capitulo 15
MADELEINE
El fin del mundo se acerca. Sabía que este momento llegaría algún día. Mi madre tenía razón cada vez que me reprochó por ser despistada y vivir demasiado en las nubes.
Alborotada, doy vueltas la habitación cientos de veces, mientras Briana permanece sentada a un rincón de la cama, observando la disparatada actitud. Sé que estoy irreconocible ahora mismo, tanta alteración no es usual en mi vida, como tampoco es usual perder la pertenencia más preciada.
Mi querido diario.
Si mal no recuerdo, la última vez que lo vi, fue debajo de una camiseta, sobre un estante del armario. Aunque no estoy segura, porque me distraigo fácilmente y quizá, en alguna ocasión, lo olvidé sobre la mesa del comedor o tal vez lo dejé en la biblioteca, o peor aún, está en casa de Tyler.
Descarto la última hipótesis tras recibir su respuesta. <<No, aquí no hay nada. No lo he visto. ¿Quieres que vaya y te ayudo a buscar?>> propuso, ya que sabe lo importantes que son para mí ese montón de hojas. Le agradecí, pero contesté que no, casi es medianoche y estamos a mitad de semana. Preocupar a medio mundo por un diario solo me haría lucir como una niña inmadura y pretendo evitar que Tyler me vea así.
Aunque es cierto, la niña que tengo en el interior está chillando aterrorizada porque cualquier persona podría estar leyendo mis secretos y fantasías. Escribí tantas cosas ahí, que retroceder memorizando cada historia o sentimiento que expresé, es desesperante.
—Oye, Maddie. Cálmate. Ya es un hecho que aquí no está —interrumpe Briana, con su característica franqueza. También revisé el resto de la residencia y pregunté a cada uno de los estudiantes que viven aquí, pero no obtuve nada—. Metete a la cama, cierra los ojos y duerme. Olvida el asunto por esta noche. Mañana te prometo que moveremos cielo y tierra para encontrarlo —asegura, haciendo a un lado las mantas para meterse a la cama.
—Ese es el problema. No puedo olvidar que tal vez ahora mismo alguien está leyendo mis intimidades —digo, nerviosa y al borde de las lágrimas. Sí, tener una gran imaginación me lleva a ideal el peor panorama, convirtiéndome en una perfecta reina del drama—. Toda mi vida está ahí. ¿Entiendes?
—Quizá se calló por una alcantarilla o se perdió en algún recoveco que nadie ve —dice bastante optimista—. Además, ¿ponías nombres y apellidos cuando escribías? ¿Alguien, además de unos pocos, conoce tu letra?
Niego, al mismo tiempo que me dejo caer devastada en medio del colchón.
—Solo nombres —suspiro, frustrada—. Pero había una foto.
—¿Tenías una nude en tu diario?
Briana se gira de costado, interesada por saber más del asunto, como si de pronto se volviera divertido. Difiero y abro los ojos espantada.
—No —manifiesto de inmediato—. Claro que no. ¿Por qué haría eso? —frunzo el ceño, confundida—. Solo una foto normal con alguien especial. Eso es todo.
La contraria le resta importancia, trata de tranquilizarme hasta darse por vencida, luego apaga la luz y se duerme al instante. En cambio, yo no puedo parar de dar vueltas en la cama, mientras valúo la posibilidad de llamar a mi padre. Con él podría quedar como inmadura e infantil pero no me importaría, él también suele ser infantil cuando bromea con absolutamente todo. Sin embargo, papá siempre sabe qué hacer. Me ayudó a resolver problemas desde que tengo memoria y se las arregló para contentarme y nunca dejó que largara una lágrima. Si tan solo estuviera aquí.
No. No puedo llamarlo. Estoy en la universidad. Se supone que voy camino a convertirme en adulta. Tengo que recordar la regla que me impuse a comienzo de año, resolver todo por mí misma.
Eso es lo que haré.
☽♡☽♡☽♡☽
Al día siguiente, algo cambió. De pasar desapercibida, paso a convertirme en el centro de atención. Mientras atravieso el pasillo para descender, las personas de la residencia voltean a mirarme como si fuera la atracción principal de un circo.
