capitulo 18
MADELEINE
—Estaba pensando en nosotros —respondo, luego de que Tyler notara en mí un rasgo de ausencia. No importa que tan feliz pueda estar con respecto a la realidad, siempre acabo teniendo esos ratos donde mi mente simplemente se aleja del mundo para aislarse en otro propio.
—¿Y puedo saber qué pensabas de nosotros? —continúa preguntando, entre dulce y divertido.
—En lo que hablábamos ayer, sobre las etiquetas —traigo al presente la conversación que tuvimos cuando surgió la pregunta "¿qué somos?". Ninguno supo cómo definirnos y yo no dejé de pensarlo—. Creo que deberíamos tomarlo con calma —sigo, aunque no estoy totalmente segura. El problema es que aún no asumo por completo la idea de Tyler y yo, juntos. Esperé tanto por esto. Lo imaginé cientos de veces, pero nunca creí que llegaría a pasar.
Empecé a descubrir lo que significa estar con alguien de quien realmente estás enamorada.
No soy la misma chica en preparatoria que salía con Riley, a quien besaba las tardes después de clases y las esporádicas noches que salíamos de fiesta, pero nunca subíamos de nivel. Es diferente con Tyler, porque siento que lo quiero todo: Lo malo y lo bueno, lo desconocido, los riesgos.
Lo que siento es tan arrasador que me causa miedo. Un temor, que, supongo, es natural. Todos tememos a lo desconocido.
—Quiero decir, me encanta estar contigo. Estoy... Me siento feliz. De verdad —retomo el habla y trato de explicar, aunque no consigo poner lo que me pasa en palabras. Me enredo.
—Tranquila —pasea sus ojos a través de mi rostro y sonríe con calma—. Tomate tu tiempo. Estoy escuchando —asegura, a la vez que juega con los mechones de mi cabello desparramados sobre sus piernas que utilizo como almohada, mientras el resto de mi cuerpo descansa en el extenso sofá.
Inspiro hondo antes de volver a hablar.
—Sabes que siempre fui muy reservada con mi vida, en general —adelanto, él asiente—. Pero de pronto tengo ganas de contarle al mundo lo que tenemos y al mismo tiempo, siento que no deberíamos decirle a nadie, porque las cosas en secreto, no lo sé... Salen mejor —explico la teoría que a duras penas alcanzo a comprender. Cualquiera en su lugar huiría, pero Tyler sigue ahí. Busco su mano y juego tontamente con ella—. ¿Entiendes? No quiero que nadie arruine esto —aclaro, resumiendo el embrollo que acabo de crear.
—No voy a dejar que nadie arruine esto —da por hecho, aportándome una enorme cuota de seguridad—. Pero sí quieres que nadie lo sepa, por mí está bien. Entiendo que quieras ir con calma —agrega y me quedo mirándolo como si estuviera hipnotizada. Él sonríe. Luego frunce el ceño, confundido pero adorable—. ¿Qué pasa?
—Nada. Es que siente bien cada vez que dices que me entiendes —digo con una pequeña cuota de vergüenza. Apenas comienzo a acostumbrarme a ser tan expresiva con él. Me he puesto una meta, que pretendo cumplir, aunque me cueste: se trata de ser yo misma y no esconder mis sentimientos. No con él.
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Busco a Briana entre el montón de mesas aglutinadas en el comedor. Sé que no le agrada mucho estar entre tanta gente –en eso nos parecemos- pero sí le agrada la comida que sirven los viernes. Tenía esperanzas de encontrarla aquí, después de una semana entera sin verla. No duerme en la habitación y he notado que faltan algunas de sus cosas, supongo que las recogió cuando me encontraba en alguna clase. Han dicho que no tengo que preocuparme, que volverá pronto. Sin embargo, lo que pasó entre nosotras aún me atormenta. Me gustaba la amistad que empezábamos a construir.
