Capítulo 25: Desmayo.
—La neurociencia es un campo de la ciencia que estudia el sistema nervioso y todos sus aspectos —dice el profesor.
Esta es mi última clase del día. Hoy es viernes 16 de octubre, mañana es mi cumpleaños. No menciono al otro personaje porque ahora no quiero malos ánimos. Sigo prestando atención a la clase, anotando las preguntas que tengo que investigar y lo demás.
No he ido al médico para ver qué virus raro tengo. Ahora tengo dolores de cabeza extraños; pienso que puede ser el pequeño estrés de las actividades y también por la persona que no voy a nombrar.
Las dos horas pasan rápido, en realidad. Salgo distraída. Tengo mucha hambre; quiero comer pollo al horno. ¿Será que hay un local por aquí que lo venda? Me toman de la muñeca, deteniendo mi andar.
—Hola, Connor —saludo al chico que me detuvo.
—Hola, Rissa —responde utilizando el apodo que me puso—. ¿Estás bien? Te veo un poco decaída.
¿Tanto se nota?
—Oh, sí, estoy bien —le contesto.
—Mmh, bueno, ¿quieres que te lleve a algún lado?
Connor, desde que lo conozco —hace un par de semanas—, ha mostrado interés en mí. No me lo dice directamente, pero sé que le gusto. El chico no es feo; más bien, es uno de los más guapos que he visto en la universidad. Es moreno y de cabello rizado, tiene largas pestañas y sus ojos son de un raro marrón claro. Es alto y su musculatura es buena. Yo, indirectamente, también he dicho que no quiero una relación ahora; nunca mencioné que estoy o estuve —realmente no sé ahora— en un noviazgo con alguien.
—Si no es molestia para ti, quiero ir a casa de mi madre.
—¿Queda muy lejos?
—En realidad, no; es por la Av. 31 —le digo.
—Oh, queda de paso por mi casa.
—Eso es bueno…
—Sí, andando.
Caminamos hacia el estacionamiento donde está su auto; es un Chevy precioso en color negro. Reconozco el vehículo por lo llamativo; a él le encantaba ese tipo de autos. Me abre la puerta y me subo a él. En el asiento, saco mi teléfono de mi mochila y le envío un mensaje a mamá. De reojo veo a Connor subirse al auto.
»Yo:
Mamá, ¿hay pollo en casa?«
»Mami:
Sí, hija, ¿por qué?«
»Yo:
¿Lo puedes hacer al horno? Y papas. Estoy yendo para allá.«
»Mami:
Está bien, hija. Tienes suerte de que hoy es mi día libre en el trabajo.«
Le envío un emoji de beso y un corazón. Me gusta el silencio cómodo que transmite Connor. Solo se escucha una música agradable de fondo. Miro por la ventana y veo un lugar que me recuerda mucho a… el innombrable.
—Para que el camino se haga aún más corto, ¿te puedo hacer unas preguntas? —la voz de Connor me hace despegar la vista.
—Claro, sí —le respondo.
—Hmm, ¿tienes novio? —me cuestiona, mordisqueando su labio inferior.
Sabía que tarde o temprano me haría esa pregunta.
—Bueno… estoy en una relación complicada —respondo.
—¿Complicada? ¿Es de esas tóxicas?
—No, no es eso. Solo que él es de otro país y se fue cuando estábamos peleados y… bueno, quería arreglar las cosas.
Él suelta un bufido.
—Él es el que pierde. ¿Ya no están juntos?
Lo pienso. En realidad, no sé qué decirle porque ni yo misma lo sé. ¿Todavía estamos juntos? ¿Ya terminó todo entre Landon y yo? Joder, dije que no lo nombraría.
—No sé —le soy sincera—. Creo que ya no estamos juntos.
—Qué bien —dice, pero luego niega con la cabeza—. Lo siento, lo siento. No quise decir eso.
Ambos reímos. Si lo quiso decir, lo sé.
Me sorprende la concentración que tiene al manejar y hablar a la vez. Connor es lindo, realmente atractivo; si lo hubiera conocido antes que a Landon, probablemente estaría con él. Connor es un buen chico.
—En fin, quinta pregunta…
—¿Quinta? —lo interrumpo—. ¿Cuáles fueron las otras cuatro?
—La primera que te hice, luego tú me respondiste, te hice dos más y luego otra que sería la cuarta. Ahora viene la quinta.
—Wow, ya entiendo.
Reímos de nuevo.
—Ok, quinta pregunta: ¿te gustaría salir conmigo mañana?
—Eeh… mañana es mi cumpleaños —digo mientras veo mi casa al mencionarlo. La señalo—. Es esa.
Connor estaciona frente a mi casa.
—Mucho mejor que sea tu cumpleaños, así podríamos celebrarlo.
—Claro, también puedes invitar a Chloe. En realidad, no haré nada especial, así que acepto tu invitación.
Me gustaría divertirme un poco, y por esa razón acepto su propuesta. Chloe es otra amiga de la universidad y es mejor amiga de Connor. También invitaré a Savannah e Isaac para que todos la pasemos bien.
—¡Qué bien! Iremos al Club Clarke —me informa—. Nos la pasaremos genial.
—Está bien, mándame la dirección.
—Ok.
Me despido bajando del vehículo y le agradezco por llevarme a casa. Cuando el auto arranca, entro en casa. Al abrir la puerta, el aroma a pollo horneado me envuelve de inmediato, deleitándome. Me dirijo a la cocina y veo a mi madre friendo papas.