No puede ser.
Esto tiene que ser solo una coincidencia. Esto no está pasando. No. No. No.
Trato de comportarme indiferente a las sugestivas miradas del resto y bajo las escaleras, deseando marcharme lo más pronto posible. En definitiva, no estoy hecha para soportar tanta atención puesta en mí, tampoco susurros entre personas que no alcanzo a distinguir, pero dan la impresión de que se están burlando.
Las cosas se ponen peor a medida que me aproximo a la mesa principal y distingo sobre ella el montón de hojas desparramadas.
Esto tiene que ser una pesadilla.
Los latidos de mi corazón incrementan la velocidad a medida que paseo la mirada a través de una hoja. Es la fotocopia de una página de mi diario y no cualquier página: tiene una fotografía polaroid que Ethan nos tomó hace un tiempo a Tyler y a mí, una vez que descubrió la máquina fotográfica que Keira tenía guardada.
Sin embargo, no es solo una foto. Ojalá lo fuera. La polaroid está acompaña por algo que escribí de madrugada, después de pasar un fantástico día con Tyler.
"Que el día no acabe nunca, es lo único que deseo cada vez que estoy contigo. Tienes la sonrisa más bonita que conozco, una voz poderosa y una valentía tan grande, que serías capaz de batallar contra cualquier tormenta y ganar. Me miras y siento una invasión de mariposas moviendo sus alas, imparables, bajo mi piel. Quisiera quedarme para siempre en tus ojos porque allí no me siento aturdida ni juzgada, simplemente, siento que puedo ser yo misma y que el mundo entero podría derrumbarse y no me importaría, porque te tengo a ti".
Al tomar consciencia de que todos en la residencia lo leyeron, no puedo evitar la angustia propagándose en medio del pecho. Esto es similar a cuando se filtra una foto desnuda o con poca ropa. Es similar porque me siento expuesta tanto o más, mis sentimientos más profundos exhibidos a la vista de cualquiera.
—¿Quién carajos hizo esto? —Briana se presenta, ingresando por la puerta principal. Parece que acaba de volver de su clase. Su expresión cabal produce un silencio instantáneo en la casa—. Si son tan valientes para reírse, serán tan valientes para decir quién fue, ¿o no? —vuelve afrontarlos, pero no hay respuestas. Todos se divierten, pero nadie lo hizo.
Abrumada, me dirijo hacia la salida y aunque Briana intenta detenerme, me rehúso. Escapo tan rápido como puedo.
Sin embargo, no sé a dónde ir. Lo primero que pasa por mi cabeza es el apartamento de Tyler, pero a mitad de camino, recibo un mensaje que me hace cambiar de idea.
Owen: Estoy completamente sorprendido. Vaya declaración de amor. Me siento en medio de una comedia romántica.
Tecleo el mensaje temblando. No puedo creer que esté pasando.
Maddie: ¿De qué hablas?
Al instante llega otro mensaje que contiene una foto de la página fotocopiada del diario.
Owen: Se te da realmente bien escribir.
Maddie: ¿Tyler lo vio? Yo no fui la que mandó eso.
Owen: Lo está leyendo. ¿Qué? Cada vez entiendo menos.
Ahora sí, no puedo contener las lágrimas que amenazaban con derramarse. Llegó la pieza faltante, la que lo colmó todo. Tyler está enterándose de mis sentimientos por una estúpida hoja de mi diario que alguien arrebató y le pareció gracioso hacérselo llegar.
Alguien decidió por mí. Alguien se tomó el atrevimiento de revelar el secreto que llevo conmigo desde hace años. Probablemente Tyler ya lo sabe. Todos lo saben.
Doy la vuelta y decido tomar el camino de regreso. En la residencia, ignoro al resto de la gente y subo como un rayo hacia la habitación, donde cierro la puerta con seguro porque lo único que necesito ahora mismo es estar sola.