—Fíjate quién está ahí. Está mirando —murmura Tara, alzando la vista e incitándome a girar la cabeza lo suficiente. Creí que hablaba de Briana, pero no es ella. A la distancia, diviso a Tyler. Está de pie con una bandeja en la mano, esperando que le sirvan el menú. A su lado está Owen, que es casi tan alto como él, a excepción de que su espalda no es tan ancha y sus músculos no se marcan a través de la camiseta.
Precavida, le sonrío a lo lejos porque sé que está viéndome.
El resto cree que continuamos siendo amigos. Solo nosotros sabemos que aquella sonrisa acarrea una galaxia de sentimientos y que, cada vez que lo veo, mis ojos se encienden como estrellas en medio de una noche oscura.
Aquellos que me conocen realmente bien podrían adivinarlo.
Por ejemplo, mi padre. Mamá. Damon o Keira. La gente con la que me críe. Todos ellos notarían la forma especial que adquieren mis ojos cuando veo a Tyler. Incluso aunque intentara esconderlo, no lo lograría, porque de pronto los sentimientos encontraron un caudal para surgir y así, fluyen con imparable naturalidad. Tyler y yo nos dejamos ser.
—¿Qué pasó al final entre ustedes? —la chica habla y provoca que vuelva a posicionarme de espaldas a él.
Me encojo de hombros.
—Nada. Amigos —miento, porque así lo acordamos con el castaño una semana y media atrás. Nadie tiene que saberlo hasta que tengamos la suficiente seguridad de compartir lo que nos pasa con el mundo. No es tan sencillo como parece—. Mejores amigos —remarco.
—Ah. ¿Por qué no los invitas a sentarse con nosotras? —propone y me parece bien—. Y ya que son solo amigos, puedo hablarle a Tyler de una amiga que estudia conmigo. Siempre quiso acercarse a él, pero nunca supo cómo. Soy su única esperanza —bromea y aunque debería fingir, en este caso, no puedo hacerlo. Ella carcajea y mi sonrisa es demasiado forzada.
—No —me antepongo de inmediato—. Quiero decir, no puede. Está muy ocupado, con el estudio y todo eso, no creo que...
—Ahí vienen —vuelvo a girar y evidentemente, están caminando hacia nosotras. La mesa que ocupamos tiene varios lugares de sobra, así que enseguida se acomodan con los menús recién servidos. Tyler saluda a Tara, luego deja un beso en mi mejilla y me encanta sentir que aquello significa mucho más que un saludo. Owen, se sienta al lado de Tara, que está frente a mí.
Tyler ocupa el lugar a mi lado. Pregunta casualmente si todo va bien y apenas alcanzo a responder, porque Tara toma la iniciativa. A pesar de que le hago un gesto con la cabeza, pidiéndole que no siga con el tema, ella avanza.
—¿Les gustaría ir a una fiesta mañana? Habrá bandas de música, cerveza, y todo eso —comenta, animada. Apenas sonrío porque distingo que en la expresión de Owen se despierta una especie de ánimo que no había visto antes—. Además tengo una amiga que quiere conocerte, Tyler —insiste—. Le pareces lindo y quiere pasar el rato contigo. ¿Le darías una oportunidad?
Bajo la mirada hacia el plato de comida que aún está sin terminar. Debí suponer que pasarían este tipo de cosas; pero yo elegí conservar el secreto y mantengo la postura. Sin embargo, el contacto de la mano de Tyler con la mía por debajo de la mesa, proporciona calma. Está conmigo.
—Sin ánimos de ofender a tu amiga, prefiero que no —responde, la tensión en mi cuerpo se deshace—. Estoy muy bien así —me da un apretón y tengo ganas de sonreír de oreja a oreja, pero no lo hago. Luego le haré saber con besos lo mucho que me gustó ese pequeño gesto—. Aunque a Owen si le gustaría que le presentes a alguien, ¿no, Owen? —el chico asiente, remarcando su timidez. La verdad es que pocas veces lo he visto como ahora: lejos de los aparatos tecnológicos y los videojuegos.
Tara voltea hacia él y lo analiza.
—No estoy segura. Primero, deberías tomar más sol. Estás muy pálido —recomienda, sin quitarle la mirada de encima. Owen, nada contento, frunce el entrecejo.
