capitulo 10
MADELEINE
Sonrío de manera sutil a un Tyler que continúa de pie bajo el umbral de la puerta, mientras Neal deposita el parlante en el espacio vacío de un mueble. Conozco al castaño, lo conozco tan bien, qué sé casi con exactitud lo que piensa: está deliberando entre permanecer con nosotros o marcharse. Incluso, busca en mi presencia algún tipo de expresión que lo ayude a decidir. Por mi parte, no sé qué responder, me mantengo tranquila y la verdad, quisiera preguntar por qué no continúa con Roma en su apartamento. Se suponía, estaba ocupado.
—¿Se te ofrece algo más? —pregunta Neal, sosteniendo la puerta con ánimos de cerrar.
Tyler dedica una última mirada y pone la atención en el rubio.
—No. Sí —se corrige, rápido—. Hace mucho que no pasamos tiempo juntos. ¿No crees?
—¿Tiene que ser ahora? —el contrario se impresiona y yo, también. Aprieto los labios, suprimiendo una carcajada. Si algo me quedó claro desde que estoy en la universidad, es que Tyler no soporta demasiado a Neal. Acabó siendo evidente y hasta lo comprendo, son personalidades totalmente diferentes, mejor dicho, maneras distintas de concebir al mundo.
El castaño se encoge de hombros.
—No tengo nada que hacer. Me vendría bien pasar un rato con... amigos —larga, ensanchando la comisura de los labios en una especie de sonrisa.
Aparento tener la atención puesta en el ensayo de Neal, pero en realidad estoy escuchando y viendo todo.
—Okey, pasa —responde, dubitativo—. Por cierto, lo que pasó la otra vez en la residencia... Ya hicimos las paces. Empezamos de cero, ¿verdad, Maddie? —dirige la conversación hacia a mí, entonces finjo perder la concentración y estar algo perdida.
—Oh, sí. Supongo —la verdad es que no estoy convencida de aquello, no entiendo que parte de las <<paces>> debo hacer yo, que nunca le hice nada. En realidad, siempre fue él con esa clase de chistes vacíos e hirientes. Además, cualquier otra cosa que diga, sonaría falso. Aún más estando Tyler, que también me conoce muy bien y de seguro, reconoce que estoy incomoda y que no puedo esperar a marcharme.
La tensión en el ambiente se incrementa. Ellos comienzan a tener una conversación, Neal de vez en cuando se dirige hacia a mí, pregunta si voy bien, si necesito algo, incluso insinúa que en un futuro podría invitarme a salir y que yo debería darle una oportunidad.
A medida que el palabrerío avanza, también lo hago con el ensayo hasta llegar a la conclusión de que necesita de una corrección profunda. Es evidente que la redacción no es el fuerte del rubio, al contrario, necesita pulir muchísimos detalles para conseguir un ensayo decente.
Trato de iniciar a modificar los primeros párrafos, al mismo tiempo que los chicos se introducen en una ferviente discusión sobre arte y economía. Neal sostiene que vivir del arte no es viable y que no debería ser una carrera universitaria, además, mantiene la postura de que el dinero es sumamente importante. Tyler, en cambio, defiende las carreras artísticas e insiste que alcanza con tener suficiente dinero para vivir, que no necesita volverse rico o millonario.
El castaño es asertivo y no eleva la voz, pero el rubio se frustra con rapidez y hasta su cara toma un color rojizo, a causa de la apasionada disputa.
En fin, aquello resulta un obstáculo que me impide hacer mi trabajo. No puedo corregir con dos chicos gritándose.
—Oye Neal... Neal —interrumpo, de inmediato el ritmo baja y la discusión queda en pausa—. Lo corregiré en casa, ¿sabes? Te lo envío al mail cuando esté listo —expreso, poniéndome de pie y sintiendo como el tobillo casi volvió a la normalidad. Aún habita un pequeño dolor, tolerable.
—¿Ya te vas?
—Sí. Es que necesito silencio para poder hacer mi trabajo —contesto, sincera. Aunque omito el hecho de que no podía esperar a dejar ese apartamento. Atina a ponerse de pie, pero hago una seña para que se mantenga en su lugar—. No te preocupes. Puedo sola —pongo una minúscula sonrisa de calma.
—Será mejor que yo también me vaya —larga Tyler, quien no pierde el tiempo y se levanta. Sin embargo, Neal lo retiene con no sé qué excusas y aprovecho para abandonar el lugar.
Apenas voy saliendo del edificio, cuando escucho la voz de Tyler pidiendo que me detenga. Miro de reojos, está a unos pocos metros de distancia, tratando de alcanzarme.
