capitulo 11
MADELEINE
El exterior del campus es precioso. En particular, cuando el sol no se avergüenza de salir y el clima es templado, los días se tornan ideales para permanecer al aire libre. A diferencia de la ciudad donde me críe, aquí está repleto de espacios verdes y flores silvestres naciendo entre los pastizales.
Recargo la espalda sobre el tronco de un árbol, sentada sobre el césped, alejada de la multitud y el griterío que caracteriza a la residencia. El sitio que elegí para vivir, de vez en cuando se torna caótico y estudiar es misión imposible. La biblioteca también estaba repleta y aunque allí prevalece el silencio, a veces necesito un descanso de la gente en general. Alejarme de ellos, encontrar mi espacio.
Aunque intento concentrarme en el ejercicio de escritura, desplazo el bolígrafo por la hoja con tanta libertad que acaba formulando un insulso garabato. Descubro que ahora mismo, concentrarme es tarea imposible porque estoy pensando en alguien más. En Tyler.
Me pregunto si ya habrá descubierto lo maravilloso que es este sitio. Si las circunstancias fueran otras, no habría dudado en enviarle un mensaje para disfrutar juntos de la tarde soleada. Sin embargo, llevamos cuatro días sin hablar, cuatro días y medio, para ser exactos.
No puedo creer que lo último que salió de mi boca fue una confesión de sentimientos, aunque creo que no fui lo suficientemente clara, porque él no entendió.
Por la mañana, estuve a punto de escribir un mensaje, pero Briana me arrebató el teléfono y me dijo que <<tenía que ser fuerte>>. Le dije que solo quería preguntarle cómo estaba y entonces ella me contuvo <<le dijiste que querías distancia, mantente firme. Ahora le toca a él buscarte>> murmuró, con una seguridad admirable. Le hice caso, pero aún lo dudo. No me agradan esos juegos de fingir desinterés para atraer a otro. No digo que no funcionan, pero es que simplemente no me siento cómoda en ese lugar.
Además, es Tyler. Nunca estuvimos tanto tiempo sin hablarnos y aunque pasáramos semanas sin vernos, nos enviábamos mensajes cada día, a cualquier hora.
Hago a un lado la hoja repleta de garabatos, me encuentro con papel blanco, pidiéndome a gritos que ponga algo allí. Así que sostengo el bolígrafo y escribo, me dejo llevar por el sentimiento.
Alguien preguntó por qué te quería
y entonces le respondí:
Cuando estoy con él
nunca necesité
de una razón para ser feliz.
Me río cuando leo el resultado. Es tan tonto. El tipo de palabras que cualquier chico odiaría porque es una dosis extrema de dulzura.
—Maddie —la figura de un sujeto me tapa la luz del sol y en su lugar, queda una sombra. Elevo la mirada y allí, de pie, está Owen—. ¿Puedo molestarte un minuto?
—Claro —me encojo de hombros—. No es molestia. Siéntate.
El muchacho de gafas se quita la mochila que carga en la espalda, la deja a un costado y se sienta frente a mí. Por su expresión, creo que el aire libre y en particular, el sol, no le agradan demasiado.
—¿Hablas con Tyler últimamente? —pregunta y entonces, tardó en reaccionar.
Honesta, lo admito negando con la cabeza, avergonzada.
—¿Él te dijo algo? —indago, un tanto confusa. Tyler no es el tipo de persona que enviaría a otra para mediar. Él vendría hacia a mí y diría lo que tuviera que decir, sin problemas.
—No —Owen traga saliva, poniéndome nerviosa—. Pero está raro. Muy raro —destaca—. Casi no ha salido de su habitación. Apenas come, o sea, quiero creer que está comiendo, pero en realidad no salió ni para las comidas. No quiero meterme en su vida, pero ya es preocupante. Y bueno, aquí tú eres la única persona más cercana a él. ¿Crees que...?
