Capítulo 20: Sugar daddy celoso.
—¡Oh, por Dios! ¡Landon es totalmente un sugar daddy! —exclama Savannah.
—Dios, cállate —me tapo la cara, sonrojada de vergüenza.
Mi amiga suelta una carcajada y luego bebe de su bebida.
Nos encontramos en una cafetería hablando sobre nosotras, mientras esperamos a mi amiga Mara. Le envié un mensaje porque quería saber de ella y la invité a este encuentro.
—¡Es que es la verdad! —vuelve a carcajearse—. Te compró un departamento, te lleva a cenar, te compró un celular, te compró ropa y, de paso, te da un buen, pero buen sexo. Joder, yo quiero.
Termina haciendo un puchero y yo me sonrojo aún más.
—Savy, me haces sonrojar, carajo —le digo—. Además, tú tienes a tu chico complacedor también.
A mi amiga le brillan los ojos y suspira.
—Ay, sí —sonríe—. Me trae loca, Clarissa, en serio que sí. Ama mis gorditos; después de que hacemos el amor, besa mi barriga diciendo que soy perfecta.
Vuelve a suspirar enamorada.
—Lo amo; todavía no se lo he dicho, pero lo amo muchísimo —sigue hablando—. En un par de semanas cumplimos un mes de novios. ¿No será rápido ya amarlo?
—Claro que no, Sav. Cuando se ama, se ama; no importa si es muy pronto ni la razón que sea, ¿ok? —le respondo a su pregunta.
—Dios nos hizo para ser mejores amigas —cita lo que me dijo hace años—. Es tan lindo, mira.
Saca de su bolso su teléfono y me enseña una imagen de ella con su novio. Sí, el mismo que le gustaba, el hermano de su compañera de clase que la atraía locamente; ahora son novios. Todo fue rápido y, semanas atrás, él le pidió ser su novia; ella gustosamente dijo que sí, y el resto es historia.
—Isaac es el mejor; nunca había conocido a un chico tan especial como él —me dice—. Esa foto fue hace tres días; me llevó a un circo muy divertido.
Isaac es rubio, tiene ojos verdes y complexión atlética. No nos hemos visto en persona, pero sí por videollamada cuando estuve en el departamento de Landon. Savannah me llamó para ver cómo estaba e Isaac apareció detrás de ella; nos presentamos de inmediato.
Me alegra que mi amiga esté feliz. Su vida amorosa no fue tan buena que digamos. Cada chico que la pretendía solo quería algo físico. Esos imbéciles solo querían saber cómo era estar con una chica rellenita. Mi amiga sufría, pero como toda valiente los superaba. El único chico que valió la pena fue su primero; lastimosamente se fue del país hace ya varios años.
—Me alegra que estés feliz con él —le digo con sinceridad.
—Y yo por ti, porque sé que Landon es tu felicidad.
No lo niego.
Landon me ha hecho la persona más feliz; solo con pequeñas cosas, como por ejemplo: estar entre sus brazos, ver que me sonríe, sentir que me quiere y esas pequeñas cosas más que me hacen feliz.
Ha pasado una semana desde que me dijo que está enamorado de mí, una semana desde que hicimos el amor con pasión y una semana desde que me dijo que me quería. ¡Todavía no me lo puedo creer! Todo parece tan irreal.
Unos minutos después vemos a Mara venir hacia nosotras. Sus esbeltas piernas están al descubierto ya que está utilizando un short; lleva el cabello recogido y una blusa sencilla. Estamos a mediados de agosto y el calor es insoportable.
—¡Hola, chicas!
Nos saluda y respondemos.
Mara y Sav se habían visto en la cafetería donde trabajaba, así que no hace falta presentación.
—Joder, voy a pedir una Coca-Cola bien fría —dice al sentarse.
