capitulo 24
TYLER
La tensión es palpable en el aire.
A pesar de que los niños no sospechan lo que pasó, intuyen que algo está mal y preguntan a su papá si está enojado. Damon responde qué no, y luego Keira interfiere y les explica que hubo un pequeño "problema", pero que ellos no tienen por qué preocuparse.
Después, ambos se marchan al cuarto de juegos. Keira es interrumpida por una urgencia que proviene del centro y de inmediato abandona lo que está haciendo para ir a cumplir con su trabajo.
Quedo ante mi hermano y en medio de la mesa, descansan los restos del almuerzo que aún tenemos que recoger. Él está a punto de levantarlos, pero lo detengo. La ansiedad envuelta en preocupación por lo que pasó con Maddie y Liam, hinca como espinas desde el interior. Estorban mi capacidad de enfocarme en otras cosas, porque no encuentro manera de dejar de pensar en lo que pasó.
Viví suficiente tiempo entre mentiras y escenarios inventados, no puedo tolerar quedar alejado de la realidad.
—Hablaste con Liam, ¿no? —él asiente, sin decir más. Tengo la sensación de que intenta evitar el tema, a causa de que la información que posee no es agradable—. ¿Y qué te dijo?
Damon se cruza de brazos, aún sentado. Seguido, se encoje de hombros y niega levemente con la cabeza.
—Está molesto. Contigo, conmigo, con todos —resalta lo que ya sé—. Hay que darle tiempo.
Resoplo, frustrado. Empieza a molestarme que continúe ocultando información. Espero más, pero permanece el silencio y no soporto la tensión que pesa en el clima. Incluso percibo que Damon está enfadado por el problema que le causé con su mejor amigo, lo que no juzgo, comprendo.
—Sí, pero dejar que el tiempo simplemente pase, no arregla nada —aprieto la mandíbula, exasperado tras no conseguir expresarme de la manera adecuada—. Quiero hablar con él. Sí, yo —remarco, al notarlo descolocado—. Y para eso me gustaría saber de antemano qué piensa de mí. ¿Qué te dijo? —cuestiono, a lo que él continúa mostrándose cerrado—. Damon, ya sé que soy tu hermano menor, pero no me trates como un niño. No lo soy. Quiero saber la verdad —insisto, fijando la vista en él. Buscando que comprenda que de verdad hablo en serio.
Damon abre los brazos, rendido y larga un suspiro pesado.
—De acuerdo —accede, aunque lo hace con escasa voluntad—. Liam piensa que tú te aprovechaste de Maddie. Dijo que él creía que tú la cuidabas como si fueras su hermano mayor, pero en realidad tenías otras intenciones —de inmediato, comprendo por qué se esforzaba tanto en ocultar la verdad. El impacto de las palabras sobre mí es lastimoso. A la par, surge la imperiosa necesidad de entablar ahora mismo una conversación con Liam para aclarar que la historia que armó en su cabeza es falsa. Jamás me aproveché de Maddie y que tenga ese concepto sobre mí, ahoga—. Y está enfadado conmigo porque cree que yo te cubría.
Nervioso, me pongo de pie y doy pequeños pasos alrededor de la mesa, tratando de contener el cúmulo de asfixiantes sentimientos.
—Yo no... No hice eso —aclaro, de repente me encuentro perdido y no sé hacia donde debo ir o que tengo que hacer—. No soy ese tipo de persona. Lo nuestro con Maddie comenzó recién este año en la universidad... Antes ni siquiera había imaginado que algo así podría pasarnos —aclaro, repleto de impotencia, mientras las lágrimas amenazan por salir.
—Lo sé. Tyler, hey —Damon se pone de pie, me alcanza y con las manos sobre mis hombros, me guía nuevamente hacia la silla. Seguido, se coloca en cuclillas para quedar a mí altura—. Tranquilo —indica, notando que la respiración se agitó—. Piensa en Maddie. Confías en ella, ¿no? —asiento de modo instantáneo—. Ella le hará entender que no fue así. Estoy seguro.
Invocar la confianza que siento en Maddie me trae calma. Sin embargo, no es completa. Esto lo hicimos juntos. No quiero dejar sobre ella la responsabilidad total.