Antes de que pueda acabar la pregunta, comienzo a meter pertenencias en mi bolso.
—Sí, claro. Iré a verlo ahora mismo —digo, al mismo tiempo que acabo de guardar todo—. Gracias por avisar, Owen —lo contemplo agradecida.
Segundos atrás estaba avergonzada por esa estúpida decisión de distanciarnos, pero ahora me siento realmente mal. Algo le sucede a mí mejor amigo y soy la última en enterarme, cuando debería ser la primera en mostrarme ahí, para él. El miedo se apresura en invadirme a medida que empiezo a recapacitar. Tiene que ser algo de verdad grave, porque Tyler no haría algo así. Lo he visto sonreírme incluso el día que revivió su historia en un juicio y metieron preso a su padre.
Soy un completo desastre, pero, aun así, no dudo en ir hacia él. Emprendo a caminar y la figura del muchacho de gafas se hace pequeña, hasta ser indivisible.
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TYLER
Los días que pasaron después del mensaje de Killian, no fueron los mejores. El estómago se me cerró y las pesadillas volvieron interrumpiendo el sueño durante la noche, así que me vi obligado a cancelar mi asistencia a las clases. De nada serviría ocupar un pupitre para luego dormirme sobre él y solo llamar la atención del resto.
Digamos que también me volví un poco paranoico. Sé que la universidad es un sitio medianamente seguro, pero de pronto, temo caminar por los pasillos y cruzarme a mi padre, como si estuviera de regreso por mí.
Intenté avanzar con trabajos, esbozar algunos dibujos, pero obtuve resultados oscuros y no creo estar preparado para compartir ese lado con una multitud de desconocidos. Quedarán guardados, pero no serán expuestos en ningún lado. Tampoco hice gran cosa, dado que acabé derrumbándome sobre el escritorio, frustrado porque la inspiración se convirtió en un tormento.
En medio de todo ese lío, pensé en llamar a mi hermano. Damon enseguida sabría cómo avanzar, pero entonces, mis agobiantes pensamientos impidieron hacerlo. Bueno, siempre será incomodo ser un portador de malas noticias.
Sinceramente, ya no sé qué estoy esperando. Quizá que el teléfono por arte de magia deje de sonar y que Killian se esfume de este mundo para siempre. Lo desearía, aunque es una fantasía que está lejos de cumplirse.
—Owen... Owen —exclamo cuando, desde mi habitación, escucho el timbre sonar, esperando que él se ocupe de atender.
Sin respuesta. El sonido continúa y no hay rastros de mi compañero de piso. Espero, hundido en la cama, a que el ruido cese y la persona detrás de la puerta se digne a marcharse. Sin embargo, es insistente. Los minutos pasan, sigue ahí.
Bufo, exhaustado. Lo único que falta es que sea Neal con alguna ocurrencia estúpida. Me levanto a regañadientes, ni siquiera me detengo a ponerme una camiseta y camino hasta la puerta. Empezando a perder la paciencia, abro.
Es instantáneo. En cuanto la reconozco, la frustración se desvanece. No tendré el ánimo suficiente, pero al menos, me agrada la sensación de alivio que me produjo haber atendido. Y comprendo, que a veces simplemente sucede: no sabes lo que quieres, pero la vida te sorprende trayéndote lo que necesitas.
—Mad... Maddie —digo comportándome como imbécil, sorprendido de verla ahí. La última vez que la vi, una confusa discusión nos separó por días—. Siento haberte hecho esperar. No sabía que eras tú. Bueno, obviamente no lo sabía —agrego, tropezando con mis propias palabras. ¿Nervioso?
Ella posa sus profundos ojos sobre mí y me examina con la mirada. Sé que ya adivinó que algo va mal. Maddie es así, tiene facilidad para empatizar y comprender como se siente el resto. No lo expresa, pero lo sabe.
