, percibo que está ilusionada –aunque no lo admita. En una ocasión, llegó a decirme <<estoy segura de que un futuro se aburrirá de las otras y se quedará conmigo>>.

Ojalá sea cierto, aunque los chicos como Mike dan mala espina.

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A mitad de la madrugada, Tara se pierde en la multitud buscando posicionarse en la fila delantera para alentar a su "estrella de rock", mientras que el resto, permanecemos al final, en un sector habitado por pequeños grupos distribuidos. Owen mantiene la vista en el escenario y concentrado en la música, mueve el pie golpeando suavemente el suelo, al ritmo de la música. Tyler está detrás de mí, me rodea la cintura con los brazos y cada tanto giro, para verlo disfrutar o recibir algún beso. Está feliz y yo estoy a gusto, pero no puedo dejar de pensar en lo que vendrá después, y eso me impide disfrutar por completo el momento.

—Estuve pensando en que podríamos irnos antes. Ahora —se corrige, hablándome cerca del oído—. Podemos ir a pasar el rato a mi apartamento. Tengo un plan —larga una propuesta que acaba en misterio. La idea no terminó en algo concreto y aquello me da demasiadas cosas a pensar.

Es obvio. Entiendo lo que quiere.

Sigo pensando en huir. Luego considero inventar alguna excusa: podría decir que me siento mal o que estoy muy cansada. Al final, descarto lo de escapar y también la mentira.

—¿Quieres? ¿O prefieres que te acompañe a la residencia? —interrumpe mis enredados pensamientos dándome la opción perfecta para esquivar la situación. Sin embargo, una parte de mí quiere ir con él y descubrir el "plan".

—No —trago saliva, tratando de controlar los nervios—. Prefiero ir contigo a... tu plan —acepto, para arrepentirme dos segundos después, aunque finalmente me tranquilizo repitiendo que se trata del chico que conozco hace añares y que todo estará bien con él.

Enseguida, Tyler comunica a Owen que nos marchamos y él dice que no nos preocupemos, está entretenido y planea quedarse hasta el final.

Luego, abandonamos la fiesta y emprendemos a través del sendero repleto de farolas. Al mismo tiempo que avanzamos, recuerdo que la primera vez que transité el camino de noche, aprecié la belleza de los suaves destellos de luz y pensé lo perfecto que sería para dar una caminata con la <<persona especial>>. Y aunque lo que una vez imaginé se está cumpliendo, la tensión golpea el interior de mi cuerpo... ¿Qué va a pasar?

—Ty —pronuncio, sus ojos se posicionan atentos sobre mí. Brillan—. ¿Puedes adelantarme algo del plan? —indago curiosa, pero más alterada por la incertidumbre.

Él niega, divertido.

—Estamos a un par de metros. En menos de cinco minutos lo sabrás, ansiosa —espeta, todavía envuelto en un haz de misterio.

Un misterio que no está apretándome el estómago, lo aplasta. Me deja sin aire. Nunca estuve más indecisa en mi vida. Cuando llegamos a las escaleras, asciendo lentamente. <<Todavía puedo irme>>, pienso. Paro, doy vuelta la cabeza observando la posibilidad de bajar. Tyler que está un par de escalones arriba, se detiene y me observa extrañado.

—¿Subes? Ya falta menos para que lo sepas —intenta animarme, sin saber que esas palabras incrementan los nervios.

—Lo sé. Ya voy —pongo una sonrisa y me aferro con una mano al barandal, para continuar ascendiendo. Cuando finalmente llegamos a la puerta de su apartamento, tengo la sensación de que todo el aire en mi cuerpo se extravió. Apenas puedo respirar. Esto no está bien, no debería sentirse así. Odio las sorpresas, las detesto ahora mismo y también detesto la parte de mí que no es capaz de poner los puntos y mostrar decisión.

El castaño gira la llave y abre, haciendo una seña para que ingrese primero. No lo hago. Permanezco paralizada en la entrada.

—Tyler, yo... Bueno, creo que prefiero volver a la residencia —digo, con la respiración notablemente acelerada. Él voltea y ya no está confundido, si no preocupado.

—Lo que quieras, pero ¿estás bien? —pregunta y asiento, nada convencida—. ¿Por qué no entras, bebes un poco de agua y luego te acompaño?

—No. Es que... No quiero.

Mi respuesta dura trae como consecuencia un silencio que se perpetua durante unos largos segundos. Ninguno sabe qué hacer. Nerviosa, juego con el cabello e inicio a plantearme la posibilidad de ser sincera con él, pero Tyler se adelanta.

—Ya sé —pronuncia como si acabara de adivinar algo—. Es por lo que viste hoy cuando llegaste a la fiesta. Sí, estaba charlando con Roma, pero ella solo paró a saludar y ni siquiera hablamos cinco minutos —explica y de inmediato niego.