Lo pide y al traérselo nos cuestiona cómo estamos. Les respondemos que bien y luego empiezo a relatar todo lo que sucedió desde la última vez que nos vimos. Ella se asombra, luego se pone feliz y después se enoja para luego volver a alegrarse por mí.
—Pero Landon es tu sugar, ¿no?
—¡No! —le exclamo.
—Ves, ella piensa igual que yo —acota Savannah al mismo tiempo.
—No es mi sugar daddy; aunque pensándolo bien, una parte pequeña sí —me sonrojo—. Somos pareja, lo normal. Solo que a él le gusta comprarme cosas —me encojo de hombros—. Lo quiero y él me quiere a mí.
—Ay, quiero uno —suspira Mara.
«Hoy más que nunca me siento afortunada de tener a Landon».
También hablamos de ella; nos dijo que no quiere que se acabe el verano para no volver a la universidad, la cual es la misma a la que voy a ir. Me contó de Trav y me dijo que van de maravilla, aunque antes estaban peleados. Sigue trabajando en la cafetería, pero está pensando en renunciar.
Sí, seguimos hablando entre nosotras durante una hora, y confirmé que reír y charlar con amigas realmente te reinicia la vida.
Cuando Savannah se estaba despidiendo de mí, el teléfono sonó en mi bolso. Lo saqué y vi que era una llamada.
—Hola —digo al contestar.
—Hola, nena —me responde Landon—. ¿Cómo la estás pasando?
—Bien, ya se fueron —le digo—. Yo estoy esperando un taxi.
—Te puedo ir a buscar... —escucho un murmullo en el fondo—. Lo siento, nena, pero acaba de llegar un socio y no podré irte a buscar.
—Está bien, mi amor, no te preocupes.
—Me encanta que digas "mi amor" —sonrío—, nos vemos más tarde.
Nos despedimos y enseguida un taxi se detiene donde estoy y me subo a él, diciéndole al chofer la dirección del lugar al que quiero ir. Necesito hablar con ella luego de semanas sin hacerlo. Con mi madre he hablado por teléfono con Edward y Tom. El primero está sano, gracias al cielo; en septiembre retomará sus estudios y me prometió alejarse de la gente mala que lo metió en los cigarrillos y en problemas. El segundo me hace llorar cada vez que hablo con él; me dice que me extraña y que quiere dormir acurrucado a mí, que la casa no es lo mismo sin mí.
Le pago al taxista cuando me deja frente a la casa en la que me crié y crecí. Respiro hondo al estar en la puerta y toco el timbre, ya que he dejado mi llave en el departamento. La puerta se abre y la personita que me recibe es Tom.
—¡Clari! —exclama con voz alta.
Me agacho a su altura y lo abrazo fuertemente. Lo he extrañado tanto. Esconde su carita en mi cuello y empieza a sollozar, y a la vez, yo también. Lo despego de mí y acaricio su cabeza mientras me mira. Está más gordito, sus mejillas están llenas y le han recortado el cabello; lo siento más grande.
—Te he extrañado mucho —me dice, limpiando sus lágrimas.
—Yo también, Tomy —le beso las mejillas.
—Entra, mamá está haciendo un pastel —me jala hacia adentro, y mis nervios salen a flote.
La casa también la siento distinta, ya que movieron los sillones a otro sitio y hay más espacio. Aspiro el olor de la casa y me dan ganas de llorar.
—¡Mami, aquí está Clarissa! —grita Tom.
Mamá asoma su cabeza por el umbral de la cocina y automáticamente mis ojos y los de ella se llenan de lágrimas. Sale por completo de la cocina y se queda quieta ahí, mirándome con arrepentimiento.
La última vez que vi a mamá fue cuando Oliver intentó violarme. Con la psicóloga también hablé de mamá, de las palabras hirientes que me dijo aquella vez, de cómo se fue dejándome con Oliver. Pero luego de un par de horas hablando con ella, comprendí que no fue culpa de mamá, que ella se dejó manipular por aquel pedazo de mierda y se cegó.