—Escucha, Liam está paranoico. Sabes que viene de una familia muy complicada, algunos de sus tíos y primos estaban metidos en el narcotráfico, probablemente algunos aún lo estén —empieza a comentar lo que Madeleine me contó en alguna que otra ocasión, sin demasiados detalles, porque es todo lo que sabe. A diferencia de Damon, que probablemente sabe mucho más—. Liam durante gran parte de su vida vio cosas turbias y pesadas, por eso cuando nació Maddie, hizo hasta lo imposible para alejarse de esa familia. Para protegerla. Lo que es completamente entendible —sostiene y continúa—. Ahora cree que falló y nos está culpando, cuando en realidad debería entender que Maddie ya no es una niña. Y lo entenderá, pero para eso, repito, hay que darle tiempo —concluye y no encuentro razón para dudar de su palabra.
A fin de cuentas, han sido mejores amigos desde sus veintes. Lo conoce.
Un poco más tranquilo, doto la expresión de una pequeña cantidad de esperanza. Sin embargo, conocer que Liam tiene una idea tan desagradable sobre mí no deja de sentirse como una infinita patada en el estómago.
MADELEINE
En este momento, papá es un caso imposible. Su mente está cerrada, solo es capaz de mirar lo que está frente a él y definirlo como negro o blanco. No existen los grises. Tampoco consigue leer entre líneas.
Es tan frustrante. Mamá diría que debo alejarme y esperar a que se libere de su propia terquedad, pero yo no resisto a mantener un vínculo tenso. Necesito resolverlo, es lo único que me traerá alivio.
—Al menos pídele disculpas a Damon. Es prácticamente tu hermano—recuerdo—. Son familia.
—Ese es el punto. Los quería como familia y me engañaron —se expresa, enfadado—. ¿Sabes cuantas veces le pregunté a Damon si sabía algo? Siempre respondía lo mismo. Cubría a su hermano.
Lleno los pulmones de aire por enésima vez, procurando mantener la paciencia y no perder los estribos, porque eso significaría ponerme a llorar ahí mismo.
—¿Cubrirlo de qué? —cuestiono, confundida. Habla como si Tyler hubiera cometido un delito, lo que me exaspera aún más.
—Hija, confías tanto en la gente que no puedes ver la realidad —menciona con sinceridad brutal, aunque su tono está plagado de un ala protectora. Hace a un lado su enfado, para hablarme con cierto cuidado. Resulta que es mi padre e intuye que estoy a punto de romper en llanto, no sirvo para discutir con gente a la que realmente quiero—. Tyler se aprovechó de ti.
Vuelvo a fruncir el entrecejo, esta vez con más fuerzas y aprieto con los dientes el labio inferior, quedando descolocada por la demencial suposición. Lo que piensa no solo lástima la reputación de Tyler, también hiere la mía. Me trata como si fuera una muñeca de trapo, un juguete fácil de manipular. Soy sensible, pero eso no implica que permito a la gente tener poder sobre mí.
—Vaya... —suspiro—. ¿De verdad estás escuchando lo que dices? —cuestiono—. No soy una niña, papá. Tengo dieciocho, voy a cumplir diecinueve en un par de meses. Estoy con Tyler porque yo así lo quise —remarco la última oración, haciendo énfasis en el <<yo>>—. Él jamás... Jamás me obligó a nada. Es más, él comenzó a verme de otra forma tiempo después de encontrarnos en la universidad —dejo en claro, al mismo tiempo que busco en mi cabeza ideas para probarle que así fue.
—Como sea —continúa sin oír la historia entera—. Ese chico no es para ti. Pasó por situaciones que le dejaron secuelas de por vida. De la nada se pone violento...
—Eso no fue así y lo sabes. Te lo expliqué —interrumpo. Ya le dije que la pelea en la universidad fue para defender a un amigo que estaba siendo atacado de manera completamente injusta. También le dije que a la salida de la fiesta lo provocaron metiéndose conmigo—. ¿Papá? —espero que recapacite, pero sigue sin anunciar nada.
Bufo. Le doy la espalda, camino hasta la habitación, donde rebusco en cajones del escritorio hasta dar con uno de mis últimos diarios. Lo escribí a los diecisiete, el año en que finalizaba la preparatoria. Allí expresaba mis dudas sobre lo que tenía con Riley, porque a pesar de esa especie de "enamoramiento", continuaba sintiendo algo fuerte por Tyler, mi mejor amigo que me trataba casi como si fuera una hermana. Ponía lo imposible que siempre sería lo nuestro y lo triste que me ponía saber que nunca tendríamos una oportunidad.
Vuelvo hacia papá y se lo extiendo. Él observa sin entender.