☽♡☽♡☽♡☽
TYLER
El sabor amargo que me provoca la extraña situación acaba consiguiendo que ni siquiera pueda detenerme a procesar lo que está escrito justo bajo la foto donde Maddie y yo sonreímos.
Algo huele mal y no se trata de la página, se trata de la manera en que apareció. Tiraron varias copias por debajo de la puerta y se escabulleron de inmediato. A diferencia de Owen, tengo la certeza de que Maddie no está detrás de esto: robaron su diario. Aún no tengo pruebas, pero tampoco dudas. Sobre todo, porque en las residencias suele ser común someter a los "nuevos" a este tipo de bromas.
Salgo de la habitación, todavía con el papel entre manos y mi compañero que despega la vista del celular, ofrece una expresión descolocado y traga saliva antes de hablar. Intuyo que tiene malas noticias.
—Tenías razón —larga—. Maddie no fue —la intuición no falla.
—Lo sabía —expreso, al mismo tiempo que sostengo la chaqueta que estaba colgada en el perchero e inicio a ponérmela—. Le están jugando una broma pesada a Maddie. Alguien tiene que hacerles entender que pasaron el limite —decidido y sin titubear, abro la puerta de una vez y me encamino hacia la residencia.
Owen aparece minutos después. Su respiración acelerada indica que echó un trote para alcanzarme.
—Voy contigo —propone y no me niego, tan solo asiento y continúo caminando a paso rápido—. No harás ninguna locura, ¿no? Digo, eres... Eres un tipo pacifico —indaga con evidente temor. Tardo en formular una respuesta. Mi mandíbula está apretada y siento una inevitable furia, el tipo de molestia que aparece cuando se meten con las personas que quieres.
—No tengo idea de lo que pasará, Owen —acabo contestando con suma sinceridad. No puedo saber lo que haré porque aún no termino de entender lo que realmente pasó. Primero quiero ver a Maddie y comprobar que se encuentra bien. En el transcurso de los años he visto la importancia que le da a sus libretas, la manera en que cuida de ellas y la dedicación que les pone. Ni si quiera su mejor amiga tenía permitido leerlas, tampoco cedió en ninguna ocasión en que le insistí leer.
Allí está su vida y nunca podría juzgarla, cada uno encuentra su forma de sobrevivir en el mundo. Ella escribe. Yo dibujo. Owen juega videojuegos. Cada opción vale.
Sin embargo, la situación se torna cada vez más turbia y enredada: lo primero que vemos al entrar a la residencia es a Neal sosteniendo el diario de Maddie en una mano y manteniéndolo elevado, lejos del alcance de la pelirroja que está pidiendo que se lo devuelva.
Desde atrás, lo sorprendo al arrebatar la libreta de las manos. El rubio observa estupefacto, pero no tarda deslizar las comisuras de sus labios de un extremo a otro, posicionando una sonrisa irónica. Mantengo la postura, pero no puedo negar que, si me dejara guiar por mi impulso salvaje, estaría borrándole esa estúpida sonrisa ahora mismo.
—Acaba con esto ahora mismo, Neal. Ya fue suficiente —digo en un tono que sonó, de forma inevitable, amenazador y al instante, regreso la libreta a su dueña.
—Tyler, qué sorpresa —mete las manos a los bolsillos, generando una falsa tranquilidad—. Llegas justo para escuchar lo que hizo tu "inocente" amiga —expresa, remarcando la palabra inocente al hacer el gesto de comilla con los dedos.
Frunzo el ceño, abrumado.
—Déjala tranquila —me adelanto, a lo que Owen me detiene tomándome por los hombros.
—Después puedes romperme la cara, si quieres —se encoge de hombros—. Primero escucha —indica y le echa una mirada de desprecio a Maddie, que permanece apenas unos escasos centímetros detrás de mí—. Todos aquí saben que llevo una carrera excelente —se adula a sí mismo—. Pero esta semana pasó algo increíble. Desaprobé una materia. Y pasó gracias a ti, Maddie, que de pronto tuviste ganas de hacerte la graciosa y en lugar de corregir el ensayo, colocaste un montón de insultos dirigidos al profesor —todos quedamos descolocados, sin embargo, yo no le creo.