—Tom, ¿puedes ir a tu habitación un momento? —se dirige a mi hermano.
—¿Por qué, mami?
—Porque tengo que hablar algo con tu hermana… cosa de chicas —le responde.
Mi hermano menor asiente y me dice que no me vaya sin despedirme de él, para luego ir a su habitación.
Mamá se acerca a mí, me toma de las manos y me mira a los ojos. Ya para este punto, un par de lágrimas se escapan de mis ojos; no estoy llorando por tristeza o enojo, estoy así por pura felicidad.
—Perdóname, hija —me dice al sentarnos en el sillón—. Me dejé llevar por las manipulaciones de ese chico. No te dejé explicarme el porqué de lo que hiciste, yo… lo siento mucho, hija.
Su cara está llena de tristeza y arrepentimiento.
—Supe también que, luego de que me fui, Oliver intentó... —suelta un sollozo—. Lo siento.
—Ya pasó, mamá. Tuve un tiempo en terapia y sané —le digo, apretando su mano—. Te comprendí después de ese día; estabas cegada por lo que te había dicho Oliver. Te perdono. Eres mi madre, la mujer que me dio la vida y me hizo lo que soy ahora.
La miré a los ojos, buscando en su expresión la respuesta que necesitaba. Su rostro mostraba una mezcla de alivio y tristeza, como si las palabras que acababa de pronunciar le quitaran un peso de encima, pero también le recordaran el dolor que habíamos compartido.
—Gracias, hija —susurra, con la voz entrecortada—. No sé cómo pude dejar que las cosas llegaran tan lejos. Me dejé llevar por la decepción.
—Lo sé, mamá. Todos cometemos errores. Lo importante es que hemos aprendido de ellos y podemos seguir adelante —le respondo, sintiendo que el nudo en mi pecho se afloja poco a poco.
Ella asiente, sus ojos brillan con lágrimas contenidas. La abrazo con fuerza, sintiendo su calidez y el amor que siempre ha estado allí, incluso en los momentos más difíciles.
—Te quiero —le digo al oído.
—Yo también te quiero, mi niña. Siempre lo haré —me responde, y en su voz hay una sinceridad que me reconforta.
Mi mamá me abraza nuevamente y soltamos un par de sollozos. Después, nos separamos.
—Hace una semana vino… tu pareja —me sorprendo con lo que me dice.
«¿Landon vino aquí? ¿Por qué no me lo habías dicho?».
—¿Qué hizo aquí? ¿Qué te dijo?
—Me dijo todo: de cómo se conocieron, de cómo empezaron a hablar, de que se enamoraron, de que solo has estado con él, de que te quiere muchísimo —me dice, y estoy en shock—. Me dijo que jamás te haría daño, que te respetaría y comprendería.
—Me dijo también que no pensara que se iba a aprovechar de ti solo por su diferencia de edad, y me recalcó que te quería mucho —concluye.
Estoy procesando lo que mamá me dice. Landon no me había dicho nada y yo tampoco lo había pensado. Yo también lo quiero a él, lo quiero muchísimo, lo quiero para siempre. Luego de que salga de aquí tengo que verlo y darle un beso.
—No sé qué decirte, mamá. Yo no sabía de esto.
Me sonríe.
—¿Tú también lo quieres, Clarissa?
—Sí —me sonrojo—. Lo quiero mucho.
Nos dimos un último abrazo y me dice que vea a mis hermanos. Subo a la habitación de Edward, toco su puerta y escucho un "pase" detrás. Entro y veo a mi hermano del medio con una laptop en su regazo. También ha cambiado; ya no está pálido y cuando alza su rostro veo que sus ojeras han desaparecido, al igual que sus labios secos. También lo veo menos delgado, mucho menos.
—¡Clarissa! —viene hacia mí, poniendo su computadora en la cama.
