Capítulo 26: Impactados.
Gimo de malestar cuando siento el calor del sol en mi cara. Despego mi cabeza del incómodo escritorio en el que estaba posicionada. Tengo los ojos entreabiertos mientras se acostumbran a la luz del sol.
Estiro mis extremidades. La punzada de dolor en mi cabeza me hace jadear.
Pasar la noche en la oficina, bebiendo hasta el agua del florero, no es bueno; no lo recomiendo.
Es mi cumpleaños, hoy es 17 de octubre. Mi cumpleaños y el de... Clarissa. No quiero pensar en ella, no ahora. Toda esta semana me he matado la cabeza en el trabajo para no ir a verla, para no pensar en ella. Para no cuestionar por qué lo hizo.
Le conté sobre mi pasada relación y el porqué se terminó, para que ahora ella me hiciera básicamente lo mismo.
Dolió y sigue doliendo recordarla entrar al hotel con Isaac. ¡Maldición! Fue como una puñalada en el corazón. Imaginarla siendo follada por otra persona me hizo enfurecer y romper todo lo que se me atravesaba. Esa noche llegué al departamento y la follé como jamás pensé que lo haría. Sé que a ella también le dolió, al igual que a mí. No la quise ver más; me sentía avergonzado para mirarla a la cara.
Me levanto de la silla, agarro el saco que está tirado en el piso y, con el teléfono en la mesa, salgo y me encuentro con Fanie.
-Buenos días, nos vemos en una hora -le digo, sin mirarla.
-Señor... le han dejado algo.
-Déjalo adentro, al rato lo veo.
Asiente y le doy la espalda para caminar.
Al llegar al estacionamiento, encuentro mi auto y me subo. A pesar de que estamos a mediados de octubre, el sol está latente y mi cabeza palpita cuando me pega en la cara.
Manejo en modo automático; llego al departamento sin darme cuenta. Entro a mi habitación y me desvisto para entrar al baño. La falta de sexo me está cobrando factura y mi miembro comienza a endurecerse al tocar el agua. Imágenes de Clarissa y yo haciendo y deshaciendo el departamento llegan a mi mente, y eso no ayuda en nada a mi problema.
La erección se torna dolorosa y tengo que hacerme una paja como un adolescente para lograr calmarla.
Luego de bañarme, tomo un analgésico para el dolor y empiezo a vestirme para ir nuevamente hacia la empresa. Es una jodida mierda el silencio de mi apartamento y me recuerda el vacío que sentía antes de conocer a Clarissa. La quiero ver de vuelta revoloteando por aquí, pero luego recuerdo que la vi con otro, y mi sangre hierve.
Desde la pantalla de bloqueo de su teléfono vi que se estaba mensajeando con Isaac; vi que habían quedado en un hotel. La seguí, fue a donde su madre primero, para luego irse con Isaac. Mi chofer, el cual tenía tiempo sin trabajar para mí, me contactó enseguida y fui tras ellos. Y ahí, los vi. Los vi entrar a mi puto hotel. ¡Joder, el mío! Fue un maldito puñetazo al corazón, a la realidad.
Sin darme cuenta, ya estoy vestido. Salgo a beberme un café amargo, ya que no sé bien cómo hacerlo, y al terminarlo cojo mis llaves y busco mi auto.
Manejo con "Take Me to Church" de fondo, acelero lo más que puedo, no sé por qué tengo una sensación extraña en el pecho y tomo respiraciones profundas para poder calmarla.
Cuando llego a la empresa, saludo al guardia de seguridad y me encamino al ascensor personal. Allí respondo los mensajes de felicitación de mis hermanas y mi mamá, así como algunos de otros familiares. El sonido de que las puertas del ascensor se abrirán hace que guarde el teléfono en mi saco y camine hacia mi oficina. Maggie no se encuentra en su lugar, así que me imagino que está en el baño.
El desastre que había dejado en la oficina ya no está, y agradezco mentalmente a los de limpieza por hacerlo. Lo primero que veo en mi escritorio es una pequeña caja blanca y un sobre del mismo color. Frunzo el ceño; mis hermanas no me dijeron nada de esto, ni mucho menos mi madre, que más bien me exigió que me regresara a Londres.