—No pasa nada —sonríe, calmada—. ¿Puedo pasar? —al verla en detalle, me doy cuenta que caminó apresurada. Su bolso está entreabierto, lleva un cuaderno entre sus brazos y algunos mechones de su cabello se encuentran fuera de lugar.
Aquel aspecto es tan familiar que de pronto percibo la calidez que irradia. Como si de repente estuviera en casa, en mi hogar.
—Claro —me rasco la nuca, intentando relajarme porque la verdad, no puedo olvidar lo que dijo Owen. "Le gustas". Sus palabras resuenan en mi cabeza. Considerar la posibilidad de gustarle a Maddie provoca algo descomunal. Me da la impresión de estar fuera del mundo real porque nunca consideré que pudiera pasar.
Nuestras miradas se encuentran a medida que ella ingresa, pero de inmediato pongo la vista en otro punto porque un cosquilleo intenso y desconocido provoca una punzada en el estómago. No sé qué está pasando.
—¿Quieres tomar algo? —ofrezco, mientras ella inicia a colgar el bolso en un perchero y luego, deja el cuaderno sobre la mesa—. ¿Comer? —me cruzo de brazos, un tanto avergonzado por los rastros descuidados de mi aspecto. Me di un baño por la mañana, pero mi cabello está revuelto. Además, cargo unas ojeras tan oscuras que dan miedo. No sé cómo Maddie todavía no huyó.
—No, no vine a eso —mantiene la postura, tranquila—. No sé cómo empezar —se mordisquea el labio inferior, ahora un tanto inquieta. Quiero decir algo para hacérselo más fácil, pero mi mente está bloqueada—. Sé que la última vez discutimos y te pedí distancia, pero... No es lo mismo sin ti —mira hacia el piso, hasta que retoma el habla—. Quiero decir, no soporto la distancia entre nosotros.
—Yo tampoco la soporto —confieso de manera abrupta, interrumpiéndola, pero liberando lo que necesitaba expresar.
Maddie saca a relucir una sonrisa capaz de subir el ánimo a cualquiera.
—¿Qué pasó, Tyler? Sé que está pasando algo —inquiere de manera directa—. Entiendo que haya cosas que no quieras contarme. Pero estoy aquí, si sirve de algo —ladea suave la cabeza, observándome con paciencia infinita.
También es tranquilizador que haya abordado el tema sin rodeos. Comienzo a darme cuenta que realmente necesitaba hablar con alguien. No, alguien no. Hablar con ella.
Asiento, con una especie de nudo en la garganta, porque me gustaría contárselo todo, pero no sé por dónde empezar.
Busco el celular en el bolsillo delantero del jogger, tecleo accediendo a la casilla de mensajes, hasta dar con el que Killian envío días atrás. Lo abro, mostrándolo en la pantalla principal y se lo extiendo a Maddie.
La pellirroja lo relee un par de veces, luego me lo regresa, su semblante está cambiado.
—No puedo creer que tu papá te haya dicho eso —se lamenta y entiendo su punto. Ella creció en un entorno familiar, con una madre y un padre presentes, ambos han hecho lo mejor para ella. Básicamente, tuvo lo que cualquier niño o niña merece.
Pienso en Killian, en lo lejos que estuvo de ser un padre. Entonces, armándome de valentía, me volteo y le doy la espalda.
—Mi papá me hizo esto —revelo, mirándola sobre el hombro, mientras expongo las cicatrices que me quedaron como marcas imborrables sobre la piel. Sin embargo, al instante me arrepiento de haberlo hecho, porque la expresión de Maddie se convierte en angustia y en sus ojos percibo dolor—. Hey, no. No te pongas mal, Maddie. Estoy bien, ¿lo ves? —vuelvo a ponerme de frente y ella observa, poco convencida—. Bueno, no tanto. Pero lo estaré. En cuanto arregle esto —me encojo de hombros, sincero—. ¿Ahora me crees? —curioseo con un dejo de diversión, solo porque quiero volver a ver su sonrisa.