Lo abrazo cuando llega a mí. «También lo extrañé». Lo inspecciono completo, su rostro y su cuerpo, y me dan ganas de llorar al ver el reflejo de mi padre en él. Son idénticos.
—¿Cómo has estado? —le pregunto.
—Muy bien —me responde—. Los medicamentos me cayeron de maravilla y ya estoy curado, como te había dicho, aunque tengo que ir algunas veces a consultas.
—Me alegra que estés bien.
Seguimos hablando un ratito más, hasta que debo ir a donde Tom. Voy a darle unos apretones.
—Tomy —canturreo en su puerta.
La abre y me dice que pase.
Veo un piano eléctrico mediano en su cama, y cuando ve que mi mirada se dirige al objeto se sonroja.
—¿Te gusta tocar piano? —le pregunto.
Asiente.
—Sí, también quiero tocar guitarra.
Sonrío y lo abrazo llevándolo a la cama. Nos acostamos ahí y me relata cómo le fue en clases y que la niña que le gustaba se fue del país según sus amigas. Lo abrazo y le beso su carita.
—Mami encontró trabajo y siempre me deja con Edward o la vecina.
Me asombro; mamá no me ha dicho nada. Me imagino que de allí se están manteniendo y no del millón que le dejé. Le doy unos últimos besitos en sus mejillas y bajo nuevamente hacia mi madre.
La encuentro adornando el pastel que estaba en el horno cuando llegué. Me mira y me sonríe, pero sigue adornando el pastel con glaseado.
—Mamá, ¿por qué no me dijiste que habías conseguido trabajo?
—Oh, se me había olvidado.
Deja los implementos y se lava las manos.
—Sí, he conseguido un trabajo como secretaria en una empresa —vuelve a hablar—. La paga es buenísima, y el jefe es… bueno.
Evita mirarme.
—Umh, así que el jefe es bueno —le digo—. ¿Me estás ocultando algo, mamá?
Niego, pero luego hace una mueca.
—Él… creo que le gusto.
—¿En serio? ¡Qué bien, mamá! —me alegro—. ¿Y a ti también te gusta?
Asiente.
—Pero no sé… tu padre cumplirá tres años de haber fallecido y…
—No, mamá, está bien que alguien más te guste. Ya papá no está, pero te aseguro que él estaría feliz de que rehacieras tu vida.
—Gracias, hija.
Le doy un beso en la frente.
—¿Entonces no has tomado del dinero que dejé?
—No, bueno, solo un poco para completar y comprar la laptop de Edy y el piano de Tom.
Asiento, comprendiendo.
Le pido que me hable de su jefe. Me dice que es de tu edad, alto y guapo. Es amable y gentil con ella y con sus empleados. Pasamos unos minutos más conversando hasta que me despido y le prometo que vendré pronto de visita y que ellos me visiten a mí en el departamento.
Salgo de la casa con una paz en el alma. Estoy feliz de haber arreglado todo con mi madre y de haber visto a mis hermanos.
Pido un taxi y, cuando llega, me subo al auto diciendo la dirección del lugar al que quiero ir. Ronda ya la una de la tarde y el calor está insoportable, aunque el taxi tenga aire acondicionado. Cuando veo que hemos llegado, bajo antes de pagarle y le agradezco. Camino y saludo a una señora ya conocida del lugar, subo en el ascensor para llegar al piso al que quiero ir.
Cuando las puertas del ascensor se abren, camino unos pasos más y saludo a la secretaria de Landon.
—Hola, Fanie. ¿Landon está ocupado? —muerdo la comisura de mis labios.
—Hola, Clari. Creo que estaba hablando con un socio, pero te anunciaré.
Fanie toca la puerta y dice que estoy aquí. Escucho un murmullo y la secretaria ríe un poco.
—Como lo supuse. Me dijo que pasaras —me dice.
Le agradezco y ella sonríe.