—Hola, llegué —anuncio para que mamá voltee.
Ella lo hace y me dedica una sonrisa.
—Hola, hija —saluda—. ¿Quién era el chico que te trajo?
La miro con desconfianza.
—¿Espejaste por la ventana?
—Solo escuché un auto y me asomé; no pensaba que eras tú —se encoge de hombros—. Ahora responde a mi pregunta.
—Fue Connor, un amigo —le aclaro.
—Mmh. ¿Y Landon?
Sabía que mamá iba a preguntar por él; era solo cuestión de tiempo. He tratado de evitar el tema con ella, pero creo que es momento de contarle sobre mi situación con Landon, aunque duele pensar en ello y decir su nombre.
—Él… está en Londres —le digo—. Creo que me dejó.
—¿Crees?
—Sí, no me lo dijo directamente, pero empezó a comportarse distante y luego me dijo que se iba a Londres. Entonces… —me encojo de hombros.
—¿Y estás bien con eso?
—Normal, madre. Ni bien ni mal.
Mi madre saca las papas de la freidora y las coloca en un plato sobre papel absorbente.
—No sé qué decirte, hija; ya eres grande y es normal pasar por decepciones amorosas. Creo que es parte de la vida —me mira—. ¿No te has sentido mal? Cuando tuve una mala racha con tu padre empecé a sentirme mal, tenía malestares raros e incluso fiebre. ¿No te ha pasado lo mismo?
«¿Eso será posible? ¿Será que los malestares que tengo son debido a eso?»
Sería algo ilógico, pero también real. Posiblemente sea eso y no necesite ir al médico.
—Puede que sí; me he sentido mal —le contesto.
Mamá cambia de tema ofreciéndome mi plato con pollo y papas. Me lavo las manos antes de empezar a comer, disfrutando cada bocado y saboreando lo delicioso que está todo. A los minutos llegan mis hermanos; los abrazo y me siento como antes, como solía sentirme. Comemos platicando y riendo de las ocurrencias de Tom.
Cuando termino, decido ir a mi antigua habitación para recostarme un poco. Mamá me avisa que el cuarto está limpio, ya que ella lo mantiene así, y me dice que todavía hay ropa mía allí. Le agradezco y subo por las mini escaleras. Dejo mi bolso sobre la vieja silla que se encuentra en la habitación y me tiro en la cama para desabotonarme el pantalón, que me queda un poco ajustado. Lo quito y busco un short de pijama en mi cómoda. Una vez que me lo pongo, me meto entre las cobijas, arropándome hasta la barbilla. Poco a poco, con la suavidad de la cama y sin pensar en nada, me quedo dormida.
•••
—¡Clarissaa! —el grito de mi hermano me hace abrir los ojos de golpe y dar un brinquito en el proceso—. ¡Ya es tu cumpleaños!
Mi hermano menor agarra mi mano y me empuja a levantarme de la cama. Me dejo llevar, un poco desorientada. Mientras caminamos, me dice:
—Apenas son las doce de la noche, pero ¡ya es tu cumpleaños! —lo dice como si fuera un gran acontecimiento—. Y mami hizo un pequeño pastel para cantarte.
Lo oigo canturrear mientras me sigue jalando hacia la sala. Una punzada dolorosa en mi cabeza me hace cerrar los ojos. Cuando los abro, veo en la mesa el pastel de chocolate que hizo mamá, con una pequeña vela encendida. Veo a mamá junto a un Ed adormilado; Tom se les une y…
Los veo doble. Parpadeo, pero sigo viéndolos como si cada uno tuviera un gemelo a su lado. Observo cómo mueven los labios, pero no los oigo. Otra punzada en mi cabeza, similar a la anterior, se hace presente hasta que todo se vuelve negro.
•••
Pi… Pi… Pi…
Lo primero que escucho es eso. Lo primero que siento es que estoy acostada en una cama incómoda para mí. Al abrir los ojos, lo primero que veo es a mi madre, con los ojos rojos, mirándome hacia la pared frente a ella, sentada en un sillón celeste.
—Mamá... —mi voz sale carrasposa.
—¡Hija! —exclama al acercarse a mí. Me abraza y solloza.
—¿Qué me pasó?
—Te desmayaste hace unas dos horas en casa y… me asusté mucho —solloza.
Mierda, ¿dos horas?
—¿Te han dicho lo que tengo? ¿La anemia volvió?
—No me han dicho nada, y posiblemente sea esa fea anemia.
Trato de relajar mi cuerpo, que se siente tenso, pero no puedo. Al rato entra un doctor con unos papeles en mano; admirablemente son los resultados de los exámenes. Antes de que el doctor hable, mamá le quita los papeles de la mano y lo empuja a leer.
—Señorita Clarissa, en su condición es normal desmayarse a veces, pero solo por unos minutos —me empieza a decir el doctor—. Estuvo inconsciente casi dos horas, pero eso es porque no ha tomado las vitaminas suficientes ni ha comido de manera saludable.
Asiento comprendiendo sus palabras. Veo a mi madre y lágrimas caen de sus ojos mientras se queda mirando fijamente una parte del papel.
—¿Entonces lo que tengo es una recaída anémica?
Antes de que el doctor pueda responderme, mi madre se adelanta.
—Léelo —me extiende los resultados.
Hago lo que me pide, leyendo detenidamente hasta que me detengo en…
¿Que carajos?
•••
Omg que intriga (ya saben😀)
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