—Y tú deberías ejercitar más el cerebro. Consejo honesto —se defiende, haciendo a un lado su carácter introvertido que suele mostrar con la gente que apenas conoce. Tyler y yo nos miramos al instante y reímos por lo bajo, divertidos por la situación.
Nunca pensé que sería entretenido presenciar una discusión entre Tara y Owen, pero acaba siéndolo. Ambos son diferentes, polos opuestos que disienten en absolutamente todo. Aun así, llegamos a un acuerdo: iremos los cuatro juntos a la fiesta.
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TYLER
—Eh, Tyler —el rubio interrumpe la canción que tarareaba en voz baja y me detiene a punto de subir las escaleras hacia mi piso. Lo observo neutral. Espero que la interrupción se deba a un buen motivo porque la verdad, llevo semanas esquivándolo. No quiero lidiar con él después de lo que hizo—. ¿Podemos hablar? No te voy a robar mucho tiempo —asegura, supongo que es capaz de notar lo poco que me simpatiza estar con él ahora mismo.
—Habla, Neal. Rápido —mascullo, metiendo las manos en los bolsillos delanteros del pantalón. Debo admitir que su actitud me sorprende, incluso la forma en la que está de pie, no se asimila al Neal que acostumbro a tratar. Parece decaído, rendido.
—Es sobre toda la mierda que causé —explica veloz, tal como le pedí—. Te debía una disculpa.
Emito una risa ahogada. Realmente me cuesta creer lo que está pasando: la persona más orgullosa de la universidad está pidiendo disculpas y se muestra arrepentido. Por un instante empatizo con él y por eso, permanezco escuchando.
—Te advertí que no te metieras con ella y lo hiciste de todas formas —recuerdo. En aquel momento, puse una cuota de confianza en él. Creí que respetaría y no pasaría los limites, pero lo hizo de igual manera, no le importó nada.
—Ya hablé con ella y me perdonó —se justifica.
—Me lo contó. Es su decisión y la respeto, pero yo dudo —expreso con sinceridad, debo decírselo o quedará por siempre estancado en mi garganta—. Neal, te metiste a su habitación y revisaste sus cosas. Después robaste el diario, lo leíste y dejaste copias que un montón de desconocidos leyeron. Si de verdad te hubieras tomado la molestia de conocerla, tan solo un poco, no le habrías hecho una cosa así. Jamás. Nadie merece que invadan su privacidad. Ella mucho menos —no puedo evitar largar la molestia que había quedado amontonada en algún rincón y que incluso pretendí olvidar, pero sigue ahí. Neal se metió con una de las personas que más quiero, tocó un punto débil.
—Lo sé —reconoce y traga saliva; da la impresión que se esfuerza para no echar la cabeza abajo—. Cuando hablé con ella y aceptó las disculpas, realmente me sentí una mierda. Se me fue de las manos —agrega y se encoge de hombros; ya pasó—. Espero no haber arruinado nada entre ustedes. Y si lo hice...
—No. No lo hiciste —interrumpo, porque empieza a golpearme cierta culpabilidad al percibir lo mal que se siente. Además, no puedo mentirle. La estupidez que cometió al menos dejó una buena consecuencia: supe sobre los verdaderos sentimientos de Maddie y los correspondí a tiempo.
—¿No? —cuestiona sorprendido y niego con la cabeza. La expresión me delata al recordar la manera en qué cambiaron las cosas. De algún modo, Maddie y yo hemos sido inseparables desde que sostuvimos una amistad. Ahora esa amistad se transformó en algo aún mejor. Los sentimientos, la complicidad, la atracción. No puedo dejar de pensar en ella. Sin embargo, me contengo y reprimo la sonrisa tan rápido como puedo. Neal ya no es mi amigo, aunque en el pasado, habría compartido una noticia así con él. A fin de cuentas, fue el segundo amigo que hice en la universidad.
—Estás sonriendo —destaca—. Nunca te había visto sonreír así por una chica. ¿Están juntos, no? Sí, están juntos —se responde a sí mismo, es que Neal tiene esa facilidad para suponer y sacar conjeturas.