Cuando entro, mi corazón se acelera al verlo hablando con un sujeto que se encuentra de espaldas a mí. Carraspeo para que Landon se percate de que estoy aquí y, cuando lo hace, se levanta, se disculpa con el hombre y viene hacia mí.
—¿Qué pasa, amor? ¿Qué haces aquí? —me pregunta dándome un pico.
—Nada, solo quería venir a ver si querías almorzar conmigo.
—Claro, ya estoy terminando con él.
Me dirijo al sillón mientras él se dirige a su silla.
—¿No me lo presentarás, Landon?
Me paralizo al escuchar la voz del hombre desconocido, que ahora deja de serlo. Volteo y veo al rubio levantándose y a un Landon serio.
—Ya que no lo harás —se acerca a mí sin dejar hablar a Landon—. Mucho gusto, señorita. Mi nombre es Isaac Roberts, tengo veintiséis años y estoy para servirle. Si quieres, te doy mi número y así quedamos para salir… por ahí.
Quiero reírme. Isaac es el mismo Isaac de Savy. Sé el juego que está jugando: hacer que Landon sienta celos. El novio de mi amiga sabe que Landon es mi pareja, así que sé que sus palabras son solo un juego.
—Mucho gusto, me llamo…
—Clarissa Hamilton —me interrumpe Landon, acercándose para rodear mi cintura y pegarse a mí—. Es mi mujer, así que guarda tu número.
Isaac sonríe burlonamente.
—Oh, no sabía que estabas casado —le dice.
«Yo tampoco».
—Pero ya sabes, no quiero que hables así con ella.
Isaac sonríe nuevamente.
—No te preocupes, pero siento que la veré más seguido.
Landon suelta un gruñido y yo río.
—Bueno, si me disculpan, volveré al sillón…
—No —me dice Landon—. Ven conmigo.
Se sienta en su silla y palmea su regazo, invitándome a sentarme allí. Con un poco de pena lo hago y miro a Isaac, sonrojándome.
—Bueno, procedo a firmar —dice Isaac, agarrando un bolígrafo y unas hojas.
La mano de Landon se cuela en mi muslo interno derecho y sube lentamente a mi entrepierna. Estoy usando un vestido veraniego, ya que estamos en verano. Así que Landon llega justo a mi vagina, dejando su mano quieta ahí; no la aparto porque… me gusta. Abro un poco más las piernas cuando siento la excitación y recuesto su cabeza en el hombro de Landon.
Mi hombre empieza a acariciar mi entrepierna de arriba hacia abajo. No me he puesto un short, sólo tengo mi panty de algodón porque no soy de ponerme braguitas sexys. Abro aún más las piernas, dándole más acceso a él.
—Lan… —le susurro al oído.
«Ya estoy húmeda».
—Bueno, ya está listo. Sin más que hacer, me voy —comunica Isaac.
Me sonrojo aún más porque, por un momento, olvidé que está ahí.
—Déjale los papeles a mi secretaria —demanda Hamilton, todavía con su mano en mi entrepierna.
—Nos vemos, señora Hamilton —se despide, y yo lo hago alzando mi mano, ya que si hablo, gimo.
Cuando sale por la puerta, Landon aparta mi panty y toca directamente, siguiendo con sus caricias, y esta vez son más placenteras, ya que sus dos dedos se deslizan fácilmente por mis fluidos.
—No me gustó —me dice con voz ronca.
—¿Qué no te gustó?
—Que él te hablara así, me sentí… celoso.
«Joder».
—Landon… —gimo cuando mete un dedo.
—Eres mía, Clarissa.
—Sí, pero… —me callo cuando saca su dedo.
Siento su dureza y me muevo en ella.
—Quiero follarte, Clarissa —su voz está ronquísima.
—Fóllame —suplico.
Me levanta, al igual que él, y pone mi pecho en el escritorio, alzando mi vestido y quitándome mis bragas por completo. Me dejo llevar porque quiero que me folle; Dios, estoy encendida.