—¿Qué? No. No es eso —me apresuro a responder. No quiero que se haga ideas equivocadas, no tengo problemas con los celos.

—¿Entonces qué pasa, Maddie? —cuestiona rendido, esforzándose por comprender, armado de paciencia—. Habla conmigo, estoy aquí —continúa dando ánimos y en ese instante, me siento una persona horrible. Estoy tan acostumbrada a resolver las cosas por mi cuenta y aislarme en mi mundo, que olvido lo comprensivo que es Tyler. La confianza que le tengo. Él jamás me obligaría a nada.

—Bien —afirmo, ordenando las ideas en mi cabeza—. Estoy aterrada —expreso con sinceridad—. Porque estoy segura de que planeas llevar las cosas más allá esta noche y yo todavía no me siento lista —acabo confesando y al final, el alivio me posee.

Tyler eleva las cejas, mientras asimila la situación, parece sorprendido. Pero no luce como alguien a quien acaban de estropearle sus planes. Tras aquello, formula una pequeña sonrisa que también grita alivio.

—Es eso —respira—. Maddie, no... Ese no era el plan —aclara rápidamente. Lo que me deja como la clase de chica que imagina y cree problemas que nunca existieron. Eso pasa por no preguntar. Si tan solo hubiera indagado con firmeza y decisión sobre qué trataba el plan, nos habríamos ahorrado el malentendido—. Apenas empezamos a salir ¿no? —dice manteniendo un tono comprensivo que me llena de culpabilidad. ¿Cómo puedo dudar de él?—. Todo a su tiempo siempre es mejor. Sin prisas, ni presiones —habla con dulzura; sus brazos me atraen hacia él y me hundo en su pecho, recibiendo la tranquilidad que tanto necesitaba.

La marea de pensamientos paranoicos se detiene y empiezo a respirar con normalidad.

Resultó que el plan no se trataba de tener sexo. Tyler pasó por su apartamento a recoger una botella de vino dulce y una manta, para que acabemos sentados en la azotea bebiendo y contemplando las estrellas.

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TYLER

—Todavía no supero que hayas creído que soy un pervertido —bromeo, Maddie se echa hacia atrás, riendo; parte de la manta cae sobre su espalda y envuelve su cuerpo. Está especialmente hermosa hoy o en realidad, supongo que se debe a que comienzo a descubrirla, a verla de otra manera que no había utilizado antes.

—Y yo todavía no supero que hayas creído que estaba muriendo de celos por verte un par de segundos hablando con Roma —retruca, evidenciando que ambos nos hicimos ideas equivocadas. Por lo menos, al final acabó siendo divertido, ahora reímos de los errores—. Para que quede claro, no me molesta que hables con ella —asegura—. Quiero decir, son amigos. Pasaron cosas juntos, te acompañó en tus peores momentos. Siempre vas a guardarle cariño, ¿no?

Suspiro, buscando organizar los sentimientos que la pelirroja despertó con sus palabras. Suele ser callada, pero cuando habla, lo que dice vale la pena. Toca hondo. Llega a sitios adormecidos, hasta heridas que había abandonado y quedaron sin sanar.

—No sé si aún somos amigos —dudo—. Conocidos, tal vez. Sí, es verdad que estuvo ahí en los peores momentos, por eso todo lo que deseo es que sea feliz y que esté bien a donde sea que vaya. Pero cuando llegué aquí, y nos encontramos... Todo fue extraño. Y supongo que en parte fue mi culpa, porque ella ya tenía una vida y yo pretendía que volvamos a ser lo que éramos —expreso con honestidad. Nunca hablé de esto con nadie y es liberador hacerlo—. Lo cual fue un error, porque forzar las cosas cuando no funcionan... Acabé sintiéndome realmente solo —develo, de algún modo, reconociendo que no debimos retomar lo que alguna vez tuvimos—. Estaba ciego. Intentaba traer el pasado y no podía ver que todo indicaba que debía mirar al presente. A ti.

—Ty —murmura, con una sonrisa tierna y los ojos humedecidos.

—Sí —confirmo—. Mucho tiempo creí que fue un error venir a la universidad. No lo sé, sentía que no encajaba... Hasta que llegaste y lo entendí todo.

Killian está muerto. Roma quedó atrás, como un buen recuerdo. Esa parte de mi historia quedó oficialmente cerrada. Quiero vivir el presente y construir un futuro, y todo eso comienza en Maddie, que envuelve mi cuello y se concentra en dejar besos sobre partes de mi rostro, hasta que encuentra mis labios y nos dejamos hacer.

Aquí es donde siempre quise estar. 

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