Ella ladea la cabeza, dubitativa.
—Pienso que debería quedarme lo que resta del día para comprobarlo —dice, recuperando la postura y siguiendo el juego—. Así que... ¿Qué quieres hacer?
—Dormir —bromeo y ella sonríe, otra vez—. Bueno, podemos ver una película o la serie —propongo y entonces, asiente de inmediato y atina dirigirse a la habitación, sabe que allí tengo la notebook—. Maddie —la detengo, tomando su mano suavemente y haciéndola regresar. Chequeo que, efectivamente, si hay lágrimas que alcanzaron a brotar de sus ojos y coloco suavemente los pulgares sobre ellas, quitándolas—. Así está mejor.
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MADELEINE
Lo dejo dormir. El capítulo de la serie apenas llegó a la mitad, cuando Tyler cayó en el sueño, con la cabeza inclinada levemente hacia a mí lado. No me muevo demasiado para no despertarlo, apenas hago un movimiento para alcanzar la pantalla de la notebook y cerrarla. Siempre vemos la serie juntos y hemos pactado no avanzar por separados, así que no voy a verla sin él –aunque esté muriendo de la intriga.
Su cabello está desordenado, así que me entretengo acomodándolo con mucha cautela, como si se trataran de pequeñas caricias. Paseo los dedos a través del pelo, detrás de su oreja y avanzo hacia la curvatura de su cuello, sintiendo como su piel se relaja ante el contacto.
Podría estar el resto del día así.
Tyler lo hace tan fácil. Enamorarse de él es tan sencillo que, si ahora mismo despertara y empezara a besarme, lo dejaría hacer.
Procuro realizar todo lo que está a mi alcance para dejarlo descansar, sin embargo, me exaspera el sonido de su celular interrumpiendo el relajante silencio. El castaño se despierta como si estuviera sucediendo una catástrofe, sus músculos se tensan y percibo que está asustado.
Ese estúpido aparato lo está perturbando y como un impulso, tengo ganas de tomarlo y arrojarlo lejos.
Es él. Lo sé por la expresión que pone cuando lee la llamada entrante.
—¿Quieres que responda? —pregunto, considerando que tal vez sea de ayuda si lo hago en su lugar. Él titubea con el teléfono aún sonando entre sus manos, me sorprende que todavía no haya colgado.
—No —traga saliva—. Lo haré yo. Voy a terminar con esto —decidido, atiende y coloca el celular en el oído.
Está sentado a una orilla de la cama y yo, permanezco detrás de él con la angustia paralizándome. Se nota lo mucho que le afecta la situación de su padre y cada cosa que tenga que ver con él, le duele.
Me desespera no saber lo que está diciendo. Durante un buen rato, Tyler no emite palabra, está en silencio, escuchando.
Hasta que habla.
—No. No sé... No sé si podré hacer eso —pronuncia con la voz afectada y entonces, disminuyo la distancia hasta sentarme a su lado, con una mano sobre su hombro ofreciéndole aliento—. Lo voy a pensar —tras aquellas palabras, corta y deja el celular a un lado.
Por unos segundos, conserva la mirada en el piso, juguetea con sus propias manos y yo sigo ahí, velando por saber que está pasando.
Cuando encuentro sus ojos, estos poseen una especie de brillo que quizá se deba a que están aguados y a punto de llorar.
Aunque enseguida, entabla una especie de sonrisa que acaba siendo una mueca confusa, donde puedo encontrar desde destellos de felicidad, hasta tristeza.
Me preocupa. Y a punto de preguntar qué fue lo que pasó, él gana la palabra. Su voz, suena todavía afectada.
—Se está muriendo —dice y una ráfaga de escalofríos me recorre entera.
Sé que no es una persona grata y sé que Tyler no guarda mucho cariño hacia él. Aun así, lo abrazo. Eso es todo lo que puedo hacer: estar con él.
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