Acaricia mis nalgas y da una palmada.
—¿Cómo se te ocurre no ponerte short cuando usas vestidos? —me cuestiona.
Voy a hablar, pero me interrumpe cuando acaricia mi vagina por detrás.
—Lan…
—¿Qué, nena?
—Fóllame, ya.
Escucho la hebilla de su pantalón quitándoselo y veo cómo, de un cajón de su escritorio, saca un preservativo. Luego siento cómo me llena, su polla ya está metida en mi canal.
—Joder, no me cansaré de tu estrechez —ronronea.
Saca su miembro y lo vuelve a introducir. Agarra mis caderas, llevando su ritmo. Yo gimo de satisfacción y placer con cada una de sus embestidas. Landon comienza a aumentar la velocidad. Ahora siento sus embestidas con más fuerza; cómo vibran mis nalgas. Miro hacia atrás y lo veo disfrutando.
—Ah... —gimo, cerrando los ojos.
También lo oigo jadear detrás de mí mientras me aprieta la carne de las nalgas.
—Tócate —me ordena.
Mi mano encuentra mi clítoris y lo froto con ímpetu y rapidez. Landon continúa con sus embestidas duras y fuertes. Me abre las piernas aún más y me golpea más intensamente, mientras yo sigo frotándome.
Poco a poco voy sintiendo cómo mi vientre se contrae; ya estoy a punto.
—Landon… ya voy a…
Me corro.
Mi orgasmo no me dio tiempo de avisarle a Landon que venía. Mi cuerpo convulsiona y mi vagina palpita; Landon da un par de embestidas más y llega a su límite.
—Te quiero, nena.
Me reincorporo.
—Y yo te quiero a ti —le respondo.
Landon quita su condón lleno y lo bota en la papelera. Luego guarda su miembro y abre otro cajón del escritorio, sacando toallas húmedas… de bebé.
—¿Para qué es eso?
—Para que te limpies, nena, y no estés incómoda —me responde.
Sonrío y las agarro. Me limpio mientras él acomoda su escritorio. Me pasa mi panty y me dice que lo guarde, que mandará a Maggie a comprarme uno para que me lo ponga. Me niego, me da pena con ella. Le digo que prefiero estar desnuda.
Me siento en el sillón, seguido por él.
—Así que… ¿Clarissa Hamilton?
Se encoge de hombros.
—Estaba celoso, nena. No podía decir que eras mi mujer cuando no lo eres… legalmente —me dice.
Asiento, tranquila.
—Ah —recuerdo algo—. ¿Por qué no me habías dicho que habías hablado con mi madre?
Traga.
—¿Quién te dijo?
—Fui a verla, y me lo dijo.
—Sí, hablé con ella.
Lo atraigo hacia mí para darle un beso largo y húmedo. Él también corresponde.
—Yo jamás te haría daño; te respetaré y te comprenderé —le digo, acercándome a él—. No me aprovecharé de ti, y te quiero mucho, te quiero tanto.
—Así como tú le dijiste todo eso a mamá, yo te lo digo a ti —sigo—. Porque los dos nos vamos a dar mucho amor, porque nos queremos mucho, porque estamos enamorados el uno del otro, sin importar la edad ni las circunstancias.
Me coloca a horcajadas sobre él y me abraza tan fuerte; me besa tierno y despacio.
—Tienes razón, te quiero tanto —me dice.
Lo vuelvo a abrazar y nos quedamos ahí… pero me separo cuando escucho unos tacones resonar afuera, seguido de eso, la puerta se abre.
—¡Pirulín!
Las gemelas están aquí.
•••
Si alguien de aquí se leyó la antigua Dulce tentación, espero se acuerden del trauma que tiene Landon con los socios y sus mujeres jaja.
Nos leemos luego! ❤️🩹
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