—Basta —lo detengo, su tono de voz es tan alto que cualquiera podría oírlo—. Maddie y yo estamos muy bien, ¿sí? Eso es todo lo que voy a decir —pongo un ultimátum, demostrando que aún estoy molesto y prefiero imponer distancia.
Neal comprende rápido y apacigua el entusiasmo. Hago un asentimiento de cabeza, planeando subir la escalera para continuar el camino hacia el departamento.
—Una cosa más —vuelve a detenerme. Bufo, armándome de paciencia. Cada vez que tengo esa actitud me recuerdo a mi hermano, Damon. Es de los que pierden la paciencia rápidamente. Aunque hace una excepción con los mellizos y a veces, también conmigo. Volteo para verlo nuevamente, esperando oír lo que tenga que decir—. Eres un buen tipo, Tyler. Aprovecha lo que te está pasando. Tienes suerte de tener a alguien que te quiera de esa forma —sus palabras me dejan sorprendido, no imaginé que Neal fuera tan sentimental, hasta el punto de hacerme reflexionar. El rubio se marcha y yo debería ascender los escalones hacia mi piso, pero algo en mi interior hace un click.
No todos los días tienes la oportunidad de vivir una relación de este tipo, tan real y sincera. Lo que tenemos, lo construimos a través de todos estos años. Nos atrevimos a dar un paso hacia adelante y estoy seguro de que nos dirigimos a algo mejor. Lo sé muy bien.
No quiero seguir escondiendo esto. Quiero poder contárselo a Owen, a Jax, Asher, a mi familia. Decidido, vuelvo sobre mis pasos. Minutos atrás, caminaba con Maddie en medio del campus y nos despedimos para vernos mañana en la fiesta. ¿Aguantar hasta mañana? No es posible.
Supongo que si me apresuro la alcanzaré a tiempo. Así que transito la dirección hacia la residencia y en medio del trayecto, distingo entre los estudiantes que van y vienen por la senda, su cabellera pelirroja. Sus pasos llevan un ritmo pausado porque así es Maddie, curiosa por naturaleza, observadora, no se pierde los pequeños detalles, distingue aquello que cualquier mortal ignoraría. A su lado, está Tara que camina entretenida con el celular.
—Maddie —la llamo y ella voltea enseguida.
—Ty —toma un pequeño lapso para asimilar la repentina aparición—. ¿Qué estás haciendo aquí? Acabamos de despedirnos —pregunta confundida. Y aunque estamos de pie en medio de la senda, estorbando el camino del resto, ninguno de mueve. Lo que necesito decir importa más.
—Sí, ya sé. Pero me di cuenta de algo y tengo que decírtelo. Ahora —murmuro y ella fija sus ojos en mí, atenta. Receptiva—. No quiero fingir. No quiero que tengamos que escondernos como si estuviéramos haciendo algo malo —expreso, decidido—. Sé que tienes miedo, pero te prometo, Maddie, que voy a proteger esto y no voy a dejar que nada ni nadie lo arruine —acabo por aproximarme y sostengo con delicadeza su rostro—. Confía en mí.
—Sí, sí. Lo hago —contesta y a juzgar por la manera que su expresión se iluminó, sé que estamos de acuerdo—. Es increíble... —ríe despacio—. Estuve todo el día pensando en lo mismo. No soporto tener que fingir —confiesa, sus manos acarician las mías por encima. Ella está feliz, porque enseguida me abraza, se cuelga de mi cuello, lo rodea con sus brazos.
El cielo se tiñe de rosa y anaranjado y el verde extenso del campus construye el resto del paisaje, que acostumbra a deslumbrarme, aunque lleve dos años viéndolo. Está atardeciendo y antes de esconderse, los últimos rayos dorados de sol nos envuelven.
Y nosotros, conectamos.
Nos besamos ahí, en medio del montón de personas que no dejan de moverse, pero que de repente se silencian y desaparecen, porque Maddie es todo lo que puedo ver, la percibo y la siento, como si fuera la única persona en el mundo.
Lo es. Para mí, lo es.
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