Duré un par de días allá solo para despejarme, pero fue peor. Imaginaba escenarios que me hacían perder la cabeza.
Volviendo a la cajita, la abro y encuentro un pequeño pastel con el número 33 en glaseado. Medio sonrío. Agarro el sobre y lo abro; lo primero que veo es el nombre del hospital.
Hospital Vitality.
Nombre del paciente: Clarissa Smith.
Edad: 22 años.
Prueba HCG.
Mi respiración se desestabiliza. ¿Esto lo envió Clarissa? Sigo leyendo detenidamente, sin querer ver el resultado, el cual está resaltado con marcador. Pero llego a él y me detengo a respirar.
Prueba de embarazo: Positivo.
Esto debe ser una maldita broma, una muy sucia. Mi sangre hierve, quiero explotar.
Abajo de eso hay una pequeña nota:
¡Felicidades, Lan! Serás padre.
•••
Los vómitos.
Los mareos.
El apetito desmedido.
Todo era porque estaba embarazada.
¿Es una broma? No, claro que no lo es.
¿Cómo es posible si Landon era infértil? No lo sé. Mierda, no lo sé.
Pero... estoy feliz. Siempre soñé con tener bebés y se me está cumpliendo. Lo imaginé más adelante, cuando ya estuviera graduada y con un buen empleo, pero no pasó; se adelantó.
En el hospital me ofrecieron la opción de abortar. Vieron mis lágrimas y mi estado de shock, y pensaron que no quería este embarazo. Me negué. Es mi cuerpo y mi decisión. Otras chicas hubieran tomado esa decisión y las respeto; incluso apoyo que lo hagan si no tienen la capacidad de cuidarlos o si fue producto de una violación, pero en mi caso, es producto de un amor.
-Hija, ¿estás segura de que estarás bien si te dejo sola? -pregunta mi madre.
Ella no tomó el resultado muy bien, que digamos, pero tampoco me insultó ni nada; más bien me apoyó en mi decisión de seguir con mi embarazo.
Se siente irreal.
-Sí, mamá. Ahora dame mi fruta y luego iré a descansar un poco.
Mi mamá asiente y me pasa la taza con frutas picadas antes de besarme la frente.
-Recuerda que no solo estás cuidando de ti.
-Lo sé -digo, tocando mi vientre.
Otra cosa que, por estar deprimida, no me di cuenta es de que mi vientre está semi hinchado. El día en que supuestamente vino mi período, en realidad no fue eso. El doctor me dijo que algunas mamás primerizas pueden sangrar al principio.
Tengo un mes y medio de embarazo.
Después de despedirme de mamá, empecé a comer mi fruta mientras veía televisión.
Revisé mi celular unas cuantas veces para ver si tenía mensajes, pero nada; Landon no me ha enviado nada. Por la mañana, había llamado a Maggie para darle un pequeño regalo. Compré un pastel y, antes de que ella se fuera a la empresa, nos reunimos y le entregué el pastel junto con el resultado de mi embarazo. La secretaria me dijo que Landon había estado aquí dos días, lo cual me sorprendió, ya que no me contactó.
Rindiéndome, subí a mi habitación y me quedé dormida, feliz, acunando mi vientre.
•••
-¡Clarissa! -El grito de mi nombre en la sala me hace despertar-. ¡Clarissa, sal ahora mismo!
La voz de Landon me hace levantarme de la cama, y me pongo mis pantuflas rápidamente y salgo de la habitación.
-¿Qué pasó? -le pregunto cuando lo veo tambalearse, y todo desaliñado.
-¡Tú! ¡¿Cómo puedes engañarme así?! -vocifera en voz alta.
-Primero, deja de gritar, los vecinos se alterarán después y...
-¡Me importa una mierda! -se acerca a mí a grandes zancadas-. ¿Por qué mientes?
Su aliento llega a mi rostro y siento el olor a alcohol en ellos. No voy a hablar de esto con un borracho.