—No sé de lo que estás hablando —se defiende la pelirroja, alzando la voz que suena afectada. —Te aseguro que sí corregí el ensayo, bueno, una parte porque luego... —hace silencio, dando la impresión de que descubrió algo, pero no planea develarlo.
—¿Luego qué, Maddie? Quisiste bromear, ¿lo disfrutaste? Porque espero que estés disfrutando esto también —murmura en un tono burlón, pero nadie alcanza a contestar porque la chica que baja las escaleras interrumpe.
—Fui yo —revela Briana, parándose firme ante Neal—. Yo escribí esa catarata de insultos a tu profesor. Maddie nunca lo supo. Te envíe el ensayo y tal como lo pensaba, lo entregaste sin ni siquiera leer una palabra —comenta lo que hizo, impulsada por una enorme satisfacción que se refleja en su expresión, victoriosa—. Tan idiota como siempre.
Neal eleva las cejas, pero mantiene la actitud calma y se ríe.
—Pésimo, Briana. ¿Todavía sigues ardida por lo del año pasado? Vamos, ya todo el mundo sabe que eres una maldita lesbiana.
El rubio, que apenas consiguió pronunciar la última vocal, es atacado por el puño de Briana que aterriza en medio de su nariz. Y aunque parece decidida a seguir, la detengo sosteniéndola por los hombros. Esto podía arreglarse hablando, pero debo reconocer que aquel golpe ocasionó cierto placer. De vez en cuando soñé hacerlo.
—Eso es por mí, por Maddie y por toda la gente que jodiste —anuncia, mientras un chorro de sangre brota en medio del rostro de Neal, que intenta pararlo con su propia mano.
—Neal, vamos. Sal de aquí antes de que te maten —sugiero, porque en realidad sé que lo correcto es finalizar la situación. Owen toma la delantera y lo acompaña, supongo que irán a enfermería. Briana se remueve todavía alterada entre mi agarre y acabo soltándola cuando el rubio desaparece de la residencia.
Mientras tanto, Maddie permanece de pie y brazos cruzados, sus ojos abiertos de par en par, lucen impactados. Pero también brillan a causa de una leve capa de humedad y su expresión acongojada, indica que está triste o más bien, decepcionada.
—¿Estás bien? —pregunto, pero niega y en lugar de dirigirse a mí, desvía la mirada hasta su compañera de cuarto.
—Puedo explicarlo, Maddie. Lo siento, debí decírtelo, lo sé —habla Briana, su respiración aún está agitada, sus puños permanecen apretados por la pelea. Solo puedo observar, no sé qué hacer. Es incomodo quedar en medio de una discusión ajena.
—Ahora no —concluye sin rodeos y ofreciendo una última mirada, se encamina a subir las escaleras en dirección a su habitación.
Su compañera trata de seguirla para continuar la conversación, pero me encargo de detenerla. No llegará a buen puerto si continúa insistiendo.
—Déjala. Necesita espacio —aseguro, porque de todas las personas allí, soy el único que la conoce mejor.
Conozco la manera en que se comporta cuando está feliz o la tristeza que aparece en sus ojos cuando está pasando por un mal momento. También sé que el mejor remedio para sus tristezas son los chocolates, mirar una serie y dormir, y tengo en claro que no puedo hablar o interrumpir cuando está escribiendo. Incluso, sé cuándo tiene miedo y puedo reconocer cada ocasión en la que simplemente necesita un abrazo.
Sí, puedo darme cuenta hasta de las pequeñas cosas, pero también debo admitir que llevo ignorando una verdad. Quizá por miedo a perder lo que ya tenemos, quizá porque no tenemos el valor de asumir riesgos ni de tomar el suficiente coraje para dar el siguiente paso.
<<Le gustas>> dijo Owen, hace un tiempo. Ahora, después de leer por equivocación su diario, creo que puede ser cierto. Le gusto.
Y ella también me gusta. Demasiado.
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