—Se supone que esto es privado. Pero parece que tengo que dejarte invadir mi intimidad para que puedas entender —él sostiene la libreta, pero la confusión prevalece—. Piénsalo otra vez. Si continúas sin creerme, léelo —me encojo de hombros—. Duele saber que no confías en mí —largo por último y esta vez, soy yo la que elige dejar de escuchar.
Regreso al cuarto y cierro la puerta, lo que deja en claro que requiero tiempo para mí misma.
En medio de la frustración, tomo un descanso, apaciguando la respiración mientras me siento en medio de la cama. Observo a mí alrededor los rastros de la habitación de una adolescente que decidió emprender su propio camino hace tiempo.
Libretas viejas y usadas, páginas rasgadas de tanto ser escritas y releídas, en un intento de consuelo o para comprender mis sentimientos.
Una vez creí tener el futuro resuelto, universidad cerca de mamá y papá, amigos de la preparatoria que continuarían conmigo, una relación con Riley que suponía que crecería a medida que maduráramos. Todas suposiciones. Lo que olvidó tener en cuenta la Maddie del pasado es que, las cosas nunca salen como uno las planea. Siempre se desbaratan, se tuercen, para demostrarte que el control no te pertenece. Puedes dirigir tus acciones, pero no diseñar las circunstancias. Así fue como un hecho inesperado –separarme de Riley y enemistarme con el resto de mis amigos-, cambiaron el rumbo. En parte, debo reconocer que se los agradezco. La antigua Maddie salió de su caparazón, se esforzó por socializar y perdió el miedo a admitir sus sentimientos.
De tal forma, me siento diferente. Aún tengo temores e inseguridades, pero construí una especie de tranquilidad que me recuerda que tarde o temprano encontraré una solución.
Destruí los prejuicios.
Ahora le toca a papá hacer lo mismo, dejar de ver una parte, para contemplar la historia completa.
Empezando por reconocer que Tyler siempre se comportó de manera adecuada.
En un principio, era la persona con la que podía hablar de gustos musicales y luego, pasó a ser aquel que escuchaba todo lo que salía de mi boca, sin juzgarme. Supo darme algún que otro consejo cuando comencé a salir con Riley, pero nunca actuó de forma invasiva.
Fuimos amigos y nada más que amigos, hasta que ambos nos encontramos en la misma universidad, recién ahí ocurrió el resto.
Papá debería saber que, en el baile de graduación, llamé a Tyler llorando a mitad de madrugada y él fue por mí, con la única intención de consolarme y asegurarse de que estuviera bien. Debería saber sobre la vez que enfermé en la universidad y él se pasó por la residencia para quedarse conmigo el resto del tiempo, hasta que me sentí mejor o cómo enfrentó a ese tipo a la salida de la fiesta porque me atacó de una manera bastante grosera. Debería saber sobre los cientos de veces en las que me alentó a continuar con las letras, a pesar de que la mitad del tiempo dudo de mí misma.
La lista continúa. Podría quedarme días enteros hablando acerca de lo considerado que ha sido conmigo.
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<<¿Te parece bien si ahora mismo voy a hablar con tu papá?>> preguntó Tyler, que me llamó cuando empezaba a anochecer. Escuchar esa primera línea bastó para captar la preocupación en su voz; lo noté afectado, vulnerable. Luego, le dije que prefería que aún no hiciera ningún movimiento, papá necesita tiempo, ni siquiera logra escucharme a mí.
Incapaz de conformarme, finalicé el llamado y me trasladé a casa de los Montclair, teniendo en cuenta el comentario de Tyler <<Damon y el resto cenarán en casa de Lidia. Preferí quedarme>>. Al menos, mañana toca regresar a la universidad y supongo que allí la situación se va a estabilizar. Otra vez los días enteros juntos, los ratos en la azotea, las largas noches de estudio donde nos hacemos compañía el uno al otro, las fiestas de bajo presupuesto que organizan en la clandestinidad y las tardes cálidas que aprovechamos sentándonos a conversar bajo algún árbol en el extenso verde del campus.
Lo primero que noto al verlo es que, mi percepción estaba en lo cierto, Tyler se encuentra mal. Además de las secuelas físicas que le dejaron los últimos enfrentamientos, la parte debajo de sus ojos se profundiza debido a dos marcas moradas. No ha dormido bien.
A medida que ingreso a su habitación, doy cuenta de que está hecha un caos. Quitó la decoración que él mismo había colocado en las paredes y su escritorio es una pila de dibujos que al parecer, planea desechar. Hecho un vistazo y por último regreso la mirada hacia él, inquietada.
—Lo sé. Estoy hecho un desastre —admite, encogiéndose de hombros.