-Lo que quieras saber, lo harás mañana. Estás borracho, Lan.
-No, me dirás ahora mismo -me agarra la cara-. ¿Por qué demonios mientes? ¿Cómo puedes engañarme con algo que anhelo?
No sé por qué me dice esto, ¿ya no confía en mí?
-No es un engaño, mi amor -le digo calmada-. Es verdad, estoy embarazada de ti.
Me suelta.
-¡Mientes! Sabes perfectamente que no puedo tener hijos.
-¡Entonces es un milagro! -alzo la voz-. Pero créeme, el bebé es tuyo, sabes que no he estado con nadie más.
-En eso también mientes. Te vi entrar al maldito hotel con Isaac -niego-. ¡No lo niegues porque los vi! ¿Quién me asegura que eso que llevas dentro no es de él, eh? Puede que sea de él y me lo quieras atribuir a mí, ¡y no lo voy a aceptar!
Sollozo e inconscientemente agarro mi vientre. «No lo escuchen».
-Estás equivocado... él no...
-Silencio... -levanta su mano, en señal de que me calle-. No quiero pensar que estás haciendo esto solo por dinero, Clarissa. Porque si es así... -niega claramente asqueado.
-Claro que no, Landon -otro sollozo-. No me interesa nada del dinero, sabes que no...
-¡Claro que sí! -me interrumpe-. Vendiste tu virginidad por dinero, y harás cualquier cosa por el sucio dinero -camina dos pasos hacia atrás, alejándome-. Isaac no tiene la fortuna que yo sí, y por eso me quieres hacer creer que ese... feto es mío, y no es así. ¡No puedo tener hijos, maldita sea!
Se altera de una manera que nunca lo había visto. Empieza a gritar maldiciones, tira todo lo que había en una mesita que se encuentra ahí y yo soy un mar de lágrimas y sollozos.
-¡Ya! -grito como puedo-. ¡Vete de mi departamento, Landon!
-¿Tu departamento? -pregunta irónico-. Todo esto lo compré con mi dinero, es mío.
Mi corazón duele mucho.
-Okey, mañana mismo te la entrego -absorbo mi nariz-. Pero vete, que quiero descansar... por favor, vete.
Su pecho sube y baja rápidamente. Lo miro a los ojos y veo tristeza entrelazada con ira.
-Me voy -dice, caminando hacia la puerta-. Pero no quiero verte nunca más, Clarissa Smith. La has cagado.
Duele.
Cada palabra duele.
-¡La has cagado tú, imbécil! -camino rápido hacia él y lo empujo-. No quiero que te arrepientas después, no quiero que vuelvas a mí pidiendo perdón. No quiero que, después de años, vengas a ver a tu hijo porque no te lo permitiré. ¿Me oíste? ¡No te lo permitiré! ¡Vete!
Me da una última mirada, llena de decepción, para luego voltearse y salir.
Me desplomo en el suelo cuando cierra la puerta de manera brusca. Sollozo y lloro tanto que empiezo a sentir un dolor. Trato de calmarme, por el bien de mis hijos, porque sí, son dos seres que están creciendo en mí. Dos pequeñas personitas.
Me levanto para ir hacia la cama. Landon ha roto mi corazón y esta vez no sé si logre perdonar esto. Negar a sus propios hijos y desconfiar en mí es un error que no sé si sea perdonable.
Mañana mismo me iré y le dejaré todo a Hamilton: dinero, joyas y todo lo que me compró. Pero de que lo saco de mi corazón, lo saco. Lo siento por mis bebés, pero no quiero que estén con una persona que los negó en primer lugar.
Me acuesto en mi cama y me coloco la mano en el vientre. Son solo dos pequeñas bolitas y ya los amo con mi vida. Nunca imaginé que podría amar a una persona con solo saber de su existencia, y ellos me han demostrado que sí.
Sigo sollozando, y quiero transmitirles a mis bebés que su padre los ama, pero es difícil con lo que me ha sorprendido hoy.
•••
Dolió como la primera vez.
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