El corazón comienza a latirme con fuerzas y percibo el nerviosismo a flor de piel.
No me había anticipado a que las cosas sucedieran así. En un principio, imaginé que conversaríamos con tranquilidad en su apartamento, con una taza de café y pastel de por medio. Sin embargo, la situación dio un giro inesperado. A la tensión que obtuvimos por el secreto de Jax, se sumó la presencia de Roma y el encuentro inesperado con Neal.
Pero no puedo desaparecer, tampoco hacer que la tierra me trague, así que freno.
<<Solo es Tyler>>, me repito. Una de mis personas favoritas en el mundo. Nos conocemos muy bien el uno al otro. Hemos pasado grandes cosas juntos, sí. Pero también es cierto que nunca pasamos por algo así. Ya no soy la niña junto a su amigo mayor que la protege de todo.
Ahora somos dos jóvenes estudiantes universitarios compartiendo vivencias similares.
—Solo entré ahí porque quería hablar contigo —dice y entonces volteo, quedando frente a él—. Así que hicieron las pases, ¿eh? —agrega, como si no pudiera creérselo.
Me encojo de hombros.
—No es lo que crees —aclaro, porque entiendo que la situación daba a pensar otra realidad—. Ni siquiera vine a ver a Neal —explico y así, el resto es evidente. Tyler eleva las cejas, comprendiendo que estaba ahí para verlo a él—. Así que Roma, ¿eh? —escupo de un modo inesperado. Creo que ver a esa chica me afectó más de lo contado.
—No sabía que vendrías, Maddie —explica y da unos cuantos pasos hacia adelante, acortando el puente de distancia—. Roma y yo...
—No tienes que darme explicaciones —lo detengo—. Yo solo... —inspiro una larga corriente de aire, al mismo tiempo que trato de poner en orden los pensamientos. Son tantos, que no sé qué expresar primero—. Temía que no te hubiera quedado claro que entre Jax y yo...
—Tampoco tienes que explicarme. Si algo pasó entre ustedes, bien. Me pondré feliz porque ambos son buenas personas y se merecen el uno al otro.
Vaya, eso dolió. Sonrío, pero allí no habita la felicidad, en su lugar, hay desesperanza. No dijo lo que más temía, pero sin dudas, aquella frase está incluida en la lista de cosas que no quieres oír de la persona que te gusta. Ha dicho que se pondría feliz si estuviera con otra persona y eso es, en algún punto, raro. Sabe amargo.
—Deberías hablar con Jax —sugiero—. Habla con él y sabrás que no está pasando nada de lo que crees —trato de que mis sentimientos no se desborden, pero es imposible. La situación me duele y de pronto, ya no puedo resistir, llevo guardado esto conmigo desde hace tanto tiempo—. ¿Sabes? Está muy alejado de las ideas que te hiciste. Tyler, si tan solo... Si tan solo realmente lo pensaras sabrías ver que yo no podría tener nada con Jax, ni con... ninguno otro. Porque yo... Siento cosas por alguien más —largo, percibiendo las mejillas acaloradas y mis ojos humedecidos, que emprenden a derramar una lágrima tras otra.
Siento que estoy haciendo el ridículo, lo que me lleva directamente a sentirme patética, como una tonta.
Solo me faltó decir la palabra <<tú>>.
Por Dios, que vergüenza.
—Tengo que irme —pienso en huir, antes de que él pueda responder. Es obvio que su cariño nunca cambiará, siempre seré su amiga.
—Maddie, espera. Hablemos. Intento entender, pero... —trata de tocar mi brazo suavemente, pero me remuevo y me alejo.
—Creo que necesito tomar distancia, Tyler —reconozco, aunque me duele. El hecho de que no pueda notar que estoy hablando de mis sentimientos hacia él, me exaspera aún más—. Lo siento —aprieto los dientes y mientras intento calmar las ganas de llorar, le doy la espalda y acelero los pasos hacia la residencia.
Será mejor esperar a que las cosas se enfríen o en su lugar, acabaremos arruinando la amistad y no quiero perder la relación que tenemos. Aunque Tyler no pueda darme lo que quiero, aún lo quiero en mi vida.
TYLER
La especie de discusión que mantuve con Maddie, golpea de un modo inesperado. Es la primera vez que la situación asciende hasta el punto de sugerir distanciarnos. Es como estar de pie en una realidad paralela de la que ansío escapar.
La sensación de que todo está mal con ella, cala honda en medio del pecho, es un molesto dolor que no puedo evitar. Sé que la única manera de remediarlo es solucionando lo que sea que pasó. Entonces, ahí encuentro otro problema. Todavía no comprendo cómo llegamos hasta ese punto.