—¿Qué pasó? —indago, tratando de comprender—. Anoche dijimos que lo arreglaríamos. ¿Recuerdas?
Tyler asiente, sin embargo, la escasa convicción perdura en sus facciones.
—Tu papá piensa que me aproveché de ti. Eso pasó —responde, haciéndome saber lo que está pasando por su cabeza. Amo a mi padre, pero en este momento quisiera gritarle—. ¿Qué pasa si tiene razón? Si de forma inconsciente hice cosas porque simplemente es parte de lo que soy, porque a pesar de que luche con todas mis fuerzas, no puedo evitar parecerme a mi padre. A Killian —corrige, en tanto se pellizca el puente de la nariz con sutileza. Da la impresión que está a punto de quebrarse.
—Sabes que no es así —afirmo, seria—. Eres todas esas canciones inspiradoras que tenías pegadas en la pared... Y lo dibujos que creas, y la ilusión que despiertas en la mirada de la gente que te quiere, Tyler, tú no eres como tú padre —repito, recordando que existe una distancia abismal entre la persona que es Tyler y todas aquellas características que le corresponden a un hombre maltratador y violento.
Pone una sonrisa a medias que acaba por entristecerme.
—Tal vez sí —duda—. Quizá también soy esto —remarca, haciendo alusión a los golpes que recibió—. Lastimo a la gente. Sé exactamente cómo tengo que golpear a alguien hasta hacerlo agonizar. Él me lo enseñó y no lo olvidé —se rehúsa angustiado, mientras camina hasta la cama y se sienta a un borde.
—Eso no te hace igual que él. Sí, quizá heriste a alguien, pero fue una consecuencia por defender a los que querías —me coloco a su lado, con un nudo en la garanta tan grande, que a duras penas me permite hablar. Como respuesta, titubea con la cabeza. Aún duda. Paso una mano a través de su cabello, lo acaricio, lentamente—. Hey, mírame. Mañana volveremos a la universidad y la próxima semana esto habrá cambiado. Te lo prometo —ofrezco una mirada que intenta transmitir seguridad y ante el silencio, me inclino a besarlo. Tyler corresponde, por lo que el contacto asciende en intensidad y en un corto lapso de tiempo, acabo sentada sobre él.
Por un instante, disfruto la presión que ejerce su tacto alrededor de mi cuerpo y perdiendo la inseguridad, mis manos se pasean por debajo de su camiseta, donde llego a sentir sus abdominales, su piel estremecida bajo la yema de mis dedos.
—No —Tyler toma distancia, aunque continúo sobre sus piernas—. No quiero que esto sea así —vuelve a ser la persona cariñosa que conozco a medida que su expresión se suaviza y acomoda los mechones de mi cabello que están fuera de lugar. Me encanta cuando hace eso—. Escucha, Maddie. No voy a volver mañana a la universidad. Voy a tomarme un par de semanas —revela, tomándome por sorpresa—. Obviamente algo no está bien conmigo. Y si hay una cosa que aprendí después de tantas sesiones de terapia, es a reconocer las señales cuando algo está mal —aprieta los labios, lamentándose—. ¿Entiendes?
Envuelvo su cuello, acaricio loas laterales con mis pulgares.
—No lo había imaginado así —confieso—. Pero lo entiendo —si minutos atrás un nudo invisible en la garganta me dificultaba el habla, ahora se extendió y apenas soy capaz de decir algo coherente sin ponerme a llorar—. ¿Cuál es el plan?
—Por el momento, retomar las sesiones y descansar —comprendo su decisión y lo que está priorizando. No obstante, ese pequeño mundo que habíamos armado el último tiempo, se tambalea.
Doy asco cuando se trata de afrontar obstáculos o situaciones que me entristecen, suelo esforzarme de sobremanera para negarme a ese sentimiento, por miedo a hundirme demasiado en él. Ahora, la desilusión es un hecho. Pierdo la mirada en lo bajo, pero Tyler me rescata sosteniendo con delicadeza el mentón y elevándolo levemente hacia arriba—. Maddie, no lo estamos dejando. Quiero estar contigo, sabes eso, ¿no?
Entonces, una diminuta sonrisa se abre camino en mi expresión. Durante un segundo pensé que pediría tomar distancia, pero, al contrario, ha dicho en otras palabras, que me quiere. Yo también lo hago.
Lo abrazo por la cintura y me hundo en su pecho, pasando allí el tiempo suficiente hasta sentir que los latidos de su corazón, al igual que los míos, se calman.
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