Observo la porción de cena, probablemente está helada porque llevo poco más de media hora sentado frente al plato sin probar bocado. De a momentos toco el celular, considerando escribir un mensaje, pero arrepintiéndome al instante, cuando recuerdo que ella pidió la distancia. El espacio. No voy a ir contra eso.
Maddie siempre respetó mis limites, los secretos que guardo. Debo respetar los suyos. Reconozco aquello y entiendo, que hoy me condecoré como un verdadero idiota que no pudo evitar meterse en el apartamento de Neal solo porque ella estaba ahí.
—Hola, hola... Llamando al planeta Tyler —la voz infantil de robot fingida por Owen, me retrae a la realidad y pongo la mirada en él—. ¿Piensas comer eso?
Niego con la cabeza.
—No tengo hambre.
—Qué raro —dice, frunciendo el ceño. Es cierto que en extrañas ocasiones pierdo el apetito, aunque no soy como mi hermano -un enamorado de la comida, tengo una actitud normal—. Déjame adivinar. La chica misteriosa —lanza con aires victoriosos—. ¿Hasta cuándo vas a sufrir por ella? —agrega y entonces, se confunde al verme negar—. No es ella. ¿No?
—No —reafirmo—. Maddie— dejo saber, a lo que reacciona sorprendido—. Ella... Creo que se molestó porque supuse que tenía algo con un amigo. Entonces me dijo que era imposible, porque siente cosas por alguien más y por último me pidió tomar distancia —trato de resumir, aunque es bastante difícil porque aún no acabo de entender.
Owen se pelliza el puente de la nariz y niega de manera reiterada. Parece exasperado.
—¿Es posible que seas más tonto? No, definitivamente no es posible —se responde solo, atacándome.
—Hey —reclamo.
—¿No lo ves? Lo tienes frente a tus narices. Despierta, hombre. A ella le gustas —pronuncia con suma tranquilidad y entonces, inicia a levantar los trastes dejándome con las palabras atoradas en medio de la garganta. Trato de decir algo, pero hace una seña, pidiendo silencio—. Acabo de abrirte los ojos. No pidas más —dictamina, entonces ocupa su lugar del sofá, se coloca los auriculares, enciende la laptop y se pone a jugar.
¿Cómo puede largar algo de tal calibre y luego continuar su vida como si nada?
Quedo estupefacto y pienso que no es posible. No soy el estilo de chico en el que se fijaría Maddie. Cuando habla de las historias que lee, no puedo hacer más que escuchar, porque no las conozco y, además, soy incapaz de comprenderlas de la forma tan profunda en que ella lo hace. Además, siempre me ha definido como su <<mejor amigo>> y la mitad del año pasado la observé suspirando por Riley hasta el día de su graduación.
De pronto, cargo con la angustia propia de la discusión, junto a un montón de dudas disparadas en mi cabeza y sensaciones atravesándome el estómago. No sé desde que perspectiva Owen ve posible que Maddie se haya fijado en mí.
Maddie, siempre tan dulce y rodeada de un halo de luz. Brillando a donde sea que vaya con su cabello rojizo y su piel bañada de pecas.
Detrás estoy yo, cargando un pasado repleto de tropiezos, un cuerpo con cicatrices y un conjunto de emociones inestables que se disparan cada tanto, cuando algún recuerdo traumático reaparece para traer a la memoria la vida miserable que alguna vez tuve.
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Después de mucho dar vueltas en la cama, decido que le escribiré un mensaje. Solo quiero decir que respeto su espacio, pero, aun así, estaré esperando para hablar cuando lo necesite. Lo único que debe hacer es escribirme o llamarme y yo, estaré allí.
Indico el contacto de Maddie, tecleo formulando algunas oraciones, pero la acción se interrumpe ante la aparición de una llamada entrante. Número desconocido, como en otras ocasiones. De inmediato le doy a colgar. Lo hago las tres veces que aparecen, insistentes.
Entonces, cuando creo que ya se calmó, llega un mensaje de texto.
Solo uno es suficiente para remover fantasmas del pasado y convertirlos, nuevamente, en un tormento.
Así que no piensas atender nunca. La próxima vez, antes de ignorarme, piensa en esto: tienes la vida que tienes porque yo te rescaté del nido de rata en el que vivías.
No está explícito de quien se trata en ningún sitio, pero la intención oculta en el mensaje y la forma de dirigirse hacia a mí, lo deja claro y sin dudas.
Mi padre. Killian.
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